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Profesora particular (6) Unos días de vacaciones (parte 6)
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Esta tarde vistamos un palacio bastante antiguo. Yo visto unos pequeños shorts azul cielo, de esos muy apretados y que dejan ver algo las nalgas. Me he asegurado de que no se me vea la parte más enrojecida. Por delante, me marcan bastante los labios. Sé que eso pone a cien a muchos hombres, aunque también es cierto que hay quien cree que es algo vulgar. Pero a mí, no me importa. Y vulgares no son, porque estos pantaloncitos son carísimos. Aunque es cierto que son de un par de tallas menos que la mía y apenas me los puedo abrochar. Pero me encanta llevarlos muy apretados.

Visto también una camiseta blanca, de esas tan cortas que casi parecen un top. No llevo sostén porque tengo los pechos muy sensibles y me molestaban todos los que me he probado. Así que sé que se me marcan los pezones. Y, por poco que me mueva, se me balancean las tetas. Otra cosa que hay quien opina que es de poca clase, pero a muchos les da morbo. Y a mí, como ya sabes, lo que me gusta es que me miren. Y sentirme deseada y poner cachondos a los hombres.

Se ve que el palacio y sus jardines son una de las principales joyas de la zona. Nos ha gustado mucho. El guía, Raúl, lo ha explicado todo muy bien, aparte de que ha sido muy simpático y entretenido. Y, además, él es muy atractivo.

Durante la visita, Fernando ha estado todo el rato a mi lado. Está muy guapo tan moreno. Me ha ido preguntando cosas acerca de lo que veíamos y hemos ido comentando todo. Es un chico inteligente y sensible. Mientras, sus primos estaban distraídos y poco interesados, charlando, riendo y haciendo el tonto. Y les he pillado más de una vez mirándome el culo o las tetas. Bueno, eso me ha gustado, la verdad. Y Leo tampoco ha estado nada interesado en la visita, todo el rato cuchicheando y besuqueando a su novia. A mí, ni me ha mirado el muy capullo.

Me sorprendo cuando el guía, ya al terminar y cuando estamos todos tomando unas bebidas en la terraza del bar del palacio, se acerca y me dice:

-Hola ¿Te ha gustado la visita? Esther te llamas ¿verdad?

-Eh, hola, sí, ¿cómo lo sabes?

-Oí que se dirigían a ti por Esther.

-A sí, claro. Y tú eres Raúl ¡je, je, je!

-Sí, Raúl, como os dije al presentarme. Oye, me ha parecido ver que te ha gustado el palacio.

-Sí, sí, es muy interesante. Y tú lo explicas todo muy bien, la verdad.

-Eres muy amable. Sabes, yo a ti te conozco.

-¿Cómo? ¿De qué? ¿Estábamos en la misma clase en alguna de las asignaturas?

-No, no. Es solo que llevo un par de días mirándote en la playa.

-¡Ah, ya!

-Sí, cuando ayer te vi por primera vez, me quedé impresionado.

-¿A sí? –ya me imagino el motivo, pero me hago la tonta– ¿Impresionado por qué?

-Por… porque eres muy atractiva. Y tienes mucha clase. –sin disimular, veo que me repasa de abajo arriba, deteniéndose especialmente en los pantaloncitos y en el pecho.

-Bueno… no sé… o sea…

-Y el bikini que llevabas puesto ayer… tan pequeño, tan transparente…

-¡Sí que te fijaste!

-Sí, y no sólo yo. Todos mis amigos. Bueno, yo diría que toda la playa te miraba.

-¡Anda, qué exagerado!

-No exagero, no. Nosotros te tomamos fotos y todo. Y más de uno, vi que te grababa con el móvil.

-A ver si me hago famosa en Internet ¡je, je, je!

-No me extrañaría. Se debe tener mucha personalidad para atreverse a ir así a la playa.

-Estrenaba ese bikini. Me gustó cuando lo vi en la tienda. Y me lo puse.

-Y nos encandiló. Tuviste muy buena idea en usar un bikini de niña.

-¿Tanto se nota? O sea… ya te digo… es el que me gustó más de la tienda.

-¡Muy bonito! Y con un cuerpo como el tuyo…

-Oye, Esther, venga ¡que nos vamos!

-Sí, mamá, ya voy.

-Espera, mira, que hoy hayas aparecido aquí parece una señal. Me fijé que no tienes pareja.

-Bueno, en realidad…

-Estás aquí con la familia y no con un novio. Mira, te invito a una fiesta que damos hoy en mi casa. Me encantaría que vinieras. Y seguro que a todos mis amigos.

-Una fiesta… no sé… quizá… supongo que pueden venir también ellos ¿verdad? –señalo a Leo, Bea y a los jóvenes del grupo.

-Me sabe mal, pero no, es que ya tengo muchos invitados y la verdad es que más no íbamos ni a caber. Mi casa está bien, pero no es un palacio como este ¡ja, ja, ja! Contigo iba a hacer una excepción, porque veo que eres una chica interesante.

-¡Esther, venga, hija!

-¡Que ya voy! ¡Un momento!

-¿Así que? ¿Sí o sí?

-No creo que venga yo sola, no. Lo siento.

-De verdad que te lo pasarías bien. Mira, te dejo mi tarjeta. Ahí está mi dirección y mi teléfono.

-¡Vale, adiós! –nos damos un par de besos.

Durante la cena no paro de pensar en Raúl y en su fiesta. Seguro que me lo pasaría bien. Pero ir sin nadie no me apetece. Por otro lado, tampoco tengo ganas de estar sola en mi habitación toda la noche, aunque quizá alguno de estos viniera a hacerme compañía. Pero hoy no desearía que viniera nadie. Me han tenido desatendida todo el día y solo han estado pendientes de Bea. Si quieren algo, que se lo pidan a ella.

Además, me duele bastante el ano y los pechos. Es que anoche me pasé. Decidido, esta noche nada de hombres. Si a partir de ahora alguno quiere algo de mí, que se lo gane. Con atenciones, con educación, con amabilidad. Y durante todo el día. No solo cuando están calientes como monos y sólo me quieren para follar.

Como ya habrás adivinado, al final decido que voy a ir a la fiesta de Raúl. Me ha costado encontrar una excusa, pero al final he conseguido que no se extrañen porque me vaya sola. Cuento que es una pequeña fiesta que dan los de mi grupo del último curso de la universidad, para celebrar que ya llevamos un año con el título y eso. Y que casualmente es en uno de los pueblos cercanos. Cuando se sorprenden, a papa y mama les digo que ya se lo había contado hace días y que a ver si se fijan en lo que les digo. Pobres, les hago sentir mal, pero no se me ocurre nada mejor.

Raúl no me dijo que clase de fiesta era. Pero, viendo que le gusto, decido que me pondré guapa. Me maquillo muy bien. Visto un top rosa, nada, unos pocos centímetros de tela, y la faldita verde claro, la más corta que tengo aquí. No usaré sostén porque hoy estoy mejor sin y es que los pechos y los pezones me escuecen bastante.

Les irá bien un descanso de chupetones y mordiscos. Las braguitas son minúsculas y muy bonitas, de color blanco. Me miro bien por delante y por detrás para asegurar que no se me vean y no, no se me ven. Aunque por poco que baile o incluso me mueva, seguro que más de uno me las verá. Pero a mí ya me gusta enseñar. Incluso a desconocidos. Me da mucho morbo y me calienta un montón.

Cuando me voy de la casa, oigo más de un silbido.

-Esther, estás muy guapa. ¿Por qué no te quedas y…?

-Manuel, hoy no. Disfruta con tu mujer.

-Pero…

-Y si no, con tu futura nuera.

-¿Pero qué dices? Esther, mira, si no te vas, yo…

-Nada, adiós, tito.

Igual que con Manuel, he tenido que irme quitando de encima a los demás. Supongo que más de uno pensaba que vendría un rato a mi habitación a hacerse pasar la calentura que tienen por ver a Bea y su microbañador. De hecho, Leo es el único que no me dice que por qué no me quedo y eso. Claro, él podrá pasar toda la noche con ese pivón.

Fernando es muy amable cuando me dice:

-Esther, que vaya muy bien la fiesta.

-Me habría gustado que hubierais podido venir, pero claro, es de mi grupo de la facultad y…

-Sí, entiendo, nos lo pasamos bien en la visita al palacio, ¿verdad?

-Y tanto, Fernando. Yo siempre estoy a gusto contigo –y le doy un besito de despedida y veo que se ruboriza antes que me dé la vuelta y que seguro que él, y todos, me miren el culo.

Tomo el coche deportivo de Leo, para no conducir el de papá, que es muy grande, y me voy a la fiesta de Raúl, que en realidad es a un par de manzanas de donde estamos nosotros. Enseguida llego y veo que es una casita al lado de la playa. Sale gente de la casa. Apenas son las doce de la noche, pero por lo que parece la fiesta debió de empezar pronto y algunos ya se van.

-Oh, hola, Esther. Oh, al final viniste. –Raúl me da un par de besos– Pero ¿cómo vienes tan tarde? La fiesta ya terminó.

-¿Cómo? O sea… pero si es muy pronto.

-Bueno, la fiesta era a las siete de la tarde.

-¿A las siete?

-Es que todos trabajamos y nos levantamos muy temprano. Además, muchos ya tienen hijos y los dejan con la canguro y eso. Claro, no te dije la hora. ¡Vaya fallo! Como la verdad es que suponía que no vendrías… ¡Adiós, Pedrito, adiós, María, nos lo pasamos bien! ¡Hasta mañana, Vera!

-Vale, entiendo, Raúl. –le digo decepcionada.

-Oye, Raúl. ¿Quién es esta preciosidad?

-Es Esther, Diego. Es la chica de la playa de ayer y de esta mañana.

-Ah ¡la del bikini de niña!

-No es de… o sea…

-¡Causaste sensación ayer en la playa! Bueno, me debo ir, que Susana me espera en el coche. –nos damos un par de besos y el muy descarado me acaricia el culo.

-Raúl ¡preséntame a este pivón!

-Es Esther, Joe. La chica de la playa.

-Ah ¡la del bikinito blanco transparente! Oye ¿sabes que eres muy guapa?

-Bueno, sí, gracias.

-Venga, Joe, que es para hoy. Es muy tarde.

-Voy, Anita. ¡Vale, adiós, Esther! –se despide mirándome descaradamente los pechos.

-Tus amigos se ven majos.

-Son buena gente.

-Bueno, pues yo también me voy a ir, Raúl.

-Esther. Me sabe mal. Bueno, el sábado, pasado mañana, damos otra fiesta. Esta es en la casa de Dami, una muy buena amiga que acaba de irse ahora mismo. Será a las once o así. Y esa durará toda la noche. Si quieres, puedes venir.

-No sé. ¿A ella no le va a importar?

-No creo. Su casa es bastante mayor que esta y le gusta que sus fiestas sean muy concurridas. Y a mí me gustaría que vinieras.

-Pues no sé, no te digo que no. Me he quedado un poco…

-Ya, claro, pobre. Llegas cuando ya acabamos.

-Sí ¡vaya chasco! Bueno, pues adiós, Raúl.

-Espera, si quieres, te quedas y tomas una copa conmigo. Mejor dicho, me encantaría que te quedaras un ratito, ya que has venido.

-Pero tu mañana…

-Sí, me levanto muy pronto, a las seis. Pero si duermo unas horas ya estaré bien. Va, una copa y ya está.

-De acuerdo –la verdad es que no quiero volver a casa tan pronto ni estar por ahí sola.

Pone música, me sirve una copa y nos sentamos en el sofá. Hablamos un buen rato y descubro que es un hombre muy interesante. Nos tomamos otra copa. Reímos. Hablamos un poco de todo. Me pregunta si tengo novio y le digo que sí, pero que no está aquí porque trabaja todo el verano. Él tiene mujer e hijos, pero estas semanas ella y los niños están con la familia de ella. Se va haciendo tarde y creo que es educado decidir que me voy a ir. Pero él dice que espere, que esta canción le gusta y si quiero bailarla con él. Es lenta y romántica. Me gusta como huele. Me encanta como me agarra por la cintura. Y como rozan nuestros cuerpos.

En un momento, nuestras bocas ya se buscan y se encuentran con un ligero beso para enseguida separar los labios y besarnos profundamente. Su lengua juega con la mía en lo que parece una lucha por dominar nuestras bocas. Me huele el cuello y me lo besa y yo acerco su cuerpo más al mío hasta bailar muy pegados. Suspiro. Me baja un poco el top y me besa el escote, casi todas las tetas. Le digo que por favor me trate bien los pechos, que hoy los siento muy sensibles, pero me termino de bajar yo misma el top para enseñárselos y él se admira y me los besa tiernamente. Yo gimo y noto que mis braguitas ya están empapadas.

Baja sus manos a mi faldita, me la sube un poco y me acaricia las nalgas. Tomo su mano izquierda y la acerco a mi sexo mientras él ya me mama los pechos con suavidad. Me escuecen y me duelen, pero me gusta. Ya juega con mis braguitas y me las quita. Me sienta en el sofá, me sube la falda hasta la cintura y me espatarro para él. Entonces le digo:

-Raúl, me voy a ir, que para ti es muy tarde –con voz muy sensual.

-No, no. Espera, Esther.

Me separa aún más las piernas y acerca su cara a mi barriga. Me besa el ombligo, el pubis. Y yo, ardiente de deseo, le digo:

-Si no fueras un hombre casado, te pediría que te amorraras a mi chocho.

-Yo, si no tuvieras novio, te rogaría que me dejarás comerte el coño mojado.

-Bueno… o sea… mi novio no está aquí…

-¡Pues mi mujer, tampoco!

-Pero me sabría mal porque seguro que te iba a mojar el sofá.

-Sí, sí, Esther, quiero ver cómo lo empapas.

Me lame el sexo, me besa el clítoris, introduce varios dedos en mi vagina. Al cabo de nada ya me corro y le lanzo cantidad de squirt, como una ducha en su cara. El sorbe y se traga mis jugos. Tengo varios orgasmos.

-¡Ahora me toca a mí! –exclama muy decidido y se quita el pantalón y los calzoncillos. Veo con satisfacción que su pene es grueso y de cierta longitud, muy apetecible.– ¡Te voy a follar, Esther! ¡Desde que te vi en la playa que sólo pienso en follarte!

Yo, con la falda en la cintura y el top bajo los pechos, le contesto:

-No, Raúl, follar, no. A mi novio no le gustaría que follara con otro.

-Bueno, a mi mujer tampoco. Pero él no está aquí y ella tampoco.

-Ya, es cierto… pero no sé, no me sentiría bien conmigo misma.

-¿Entonces qué?

-Tu polla me encanta y deseo mamártela.

-¡Hum, vale, perfecto! ¡Sí!

-¡Verás que soy muy buena mamona!

-¡A ver, demuéstralo! –sé que en eso me voy a ganar una matrícula de honor, por mi experiencia chupando vergas y porque me encanta.

Me penetra la boca con su tranca y me la siento muy llena. Me gusta su sabor, su textura. La lamo y juego con mi lengua en su glande. Él suspira y me toma las manos para que le masajee los testículos. Se la chupo y me encanta cuando empieza a rezumar sus líquidos preseminales. Él me agarra las tetas y me las acaricia. Entonces llaman a la puerta.

-¡Oh, no abras, Raúl, ahora no! –casi suplico mientras le estoy haciendo la mamada.

-¡Que raro! ¿Quién será a estas horas?

-¿No será tu mujer?

-Claro que no, ella tiene sus llaves, Esther. Además, está muy lejos. Eso es que alguno de mis invitados se dejó algo al irse.

-¡Pues no abras, no, quiero que me sigas follando la boca!

-Esther, será solo un momento. Espera, espera, mujer. –saca su pene de mi boca y siento al momento que la añoro– Quédate aquí, miro a ver quién es y vuelvo. No hace falta ni que te vistas.

Oigo que abre la puerta y habla con alguien. Por precaución, me pongo bien el top y me bajo la falda. Escucho que Raúl dice:

-Pues vaya sorpresa, Diego. Sí, Esther todavía está aquí. Pero pasa, pasa, hombre.

-Ah, hola, Esther.

-¡Hola!

-Esto… me dejé el… la…

-A ver, Diego, no hagas el tonto. Hay confianza. Esther, Diego, al ver que llegabas a mi casa, ha vuelto para verte.

-¿Cómo? ¿A mí?

-Bueno… sí… la verdad. Es que… te voy a ser sincero…

-¿Pero no decís que os debéis levantar muy temprano?

-¡Sí, pero… no todos los días puedo conocer a un pivonazo como tú! –sin vergüenza me mira el escote y las piernas. Seguro que se da cuenta que se me marcan mucho los pezones excitados y también que tengo flujo resbalando en los muslos. Entonces, descubre el sofá húmedo y dice pícaramente a Raúl– ¡Uy, me parece que aquí ha habido otra fiesta!

-No… no creas que… yo… –balbuceo.

-Mira, Diego, pues sí, nos has cortado… lo que estábamos haciendo… por lo que será mejor que te marches –le dice su amigo.

-Oye, no seas mal educado, Raúl. Esto no se le hace a un colega.

-Bueno, Raúl, me sabe mal por tu amigo. –Intervengo– Si acaso…

-No, no, tú no te vas, Esther. Me muero porque termines tu… trabajo. Y con él aquí, supongo que tú no…

-No, no me voy a ir, no, Raúl. Iba a decir que… o sea… a mí no me importa, la verdad, que tu amigo se quede. Ven, ven, Raúl.

Me siento en el sofá y noto que me estoy excitando al saber que Diego me verá haciendo una mamada a su amigo. Al ir sin bragas, el flujo me resbala por los muslos. Me encantaría que ellos se dieran cuenta, pero no sé si lo ven. Bajo el pantalón de Raúl y descubro que su miembro está sólo morcillón. Para ayudar a que vuelva a empalmarse y también para exhibirme ante su amigo, me quito el top y acompaño las manos de Raúl hasta mis pechos. Consciente de que no llevo nada debajo de la falda, me abro bien de piernas para mostrar a todos mi sexo húmedo y sonrosado.

Raúl me penetra de nuevo la boca y se la chupo, pero no es tanto que se la mame como que me folla, me vienen arcadas, pero me gusta porque sé que esto encanta a muchos hombres. Sin decir nada, Diego ya se ha quitado toda la ropa y se acerca a besar mi cuello y a lamerlo, también la cara, luego baja a mis hombros, me levanta los brazos y me huele las axilas y me las besa. Yo me dejo hacer mientras su amigo me bombea la boca. Creo que su verga pronto va a estallar. Yo estoy a punto de correrme. Y más cuando Diego me besa el pubis, completamente rasurado y baja con su lengua y dedos a mi clítoris y vagina. Pero entonces, vuelve a sonar el timbre.

-¡Oh, no, por favor, ahora precisamente, no! –casi grito, aunque no se me entienda con el pene de Raúl en la boca.

-Debo abrir, lo siento. Vosotros quedaos aquí. Esto sí que es raro.

Raúl sale de la sala, pero Diego no se detiene. Me separa aún más las piernas y me chupa el clítoris. Introduce varios dedos en mi vagina. Cuando me quiere meter también algunos en el culo, le digo que ahí, no, por favor, que lo tengo dolorido y él me dice, muy sarcástico y pícaro, que qué habré hecho que lo tenga tan dolorido y yo le contesto sensualmente que no lo quiera saber y que puede meterme más dedos en el coño si lo desea y lo abro para él, que no se hace de rogar y me mete todos los de una mano y dos o tres de la otra mientras me chupa un pecho como si fuera un bebé.

Es entonces cuando ya no puedo resistir tanto placer y me corro y eyaculo como una fuente. Y entra Raúl acompañado por dos de sus invitados. Se sorprenden al ver que lanzo tanto squirt aquí y allá, pero no me avergüenza porque me puede más el gusto y también porque sé que a los hombres les encanta que una chica pueda eyacular así.

-Esther, me podías haber esperado –dice Raúl en plan broma.

-¡No, no podía, no, hum! –le contesto entre suspiros y gemidos.

-Oye, estos amigos míos han dejado a sus parejas en casa para venir a ver si aún estabas aquí.

-Sí, sí estoy, sí, hum, ah, sigue, sigue, Diego, no pares, que… ay, oh, otro… otro orgasmo, oh, ¡me muero!

-Aparte de estar muy buena, como ya hemos visto estos días en la playa, ¡esta chica es una calentorra!

-¡Sí, y no se corta un pelo!

-Se corre así delante de todos. ¡Y le gusta que miremos!

-¡Sí, sí, me gusta, sí, me encanta! ¡Ah, hum! Pero… me gustaría más que no sólo miraseis. ¡Por favor! –me sorprendo al suplicar que vengan a besarme, a acariciarme, a lamerme, a chuparme…

Y no se esperan a que se lo pida otra vez. Los tres se quitan el pantalón y toman sus miembros con la mano y me los ofrecen. Yo chupo enseguida el de Raül y agarro los de los otros dos y les masturbo. Diego me sigue chupando, lamiendo y besando las tetas y yo se lo agradezco y le pido por favor que junte su pene al de su amigo en mi boca y él contesta que no le va a caber y lo intenta, pero tiene razón porque el de Raúl es muy grueso, todavía más que antes porque está muy excitado. Entonces, agarro los penes de Pedrito y de Joe con una mano y el de Diego con la otra. Los masturbo con fuerza.

Hago que los tres glandes choquen con mis pechos para darles mucho gusto y les da tanto que los tres casi al unísono lanzan su semen a mis tetas con gritos de placer. Raúl no quiere ser menos y por fin puede llenarme la boca con su deseado esperma. Muy caliente y gustoso.

Me lamo los pechos, primero uno y después el otro, les digo que su leche es muy sabrosa y que a ver si me podrían dar más. Ellos, ya satisfechos, me contestan que no, que deben ir a dormir y eso. Entonces yo les pregunto, muy pícara, abriendo la boca y mostrando que ya no me queda nada de su semen en ella, si no tienen más amigos para que me den ellos sus penes cargados de lefa.

Y la noche no termina aquí. Si quieres saber qué pasó, pronto te lo cuento en “Profesora particular (6): Unos días de vacaciones (parte 7)”.

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