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Mi hermano me humilla y obliga a follar con él
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Tiempo de lectura: 7 minutos
Este relato ha sido grabado en audio para que cualquiera lo disfrute, especialmente personas con visibilidad reducida o nula.

Grabarlo y editarlo supone mucho trabajo, por esto me gustaría conocer tu opinión y si te resulta útil.

Escúchalo narrado por su autora

Relato

El segundo sábado de julio por la mañana, yo estaba jugando con mi raqueta en el jardín, una de esas unidas a la pelota con una goma, de las que golpeas la pelota y vuelve. Mis padres me la regalaron siendo niña, y a mis años sigo jugando con ella.

Álex se encontraba en su dormitorio con la ventana abierta. Enloquecía con el sonido repetitivo y cansino de los golpes. En un momento dado, dejó de escuchar el soniquete y pensó que me había cansado o aburrido. Poco después escuchó mis gritos pidiendo auxilio. Bajó corriendo a socorrerme, y no era capaz de entender la escena que se encontró.

-¿Se puede saber qué haces? -preguntó conteniendo la risa.

Para mi vergüenza, yo estaba atrapada en la malla metálica que delimita la propiedad, en una pequeña abertura detrás del seto. La escena le resultó cómica. Ahí estaba yo, a cuatro patas, en bikini, con medio cuerpo fuera hasta la cintura y el culo expuesto ante sus ojos.

-Se ha roto la goma y la pelota ha saltado la valla -respondí quejosa-. Solo quería recuperarla y he quedado atrapada.

Soy su hermana y me quiere, pero algunas veces me toma por tonta. En esta ocasión lo fui, porque nadie sensato haría lo que yo pretendía.

-Solo tienes que gatear hacia atrás -dijo tapándose la boca para disimular la risa.

-No seas imbécil -dije elevando el tono y añadí-, porque me pincho con las puntas si hago lo que pides.

-No es buena idea ofender a quien pretendes que te ayude -respondió mi hermano con cierto tonito-. Ya me estás pidiendo perdón.

-Vete a la mierda y ayúdame de una puta vez -repliqué gritando.

Ya no pudo contener la risa, y decidió divertirse más a mi costa.

-Has desaprovechado una oportunidad de oro. Ahora mismo voy a por el celular, pienso tomar fotos de tu hermoso trasero, y compartirlas en todas las redes.

El propósito buscado surtió efecto. No tardé en implorar su perdón varias veces.

Satisfecho, me pidió que le concediera un par de minutos, que buscaría algo que sirviera en la caja de herramientas de mi padre. Yo no lo supe entonces, pero la caja contenía alicates de varios tamaños, también una pequeña sierra para metal, justo lo que necesitaba.

-No hay nada que nos pueda servir -dijo tan pancho, luchando contra el impulso de partirse de risa-. Ya conoces a papá, no es amigo del bricolaje o las chapuzas.

-Entonces prueba con las tijeras de podar -propuse al borde de un ataque de nervios.

-Con esas tijeras, ¡imposible! -Su respuesta fue rotunda, la matización siguiente una burla-. No imagino a papá, explicando cuando las compró, que las quería para podar el seto, pero también para cortar la malla metálica, por si la torpe de su hija quedaba atrapada algún día.

-¡Eres un cabronazo! -grité malhumorada-. Te aprovechas de mi desgracia para burlarte, pero ya te pillaré cuando salga de aquí, vas a conocer la contundencia de mis puños.

Álex no pudo contenerse y estalló en carcajadas.

-A pesar de tus amenazas, pienso ayudarte. Dame un par de minutos para estudiar un plan, pero debes prometer que acatarás lo que te diga.

Prometí, y mi hermano fingió pensar. Yo le observaba girando el cuello hacia él.

-Veo que llevas puesto tu bikini favorito -dijo como lo haría un investigador audaz-. Si te quito la parte de arriba, las tetas colgarán, esto empeora el asunto, pero puede romperse si no lo hago. Lo mejor es quitarlo y sujetar los pechos con mis manos según vayas saliendo. Dime si aceptas.

Acepté y Álex siguió cavilando.

-Por otro lado, ahora que lo pienso, puede que sea mejor empujarte el culo, para que salgas hacia afuera.

Se arrodilló detrás de mí y abarcó mi culo con las manos, simulando que comparaba el volumen con el hueco.

-Tampoco es posible, porque lo tienes como una plaza de toros visto desde aquí -bromeó.

-La misma plaza de toros donde pienso cortarte las orejas y lo otro -respondí enojada, no soporto que blasfemen respecto a mi espléndido trasero, la parte más preciada de mi anatomía.

-No te enojes porque tan solo es una broma, pero me estoy acordando de lo que hicimos en la noria, allá por Veracruz. Entonces estaba oscuro, no pude verlo desnudo. No es lo mismo cuando vas en bragas por casa, o en traje de baño como ahora. Deja que lo vea y seguimos negociando.

Irrepetibles los insultos y frases soeces que le dediqué; pero le vinieron como anillo al dedo, como excusa para llamar a todos los servicios de emergencia, suficiente para que yo claudicara.

-Haz lo que quieras. Eres un caprichoso, pero lo ves y luego lo tapas, no vayas a pasarte mirando el resto del día.

Lentamente fue bajando la braga del bikini hasta las rodillas. Era cierto que nunca me lo había visto desnudo del todo, y aseguró que la imagen se le quedaría grabada en la retina para los restos.

-Deja que la meta en el coño -dijo mientras me acariciaba las nalgas con ambas manos.

Una nueva andanada de insultos y amenazas se cernió sobre él. Ahora se puso serio de verdad.

-Eres egoísta y aprovechada. Aquella noche, en la noria te aprovechaste de mí, con argumentos similares, y yo cedí. Luego no quisiste repetirlo.

-Reconozco que estuvo mal, pero no es lo mismo. -Mi respuesta vino acompañada de un tono dulce.

-No es lo mismo porque fuiste tú la caprichosa -me reprochó-. Tampoco lo es ahora que soy yo quien lo desea. -Álex hizo una pausa y sentenció-. Niña, ponte de acuerdo.

-Álex, eres un tonto -respondí sollozando-. Te dije que no se repetiría, pero deseaba lo contrario. Ya me conoces, sabes de sobra que me guío por impulsos, por intuición, y temía que pasaras de mí cuando volvieras a estar con tu novia. Fue una forma de protegerme ante una posible decepción.

Mis palabras le conmovieron.

-Laura, estabas muy equivocada. A ella más o menos la quiero, cinco meses juntos no dan para mucho, pero tú eres infinitamente más importante para mí. Aquella noche bajé la guardia, cedí a lo que nos debería estar prohibido, pero siempre estarás por encima de cualquiera.

Dejé de lloriquear con intención de cambiar la estrategia.

-Si dices la verdad, ayúdame a salir y lo hacemos en tu cuarto.

Algunas veces soy un poco sinvergüenza, sobre todo con Álex, y mi palabra dura el tiempo que tarda en sacarme del apuro. Habían sido tantas veces, que ahora mi hermano no se fiaba de mí.

-No es mala idea, Laura, pero el morbo que me da esta situación, no tiene precio, vale más que una semana follando contigo.

-Sea como quieres -dije con cierta desidia-, pero hazlo rápido, ya no aguanto más así -añadí resignada.

A mi hermano también le convenía ser rápido, tenía el miembro a punto de reventar. Rápidamente se desnudó y arrodilló detrás de mí.

Ahora, con ilusiones renovadas, mi culo le pareció incluso mejor. Le dedicó un leve masaje y luego deslizó el capullo entre las nalgas, recorriendo la raja desde lo alto, pasando por el agujerito, hasta terminar entre los labios vaginales. Aquí se entretuvo restregando el glande con ligeros golpes de cadera, simulando que lo follaba sin penetrar.

-Es curioso la cantidad de veces que te he visto en bragas por casa, y yo como si nada -dijo Álex-. Por no hablar del bulto entre las piernas -añadió y se puso ñoño-. Nunca estuvieron tan ciegos los ojos de un hermano.

-Eso que llamas bulto, es la vulva -expliqué entre gemidos-. ¿Por qué no usas los dedos? Lo que estás haciendo, apenas me roza el clítoris.

-Si pretendes que te masturbe, solo tienes que pedirlo. Quiero que lo supliques -exigió.

Ahora mi hermano se mostraba caprichoso. Yo cedí, lo entendía como parte de su juego, y añadí picante.

-Álex, te suplico que lo hagas, quiero estar mojada antes de que la metas.

Separé las rodillas lo que pude, dejando vía libre entre los muslos. Mis prisas por quedar liberada, quedaron en un segundo plano.

Álex retiró la verga y rozó el clítoris con las yemas de los dedos. Cierto que tenía la zona algo reseca, pero gemí de gusto cuando empezó a moverlos, cada vez más aprisa, provocando que mi culo se moviera adelante y atrás, instintivamente, como si tuviera vida propia animado por el placer que recibía.

-No imaginas las ganas que tenía -dije entre jadeos-. Lo vengo deseando desde Veracruz, me encanta que me toquen ahí, aunque lo prefiero con la lengua, pero en esta situación no es posible.

Sin pretenderlo daba pistas a mi hermano sobre mis preferencias sexuales, información que nos vendría bien en el futuro.

Dejó de masturbarme, sin venir a cuento, y protesté, pero, lo que vino a continuación, era mejor y por partida doble.

Álex separó la vulva con los dedos y me penetró lentamente. Se limitaba a follarme el coño con calma, inclinado sobre mi espalda, lo justo para introducir la mano por delante y frotar el clítoris al mismo tiempo.

Así me lo hizo durante un rato, hasta que priorizó sus ansias de correrse. Aumentó el ritmo de las penetraciones, aferrado con las manos a mi cintura, procurando que mi cuerpo se desplazara lo menos posible, jodiéndome como un poseso. Me arrancaba de la garganta ligeros grititos, que yo trataba de acallar tapando la boca con la mano.

Tenía frente a mí el chalet de los vecinos, pero, aunque nos separaba una parcela intermedia, tenía miedo, pánico a que alguien me escuchara y viera la situación en que me encontraba. Puede que este temor tuviera parte de culpa, porque no tardé en correrme como una cerda entre gemidos, luego, cuando el orgasmo fue historia, solo suspiros de relajación.

Entonces, para mayor sorpresa, mi hermano sacó la pija, metió dos dedos y los retorció a izquierda y derecha, como si repetidamente girara una llave en la cerradura. Los sacó empapados por mis jugos, se los llevó a la boca y los chupó con ansia, afirmando que le fascinaba hacerlo, pero se lamentó porque su novia no se lo permitía, a ella le parecía una cochinada.

Volvió a penetrarme con intención de terminar, preguntó si me seguía cuidando, le dije que sí, que terminara dentro, si así lo deseaba. Mis palabras le parecieron más un deseo que una concesión, y me dio una buena follada, hasta descargar varios chorros de leche.

-¡Qué a gusto me he quedao! -exclamó Álex-. La sensación de que me iban a reventar la polla y las pelotas, ha desaparecido.

-No subas la braga todavía -dije cuando Álex pretendió hacerlo-. Dame un minuto, dejemos que salga la mayor cantidad de semen.

Le hizo gracia que, estando yo en la situación que estaba, priorizada la higiene de mi traje de baño favorito. Finalmente, me subió la braga y se vistió con prisa, mis rodillas no aguantaban más.

-Ahora, quiero que salgas hacia adelante cuando yo te diga.

Me dio la señal y salí sin contratiempos. Pero, cuando me giré para ver lo que yo había hecho, la expresión de mi rostro era digna de un retrato. Alguien con ingenio y mala uva lo titularía, por ejemplo, “Se la metieron doblada”.

-¡Eres un cabronazo! ¡Eres lo peor de lo peor! -grité amargamente, notando como la ira se apoderaba de mí-. La solución era sencilla y me has tomado el pelo -añadí encolerizada, mientras pasaba caminando por la abertura en la malla metálica.

Álex retrocedió corriendo hacia atrás, huyendo como un cobarde para que no le alcanzara, dando explicaciones para no cobrar su merecido.

-¿Ya no te acuerdas del verano pasado? -preguntó dibujando una sonrisa socarrona-. No recuerdas que papá quería poner un mástil intermedio aquí. Para ello cortamos la malla a lo alto, con intención de unirlo al poste por ambos lados. Vamos, lo que viene siendo un empalme común y corriente. Luego, cuando le surgió aquel viaje de trabajo, me encargó remendarlo hasta mejor ocasión. Yo hice una especie de costura con alambre y unas cuerdas. Algunas debieron romperse y quedó un hueco mayor, por eso has podido entrar, pero, al hacerlo, has debido forzarlo y luego ha cedido. Yo simplemente he descosido hasta el borde superior.

-Pienso estrangularte cuando te pille, ¡pedazo de cabrón! -repetí descontrolada corriendo para alcanzarle.

Álex abandonó el jardín y se refugió en su dormitorio. Tuvo la puerta bloqueada con cerrojo hasta empezada la fiesta. Entonces no podría estrangularle delante de tantos testigos. Aun así, procuró evitarme. Cuando la fiesta terminó y todos los invitados se fueron, vino implorando perdón con un gesto de las manos.

Le perdoné y dormimos juntos aquella noche, sin cochinadas, solo por el placer de hacerlo abrazados.

La moraleja del cuento es que yo no estaba enojada con Álex por follarme con engaños, sino porque me vi obligada a confesar que, cuando dije nunca más en Veracruz, querría haber dicho lo contrario.

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Autor
Laura y Alex
Laura y Alex
Somos Laura (21 años) y Álex (24 años), hermanos, de madre mexicana y padre español. No hace mucho que mantenemos relaciones, pero nos gusta a pesar de los riesgos que implica. Lo mantenemos en secreto frente a todo el mundo, pero nos excita que los desconocidos conozcan nuestra historia de amor y sexo. Esperamos que disfruten con nuestras historias.

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Comentarios

1 COMENTARIO

  1. El relato está muy bueno. La escena inimaginable, cualquiera quedaría perplejo ante esta situación. Que envidia coger viendo la cola de tu hermana.
    El audio es genial. A mí me gusta la idea porque lo puedo escuchar en el trabajo.
    Saludos desde Córdoba.

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