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Con la novia de mi enemigo
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Normalmente no soy de tener conflictos, trato de llevarme bien con todo el mundo. Pero conocí a Pedro, en la universidad. Pedro estudiaba conmigo, casi todas nuestras clases las llevábamos juntos. Siempre traté de llevarnos bien, pero con Pedro no se podía. Pedro era el típico engreído con dinero. Su familia tenía mucho dinero y Pedro era hijo único. Sus padres lo consentían en todo lo que quería. Cada vez que Pedro llegaba a la universidad, en su auto deportivo obviamente, trataba de hacer sentir menos a los demás. Se jactaba de tener más dinero que nosotros y se sentía superior.

A mí, ese tipo de actitudes nunca me han gustado. Además, que un día tuvimos un problema jugando futbol que terminó de hacer que lo odie.

Estuvimos estudiando bastante tiempo juntos, yo tenía un grupo de amigos que casi siempre estábamos juntos en los break. Pedro, al ser tan creído, no pertenecía a ningún grupo, pero siempre quería acoplarse a alguno. Un día, en la universidad, vimos como Pedro iba de grupo en grupo, entregando unas hojas. Cuando llego a nuestro grupo, nos entregó unas hojas con unos dibujos y unas letras raras.

-Estoy haciendo una fiesta en mi casa de playa –nos dijo, mientras entregaba las hojas– están invitados todos, porque mi casa es grandota. Además, yo pondré todo, así que no se preocupen en llevar nada –dijo y, sin dejar que respondamos, se fue a otro grupo.

Al ver el papel que nos había entregado, se veía un dibujo de gente bailando, bebidas, piscina, entre otras cosas. “Gran Fiesta en la Playa” “Trae tu Ropa de Baño para la Piscina”. Además, se veía la fecha, hora y lugar de la fiesta. La fiesta era en una de las playas más bonitas y exclusivas de la ciudad. Entre mis amigos y yo conversamos para ver si iríamos, nos caía muy mal Pedro, pero la fiesta parecía que sería muy buena. Decidimos ir en grupo. Nosotros éramos 5, Carlos, Guillermo, Sandra, Lorena y yo. Fuimos en el carro de Lorena, que no tomaba, así que podría manejar de regreso.

El día de la fiesta, llegamos, dimos nuestros nombres al encargado de la puerta de ingreso a la playa, nos indicó como llegar a la casa de Pedro y nos fuimos. Al llegar, nos dimos cuenta que Pedro tenía razón, realmente su casa era muy grande. Era de 3 pisos, con una fachada muy amplia. Al entrar, nos encontramos con una sala muy grande, al costado de esta, un comedor con una gran mesa ovalada. La cocina se separaba por una barra del comedor y era muy amplia. Tenía unas mamparas de vidrio que llevaban a una gran terraza, luego bajabas unos escalones y llegabas al jardín con una gran piscina, iluminada con unas luces azules. Realmente era una casa impresionante.

Saludamos a Pedro, pero rápidamente nos fuimos a servir tragos. Yo no quería tomar mucho, ya que estaba un poco enfermo, así que me decidí a tomar cerveza. Mis amigos se servían tragos rápidamente y Lorena bebía agua. Estuvimos ahí, conversando, tomando, bailando en grupo un buen rato, nos metimos a la piscina, nadamos un rato, jugamos en el agua. La estábamos pasando bien.

En un momento salí de la piscina para ir al baño. Cuando estaba saliendo del baño, pude ver bajando del segundo piso a una chica hermosísima. Tenía el cabello castaño, le llegaba a la mitad de la espalda, unos ojos marrones claros, muy bonitos. Llevaba un vestido corto, muy pegado al cuerpo, color rojo. Su cuerpo era espectacular, unas tetas que se veían muy bien al estar apretadas por el vestido y un culo redondo, de buen tamaño.

La vi bajar de lejos, se paseó por la sala, yo la seguía con la mirada, pensando en que hacer para acercarme. Hasta que llego donde Pedro y le dio un beso en la boca. Me dio rabia que tremendo imbécil pueda estar con una chica así. Pero quería conocerla, así que me acerqué.

-Pedro, que buena fiesta amigo –dije, tratando de sonar sincero– y tu casa es espectacular.

-Lo sé –respondió el, en tono pedante– pero creo que vamos a venderla y comprar una mejor. Por eso hice la fiesta, para despedir la casa –cada palabra que decía me molestaba, pero no importaba, quería conocer a su novia.

-¡Que chévere! –solo atine a decir.

Pedro seguía hablando, mostrándome y explicándome todas las partes de su casa, yo solo podía mirar a su novia. Ella miraba como Pedro hablaba de su casa. De repente volteó a mirarme, le sonreí, me sonrió de vuelta y nos quedamos mirando unos segundos, sin decir nada. Pedro seguía en lo suyo, me explicaba de lo que había en el segundo y en el tercer piso.

-Amor ¿no me vas a presentar? –dijo ella– hablas de tu casa, pero no de lo mejor que tienes –dijo, poniendo pose de modelo.

-Jajaja, perdón amor –dijo Pedro– él es Gonzalo, de la universidad. Gonzalo, ella es Mariela, mi novia.

-Hola ¿Qué tal? –dije mientras le daba un beso en la mejilla– y, tiene razón Pedro, tu casa es muy bonita, pero tu novia es lo mejor que tienes –dije sonriendo.

-Gracias –dijo Mariela.

Seguimos conversando un rato y me fui con mis amigos. Pero realmente el que se fue, fue mi cuerpo, mi mente seguía con Mariela, y mis ojos también. La miraba de rato en rato, me quedaba mirando unos segundos. Varias veces ella volteó a verme, pero no hacía nada, me miraba unos segundos y seguía a lo suyo.

-¿Qué haces? –me preguntó Carlos

-¿Has visto a la novia de Pedro? –respondí– esta buenísima.

-Pero deja de estar mirando –dijo.

-No me importa, me cae tan mal ese imbécil, que me cogeré a su novia –dije sonriendo.

-Jajaja –rio Carlos.

Estuve en ese plan alrededor de una hora, mis amigos me molestaban, pero no me importaba. De repente, mientras la miraba fijamente, Mariela volteó, me miró fijamente también y me sonrió. Ahí vi la señal de que podría pasar algo. Luego, me salí de la piscina y, desde la puerta de la casa, la miré, cuando me vio, le hice una seña para que me siga. Apenas la vi, fui caminando lentamente hasta el baño. El cuál era el único ambiente que podía pasar desapercibido. Entre al baño, mirando a Mariela y cerré la puerta. Unos segundos después, entró Mariela.

-Mira –dijo rápidamente– me he dado cuenta que me miras mucho, yo estoy con Pedro y no puedo hacer nada ¿ok?

-Está bien –respondí– lo que pasa es que me pareces hermosa y no entiendo cómo puedes estar con un tipo como Pedro.

-Y a ti que te importa –respondió un poco molesta.

-Perdón –me disculpé– pero no puedo evitar mirarte. Me encantas –dije, noté un poco de duda en ella, me acerqué y por un momento pensé que me dejaría besarla, pero reaccionó, se dio vuelta y se fue.

Salí del baño, fui otra vez con mis amigos y seguí en la fiesta. Un rato después pude ver como Pedro, notablemente borracho, discutía con Mariela. Se alejó de él y se fue a la casa. Un rato después, volvió a salir, yo estaba sentado en el jardín, conversando con mis amigos, cuando la vi salir. Miraba por todos lados, como buscando a alguien. Cuando se quedó mirando a un lado fijamente, seguí su mirada y pude ver a Pedro, completamente dormido en una tumbona. Volví a ver a Mariela y la vi, mirándome, se dio media vuelta y se fue. Me levanté rápidamente y la seguí.

Cuando entré a la casa, Mariela estaba subiendo las escaleras. Cuando llegó al último escalón, volteó, me miró y me hizo una seña para que suba. Esperé un minuto, miré que nadie me vea y subí. Al llegar al segundo piso, vi dos pasadizos, con puertas a los lados de cada uno. No sabía cuál era, abrí lentamente el primero, era un baño. Abrí la siguiente puerta, era un cuarto, y vi a una chica, con unas tetas gigantes, que cabalgaba a un chico tumbado en la cama. Cerré suavemente sin que se den cuenta. Luego seguí a la siguiente puerta y estaba con seguro. Pasé al otro pasadizo. De igual manera, abrí las puertas hasta que encontré la indicada.

Abrí suavemente la puerta y ahí, mirando por la gran ventana, estaba Mariela, parada mirando hacia el jardín. Cerré la puerta con seguro y ella se dio la vuelta. Se veía preciosa. Me sonrió y me acerqué.

-Tenías razón –dijo, mientras me acercaba– no sé qué hago con él. Para colmo, se queda dormido, después de haberme prometido que cogeríamos toda la noche.

-Realmente hay que ser imbécil para no querer estar todo el tiempo cogiendo contigo –dije, cada vez más cerca de ella– pero no te preocupes, que hoy te vas bien cogida.

Llegué donde estaba ella, me acerqué y la besé fuertemente. Abrimos nuestras bocas como si nos quisiéramos comer el uno al otro. Comencé a manosearla por todo el cuerpo, ella se dejaba tocar. Luego se separó de mí, se acercó a la ventana, vi como miraba hacia Pedro, que seguía dormido en la tumbona y cerró la cortina. Se levantó el vestido, hasta pasarlo por encima de su cabeza y lanzarlo al suelo. No llevaba ropa interior, así que pude ver unas tetas hermosas, grandes, con unos pezones también grandes y oscuritos. Tenía la vagina sin depilar, pero sin mucho vello púbico.

Cuando se dio la vuelta, pude ver su culo, era de tamaño mediano, pero redondo y bien parado. Se sentó en un sillón, levanto una pierna, poniéndola en el apoyabrazos y comenzó a masturbarse. Me desvestí rápidamente y fui hacia ella.

-Chúpame la concha –ordenó.

-Claro que si –respondí– tengo unas ganas de saborearte.

Me acerqué a su vagina, tenía un olor muy agradable. Pasé mi lengua por toda su vagina, luego la comencé a chupar, succionando su clítoris. Mariela gemía suavemente, mientras agarraba mi cabeza, jalándome suavemente el cabello. El sabor de la vagina de Mariela era delicioso. Su vagina estaba caliente y muy mojada. Mariela me apretaba fuertemente contra su vagina, se movía, restregándose contra mi cara. Sentí como se corrió, mientras la besaba.

Se levantó del sillón, me empujó a la cama, se arrodillo y se metió mi pene en la boca. La verdad que no lo chupaba tan bien, fue su único puto bajo. Pero igual yo estaba muy excitado. Dejé que me lo chupe un par de minutos y la levanté. La tiré en la cama, cayó boca abajo y, sin dejar que se dé vuelta, me subí encima y la penetré suavemente. Su vagina se sentía deliciosa, apretaba muy rico mi pene. Fui acelerando mis movimientos, cada vez más rápido. Sentía como sus nalgas chocaban contra, mientras mi pene entraba hasta lo más profundo de su vagina.

-¡así! ¡cógeme duro! –dijo gimiendo.

-¿te gusta duro? –pregunté

-¡si! Dame duro por favor –dijo mientras la embestía fuertemente.

-Seguro el imbécil ese no sabe ni cogerte –dije.

-No es tan malo, pero me gustaría que me coja más duro –dijo– ¡ahhh! Sigue por favor, dame duro, como a una perra.

Le seguí dando un buen rato en esa pose. La levanté y la llevé a la ventana. La apoyé en la ventana, aun cubiertos por la cortina, y la penetré desde atrás. Se la metía con fuerza, lo que hacía que la cortina se mueva. Por ratos podía ver el jardín y vi a Pedro aun dormido en la tumbona. Mariela estaba con la cara pegada a la ventana. Nadie nos veía desde afuera, pero el morbo de que estábamos muy cerca de ser descubiertos, me excitaba. Le daba nalgadas, Mariela comenzó a gemir cada vez más fuerte. La llevé al sillón, me senté y se sentó en mi pene, dándome la espalda. Comenzó a moverse en círculos, luego saltaba encima de mi pene. se movía muy bien.

-Que rico te mueves, putita –dije, mientras le agarraba las tetas.

-Me encanta tu pinga, se siente grande –dijo.

-Sigue moviéndote, no pares –le dije.

-¡ahhh! ¡si! ¡Me encanta! –dijo casi gritando.

Me volví a levantar y la llevé a la cama. La recosté boca arriba. Me subí encima de ella y la penetré fuertemente, la besaba, luego me pasaba a sus tetas. La penetraba fuertemente, mientras ella gemía y gritaba suavemente. Los besos en la boca eran muy apasionados, nuestras lenguas jugaban entre sí. Sentí que Mariela se iba a correr de nuevo y yo ya no iba a poder aguantar mucho más. Aceleré mis movimientos, la penetraba muy fuerte y rápido. Comenzó a temblar y a respirar muy agitadamente.

-¡ahhh! Me vas a hacer correr de nuevo ¡sigue! ¡no pares! –gemía fuertemente.

-Yo también me quiero correr –dije mientras me movía muy rápidamente.

-¡sigue! ¡no la saques! Vente dentro –dijo para mi sorpresa.

-Ahí viene. ¿quieres que te llene de leche, perra? –dije.

-¡si! ¡ahhh! Lléname de leche, por favor –gritó mientras se corría.

-¡ahhh! Toma tu leche, zorra –dije, botando un gran chorro dentro de su vagina.

-¡Que rico! Se siente calientita –dijo– me encanta.

Me recosté a su lado, metí un par de dedos en su vagina y recuperé un poco de nuestras corridas, le puse los dedos en la boca, y la muy zorra los chupó. Nos quedamos un rato recostados, conversando un poco. Aun desnudos, mientras le sobaba las tetas.

-Me encantó preciosa –dije– seguro que Pedro no te coge así.

-No, nunca –dijo, molesta– ese puto me coge suavecito y en dos minutos ya se vino.

-Y, ¿Qué haces con él? –pregunté.

-La verdad, es por su plata, me lleva siempre a restaurantes ricos, me trae a la playa, me da regalos caros –dijo– pero cada vez lo aguanto menos.

-Bueno, yo no te podré dar regalos caros, pero si quieres, te puedo coger duro como te gusta –dije, mientras le apretaba fuerte una teta.

-Me encantaría, pero tiene que ser a escondidas –dijo con una cara de zorra increíble.

-Si quieres, te doy mi número y cuando ese imbécil te deje insatisfecha, me avisas y te cojo como te mereces –dije, dándole un beso en la boca.

Nos levantamos, nos cambiamos, intercambiamos números, nos dimos un beso muy caliente y salí de la habitación. Bajé como si nada y fui donde mis amigos. Al rato la vi salir a Mariela. me miró a lo lejos y se fue donde estaba Pedro. Intentó cargarlo, pero no pudo, nadie se ofrecía a ayudarla, así que fui yo. Se sorprendió al verme, pero trató de disimularlo. Levanté a Pedro, lo ayudé a caminar y lo llevé a su cuarto, junto con Mariela. entramos al cuarto donde unos minutos antes me había cogido a su novia. Lo echamos en la cama y siguió roncando.

Iba a salir del cuarto, pero no me pude aguantar, me acerqué a Mariela y le di un beso muy ardiente. Ella trató de evitarlo al comienzo, pero luego se dejó llevar. Nos besamos unos minutos ahí, frente a Pedro que dormía profundamente. La manoseé un poco, ella agarró mi pene por encima del pantalón. Mi pene estaba muy duro, levanté su falda para tocarle las nalgas, metí una mano y comencé a sobar su vagina, la cual estaba muy húmeda.

-Te quiero coger otra vez –le dije– este imbécil no se va a despertar.

-No, estás loco –dijo sin parar de besarme y frotarse contra mí– si se despierta me muero.

-Por cómo te frotas, creo que lo quieres tanto como yo –dije, pegándola a mí– un rapidito no más.

-Ok, pero en serio hazlo rápido –dijo, levantando su vestido.

Me bajé el pantalón y se la metí de un solo empujón. Comenzó a gemir suavemente, le daba cada vez más rápido. Hasta que comencé a darle muy rápido, su vagina estaba muy mojada. Mi pene entraba muy fácilmente. Lo estaba haciendo a gran velocidad, para poder venirme rápido. Ella trataba de ocultar sus gemidos, mordiendo una almohada que cogió de la cama. Seguí cada vez más rápido, hasta que comencé a sentir que me iba a correr.

-Me voy a correr –dije, mientras se la sacaba de la vagina, y le pedía se arrodille frente a mí– quiero que te la tragues toda.

Se la metió en la boca y rápidamente salió un gran chorro de semen directo a su garganta. Cuando terminé de botar todo, saqué mi pene y vi como Mariela botaba un poco de mi corrida en su mano, para luego tragarse lo que quedaba en su boca. Luego se acercó a la cabeza de Pedro y pasó su mano por su cabello, poniéndole mi semen como si fuera shampoo. Me subí el pantalón, le di un beso en la boca, mientras le pasaba la mano por la vagina, recogiendo sus fluidos. Rápidamente los olí y me los metí a la boca.

-Que rico sabes –dije– me encanta el sabor de tu concha.

-Tu leche también sabe muy bien –respondió ella, dándome un beso en la boca– no puedo esperar a que me cojas otra vez. La próxima nos vamos a un hotel para coger toda la noche.

-Me encantaría –dije –pero quiero que lo pague este imbécil.

-Jajaja –rio –ok, le pediré plata para cualquier cosa y con eso pagamos el hotel. Jajaja.

Nos despedimos con un beso y me fui a seguir con mis amigos. Cuando llegué, le conté a Carlos que me había cogido a Mariela dos veces y que habíamos quedado en coger otro día. Carlos se rio y seguimos un rato más, hasta que Lorena nos dijo que ya se quería ir. Nos subimos al carro de Lorena y regresamos, Lorena nos dejó en su casa y de ahí, cada uno se fue en taxi a su casa.

Unos días después, me llamo Mariela, para ir a un hotel, que le había sacado 400 soles a Pedro para comprarse unas cosas, que costaban solo 200, así que con los otros 200 nos fuimos a un hotel con jacuzzi y cogimos toda la noche. Ya les contaré otro día esa historia.

Fin

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