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El sometimiento de Karen (parte 4)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

A Francisco casi se le quita lo ebrio por lo que acababa de escuchar.

-¿Perdón? –dijo Francisco extrañado.

-¿Si te la cogiste?

El capataz se enderezó para sentarse bien. Se tomó un trago de cerveza.

-Yo los veía, los vi muchas veces. Tú, mi tía y Hortensia, vi cómo te las cogías.

Francisco se quitó la gorra y se rasco la cabeza. Veía para todos lados de lo nervioso que estaba.

-¿Me va a correr? –preguntó.

-¡No! Para nada, no te preocupes. Solo quería pedirte algo –dijo Karen con la voz temblorosa- Por favor, enséñame tu verga.

Francisco no asimilaba lo que estaba pasando, no daba crédito a lo que escuchaba. El recordaba a Karen como una niña educada, siempre vestida con faldas largas, es más, nunca la vio con malas intenciones, con el culo de su tía y de Hortensia le bastaba, además de muchas mujeres del pueblo, ya que no era secreto que su verga era de buenas dimensiones, no en balde le apodaban el Toro.

Karen volvió a pedirle con una sonrisa nerviosa y suplicante.

-¡Anda, se bueno conmigo Francisco! Sácala.

Francisco seguía pasmado. Karen se empezó a desabotonar el abrigo y lentamente le mostro su hermoso cuerpo. Francisco vio esa obra de arte envuelto en el baby doll negro que dejaba ver su liguero, sus medias, vio el tamaño de sus tetas.

-¡Santo Dios! Señorita Karen por favor, no me haga usted hacer una barbaridad.

-Hortensia se fue al pueblo. Estamos solos. Anda Francisco, enséñame tu verga, por favor. No sabes cuánto he deseado este momento, si supieras cuantas noches me masturbe pensando en tu aparato, recordando cómo se la metías a mi tía y a Hortensia. Me encantaba ver como se la metías por el culo, como saboreaban ellas chupándotela y más cuando te sacaban la leche, como se la regabas en sus cuerpos.

Francisco sintió que la sangre le hervía, su polla ya había despertado, no era para menos, ver el tentador cuerpo de la señorita Karen y escuchar lo que le decía.

Ella tomo la iniciativa, se acercó y se puso frente a él quitándose por completo el abrigo. Se desabrocho el sostén, sus tetas saltaron. Se empezó a acariciar el cuerpo sensual y sugestivamente para excitar a Francisco, cosa que sin duda estaba logrando. Se acercó más, se inclinó hasta que sus rostros estuvieron cerca, pudo percibir ese olor a licor que despedía Francisco.

El hombre no pudo resistir más, tomo las tetas de Karen, ella sintió como las manos callosas de el capataz aprisionaban sus pezones, se estremeció sintiendo lo rasposo de sus garras, era como si una gran bestia aprisionara a una sierva. De inmediato la vulva de Karen se mojó, lo pudo sentir. Francisco que al parecer ya había salido de su shock, acariciaba con más fuerza.

-¡Que chichotas tiene señorita Karen!

-Ya no me llames señorita, llámame puta, zorra, perra, ramera, o como se te ocurra, pero ya no me digas señorita porque ya no lo soy.

En ese momento Karen empezó a desabrochar el cinturón de Francisco, el solo observaba, desabotono su pantalón, bajo el zipper con mucho cuidado, hizo a un lado el bóxer y ahí estaba, se veía un pedazo de ese enorme trozo de carne. Francisco le ayudo a bajarse los pantalones para que se le facilitara, ella tomo la enorme verga y la jalo del bóxer quedando al descubierto. Karen sintió que su piel se erizaba, como que se le iban las fuerzas, por fin su sueño dorado estaba frente a ella, la enorme verga de 10 pulgadas de Francisco.

La tomo con sus dos manos, la observo como cuando un arqueólogo encuentra una antiquísima pieza de oro, como si fuera algo sagrado, le bajo la piel quedando la cabeza al descubierto. Francisco sintió que la sangre le empezó a recorrer la polla, poniéndola cada segundo más dura y roja.

Karen sentía como la verga de Francisco se empezaba a endurecer entre sus manos, sentía como palpitaba como si fuera una enorme serpiente. Su corazón latía fuerte, su vagina se inundaba. Karen recorría con su mirada desde el tronco hasta la punta de la enorme pinga de diez pulgadas.

-¡Señorita!

-¡Puta, puta por favor! –dijo con voz suave.

Karen se acercó la verga a la boca, tuvo que abrirla a lo más que daba para que la cabeza entrara, dándole las primeras chupadas ¡Sintió la gloria! por fin la polla de Francisco estaba en sus labios, lo que por años había deseado hoy era una realidad, el sabor le pareció exquisito. Francisco ya no pudo más.

-¡Haaa puta! Que rica boquita.

Karen alzo la mirada, fijando sus ojos a los ojos negros de su empleado. El capataz vio como con trabajo se metía la punta de su verga a la boca, vio como sus tetas le colgaban, vio las nalgas de Karen traslucirse en la tela trasparente del baby doll, eso lo elevo su calentura en segundos.

-¡Chupa, chupa putita!

Karen noto que la polla de francisco se había puesto como fierro, la tomo y la abrazo besándola de abajo hacia arriba, y cerrando los ojos empezó a recorrerla con su lengua de un extremo a otro, su sueño era ya una realidad.

-¡Esta hermosa! ¡Que rica verga tienes! –decía Karen ya muy excitada.

Era la bella y la bestia, lo delicado de Karen y lo brusco del campesino, lo que Karen no sabía era que en verdad Francisco era un loco caliente. Si bien la polla de don Carlos que apenas hace unos días había estrenado su vagina era grande, no se comparaba con la de Francisco. Y si bien el usurero era un depravado y vil en el sexo, Francisco era salvaje, corriente y más cerdo.

Acostumbrado a follar putas de la peor calaña, sus favoritas para que aguantaran sus dimensiones habían sido las veteranas de grandes traseros, de vaginas anchas, de fundillos abiertos ya de mucho uso, acostumbrado a lo guarro, había follado en el campo, en el rio, sobre las rocas, en la calle. Había desgarrado infinidad de vaginas. Muchas putas al verlo se escondían por miedo a ser lastimadas. Nuevamente Karen iba a ser víctima de un despiadado animal.

Karen no dejaba de disfrutar la enorme pinga morena y dura, hasta podía sentir en su boca las formas de las venas. Empezó a lamerle los huevos, recordaba cuando el capataz se follaba a Rosario por atrás, como estos rebotaban en el enorme culo de su tía. Francisco sintió un exquisito placer, la lengua de Karen jugaba con ese par de pelotas a la vez que con su mano masturbaba su verga llegando a la punta y jugando la cabeza que ya le salían gotas brillantes de lubricante, facilitando que la manita fina de Karen la enjuagara.

Karen paro a Francisco jalándolo de la polla, y como si en verdad fuera un toro lo jalo de su rienda de carne hacia la recamara. Francisco vio como las nalgas de la chica eran firmes y grandes, se notaban bajo los encajes de sus bragas.

-¡Que culote tienes! ¡Qué pedorrote! –dijo mordiéndose los labios y dando el último trago a la cerveza que llevaba en la mano.

Agarro ese par de nalgas que se movían como gelatinas. Karen se quitó el baby doll, mientras Francisco templaba su enorme espada. Karen rápido se puso de rodillas, tomo la verga del capataz en sus manos y siguió mamando, lo llenaba todo de saliva, le jugaba los huevos que estaban muy velludos.

-¡Estas bien chula! Lo mamas bien rico.

Se puso a un costado dejándola hincada y metió su polla por un lado de su boca librando la punta, de tal manera que no entrara si no que de esa forma Karen pudiera recorrerla, cosa que la chica empezó hacer, la recorría mordiéndola y chupándola. Francisco le retiró el fierro y esta la quiso retener con la lengua, la puso de pie y la sujeto con fuerza de la cintura empezándola a besar. Karen sintió la lengua gruesa del campesino buscaba la suya, su barba de dos días sin afeitar le raspaba la cara erizando su piel, su aliento a cerveza la mareo y su pecho estaba lleno de bellos que eran como alambres.

Francisco besaba y lengüeteaba la boca, la cara y cuello de Karen.

-¡Que preciosa hembra! ¡Me calientas! ¡Que chichotas!

Mamaba sus tetas con una práctica de profesional, abría sus enormes fauces entrándole casi la mitad de las ubres de Karen. Francisco no iba a darle rodeos, ni a ponerle lubricante, ni había asistentes para auxiliar a Karen. El toro, que ya bramaba de lo caliente que estaba, busco la vagina de Karen, metiéndole los dedos hasta el fondo, se los metía y sacaba con fuerza produciendo un sonido que calentó más a los dos.

-¡Eres igual de puta que tu tía! –le dijo.

La empujo en la cama con fuerza, le jalo las bragas rasgándolas. Le abrió las piernas como si fuera una muñeca de trapo, sin dudarlo le metió la boca en su vulva, metió su lengua en la vagina rosada de Karen, la barba rasposa de Francisco motivo tanto los labios vaginales de Karen que le provoco un delicioso orgasmo, que por un momento pensó que estaba alcanzando el paraíso divino.

-¡Haaa!

Francisco sintió como los caldos tibios de Karen le cubrían la boca, no derramo ni una gota chupándoselos todos.

-¡Eres bien caliente y bien puta!

La alzo las piernas, Karen vio como Francisco preparo su barreno jalándose la piel quedando la cabeza de su verga al descubierto como si desenvainara su espada, lista para ser enterrada. Sin miramientos le puso la punta en la vagina y empujo un pedazo y sin esperar más clavo su gran estaca.

Karen sintió una punzada que la hizo gritar, la enorme víbora morena se metía con fuerza en la delicada vulva de la patrona de la finca. Se agarró de las sábanas para poder resistir el dolor, no dejando de gritar.

-¡Ayy! ¡Aah!

-¿Eso querías perra? ¿Sí?

Francisco empezó a bombear. Karen dentro de su dolor y gritos no dejaba de ver como la enorme verga entraba y salía, vio con terror que Francisco no se la estaba metiendo toda.

-¡Despacio! ¡Despacio! –dijo suplicante.

Y trato con sus manos parar un poco el vaivén de Francisco. Pero este se las hizo a un lado y empezó a mover más fuerte la cintura, una cintura muy entrenada con las prostitutas más veteranas de los congales y señoras infieles del pueblo.

Karen se agarró de sus hombros, sintió que eran como de piedra, muy duros. Acaricio la espalda que por su pesado trabajo bajo el sol sintió como que estaba hecha de concreto. Se sintió tan frágil ante ese hombre tan fuerte, pero a la vez se sintió tan excitada que las embestidas le produjeron otro orgasmo.

Francisco se tiró en la cama.

-¡Súbete mi Reyna, móntame!

Saliendo de su vagina gotas de fluidos se montó sobre Francisco, este dejo que ella se ensartara sola, le acariciaba sus piernas, caderas, nalgas y espalda, sus enormes brazos le hacían alcanzar todo el cuerpo de Karen. Ella sentía las manos callosas de Francisco recorrer su cuerpo, en cada sentón que le daba a la polla trataba que fuera más profunda.

-¡Cómetela, cómetela toda! –decía el capataz.

Francisco se volvió a meter las tetas que colgaban en la boca, Karen sentía dolor pero también placer. Por fin sintió que sus nalgas tocaron la pelvis de su trabajador ¡Ya le había entrado toda! La verga le entraba entera ¡Sentía la gloria! La polla que tantas veces vio que la vagina y fundillo de su tía y Hortensia se comían y que ella deseaba tenerla toda adentro ahora la tenía atorada en su totalidad en su mojado coño.

Su cuerpo se volvió a estremecer por otro orgasmo, ella busco la boca de Francisco metiendo su lengua, acariciando el tórax de su penetrador lleno de bellos. El la sujeto de las caderas y empezó a taladrar la escurrida vagina de Karen.

Francisco se la saco, tomo su caliente fierro y busco el ano de Karen, ella rápidamente y ya conocedora de lo que le esperaba, junto toda la saliva de su boca y se la puso en fundillo. El babeante pene empezó a buscar la entrada, entrada que de inmediato encontró y busco entrar. Ya el ano de Karen sabía lo que era ser visitado por una gruesa polla y no puso mucha resistencia, entro la cabeza. La verga de Francisco se arqueo tensa, el capataz empujo un poco y entro otro tanto.

-¡Aah!

Reforzando con su mano la base de su fierro, Francisco dio otro empujón ensartando otros centímetros. Hasta ahí le había llegado hace unos días la verga de don Carlos, lo que seguía era nuevo récord para el culo de Karen. Sabía que su penetrador daría la estocada final, y así fue, el toro empujo toda, Karen dio un grito que se escuchó por toda la casa.

-¡Ayyy! ¡Me matas Francisco!

-¡Trágatela toda puta! ¡Toda!

Karen no dejaba de gritar, sentía como la estaca le partía el cuerpo.

-¡Aah patrona, que delicia de culo!

Como si fuera una hoja movida por el fuerte viento, el capataz volteo el cuerpo de la chica diciéndole.

-¡Ponte de a perrito!

Karen se puso en cuatro. Francisco le abrió las nalgas, el agujero de Karen estaba abierto, se podía ver el interior de su fundillo. El Toro volvió a embestir con su dura macana, la mitad y en la segunda embestida toda y en la tercera a lo máximo. El grito de Karen se volvió a escuchar, luego otra vez pero un poco más suave, y otra y así hasta que sus gritos quedaron en jadeos. Su cuerpo de inmediato se adaptó a la gran verga de Francisco, un cuerpo que al parecer había nacido para cobijar a grandes pollas.

-¡Patrona, se le fue toda mi reata!

El culo de Karen con esto estaba ya preparado, podría ya soportar cualquier cosa. Francisco la saco, había residuos de sangre, y asi sin limpiarla se la dejo ir por la vagina, empezando a cogerla.

Francisco sintió que se venía.

-¡Patrona, patrona! –me voy a venir.

-¡Dame toda tu leche Francisco, lléname!

Francisco se vació todo. Enormes chorros de leche llenaron la vulva de Karen. Era el acabose, la leche se le escapaba del coño pues a Francisco le salía demasiada.

Esa noche fue la consumación de Karen. Francisco fornico la vagina y el fundillo de su patrona, dejándole sus agujeros bien entrenados y amplios. A las 5 de la mañana salió del cuarto, dejando a Karen profundamente dormida por el cansancio, tirada en la cama, con las medias n y el liguero rotos. De su vagina roja e irritada aun le salía semen, de su ano le escurrían también unas gotas que se escurrían por sus nalgas hasta el colchón, había restos de semen en todo su cuerpo y hasta en sus cabellos.

Cuando se levantó como a las doce del día, ya Hortensia le tenía listo su estofado. Karen se sentía muy adolorida, le costó trabajo sentarse por el castigo que Francisco le había dado a su ano, pero se sentía feliz como nunca. Visitaría la finca de vez en cuando, y sin duda volvería a tener encuentros con Francisco.

Días después Karen era vestida por sus compañeras en el cuarto de las putas, sonreían y bromeaban. Le pusieron un traje como el de ellas, muy sexy. Al estar lista, las ahora ya cuatro putas se presentaron frente a don Carlos.

-¡Muy bien, Karen te damos la bienvenida! Ya eres oficialmente mi puta. Espero que correspondas lo que se ha hecho por ti, estarás el tiempo que sea necesario.

Cuando don Carlos consideraba que la deuda estaba saldada, las dejaba ir. Muchas chicas ya habían pasado por la habitación de las putas del prestamista. Tenían que estar siempre pendientes, cuando el las llamara a todas o a alguna en especial. Karen seria entrenada por sus compañeras para asistir cuando don Carlos se follara a alguna dama que no le había cumplido al pagar, o alguna chica a la cual le estaba cobrando algún favor. Así también cuando llegaba ebrio y quería follar, también era buen anfitrión y para agradar a algún invitado especial le ofrecía a la chica o chicas que su invitado quisiera.

Tenían libres los días de su periodo menstrual, cuando don Carlos salía de viaje por cuestiones de negocios, aunque a veces cuando él lo consideraba se hacía acompañar de alguna o algunas de ellas. Tenían también días libres de acuerdo a los planes personales del patrón.

Así que mientras estuvieran de servicio debían de estar siempre listas, sin ropa interior, con la vagina y ano limpios y perfumados, siempre dispuestas a todo, a lo más cerdo que don Carlos les podía pedir. El mismo les había puesto un letrero en la pared del cuarto de las chicas, con la leyenda: “Siempre listas y dispuestas”.

Días después, debidamente uniformada y entrenada Karen no tardo en escuchar.

-¡Karen!

Rápido entro a la oficina, encontrando a su amo con la verga bien parada y masturbándose.

-¡Chúpala puta, chúpala!

Fin.

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