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Profesora particular (6): Unos días de vacaciones (parte 5)
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Si has estado leyéndome, sabrás que Leo, el hermano mayor de mi alumno particular, viene a mi habitación y yo solo llevo el bikini de niñita que no me tapa nada. Él no puede quedarse porque tiene a su novia esperándole en su habitación, pero reconoce que está muy excitado al ver cómo me exhibí en la playa y ahora también. Su tío está escondido debajo de mi cama.

-¿Estás empalmado por mí? ¿Sí? ¿Seguro que no es por tu novia?

-¡Por ti, por ti!

Me aparta el minúsculo sostén y me agarra los pechos con fuerza. Yo se los ofrezco para que me los mame y él me los besa, les da lametones, los chupa, los muerde levemente y los vuelve a chupar. Me temo que me va a dejar marcas de chupetones, pero en este momento me da igual.

-¡Tú sí que sabes acariciar las tetas de una chica, Leo!

Sin dejar de jugar con mis ellas con sus manos, acerca su boca a la mía y nos besamos con pasión. Saber que su tío está debajo de la cama y ve que me lo monto con Leo me gusta. Noto que me excito y que empapo la braguita de niña. Le hago saber a Leo que me encanta como me trata para que lo oiga Lucas. Que sepa que, si se me trata con respeto, soy muy cariñosa. También me encanta saber que él sigue escondido y que su mujer se va a enfadar por estar tanto tiempo fuera de la habitación.

-Tú sí que sabes tratar bien a una mujer, Leo –pongo mi mano en su pantalón y le masajeo el pene, muy erecto y mojado.

-Gracias, Esther, hmmm. Tengo muy poco tiempo. ¿Me la mamas, por favor, y así termino rápido?

-Vale, me encanta el sabor de tu polla, Leo. Pero… ¿y yo que? ¡También me merezco un orgasmo!

-Sí, claro. Pero es que me temo que mi novia, hoy, no sé… Creo que se ha dado cuenta de que yo te miraba todo el rato. Y quizá sospecha algo.

-No, no creo. Es que yo… tengo una idea. Antes, después de la cena…

-Sí, he sido poco educado.

-Ya, pero no es eso. Me dijiste que me darías porculo.

-Me pasé, lo siento.

-No, no, sí me encantaría. Va, ven, mira –me aparto la braguita a un lado.

-Esther, estás completamente peladita ahí abajo. Ja lo descubrí en la playa.

-¿Sí, te diste cuenta, cariño? Es que con las braguitas tan minúsculas…

-Ya, claro.

-Nunca me había depilado así, completamente ¿Te gusto? ¿Te gusto así sin nada de pelos?

-¡Sí, me encanta! –me da un beso en el pubis y yo otro en el gran bulto que muestra su pantalón. Después le doy la espalda, me pongo a cuatro patas y levanto el culo para que me lo vea bien.– ¿Qué, te gusta lo que ves?

-Oh, sí, tienes el culo irresistible. Pero, tu agujerito es muy pequeño.

-Por eso no te preocupes, va. ¡Métemela por el culo!

-Esther… es que, en realidad, yo nunca…

-¿No? Leo ¿Nunca has enculado a una chica?

-La verdad es que no, lo reconozco.

-Bueno, pues en eso estamos casi igual. Yo hasta hace pocos días tampoco había tenido sexo anal.

-Es algo que siempre me ha atraído, pero más como una fantasía. –me agarra las nalgas y me las separa para ver mejor mi ano– Alguna vez se lo he medio sugerido a Bea, pero ella…

-Ya, entiendo. Es que yo, hasta hace poco también pensaba que era una guarrada, algo reservado a cerdas. Pero veo que a los hombres les encanta y a mí también, la verdad. –muevo las caderas para que Leo disfrute de la visión– Y como ahora tengo novio, pues claro, no voy a follar con otro y a serle infiel. O sea…

-Ya, pero no creo que a Gustavo le gustara saber que otro te da porculo.

-No, seguro que no, pero es muy diferente. ¿Va, te decides o qué? ¡Mira cómo estoy! –le tomo una mano y la acerco a mi vulva para que vea lo mojada que está.

-Es que quizá no sabré. O que a lo peor no me cabe. O te haga daño.

-Leo, por eso no te preocupes. Va, te acompaño con la mano, así.

Le agarro el pene y acerco su punta a mi ano mientras relajo el esfínter. Me la introduzco suavemente y enseguida tengo el glande dentro. Dejo hacer a Leo y veo que le agrada porque ya me la mete hasta la mitad.

-¿Te gusta?

-¡Me encanta! ¡Esther, oh, tu culo arde!

-Mueve, mueve la polla dentro de mí.

-¡Sí, sí, pero, qué gusto! –casi grita sin dejar de jugar con mis pechos– ¡Ay, me voy a correr enseguida!

-No, no, espera, quiero tenerla un buen rato dentro.

-¡Es que tu culo es tan suave! ¡Y estoy tan cachondo todo el día mirándote y deseando follarte! ¡Oh, gracias, Esther!

-Tranquilo, más suave, intenta meterla poco a poco hasta el fondo, oh, sí, así, bien, hasta los huevos. ¡Hum! Ahora sácala lentamente. ¿Qué? ¿Te gusta?

-¡Sí, sí, ah, demasiado, hmmm!

-Métela y sácala, pero sin prisa, para que no te corras.

-Ay, no sé, ay, estoy muy…

-Vale, vale, va, pues, no sufras. ¡Escúrrete en mi culo, venga, que deseo tu leche dentro!

No se hace de rogar y me penetra hasta el fondo con fuerza y me bombea el culo frenéticamente y en menos de un minuto ya lanza su lefa en mis entrañas. Como si fuera una señal, yo exploto en un orgasmo bestial y lanzo squirt en abundancia. Todo son suspiros y gemidos de ambos. Él me sigue follando el culo y noto con placer que su pene sigue duro y empalmado durante unos buenos cinco minutos. Eso hace que yo me corra varias veces. Leo recoge algo de mi squirt y veo con satisfacción que se lo acerca a la boca y lo sorbe y lo lame mientras sigue bombeando mi ano.

-¡Qué ambrosía, Esther! ¿De dónde sacas tanto líquido?

-De tanto placer que me das, Leo. ¿Te gusta, te gusta mi squirt?

-¡Es muy sabroso!

-¿Sí? ¿Mejor que el de tu novia?

-Bueno, es que ella no… ella nunca…

-¿Ah, no? ¿Ella no eyacula?

-No, ella no. La verdad es que siempre había pensado que eso era cosa de películas. De actrices porno.

-Pues ya ves que no. Yo hasta hace poco tampoco había tenido nunca una eyaculación vaginal con ningún novio ni masturbándome ni nada. Pero ya ves, contigo, de tanto placer, parezco una fuente.

-¡Una fuente riquísima! Bueno, Esther, debo irme. Espero que Bea no se enfade. Le dije que salía un momento al jardín y que volvía enseguida.

-Me sabe mal que ya te vayas. En fin. ¡Gracias por la visita, Leo!

-No, no, gracias a ti. ¡Me ha encantado darte porculo!

-Y a mí, y a mí, Leo. Tu polla en el ano me ha dado mucho placer.

Cuando él se va, Lucas aprovecha para salir de debajo de la cama.

-Ni una palabra, Lucas. –me arreglo las braguitas para que me tapen algo sin mucho éxito y me pongo el pequeño pedacito de tela que hace de sostén– Anda ¡márchate!

-Esther, espera. ¡Mira! –me enseña su miembro completamente parado y con la punta muy húmeda.– ¿No ves como la tengo? ¡A punto de reventar! Saber que mi sobrino te estaba dando porculo a unos centímetros de mí…

-Devuelve tu polla al pantalón y vete, Lucas. Yo no quiero nada contigo. Además, ya me voy a dormir, que es muy tarde.

-Estoy seguro de que, con lo puerca que eres, todavía querrías más polla.

-En todo caso, eso es cosa mía. No quiero tu verga para nada. Anda, ¡adiós!

-¡Eh, ah, hola, Esther! Perdona, ya veo que molestamos.

-No, no, al contrario. Lucas ya se iba. ¿Verdad, Lucas?

-Ya hablamos mañana y eso –dice Roque.

-Sí, ya nos dijiste que esta noche no… –exclama Anselmo.

-No, no molestáis. En todo caso, es Lucas quien…

-Vale, vale, ya me voy.

-O no, espera, Lucas. Mira, oye. Si quieres, puedes quedarte. Pero no quiero oír ni una palabra ¿de acuerdo?

-En realidad, debo volver con mi esposa.

-Vale, pues mira, te acompaño y hablo con ella.

-No, Esther ¿pero qué dices?

-Pues ahora te quedas. Siéntate en esa silla. Puedes mirar, pero no decir ni hacer nada.

-Esther, creo que no es un buen momento… –dice Roque.

-Sí, mejor nos vamos.

-Es un momento perfecto. ¡El mejor! Veréis, sentaos en la cama. Empieza el espectáculo.

Doy la espalda a los tres hombres y empiezo a contornearme, a mover las caderas muy sensualmente. Me desabrocho el sostén y me cubro los pechos con él cuando me giro. Juego un poco con la tela para acabar lanzándola a Marcos que la agarra al vuelo. La huele y dice:

-¡Huele a semen, qué asco!

-¡Te dije que ni una palabra!

Expongo mis pechos y los ofrezco a Roque y a Anselmo, uno para cada uno. Y cada uno besa uno. Me acerco a Lucas y me aparto de él antes de que pueda tocarlos. Masajeo eróticamente mis senos ante todos. Los noto muy sensibles y están enrojecidos por los chupetones de Leo. Ahora juego con las braguitas que casi no tapan nada y me encanta mostrar el sexo húmedo a todos. Tomo algo de mi flujo y lo doy a saborear a la supuesta pareja gay. Ellos lo lamen con placer. Me quito las minibragas empapadas y también se las tiro a Lucas.

-Lucas, puedes olerlas y lamerlas. Es lo único que hoy saborearás de mí.

No se hace de rogar y veo que las sorbe con gusto. El bulto en su pantalón no para de crecer. También descubro con satisfacción como se hinchan los paquetes de Roque y de Anselmo bajo su pantalón. Para que no sufran, me acerco a ellos, les bajo la cremallera de la bragueta y les saco el miembro. El sólo contacto con mi mano hace que crezcan más. Me alegra descubrir que gastan buenos aparatos. Aunque bastante mayores, los dos hombres son lo suficientemente atractivos para que me apetezca estar con ellos.

Me arrodillo y empiezo a masturbarlos, uno con cada mano. Doy un besito a cada verga. Tomo una mano de cada uno para que me agarren los pechos y me los masajeen. Lo hacen con delicadeza, pero intensamente. Me gusta y enseguida me muero para que me los mamen.

-Chupadme las tetas, venga, como si quisierais que os amamantara –les ordeno mientras sigo masturbándolos y sus miembros no paran de crecer en mis manos.

Los dos sorben mis pechos con placer y yo me pongo muy cachonda. Miro a Lucas y le aguanto la mirada. Sé que debe pensar que soy una cerda, pero también sé que se muere por tocarme, por besarme, por mamarme…

-Bueno, guapos, vamos a por el trío ¿sí?

-¡Sí, sí!

-Vale, va. ¿Quién quiere encularme primero?

-¡Yo, yo! –se ofrecen los dos.

-¡Yo, también! –exclama Lucas.

-No, tú, no. Juega con mis braguitas. Si quieres, dejo que te masturbes con ellas mirando como trato de bien a mis nuevos amigos. Puedes correrte en el sostén, no me importa.

-Va, métesela tú, Anselmo. ¿Pero luego podré yo, Esther?

-¡Por supuesto! O sea, me encantará tener tu polla en el culo después de la de tu esposo. Mientras, ven, que te la chupo.

De rodillas en la alfombra de la habitación, hago una buena mamada a Roque mientras le ofrezco el culo a Anselmo. Sé que todavía tengo el semen de Leo en él, pero no parece que eso le importe y enseguida empieza a encularme con destreza. Al cabo de unos segundos, yo ya gimo y suspiro para empezar un sinfín de orgasmos.

-Ay, niña, ay, me parece que… ¡oh, que placer! –exclama Roque con su pene en mi boca.

-Hmmm, no, espera… o sea… ¡quiero tu semen en el culo!

-¡No puedo más, tu boca es muy acogedora!

-¡Sácala, sácala un momento, Anselmo!

-Sí, Esther ¡Ven, Roque!

Anselmo se aparta y Roque me la endiña de golpe y noto que me lanza chorros de su esperma en mi culo. Eso hace que me vuelva a correr enseguida y de forma continuada. Veo que Lucas también está muy empalmado y que se corre en mis braguitas y le miro fijamente mientras mamo la verga de Anselmo.

-¡Que rica tienes la polla, Anselmo! ¡Venga, va, métemela otra vez por el culo y córrete dentro!

Roque se aparta y Anselmo me penetra el ano y siento que me la mete hasta el fondo. Parece que me vaya a partir en dos pero el placer supera al dolor. Su mete-y-saca es genial y yo me voy corriendo. Mientras limpio con mi boca el pene de Roque, noto en él el sabor de la lefa de Leo y el de mi culo. Me encanta esta sinfonía de sabores en la verga de Roque. No paro de lanzar squirt. Tanto, que veo varios charquitos en el suelo y manchas por toda la habitación. Por fin, Anselmo se corre dentro de mí y junta su semen al de su marido y al de Leo.

Cuando al cabo de unos minutos, su verga decrece, me la saco del culo y la llevo a la boca. Tengo ganas de descubrir el nuevo sabor y sí, es genial: su pene junto a su semen y al de Roque y al de Leo. Tanto me gusta que se la dejo bien limpia y totalmente seca. Veo que Lucas se levanta y me dice:

-¡Ves como eres una guarra chupapollas! ¡Anda, que te den, puta!

-¡Sí, que me den! ¡Todos menos tú, maleducado! –y se va.

Me siento en la cama y dejo que me mamen un buen rato las tetas. Cada vez las siento más escocidas, igual que el culo, pero me encanta la sensación. Sé que estoy manchando la sábana al tener el sexo y el ano tan mojados, pero no me importa.

-Habéis sido muy amables conmigo.

-Y tú, muy cariñosa y acogedora con nosotros.

-Teníamos ganas de hacer un trío, pero nunca habríamos pensado que fuera algo tan genial como este contigo.

-Eres un sol hija.

-Gracias.

-No, gracias a vosotros.

-Nos vamos a dormir, que para nosotros es muy tarde.

-Y también para mí. Si ya son las cuatro de la mañana. Pronto amanecerá.

-¡Buenas noches, hija!

Nos damos besitos de buenas noches y me dispongo a dormir muy satisfecha tendida en la cama, completamente desnuda. En unos segundos ya duermo.

-Esther, Esther! –me despierta una voz suave y amable.

-¿Qué? Oh, pero ¿qué hacéis aquí? –quiero taparme con la sabana, pero no la encuentro.

-Te has quedado dormida.

-Sí, enseguida que se han ido ellos.

-Pero ¿cómo? ¿Habéis estado…?

-Sí, lo hemos visto todo.

-¡Jorge! ¡Ángel! Espiar no está bien.

-Esther, ya te dijimos que esta noche vendríamos a…

-¡… a darte porculo!

-Pero veo que Roque y Anselmo se nos han avanzado.

-Bueno, es que… o sea…

-Es que hemos estado todo el día empalmados.

-Sí, nos duelen los huevos. Y eso que nos hemos masturbado varias veces.

-Por la mañana, por la tarde, por la noche…

-Pues sí que os he gustado hoy en la playa.

-Sí, mucho. Y al ver el trío, nos ha puesto aún más cachondos.

-Y ahora, dormida así desnuda, también.

-¡Nos encanta que tengas el chichi pelado como una niña!

-¡Ve, deja que te follemos el culo!

-¡Sí, nos morimos de ganas!

-Entiendo, pero es que es muy tarde. O sea, debemos dormir algo. Estoy agotada.

-Por lo menos, haznos una mamada.

-Sí, nos la chupas un poco.

-No, hoy no. Máximo, si lo deseáis, dejo que vosotros dos me maméis las tetas, va, que las tengo muy delicadas.

-Están muy coloradas.

-¡Muy apetecibles!

-¡Sí, sí!

Los dos hermanos se sientan en mi regazo y se amorran a mis pechos. Me los chupan con tanta intensidad que parece que me los vayan a arrancar. Pero el gusto supera el dolor. Y aunque agotada, me pongo muy cachonda. Tomo sus manos y se las acerco a mi coño y ellos me acarician el clítoris y enseguida me penetran la vagina y el culo con no sé cuántos dedos, sin dejar de mamar mis tetas. Yo a cambio les agarro las vergas y las masturbo. Cierro los ojos cuando tengo un orgasmo muy húmedo, empapo la cama y a mis dos jóvenes amantes. Ellos suspiran, gimen y gritan.

-¡Ya, ya, Esther, oh, hmmm!

-¡Sí, sí, yo también!

-¡Venga, sí, lanzadme vuestra leche caliente!

Apunto sus dos pollas a mis pechos y ellos eyaculan grandes chorros de lefa en ellos. Yo los recibo con placer, tanto que me vuelvo a correr de tanto gusto. Con la lengua, tomo algo del semen de mis pechos y se alegran cuando les reconozco que la mezcla del de los dos es muy sabrosa. La mayor parte la esparzo por mis tetas, como si fuera crema hidratante, y noto que eso alivia mi escozor. Ellos, con las vergas todavía morcillonas, toman mis manos para que se las acaricie y recogen la mezcla de flujo y squirt de mi vagina y de mis muslos y lo extienden por mis pechos para volver a mamar como dos lactantes hambrientos.

Van sorbiendo mis jugos de mis tetas y los van recogiendo de mi sexo para irlo esparciendo en ellas. Como era de prever, sus penes ya crecen de nuevo y son tan apetecibles que ya no resisto la tentación de comérmelos. Los chupo alternativamente y no paran de crecer. Sus puntas están muy húmedas. Me encanta. Les pregunto si quieren que los mame conjuntamente.

-Esther, pero ¿puedes hacer eso?

-Veréis como sí ¡y me muero de ganas, la verdad!

-¿Las dos pollas en tu boca?

-¡Sí, sí, de verdad! ¡Pero no dejéis de acariciarme las tetas!

-¡Por eso no te preocupes!

-¡Y también el chocho, por favor!

-¡Encantados, Esther!

Al cabo de unos minutos, los tres nos volvemos a correr. Me trago todo su semen con gusto. Yo tengo orgasmos durante más de diez minutos mientras ellos, ahora sí, ya están satisfechos y sus penes van arrugándose y empequeñeciendo. Tomo tanto flujo y tanto squirt de mi vagina como puedo y lo extiendo por mis pechos para que los dos sientan más placer cuando, sentados en mi regazo, dejo que me los mamen de nuevo.

En unos pocos minutos, nos quedamos dormidos así. Nos despertamos cuando oímos voces en la casa. Ellos se sorprenden al ver en sus bocas mis pezones llenos de su saliva y aun de mi flujo y de mi squirt. Sorprendentemente, sus penes crecen en unos segundos.

-Esther, te hemos estado mamando las tetas toda la noche.

-Sí, me ha gustado mucho. Pero en realidad, han sido unas pocas horas. Va, debéis iros.

-¡No, no, espera, mira cómo tenemos las pollas!

-¡Sí, por favor, deja que te enculemos, va!

-¿Pero qué decís?¿Estáis locos? Va, por favor, habéis sido muy cariñosos, pero no puede ser.

-Pues me haré una paja pensando en ti.

-¡Yo también!

-Vosotros mismos. Venga, guapos. Y por favor, que nadie os vea salir de mi habitación.

-Sí, sí, iremos con cuidado, Esther.

-¡Gracias!

Cada uno me da un beso en cada pecho y se van. Veo que mis tetas les encanta y eso me gusta.

Cuando ya me he duchado y salgo a desayunar, veo que nadie se ha dado cuenta de que los dos jóvenes han estado conmigo hasta la mañana. La pareja bisexual me guiña un ojo. Manuel, disimuladamente, me manda un besito. Leo en cambio está con Bea, muy acaramelados, y no me hace ningún gesto ni nada. Eso me da un poco de rabia, pero también entiendo la situación. A Lucas le veo muy serio y también a Juani. Seguro que han tenido una bronca esta noche. Pues a él le está muy merecido, por maleducado.

Quien también está enfadado es mi novio Gustavo. Estos días le he estado enviando fotos mías y de todos y eso, porque me gusta hacerlo y a él recibirlas. Pero se ve que las de ayer le disgustaron, al verme en la playa con el pequeñísimo bikini. Me dice que se me ve todo y que parezco una fresca. Yo le digo que seguramente es el único hombre del mundo a quien no le gusta mi nuevo bikini y eso todavía le enfada más. A ver, algo de razón tiene. Ya veo que cuando volvamos, tendré que estar muy cariñosa con él para que le pase el cabreo.

Al final, hoy no me pondré el otro pequeño bikini de niñita. Por un lado, para que mamá no se disguste. Pero sobre todo porque tengo los pechos muy enrojecidos y con varias marcas de chupetones. También tengo las nalgas bastante escocidas y con las minibraguitas se me ven completamente. Y claro, no puedo dejar que todos lo vean porque no tengo ninguna justificación. Así que me pongo los bikinis que me compré antes de irnos, con mucha más tela y mucho más recatados.

Esto parece que se esté convirtiendo en una competición, porque hoy es Bea quien vuelve a atraer la mirada de todos con otro modelito increíble.

-¿Te gusta mi bañador, Esther?

-Pues la verdad es que sí, mucho, Bea.

Es de una sola pieza. Por detrás, es como si estuviera completamente desnuda, excepto un hilillo entre sus nalgas que apenas le tapa el ano. Y por delante, dos centímetros de tela le cubren los pezones y tres centímetros, la vulva. Debo reconocer que, con su cuerpo, este microbañador la hace irresistible. Es el centro de atención y como moscones, todos están a su alrededor. Entre que yo voy tan tapada y que varios han estado conmigo la noche anterior, los muy cabrones me tienen bastante abandonada y van a la novedad.

Pero bueno, por lo menos tengo a mis padres contentos. Si supieran el motivo por el que no me he puesto el otro minibikini de niña, seguro que no iban a estar tan satisfechos, pobres. Cuando envío fotos a Gustavo, me dice que estoy muy guapa y que este bikini sí que le gusta. Ya, que me lo creo. Cuando vuelva, me pondré algún día solo para él alguno de los bikinis de niña y entonces veremos si le gustan o no.

Pero todavía nos quedan algunos días en la playa y, si lo deseas, puedes seguir sabiendo lo que pasó. Solo te digo algo: me lo pasé muy, muy bien. Lo verás en Profesora particular (6): Unos días de vacaciones (parte 6). ¡Besitos cariñosos!

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