back to top
InicioSexo con maduros¿De verdad con nadie lo habías hecho así? (6)

¿De verdad con nadie lo habías hecho así? (6)
¿

el

|

visitas

y

comentarios

Apoya a los autores/as con likes y comentarios. No cuestan nada.
Tiempo de lectura: 8 minutos

Los días pasan dando paso a las semanas y los meses, Remigio huye, me imagino que quizá con la idea de que lo iba a demandar o algo así, acudir a alguna clínica o a terapias solo lograría exponerlo a las autoridades.

En fin, me refugio en mi depresión, a sanar sola, tanto física como mentalmente, mi carácter cambia, de ser la esposa buena onda y ejemplar según mis amistades, pasé a ser una mujer melancólica y a veces agresiva.

Y es que no entiendo que me sucede, por un lado, me siento mal por algo que yo misma provoqué, un juego que pensaba podía manejar y no tendría consecuencias y por otro lado no hubiera querido que las cosas terminaran así con Remigio, el haber estado con don Luis fue solo para saber el porque me consideraba una tonta y una pendeja, quizá solo se vengó de mi marido por andar con su esposa y Reynalda. Rita al final se casó con el vigilante y se fue a vivir a la provincia.

En fin, comprendo que tengo que resignarme a vivir con la idea de volver a mi vida anterior de esposa abnegada, engañada y sumisa.

–Hola, contesto el teléfono ya que observo que es Rita.

–Hola, a que no sabes lo que me acabo de encontrar.

–No, no sé, le contesto con desánimo al mismo tiempo que recibo una imagen por WhatsApp.

–¡no mames! ¿Neta?, le contesto visiblemente emocionada al ver la imagen de Remigio, más delgado y mal vestido, pero si es él y ¿por qué me emociono?

–sí, ¿cómo ves?, me saca de mis pensamientos.

–¿Dónde está?, me comenta que están de viaje en un pueblito de provincia entre el estado de Guerrero y Oaxaca justamente en la feria patronal, al final, me manda la ubicación de donde al parecer es su casa.

Mi mente divaga, ¿Qué hago? ¿y si le llamo? Pero igual no quiero quedar como una rogona, y es que no alcanzo a comprender como una persona como yo que puedo traer loco a cualquier hombre de mi extracto social, sufro por lo que piense o sienta un albañil, me paseo nerviosa por la casa, me pongo de malas, grito.

–¿Qué tienes?, me pregunta mi marido.

–¡Que te importa! ¡déjame en paz! Alejándome fúrica.

–Yo en tu lugar lo buscaría.

–¿Eh? ¿Qué dijiste?, le contesto limpiándome las lágrimas.

–A leguas se nota que extrañas al pendejo ese, al albañil ¿no? que, ¿no te hace caso?, mira cómo te trae, enciende un cigarro y se aleja.

–Búscalo y ya déjate de pendejadas.

Salgo detrás de él, lo abrazo, le pido que me perdone, el me abraza y me dice que me entiende, que lo perdone también.

–Anda, cámbiate mientras saco el carro.

Increíblemente mi propio marido conduce hasta la ubicación que me da Rita, ella sale a nuestro encuentro y me señala la casa donde vive, a pesar de ser albañil, su casa es de adobes y de techo de paja, pregunto por él, pero no se encuentra.

–Mis papás salieron a la feria, me dice una señora morenita y regordeta.

Hasta ahora recuerdo que está casado, ahogo mi decepción con un: gracias, muy amable y me retiro silenciosamente, mi marido y mis amigos no me dicen nada, solo me observan.

Me encamino por una pequeña vereda al interior del bosque, decepcionada de nuevo, con la luna llena a plenitud, ataviada con mi minifalda de gabardina negra, mis medias negras satinadas a medio muslo, un top de gabardina con transparencias al frente que dejan notar lo necesario de mis senos, para esta ocasión traigo una tanga de encaje negro rematando mi atuendo con unas zapatillas de charol de tacón alto, las cuales me hacen caminar prácticamente de puntitas, con anterioridad me pinté el pelo de color avellana y en esta ocasión me maquillé de tal forma que las sombras en mis ojos hacen resaltar de forma inquietante el color verde aceituna de ellos.

Venciendo mi orgullo le envío un mensaje y mi ubicación a su celular, mientras camino el tiempo pasa y nada, camino un poco y con angustia veo que no contesta, es más, ni ha leído el mensaje.

La blanca luz de la luna me ilumina proyectando fantasmagóricas siluetas danzando a mi alrededor destellando en las piedritas del decorado de mi blusa, pasado el tiempo me detengo a contemplar las estrellas decorando el profundo azul del cielo, hace calor.

Observo de nuevo mi celular y aw, ¡lo leyó! ¡si!, digo casi gritando de la emoción, no pasa mucho tiempo, quizá ya presentía lo que iba a pasar o quizá es lo que estaba deseando que pasara, de repente intuyo su mirada en mi espalda, ese tipo de miradas que deseas sentir inconscientemente.

–Reynalda, balbucea entre nervioso y asustado.

–Arleth, le digo sin voltear, me llamo Arleth.

Se acerca, me toma por la cintura, recarga su cabeza en mi nuca, no me dice nada, no lo dejo continuar lo tomo de la mano y hecho a caminar de nuevo, me abraza, recargo mi cabeza en su pecho, me sujeto fuertemente de él, bajo de nosotros cede el camino pedregoso y hostil que casi hace derrumbarme por la altura de mis zapatillas dando paso a un acolchonado manto de paja y pasto veraniego.

Nos quedamos quietos, me voltea hacia él, frente a frente a la luz de la luna, en medio de los sonidos de la naturaleza mirándonos fijamente a los ojos, no hacen falta palabras o gestos, junta su cara con la mía fundiéndonos en un beso largo, nuestras lenguas se buscan ansiosas, se entrelazan una y otra vez dentro de nuestras cavidades bucales produciendo ricos chasquidos, mientras sus manos recorren mi cuerpo de arriba abajo una y otra vez por encima de ms ropas.

Hábilmente me desnuda y me coloca suavemente sobre el pasto seco y mullido solo con mis finas medias, se posa sobre mi deteniendo su cuerpo como nuestra primera vez, me besa, empieza a bajar lentamente, separando mis muslos, hunde su cara en mi sexo, arqueo la espalda al sentir la boca de mi amante en mi vagina, mete un dedo en mi boca y lo chupo con delicia como una bebé golosa, me lame, me muerde, uf.

Se desnuda, se hinca, sus dedos invaden mi vagina, sobándola, lubricándola, abre mis piernas colocándose en medio de ellas atrayéndome con firmeza y ternura hacia él, mi cuerpo menudito ayuda en cada maniobra que él hace, nos miramos a los ojos mientras el coloca su miembro a la entrada de mi vagina.

–Espera, le digo, mientras amorosamente lo separo de mí y me coloco en cuatro, volteando el rostro sonriéndole, el entiende y coloca de nuevo su miembro a la entrada de la vagina, sin embargo, lo tomo con mi delicada mano, lo masturbo un poco y lo coloco a la entrada de mi anito, quiero complacerlo, quiero ser su hembra.

–Cógeme, le susurro anhelante, cógeme por favor. le repito, incentivándolo a sodomizarme.

Lo siento restregar su glande en mi ano, para después colocar su lengua y sus dedos en él, dándome una deliciosa comida de ano que jamás había experimentado.

Justamente cuando exploto es que el empieza a empujar su miembro duro y erguido en mi hoyito trasero, poco a poco y lentamente lo siento avanzar dentro de mis entrañas, triunfante, abriéndose paso, ensanchando mi ano a su gusto y placer, el dolor es inmenso, gimo conteniendo mis gritos de angustia, no quiero interrumpirlo, giro la cabeza y veo su rostro contemplando a su orgullo perderse en mi recto, lo tengo en la gloria y eso me hace soportar el dolor.

Recuesto mi cabeza en el mullido pasto aferrándolo con mis manos, mientras la boa de carne de mi hombre me repleta el recto hasta el tope como una botana en palillo, gimo, me quejo, pero igual ahora lo acepto en lugar de rechazarlo.

Me aferra de la cintura y me sodomiza lentamente, despacio, lo animo arrojando mis caderas contra su pelvis con rapidez y firmeza clavándome yo solita, me duele mucho pero el dolor cede poco a poco al gusto, me aferra con la mano izquierda y con la derecha mete sus dedos en mi vagina, retorciéndolos adentro, logrando que los bañe con mis jugos.

Clavo mis uñas en la tierra, muda testigo de esta ahora deliciosa sodomía.

–Te amo Remigio, te amo, perdóname por favor, le digo con palabras que me salen desde el fondo de mi corazón, admitiendo lo que no quería aceptar, estoy enamorada de él.

–Eres mía, solo mía, ¿me entiendes? solo mía.

–Soy tuya mi amor, le digo con la voz temblorosa y quebrada ahora por el deseo.

–Puedes poseerme, ha, soy tu hembra y tu mi dueño.

Muevo las caderas en círculos y de un lado a otro, le gusta, sus gemidos lo delatan, ¡Plas!, me descarga una inesperada nalgada; ¡plas, plas!, lo hace de nuevo.

Entierro mi frente en el pasto y la hojarasca, me hace explotar en un orgasmo interminable, contrayendo las paredes de mi ano apretando su gruesa herramienta, mi cuerpo es su cómplice, entregándose de forma voluntaria; mis manos, lejos de luchar contra el, ahora se aferran fuertemente al suelo buscando mantener la pose adecuada para recibir tan deliciosa culeada.

Remigio me penetra como loco, clavándome sus uñas en mis nalgas, grita, gime está a punto de venirse, hago caso omiso de mi dolor, me desprendo de él, me doy vuelta y se la chupo con ganas, saboreando mi propio ano, pronto obtengo mi ardiente recompensa, al sentir su semen en mi boca y mi lengua, derramándose entre mis labios y chorreando por mi mentón roseándome con sus abundantes chorros.

Mis tetas, mi cuello, mi cara, siendo inundados de espermatozoides nadando alocadamente buscando el premio a fertilizar en cada célula de mi cara y cuello.

Rezumando espuma de su lefa lo miro a los ojos sonriéndole, suda copiosamente, coloca nuestras ropas sobre el suelo, se recuesta, sumisa me acorruco entre sus brazos después de limpiarme los restos de su leche de mi cara y cuerpo.

–¿De verdad, con nadie lo habías hecho así? Me pregunta

–No, con nadie, le contesto sobando sus flácidos testículos, me abraza, me pregunta porque lo engañé, y varias cosas mas alternando sus preguntas y mis respuestas con nuestros besos, entre beso y beso su órgano va cobrando vida, lo masturbo con mi delicada y blanca manita sintiéndola crecer la tomo con ambas manos, la muevo, la masturbo para finalmente inclinarme y besar su hongo.

–Ay, así, que rico, suspira, luego de un par de tiernos besitos, empiezo a lamerla, sintiendo como vibra a cada lengüetazo, muevo mi lengua en círculos, acariciando y ensalivando su hongo.

–Ah, Arleth, trágatela, ¡ya!

Obedeciendo a mi hombre abro la boca y se la mamo con fuerza, retorciendo su cilindro con mis manos cuando subo y metiéndomela toda cuando bajo, con fuerza, como si no hubiera un mañana.

–Oh, preciosa, que rico, hum.

Quiero que termine dentro de mí, así que aborto la deliciosa chupada que le estoy dando y me monto en el pasando mi pierna derecha por encima de su cuerpo, sin dejar de mirarlo, con mi mano dirijo la punta de su glande en mi conchita, me la voy metiendo lentamente, quiero disfrutar centímetro a centímetro de su tranca, me detengo al sentir los pelos de sus testículos en mi colita, lo empiezo a cabalgar.

–ah, el placer que me provoca ahora es indescriptible, coloco mis manos en sus hombros para que se encargue de mis nenas, uf, las succiona como si quisiera sacar leche de ellas.

–Oh dios mío, uf, límpialas bien, así, chúpalas, hum.

Me muevo como una serpiente, como una puta experta en coger penes, sus movimientos de meter y sacar, se tornan rápidos, violentos y descontrolados, lo que provoca que explote en otro delicioso orgasmo, mis líquidos chorrean por su palo, mis gemidos se convierten en gritos.

Remigio atiende mis tetas mientras sus manos aferran mis nalgas, una en cada mano, no se mueve, intenta contenerse para prolongar la cogida, eso no me importa a mí en este momento, devoro su herramienta por entre mis piernas, en un mete y saca frenético, como una yegua complaciendo a su jinete, me gusta sentirme su puta, su hembra, no aguanta más, con estocadas fuertes y precisas descarga toda su leche en mi interior.

–¡Mía, mía! Me grita aferrándose a mi cintura como si quisiera fundirme con él, sus chorros queman mis entrañas, trato de culebrear para absorber todo su semen aún a pesar de su fuerte abrazo.

–Tuya Remigio, ¡soy tuya y nada más! Grito zafándome de su abrazo arqueando mi espalda hacia atrás, sintiendo los últimos estertores de su miembro.

–Ha, mm, mi amor, si muévete así, deja llenarte de mi leche, deja que este viejo se descargue todo dentro, me dice mi hombre con frases casi inentendibles.

Tumbada en él, lo miro sumamente complacida, feliz, plena, acariciando su pelo entrecano con mis dedos, sonriéndole satisfecha de haber provocado tanto placer en él, sintiendo como si fuera mi primera vez.

Al poco rato nos vestimos, me dice que vayamos a una especie de cabaña donde guarda sus cosas para la siembra, me coloca su chamarra, caminamos abrazados, llegamos y abrimos sonrientes y oh sorpresa, descubrimos a Reynalda siendo penetrada por don Luis y mi marido en un trio perfecto, mi marido de espaldas en una especie de catre, penetrándola vaginalmente y don Luis analmente, y para mas sorpresas, doña cuquita esperando su turno viéndolos morbosamente.

¿Cómo es que llegaron ahí? Me pregunta Remigio, es obvio que los papás de Rita la acompañaron a la fiesta, lo que sí, no sé cómo llegaría Reynalda, en fin, no le contesto a Remigio, levanto los hombros resignadamente no teniendo ni idea de cómo es que llegaron hasta ahí.

–Ni se te vaya a ocurrir cabrona, me dice en su tono de macho, dándome un beso delante de ellos, como marcando su territorio. yo le correspondo besándolo tiernamente diciéndole que me lleve a la feria.

Esa noche y las siguientes cogimos de todas las formas posibles, en el campo, en su cabaña, en mi auto etc.

Pasado algún tiempo Remigio se divorció de su esposa y yo de mi esposo, construimos nuestra casa a las afueras del pueblo, pusimos una tienda que el atiende y yo, me dedico a dar clases en la escuela de la localidad, tengo ya 8 meses de embarazo y estoy a punto de dar a luz a nuestro primer hijo.

Aún a pesar de que ahora él tiene 63 años y yo 25 hacemos una linda pareja, se ve mejor, más rejuvenecido y si, nos casamos en una linda ceremonia en la playa.

Pero esa es otra historia.

Compartir relato
Autor

Comparte y síguenos en redes

Populares

Novedades

Comentarios

3 COMENTARIOS

  1. De los mejores finales que he leído en una saga, no dejaste la lujuria pero se combino perfecto con el amor, aplausos para ese final. Ahora que historia sigue, estoy ansioso de leer alguna otra, saludos pinkdemon ojalá te pueda contactar para algunas ideas Maestro.

  2. ¡Muy linda serie, muy buena historia y personaje! ¿Cómo empezó el gusto por los hombre maduros de lengua gorda? ¿Cuál fue el inicio de Arleth? Quizá un viaje al pasado o flasbakcs… ¡Te seguiré leyendo!

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Los comentarios que contengan palabras que puedan ofender a otros, serán eliminados automáticamente.
También serán eliminados los comentarios con datos personales: enlaces a páginas o sitios web, correos electrónicos, números de teléfono, WhatsApp, direcciones, etc. Este tipo de datos puede ser utilizado para perjudicar a terceros.