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El sometimiento de Karen (parte 1)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Don Carlos era un desalmado prestamista, hombre sin principios, ni moral, ni escrúpulos. Dueño de una gran fortuna fruto del agiotismo de alto nivel. También muy influyente e intocable pues era muy cercano de políticos, jueces y magistrados. Hombre de 50 años, corpulento y algo pasado de peso, de tez morena, bigotes bien cuidados, el cabello largo de la parte de atrás siempre sujetado en una cola y calvo de enfrente. Aparentaba menos edad de la que tenía, de carácter fuerte, mirada intimidante y libidinosa, siempre pulcramente vestido, con anillos, pulseras y esclavas de oro.

Tenía un insaciable apetito sexual, su infidelidad le había costado tres matrimonios, su gran debilidad eran las mujeres hermosas, el sexo, la depravación y el alcohol. Vivía en una gran mansión con sus sirvientes de los cuales cinco eran de su entera confianza, su chofer y responsable de su seguridad, su asistente que estaba al tanto de todos sus negocios y trampas, y tres sirvientas con facha de prostitutas de nombres Elsa, Betty y Magda, que se encargaban de su cuidado personal y de complacerlo absolutamente en todo, el las llamaba “Mis putas”.

Don Carlos en su negocio era implacable si no le pagaban a tiempo, no se tocaba el corazón para despojar de sus bienes a sus deudores, siempre abusando de su poder, tenía a su servicio los mejores abogados de la ciudad y comprada a la justicia. Si la deudora era bonita sin duda terminaría siendo follada y humillada a lo más bajo; si el deudor tenía una esposa de buen ver, ella terminaría en la cama del prestamista siendo tratada como la peor de las putas. Mujeres de todo tipo que fracasaron en algún negocio terminando endeudadas, y tuvieron que recurrir al usurero para salir de graves problemas fueron penetradas por el viejo prestamista.

Se tenía que estar muy desesperado si se recurría a él, y en ese estado se encontraba don Ernesto y Sofía, una pareja venida de más a menos. Por varios años habían gozado de mucha prosperidad, cosa que cambio de la noche a la mañana por la mala administración, aparte los excesos y despilfarros de ambos, habían terminado su fortuna. Sus empresas quebraron y tuvieron que deshacerse de todos sus bienes para liquidar a trabajadores y pagar otras deudas. Los bancos ya no quisieron prestarles y tuvo que recurrir al terrible don Carlos dejando como garantía lo único que habían podido salvar al menos hasta ese momento, su casa y una finca en el campo.

El matrimonio tenía una hija única de nombre Karen de la cual se habían prácticamente desentendido, dejándola a cargo de la exigente hermana de don Ernesto, Rosario, una anticuada y solterona de 36 años, que estaba encargada de la finca de la familia.

En esa época de esplendor los viajes de la pareja eran constantes, viajes por negocios y de placer, la niña para ellos era realmente un estorbo, de ahí que la mantenían lejos. Era también una manera de mantenerla al margen de la depravación de ambos, pues Ernesto en su mansión daba grandes fiestas a sus amigos, donde predominaba el alcohol, otras sustancias y las prostitutas. De la misma manera su esposa, se rodeaba y mantenía a chicos de buen ver que le complacían todos sus caprichos sexuales ante la mirada indolente de su esposo.

Karen creció con todas las comodidades, pero sin libertad, ni afecto. Siempre internada en escuelas particulares exclusivas para chicas, los fines de semana y vacaciones se la pasaba en la finca, al cuidado de su tía Rosario. Tenía la esperanza que cuando terminara el bachillerato la dejarían ir a la Universidad, deseaba irse a estudiar a otro país, tener amigos, conocer gente y soñaba con ser diseñadora de modas. Pero su tía tenía otros planes. Por más que se lo pidió a su padre y a su madre, estos siempre terminaban por ignorarla y dejarle las decisiones a su institutriz.

La tía decidió con su típica mentalidad anticuada que Karen debería prepararse para ser una digna señorita de sociedad y que un día algún acomodado y bien educado hombre se casaría con ella, así que después de graduarse del bachillerato de los 18 a los 20 años se la pasó en la finca estudiando idiomas y aprendiendo todo lo que una dama de la alta sociedad debía saber, todo con maestras particulares. También realizo varios viajes sobre todo a Europa, pero siempre acompañada de su tía.

Sin embargo, sucedió que un día Rosario al checar el teléfono de Karen, vio que tenía descargados videos pornográficos, videos donde ella se estaba masturbando, donde se grabó abriéndose la pepa metiéndose los dedos. Ni siquiera se los comunico a sus padres, pues ella se consideraba la verdadera madre de la chica, y decidió meterla como novicia en un convento, donde estuvo dos años, nunca sus padres la visitaron, cosa que a ella no se le hizo raro, pues de alguna forma ya había aceptado que no era importante para ellos.

Una tarde la Madre Superiora le dio la noticia, la primera mala noticia de una serie de muchas, su tía Rosario había fallecido de un paro cardiaco fulminante. Fue su ultimo día en el convento pues tuvo que ir al sepelio y ahí se sorprendió cuando vio el estado físico de su padre, había perdido mucho peso y estaba muy enfermo, este le platico que las cosas estaban muy mal en sus negocios y cuando Karen le pregunto por su madre, bajando la mirada le dijo que estaba en cama muy medicada, por una profunda depresión.

Todos sus allegados previendo el desastre habían abandonado a don Ernesto, todos los que lo buscaron en sus buenos tiempos para cobijarse en él, se habían ido. Karen sintió mucha lastima y se quedó al lado de su padre para apoyarlo en lo que pudiera, a los pocos meses don Ernesto se declaró en quiebra y dos meses después falleció, dejándole toda la maraña de problemas legales a la dulce Karen, y luego lo de su madre que la tuvo que internar en una clínica psiquiátrica.

Karen era hermosa, de facciones finas, cara ovalada, nariz respingada, labios delgados, su piel blanca, de ojos cafés y cabello castaño claro muy bien cuidado. Sus manos suaves y delicadas, sus caderas firmes y de buen tamaño, sus piernas parecían haber sido esculpidas por el mejor escultor y unos pies que parecían de un ángel, de una fineza exquisita.

Gracias a la venta de sus propiedades y el remate de las empresas habían librado muchos juicios, y gracias también al préstamo millonario que don Carlos le había dado a don Ernesto antes que el falleciera, pero ahora había que pagar al pervertido agiotista. Karen sabía que ya no había de donde sacar, asi que tenía que pedirle a don Carlos una prórroga, de otra manera perdería la casa y la finca. Así que tuvo que visitar al lujurioso prestamista.

No teniendo ni idea de con quién trataría, Karen se esmeró en su arreglo pues quería dar una buena impresión, se puso un vestido ajustado color crema, con el cuello y las mangas blancas, escotado que sugestivamente mostraba lo hermoso de sus caderas, marcando las formas de su hermoso cuerpo, con una abertura que le dejaba ver sus deliciosas piernas. Un guardia le abrió y la guio hasta la entrada de la lujosa casa, le llamo la atención unas esculturas de Afrodita la diosa griega del amor completamente desnuda que adornaban el jardín. Ya en el vestíbulo el asistente de don Carlos le ofreció sentarse y le dijo que esperara.

Se levantó para mirar de cerca las pinturas y jarrones que decoraban el lugar, le llamo la atención un cuadro de un colorido frutero, le recordó a uno más o menos parecido que tenían en la cocina de la finca que ella quería rescatar.

Vino a su mente esa noche cuando ella tenía 18 años y fue a la cocina por un vaso de agua, pero la gaveta de los vasos estaba cerrada, así que tuvo que ir a buscar a Hortensia la criada para que le diera la llave. Paso despacio por la habitación de su tía y la tranquilizo ver que la luz ya estaba apagada, pensando que estaba dormida. Cruzo el patio trasero hasta el cuarto de la sirvienta, estaba a punto de tocar cuando escucho gemidos, acerco su oído a la puerta y fueron más claros.

-¡Haaa!

Se asomó por la ventana, y pudo ver como Hortensia y su tía Rosario cogía con Francisco el capataz de la finca, un hombre tosco y correoso de unos 30 años. ¡Cómo era posible! Su tía la que le decía que los hombres eran malos, la que le tenía prohibido tener novio, la que le hablaba de buenas costumbres y amor a Dios, ahora estaba ahí revolcándose con el empleado y la sirvienta.

Karen quedo impresionada, si bien a escondidas le encantaba ver pornografía, nunca había visto algo real y a todo color. Pero lo que más le impresiono, fue la enorme verga de Francisco. Había visto penes muy grandes en los videos que acostumbraba ver en su teléfono a escondidas, pero nunca una de esas dimensiones en la vida real.

¡Apenas le cabía en la boca a Rosario! era una verga grande de 10 pulgadas gruesa con unas venas muy marcadas, morena casi negra y brillosa de la cabeza. Rosario recorría con su lengua ese enorme fierro mientras Hortensia le mamaba los testículos. Karen quedo como en shock, minutos después reacciono y hasta sintió un mareo que la hizo apoyarse en la pared.

Corrió hasta la cocina y se paró un momento, alzo la mirada y ahí estaba ese cuadro con el colorido frutero, pero en su mente estaba la imagen de la enorme verga de Francisco y su tía mamándola. Su corazón latía acelerado. Volvió al cuarto de Hortensia y sigilosamente se asomó otra vez por la ventana. Y vio entonces como Francisco tenía abajo a su tía taladrándole la vagina, mientras Hortensia le acariciaba la espalda y lo besaba.

Rosario gritaba de placer, quedó pasmada viendo como después el capataz se la metía a Hortensia mientras Rosario se masturbaba, luego vio como Francisco se tomó la enorme polla con ambas manos y le salieron chorros de leche que las dos mujeres se apuraron a querer atraparla con la boca.

Esa noche Karen no pudo dormir, se tuvo que masturbar varias veces, era tanta su excitación que tuvo que ir por una zanahoria al congelador para metérsela, mirando en su teléfono varios videos pornográficos, se imaginaba ser la protagonista siendo penetrada por grandes vergas, fue entonces que se hizo esos videos que su tía le descubrió después.

-¡Señorita Karen! Una voz femenina interrumpió sus pensamientos. Volteo y vio a una de las sirvientas de don Carlos de nombre Elsa, le sorprendió lo sexy de la chica, noto que esta la miraba algo extrañada y que dirigía la vista hacia sus pechos, fue cuando Karen se dio cuenta que tal vez por lo metida que estaba en sus recuerdos sexuales se acariciaba sobre su vestido una de sus tetas. Inmediatamente dejo de hacerlo.

La chica llevaba un traje muy sugestivo, blusa muy escotada y falda negra de encajes por arriba de las rodillas, delantal blanco con moño en las caderas, una diadema blanca en la cabeza, unas medias negras y zapatillas de tacón. Su rostro bien maquillado, con los labios rojos, pestañas postizas grandes, un lunar en la mejilla que le daba el toque de puta y un aroma delicioso.

-Don Carlos la espera, por acá por favor.

La chica se puso delante de ella, cada paso que daba se le estremecía sus nalgas, caminaba como una modelo profesional.

Antes de entrar en el despacho de don Carlos, su guardaespaldas le reviso la bolsa, después de eso le abrió la puerta.

-¡Buenos días! Soy Karen la hija de don Ernesto.

De inmediato y con unas cuantas miradas el acaudalado prestamista evaluó la situación y, se dio cuenta que Karen era una belleza digna de ser conquistada. Ese fino cuerpecito tenía que pasar por él, esa vulva tenía que ser atravesada por su verga.

-¡Ha sí! Mi amigo Ernesto. Lamento que esos días de su fallecimiento tuve que salir de viaje.

Le tomo la mano suave y fina de Karen y la sostuvo hasta que termino de hablar.

-Deseo de corazón que se encuentre usted bien, aunque entiendo que es muy difícil. Pero bueno, la vida tiene que seguir. Dígame ¿En qué puedo servir a tan linda damita?

Le señalo una cómoda silla al frente de su escritorio, invitándola a sentarse.

-Es por la deuda que mi padre contrajo con usted, de ninguna manera quiero que piense que no queremos pagar, solo quería pedirle un poco más de tiempo.

Don Carlos clavo la mirada en los labios de Karen, se imaginó como esa boquita le mamaria su gruesa verga. Como se la metería hasta la garganta tomándole de los cabellos y empujando salvajemente su leño.

-¡Chupa puta! ¡Chupa maldita ramera!

Karen quedo en silencio, don Carlos prendió un cigarro, su fantasía se esfumo.

-Está bien, esperare, pero necesito que este fin de semana me tengas una respuesta ya concreta de la fecha del pago, y tendríamos que establecer nuevas condiciones.

-Le prometo que así será, ya he liquidado en algunos bancos y creo que podrán extenderme otro crédito. Otra sirvienta de don Carlos, Betty apareció vestida de la misma manera que la primera, muy sensual.

-Acepte algo de beber –Dijo don Carlos.

-Una soda –respondió tímidamente.

La criada le acerco un vaso donde vacío una bebida dietética para Karen, y le sirvió un poco de whisky a don Carlos.

-¡Brindo por tan hermosa señorita! -dijo el usurero con una libidinosa actitud.

Karen se sonrojo, pues ya había notado que don Carlos la desnudaba con la mirada. La abertura de su vestido dejaba ver parte de sus piernas, que las tenía cruzadas, la ubicación de la silla era estratégica, don Carlos le podía ver perfectamente.

-Entonces el fin de semana lo veo nuevamente. ¿Está bien a las 8 de la noche? –Pregunto Karen.

– A las 7 en punto, el sábado –respondió.

Karen se puso de pie y se despidió, al dársela vuelta para salir don Carlos pudo ver ese par de nalgas que se marcaban muy bien en el vestido y se notaban perfectas.

-Acompañe a la señorita hasta la puerta principal – le ordeno a su guardia.

Don Carlos siguió ese culo con la mirada, hasta que la puerta se cerró. Se colocó frente a la ventana, esperando que Karen apareciera en el patio para poder seguir mirándola.

-¡Tiene que ser mía! Voy a follar ese culo –dijo en voz alta.

La observo desde la ventana, le encanto la cadencia de su caminar, su porte, su elegancia y su feminidad. Se sirvió otro whisky y se lo tomo de un trago. El lujurioso don Carlos se sacó la verga y empezó a masturbarse pues desde hacía rato que la tenía parada, vio la marca de los labios de Karen en el vaso y le raspo su polla hasta despintarlo.

-¡Tiene que ser mía, juro que voy a coger esa vagina! ¡Esa boquita va a chupar toda esta polla! Se sirvió otro trago y volvió chaquetear su pene con más fuerza.

-¡Ha, ha! Todo esto se meterá en su fundillo. En su enferma mente imagino a la dulce Karen abriéndose el culo con sus manos, justo frente a él.

-¡Cójame don Carlos! ¡Métame su verga!

Seguía masturbándose, ya el viejo agiotista estaba muy excitado.

-¡Elsa!v–grito.

De inmediato se apareció una de las sirvientas.

-¡Si don Carlos!

-¡Mámamela! Elsa se agacho rápidamente metiéndose la verga a la boca, chupando como toda una profesional.

-¡Asi, asi puta! Chupa.

Elsa saco sus enormes pechos y envolvió la verga del viejo usurero haciéndole una deliciosa rusa, las tetas de la criada cubrían toda la polla de don Carlos.

-¡Así maldita zorra! Sentó a Elsa en el escritorio y le levanto las piernas, se inclinó y metió su lengua en la raja de la criada, mamaba su vagina con desesperación, metía sus dedos y su lengua en la enorme raja de la chica quien contemplaba con cara de placer como el prestamista movía con destreza su gruesa lengua. La verga de don Carlos estaba lista, se la dejo ir a la mujer de un solo empujón.

-¡Ah puta! Te la estas comiendo toda.

En ese momento el chofer regreso después de acompañar a Karen, iba a entrar, pero vio que su patrón tenía ensartada a la sirvienta y se salió nuevamente.

Don Carlos jugaba las tetas de Elsa, no dejando de meter y sacar su verga. Pero él no veía el rostro de la criada si no bello rostro de Karen, que se le había quedado bien gravado en la mente.

-¡Así te la voy a meter algún día!

Ya no pudo más y termino, dejando toda su leche en la vagina de Elsa. Luego sin guardarse la polla, tomo el teléfono y marco, la sirvienta componiéndose un poco la ropa empezó a limpiar el escritorio.

-¡Hola Bernardo, buenos días!

Se trataba del director de uno de los bancos a los que Karen recurriría. Elsa ya había limpiado todo, acomodo unas cosas del escritorio y salió, tomo unos pañuelos desechables y a un lado de la puerta se limpió el semen que don Carlos le había dejado en su raja, el chofer miraba estoico lo que la sirvienta hacía.

-Así que te pido ese favor Bernardo, no apoyes a esa chica.

-Así se hará don Carlos, no se preocupe.

Y así marco a todos los lugares donde Karen buscaría apoyo. Todo esto para tener en las manos a la chica, para acorralarla y que aceptara todo lo que el desalmado usurero le propusiera. En los siguientes días, nadie le dio esperanzas a Karen, muy decaída la hermosa chica regreso a casa.

Continuará.

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