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¿De verdad con nadie lo habías hecho así? (4)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

—¿Y desde cuando te interesa saber tanto de mi papá?

Me pregunta Rita en medio de sonrisas mientras trato de disimular mi interés en don Luis, su papá.

—Hola, buenas tardes, —me dice don Luis, quien repentinamente llega a la sala donde estamos.

La tarde transcurre entre anécdotas y charla amena, la esposa de Luis se une a la plática y es ahí donde aprovecho el momento cuando empiezan a recoger las cosas llevándolas a la cocina para acercarme a él.

—A propósito, don Luis, mi sirvienta Reynalda me dijo que encontró una gorra de usted.

—¿Mia?

—Si, me dijo que se la lleva a la alameda hoy como a las siete.

Su esposa y su hija regresan y solo me asienta con la cabeza.

Es domingo, así que con cualquier pretexto me libro de ir con mi marido a su partido de futbol.

Sentada en la cama, me quedo pensando en la forma de cómo conseguir mi propósito, contemplando la gorra una y otra vez, jugándola entre mis manos.

Tiene 71 años, me digo a mí misma, está casado y su esposa es muy amable y aparte es el papá de Rita.

En fin, decidida tomo unos leggins tipo mezclilla, no soy tanto de tangas así que me coloco unas pantaletas negras de tiro alto que me dejan ver lo necesario, me coloco los leggins y mis botas negras altas arriba de la rodilla, coordinándolos con un top negro y encima un suéter blanco de Reynalda, de alguna forma don Luis tiene que ubicarme, me digo para mis adentros.

Antes de salir me doy una checada en el amplio espejo de mi recámara, y es que a mis 24 años me siento muy bien conmigo misma, mejor que nunca diría yo, soy rubia natural, de piel blanca, cuerpo armonioso de medidas casi perfectas de estatura mediana y para rematar mi madre me heredó el color verde aceitunado de sus ojos, en fin, coloco la gorra en mi bolso y me dirijo a la alameda.

Llego a la plaza, el corazón casi me da un vuelco al ver a Rita y a su mamá a lo lejos, saco la gorra de mi bolso y me la coloco tratando de que no me vean.

Quiero retirarme, pero unos brazos alrededor de mi cintura me lo impiden

—Hola Reinita, a poco ya te ibas.

—Es ¡Don Luis!

—No, es que vi a tu esposa y a tu hija, le digo tratando de imitar la voz de Reynalda lo mejor que puedo.

—Ellas van a misa de siete, ¿a poco ya se te olvido?

No digo nada, la noche es cálida, don Luis coloca sus manos con más confianza en mi delgada cintura por debajo del suéter aferrándome fuertemente atrayéndome hacia él, trae desabrochada la camisa así que puedo sentir su pecho cálido en mi espalda.

Lo observo de reojo completamente rendida, recojo mi cabello hacia el lado derecho para sentir su cara por encima de mi hombro, sus roces comienzan a subir de tono sobre mis nalgas, subiendo poco a poco sus manos hasta colocarlas en mis senos, uno en cada mano, lo apretujado de la gente y la oscuridad son los cómplices perfectos para lo prohibido.

—Vamos para otro lado ¿no?

—¿A dónde? (pregunto ingenuamente)

—¿Pues como que a dónde? Tu ya sabes

—¿Y mi patrona?

—Que tiene que ver esa pinche vieja mamona, quisiera tenerla aquí para darle unos madrazos por metiche y pendeja.

—¿Ah sí?

Le digo al mismo tiempo que le retiro mis senos de sus manos dándome vuelta lentamente quitándome la gorra sonriéndole mientras me acomodo el pelo.

—¿Señora Arleth?

—¿Don Luis? —Le digo sonriendo y en tono de broma—, así que… ¿a dónde vamos?

No sale de su sorpresa, tomo sus manos y las coloco en mi cintura, la gente nos mira, la diferencia de edades es notoria.

—¿Vamos a otro lado no? —Le digo colocándome de espaldas a él, tomando sus manos con las mías en mi delgada cintura.

Como niño con juguete nuevo comienza a guiarme por en medio de la gente a veces casi cargándome en vilo, punteándome de vez en vez con su herramienta, sonriendo como un par de chiquillos enamorados, la alameda queda cerca de la estación de autobuses así que hay varios hoteles alrededor, no me causa sorpresa cuando me doy cuenta que me guía hacia uno de ellos.

Ya dentro con ansias y brusquedad me desviste arrancándome prácticamente la ropa, después se desviste el apresuradamente, me observa, me sonrojo desviándole la mirada, se acerca, lo observo, me imagino que está con esa sensación de intentar hacer lo que su conciencia no le deja hacer.

Tomo la iniciativa acercándome a él, le hecho los brazos al cuello y le ofrezco mis labios, sus labios empiezan a chupar los míos, mi boca se abre permitiendo la entrada de su lengua gorda y caliente, chupamos nuestras lenguas, los dos estábamos llenos de lujuria y de morbo y nos correspondemos mutuamente, siento sus manos moverse por mi espalda, colocándose en mis nalgas una en cada nalga, me carga en vilo enterrando su cara vieja y arrugada en mis pechos, lamiendo, mordisqueando, besando y chupándome los pezones.

—¡Qué rico mamar estos melones! —Me dice en su frenesí.

—mmm don Luis, que rico.

Inconscientemente empiezo a restregar mi sexo en su pelvis tratando de introducirme su verga ya hinchada al máximo, triunfante, me mira, camina hacia la cama, me tiende en ella y él se tiende encima de mi besándome de nuevo, lentamente empieza a bajar, deteniéndose un rato más en mis “melones”, luego, prosigue su exquisito descenso hasta llegar a mi vagina restregando su cara contra mi sexo.

Gimo con lujuria y deseo, mi cuerpo serpentea para sentir sus lamidas y mordiscos, mi mano derecha lo toma de la cabeza mientras la izquierda pellizca mis pezones, me lame y me mordisquea a su gusto.

De repente se detiene, abro los ojos al sentirlo separar mis piernas con sus manos, mis ojos chocan con su mirada libidinosa y perversa… destila deseo, morbo, y por lo que ve en la mía intuyo que siente lo mismo que yo en este preciso instante

Cierro los ojos al sentir como acomoda la punta de su hongo en mis labios vaginales, rendida a mi amante abro la boca sin emitir ningún sonido, al sentir como su barra acero candente se introduce dentro de mí; abriéndose paso decididamente, suelto el aire retenido en un gemido de angustia provocado por el excitante dolor que me causa don Luis al llenarme a más no poder, su barriga sudorosa y arrugada cae sobre mi esbelto vientre y su lengua empezar a recorrer mi cuello.

Lo rodeo con mis piernas, su arrugada piel se aplasta ante la presión de mis muslos, su respiración es pesada y ansiosa, sus caderas responden a mis ansias desesperadas de hembra bombeándome sin piedad con poderosas embestidas, me imagino que quiere estar a mi altura haciéndome disfrutar y gozar de mi joven cuerpo, el mete y saca es cada vez más frenético, la tremenda cogida que me está dando este viejo que podría ser mi abuelo me arranca gritos de placer estallando en un orgasmo fuerte y febril, deliciosas descargas eléctricas invaden mi cuerpo.

—Deme más fuerte, por favor don Luis, ah, más ¡fuerte!

Me imagino que utiliza todas las fuerzas que le quedan ya que intenta metérmela hasta el fondo en cada embestida, no queriéndose quedar atrás como el macho dominante que es en este momento explotando en candentes chorros de semen convulsionándose en espasmos frenéticos aferrando mis tetas con sus manos mientras volteo para fundirnos en un beso y explotar violentamente junto con él, acompañándolo al cielo, gimiendo, gritando, desprendiéndonos rendidos, agotados, sus fluidos deliciosos nadando en mis entrañas.

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1 COMENTARIO

  1. Que buen relato espero continue la saga, que Rita empiece a sospechar, y que Remigio llegue de su pueblo y para celebrar que le haga reynalda una fiesta en su casa para que ya se de cuenta que se coje a la patrona y llegué el papá de Rita y le hagan un trio a Reynalda.

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