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Con la profesora (parte 4)
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Con Patricia estuvimos mucho tiempo así, casi toda mi estadía en la escuela. Teníamos relaciones unas 3 o 4 veces por semana, dependiendo de cómo iba el trabajo. En la escuela lo hicimos un par de veces más nada más, ya que colocaron cámaras por todo el almacén. Y la oficina al costado de la suya tenía un nuevo ocupante, así que era muy arriesgado. Así que, durante un tiempo, solo lo hacíamos en su casa.

Un día, me dijo que se quería ir de vacaciones a un lugar fuera de la ciudad, que estaba cansada y que quería ir a conocer algún lugar bonito dentro del país. No me gustó mucho la idea, ya que serían varios días y no podría seguir cogiendo con ella. Pero al no tener una relación formal, no tenía más opción que aceptar su decisión.

Pasaron los días y el día de su viaje se acercaba. No me gustaba la idea y todos los días pensaba en la forma de hacer que desistiera de su viaje, pero no se me ocurría nada. Hasta que, faltando un par de días para su viaje, después de que me pida que me quede con ella a terminar de arreglar algunas cosas en el almacén.

-¿ya tienes todo listo para el viaje? –me dijo, sorprendiéndome.

-¿Qué viaje? –respondí distraído.

-A “…” pues –me dijo sorprendida.

-¿en serio? –respondí tontamente– no sabía que me estabas diciendo para ir contigo.

-¿Cómo crees que voy a ir sin ti? –respondió riendo– ¿Quién me va a calentar en las noches? ¿Quién me pondrá bronceador en la playa?

-Bueno, si es así, alisto mis cosas desde ahorita –respondí riendo.

Por el tema de las cámaras, tuve que contenerme a ir corriendo a darle un beso en la boca. Así que me tuve que aguantar. Salí rápido rumbo a mi casa para buscar ropa y armé un maletín rápido. Lo tenía listo, aunque sabía que aún faltaba un día para el viaje. Ya quería que se pase rápido el tiempo para que llegue el día del viaje.

En mi casa dije que unos compañeros habían organizado un pequeño viaje a un pueblito cerca da la ciudad. Que no era muy caro el bus y nos quedaríamos en la casa de los papas de uno de ellos. No tuve que dar muchos detalles, ya que mi hermano no preguntó mucho, y como mis papas viven fuera del país, no se tenían que enterar.

Llego el día, fuimos a tomar el bus que nos llevaría a “…”. Nos encontramos en la estación de buses. Abordamos el bus, nuestros asientos eran juntos, amplios, en la última fila. Cuando el bus partió, no iba lleno, en cada fila hay tres asientos, dos asientos juntos y uno separado de estos por el pasillo. Para nuestra suerte, el bus no iba tan lleno, solo íbamos nosotros en la última fila, una pareja más en la primera, otra en la segunda y un señor solo en el asiento solitario de la primera fila.

El bus partió más o menos a las 9 pm, viajaría toda la noche, para llegar a “…” a las 8 am del día siguiente. Sentados, tapados con las mantas, nos dispusimos a ver la película. A mitad de película, todo estaba oscuro, notamos que los demás pasajeros dormían, o al menos parecían dormidos. Patricia metió su mano dentro de mi pantalón y comenzó a masturbarme. Rápidamente devolví el favor. Nos estábamos masturbando en un lugar público, nos besábamos. Luego ella se agachó, tomó mi pene y se lo metió a la boca, me regaló una mamada increíble, hasta que unos minutos después, me vine tirándole gran cantidad de leche en la boca y se lo tragó todo.

Se levantó, la besé en la boca y volví a meter mi mano dentro de su buzo, la masturbé fuertemente por unos minutos, mientras le comía la boca. De repente sentí como comenzaba a temblar y me inundó la mano con su corrida. Su gemido fue contenido gracias al beso que nos estábamos dando. Me llevé la mano a la boca y lamí toda su corrida, hasta dejar mi mano limpia.

Después de eso nos acomodamos la ropa, nos recostamos y nos dormimos abrazados. Nuestro sueño duró todo el viaje, solamente interrumpido por algún movimiento brusco del bus. Llegamos poco antes de las 8 am. Fuimos directo al hotel, era un pequeño hotel rustico, con cabañas a lo largo de una hermosa playa. Nos llevaron a nuestra habitación. La habitación era mediana, con una cama grande y un balo amplio y con jacuzzi. También tenía un pequeño balcón con dos tumbonas y con vista al mar. Todo era rustico, pero la habitación era increíble.

Una vez ya acomodados en la habitación, decidimos ponernos nuestros trajes de baño e ir a la playa. Yo me puse un short de baño y un polo manga cero. Si bien mi cuerpo no era muy musculoso, me veía bien con esa vestimenta, ya que el deporte hacía que se me marque un poco la musculatura. Pero al lado de Patricia me vería como uno más del montón. Llevaba un bikini pequeño, color negro.

La parte de arriba dejaba ver los bordes de sus hermosas tetas y la de abajo, tapaba ligeramente su vagina deliciosamente depilada y la delgada parte de atrás, se le metía entre las nalgas, dejando al aire libre esas deliciosas nalgas que me tenían loco. Encima de eso tenía un vestido corto de color blanco. Su vestido era de tiras delgadas que se unían entre sí, dejando descubiertos pequeños rombos entre ellas. Se veía divina.

Fuimos a la playa, tendimos dos toallas bajo una gran sombrilla de paja y nos recostamos. En la playa no había mucha gente, todos huéspedes del hotel. Me pidió que le ponga bronceador. Se puso boca abajo y desabrochó la parte alta de su bikini. Froté toda su espalda con el bloqueador, al pasar por los lados de su cuerpo aprovechaba para rozar sus senos apretados contra la arena. Froté sus brazos, me dediqué buen rato en frotar sus nalgas y sus piernas. Mi pene ya estaba medio erecto.

Se dio la vuelta sosteniendo la parte alta de su bikini para no dejar al descubierto sus tetas. Al frotarle el bronceador, metí mis manos debajo de su bikini y sobé suavemente sus tetas. Luego pasé por su bien formado abdomen. Seguí con sus piernas, para terminar mi trabajo, metiendo mis manos debajo de su bikini y frotar suavemente su vagina y el pequeño triangulo, finamente recortado, de vellos púbicos.

Ella hizo lo mismo conmigo, me frotó la espalda y las piernas. También metió sus manos dentro de mi short, para sobar suavemente mis nalgas. Me di la vuelta, me frotó el pecho, mientras bromeaba mordiendo y lamiéndose los labios. Pasó por mis piernas, para terminar, al igual que yo, metiendo sus manos debajo de mi short, aprovechando para masturbarme suavemente, sin importarle mucho si nos veían o no.

La mañana transcurrió sin problemas, nos bañamos en el mar, descansamos en las toallas y caminamos por la orilla, siempre conversando muy amenamente. Luego fuimos a almorzar al restaurante del hotel y volvimos a la playa. La tarde pasó prácticamente igual que la mañana. Salvo un ligero manoseo en el mar. Luego fuimos a la habitación, nos dimos un baño rápido, ya que iríamos a pasear un poco por el pueblito que había cerca al hotel.

Paseamos tranquilamente por el pueblito, viendo lo pintoresco del lugar, cenamos en un pequeño restaurante, luego pasamos por una tienda y decidimos comprar bocaditos y bebidas. Yo elegí unas cervezas y ella un vino blanco. Regresamos al hotel, fuimos a nuestra habitación y pusimos las bebidas en el friobar que teníamos a nuestra disposición. Pusimos música y nos fuimos al balcón a recostarnos en las tumbonas. Una vez las bebidas enfriaron nos pusimos a tomar en el balcón, conversando de todo tipo de cosas.

Estuvimos un buen rato ahí, tomando y por ratos bailando. Ya cuando el alcohol empezaba a hacer efecto, el baile se volvía más caliente. Ella estaba con un vestido corto bien pegado, no llevaba ropa interior, sus pezones se notaban marcados en el vestido.

Un poco cansado, decidí sentarme en la tumbona, ella que quería seguir bailando, comenzó a hacerme un baile sensual, poniendo su culo en mi entrepierna. Mientras se movía, el vestido iba subiendo, hasta llegar a su cintura. Sus nalgas quedaron pegadas a mi pecho. Luego retrocedió hacia mi cara, con lo que su vagina quedo a escasos centímetros de mi cara. Sin pensar en que estábamos al aire libre, la tomé de la cintura y la jalé hacia mí. Me clavé de boca en su vagina y comencé a lamerla. Estaba húmeda.

Comenzó a gemir, sobándose las tetas por encima del vestido. Luego sacó mi pene, completamente erecto, de mi pantalón y se lo metió de golpe en la boca. Estábamos haciendo un 69 espectacular al aire libre. Sabíamos que las cabañas de los costados estaban ocupadas, pero ninguno de ellos estaba en el balcón, así que, por el momento, no había riesgo a que nos vean. Se separó de mi pene y se sentó rápidamente encima de él. Comenzó a moverse de esa forma tan deliciosa que solo ella sabía hacer.

Después de unos minutos sintiendo como cabalgaba rápidamente y con fuerza, le baje la parte alta de su vestido para apretar fuertemente sus tetas. De repente, sentimos un ruido en la cabaña del costado, Patricia, asustada se movió rápidamente hacia la otra tumbona, se acomodó la parte alta del vestido cubriendo sus tetas y se sentó, aun con el vestido a la altura de la cintura. Yo no tuve tiempo de abrocharme el short, pero si pude taparme el pene. En la terraza del costado apareció una pareja, bastante ebria. Al vernos se notó su molestia, seguro salieron para hacer lo que segundos antes nos habían interrumpido haciendo.

-Bueno, ahora les toca a ellos –dijo Patricia suavemente, riendo– vamos adentro que no he terminado contigo.

-Ahora me toca a mí, será mejor que escapes, porque te voy partir en dos –le dije levantándome. Ella riendo, se levantó y entró corriendo.

Una vez dentro, yo ya me había quitado el polo en el camino y había dejado caer mi short y bóxer. Ya desnudo, la alcancé, tiré de su vestido hacia arriba y se lo saqué fuertemente, haciéndole un poco de daño. Ella rio, pero no se quejó. Una vez desnuda, la lancé a la cama, abrí sus piernas y la penetré. Me comencé a mover tan fuerte que ella comenzó a gritar. Sus gritos me estaban excitando más aún. Besaba sus tetas desesperadamente. Ella me tomaba del cabello y lo jalaba fuertemente. Sentí como tenía un largo orgasmo y no pude más. Me dejé llevar y lancé un fuerte suspiro, llenando su vagina de leche.

Quedamos exhaustos. Nos acostamos y nos quedamos en silencio. Abrazados. Escuchamos unos suaves gemidos que venían de la terraza del lado. Lo que confirmó nuestras sospechas del motivo por el cual los vecinos habían salido a la terraza. Con el arrullo del sonido del mar, nos quedamos profundamente dormidos.

Al despertar, me encontré con una visión increíble. Estaba Patricia, desnuda, acostada boca abajo, se podía ver una parte de una de sus tetas. Una sábana blanca cubría ligeramente su trasero, pero sus hermosas piernas estaban al descubierto. Desde que vi una escena similar en una película, me pareció que era la mejor forma de ver a una mujer durmiendo. Me parecía muy sensual esa posición.

Decidí dejarla dormir, me levanté, me coloqué un short corto y salí a la terraza. La escena que encontré fue increíble. En la terraza del costado, se encontraba la pareja que nos interrumpió la noche anterior, completamente desnudos. Él estaba con el pene al aire, completamente flácido. Ella, estaba recostada boca arriba, con las piernas completamente abiertas, mostrando una vagina muy peluda.

Se podía ver entre sus piernas y la tumbona una gran mancha seca de la mezcla de sus corridas, que había chorreado de su vagina. Las tetas al aire, unas tetas muy grandes, que caían hacia los lados de su cuerpo. Se notaban bastante ebrios y profundamente dormidos. Les tomé una foto con mi celular y volví a entrar a la habitación.

Al entrar, Patricia seguía durmiendo en la misma deliciosa posición en la que la había dejado. Moría de ganas de levantarla para hacerle el amor, pero sabía que estaba cansada, así que la dejé dormir y me fui a dar un baño. Mientras me bañaba, sentí que entraba al baño. Hice como que no me di cuenta de su presencia. Hasta que se metió a la ducha y me abrazó por detrás, pegando sus tetas a mi espalda.

-Me hubieses avisado para bañarnos juntos –dijo tiernamente.

-Te veías tan hermosa durmiendo que no te quise levantar, mi amor –respondí, dándome la vuelta– pero ganas no me faltaban.

Me besé en la boca y comenzamos a sobarnos para enjabonarnos mutuamente. Mi pene se volvió a endurecer. Ella comenzó a masturbarme y yo hice lo mismo. Nuestro apasionado beso solo era interrumpido por nuestros gemidos. Levantó una pierna y dirigió mi pene hacia su vagina. Empujé fuertemente, entró de un solo golpe. Patricia comenzó un movimiento de caderas que hacía que mi pene entre y salgad deliciosamente de su vagina.

Se sentía delicioso. Cada vez lo hacía más rápido, hasta que, en uno de sus movimientos, resbalamos un poco y casi caemos al suelo de la ducha. Aun no sé cómo hice para poder mantener el equilibrio. Pero fue suficiente para no seguir intentando. Salimos de la ducha y fuimos hacia la cama.

Una vez en la cama, ella se arrodilló, me puse detrás de ella y se la metí de golpe. Comencé a moverme fuertemente. Ella gemía cada vez más agitadamente. Después de unos minutos sentí como se corría, gritando fuertemente. Se dejó caer en la cama, haciendo que mi pene salga de su vagina. Así echada, boca abajo, junté sus piernas y coloqué mi pene en la entrada de su vagina. Empujé una vez más. Debido a su intensa corrida, entró fácilmente. Con las piernas separadas, una a cada lado de su cuerpo, comencé a embestirla con fuerza. Que delicia por Dios. Esa vista era increíble, como se movían sus nalgas con cada embestida que daba.

-¡por Dios! Me vas a hacer venir de nuevo. ¡sigue! ¡no pares! –gritaba.

-Yo también me voy a venir –respondí, acelerando las embestidas.

-Aguanta un poco, quiero que me tires la lecha en las tetas –me pidió entre gemidos.

Aguanté lo más que pude, cuando comenzó a tensarse y temblar, supe que se había corrido, así que me salí rápidamente, ella se dio la vuelta y le tiré una gran cantidad de leche en las tetas. Caí echado a su lado. Ambos respirábamos muy agitadamente.

-¡que rico! ¿Cómo haces para hacerme venir tanto? –dijo, dándome un golpe en el muslo.

-¿tu? ¿has visto cuanto me vine yo? Eres excelente –dije– verdad, sal a la terraza, tienes que ver lo que hay ahí –dije recordando a nuestros vecinos.

Se levantó rápidamente, se puso un polo muy largo que le llegaba a cubrir ligeramente las nalgas, el cual se le pego a las tetas por la leche que las embarraba, y salió. Miró la terraza, hacia los lados, pero no encontró nada. Volvió a entrar a la habitación, confundida, me hizo una seña, como preguntando qué había pasado.

-No hay nada –me dijo.

-Seguro ya se metieron. Ven, mira con lo que me encontré yo –dije, sacando mi celular y mostrándole la foto.

-Jajaja. ¿se quedaron dormidos así? –dijo riendo.

-Si –respondí, también riendo– imagínate si no nos interrumpían y nos pasaba lo mismo. Jajaja.

-Uy, entonces les agradeceremos más tarde –dijo, mientras nos reíamos los dos.

Nos quedamos en la cama toda la mañana. Descansando, bromeando divertidos. Vimos una película, tomamos unas cervezas hasta que llegó la hora del almuerzo. Nos levantamos, se metió rápidamente a la ducha, para limpiarse el semen que aún tenía en el pecho, mientras yo me vestía en el cuarto. Ella se vistió en el baño, y cuando salió, se veía hermosa. Definitivamente aun no podía creer que estuviera con una chica así. Perfecta. No me pude contener.

-Te amo –dije sin pensar– lo siento, sé que tu plan no era este, para mí tampoco lo era. Pero no lo puedo evitar. Te amo. –repetí, Patricia se quedó un poco pensativa.

-Tienes razón, el plan era solo sexo, pero yo también te amo –dijo para mi sorpresa.

Mi corazón latía a mil. Cuando se me escaparon esas dos palabras, pensé que lo habría arruinado todo, que se molestaría, que me diría que no podíamos enamorarnos, que solo tenía que ser sexo, que por su trabajo no debería enamorarse de mí. Pero su respuesta me llenó de una alegría inmensa. Me acerqué y le di un beso suave, tierno, la tomé de la cara.

-Pero tienes que saber, que igual nadie puede saber de lo nuestro, mi trabajo depende de ello –dijo rompiendo un poco la felicidad del momento.

-Lo sé –dije un poco triste– me encantaría que todo el mundo lo sepa, pero sé que eso no es posible.

-Lo siento –dijo, también triste.

-No lo sientas. Has pronunciado las dos palabras que más ansiaba escucharte decir en un buen tiempo –dije sonriendo y volviendo a besarla.

Salimos de la habitación rumbo al restaurante del hotel, tomados de la mano. Estábamos en “…”, acá nadie nos conocía, acá podíamos amarnos sin escondernos. Eso nos ponía muy felices, éramos libres de hacer lo que queríamos. Almorzamos y fuimos a la playa nuevamente. Nos recostamos en la arena, nos volvimos a poner el bronceador de la misma manera que el día anterior y nos recostamos, tomando unas cervezas. Al estar ahí, vimos pasar a nuestros vecinos. Tratamos de contener la risa, pero no pudimos conseguirlo del todo. Al parecer se dieron cuenta, porque la chica, puso una cara muy molesta y le dio un golpe en el brazo al chico.

Al llegar la noche, fuimos a comer y antes de regresar al hotel, le pedí que se adelante. Que quería comprar una cosa. Ella se fue al hotel y yo me fui al pueblito a buscar todo lo que necesitaba. Felizmente, por más pequeño que era el pueblito, encontré todo lo que necesitaba. Fui al hotel y compré lo que faltaba y me fui a la habitación. Abrí la puerta y me escondí detrás de la puerta, para que no vea lo que había comprado.

-Amor –ya no temía llamarla de esa manera– puedes salir un ratito a la terraza, quiero que sea sorpresa.

-Ay amor, que misterioso estas –dijo riendo– está bien, solo porque te amo.

-Y yo a ti –respondí.

Salió a la terraza, una vez que cerró la puerta, entré, fui al baño y preparé todo. Por más que traté de hacerlo bien rápido, me tomó bastante tener todo listo. Pero una vez que terminé, salí en busca de Patricia. Al salir la encontré sentada en la tumbona, mirando su celular. Le pedí que se vende los ojos con una cinta que había conseguido. La hice entrar con cuidado a la habitación, la llevé lentamente por la habitación hasta el baño. Una vez dentro del baño, le saqué la venda y sorprendida me regaló una sonrisa hermosa.

El piso del baño estaba lleno de pétalos de rosas. El jacuzzi prendido, lleno de agua con burbujas, al costado del jacuzzi había una hielera con un champagne y dos copas. También había un ramo de rosas en un florero y un plato lleno de fresas, las cuales sabía que eran sus preferidas. Se dio vuelta, me miro con ternura a los ojos y me dio un beso suave, hermoso, tierno. Nos desvestimos el uno al otro y nos metimos al jacuzzi.

Continuará.

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