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Con la profesora (parte 3)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Después de ese encuentro en el departamento de Patricia, pasaron muchas cosas, cada dos o tres días, me llevaba a su departamento, teníamos relaciones y al día siguiente me iba. Todo era normal. Siempre salía yo muy temprano y después de unos minutos salía ella. Un día, salimos apurados, así que tuvimos que salir juntos, al salir del edificio, nos dimos con la sorpresa de que ahí al frente estaba su exnovio.

-Así que este es el imbécil con el que te revuelcas –dijo molesto, acercándose a mí. Yo la miré y noté su nerviosismo.

-¿perdón? –respondí– disculpa, pero no se quien serás –mentí– pero yo recién me acabo de mudar hace un mes acá. No sé de qué hablas.

-Oye imbécil, ¿Qué te pasa? –respondió ella, habiendo captado la mentira– es mi vecino, ¿Cómo se te ocurre hacerme pasar vergüenza así? Lárgate mejor, imbécil –se volteó hacia mí y se disculpó– disculpa, que vergüenza, en serio discúlpame –dijo y nos despedimos.

Así pasaron los días, nos veíamos en su casa, sexo y al día siguiente todo volvía a la normalidad. Era un poco difícil para mí, ya que, como dije antes, me había enamorado. Era difícil no enamorarse de una mujer así. Era perfecta.

Un día, Patricia me contó, que en la escuela habían aceptado el pedido que hizo de que algún estudiante la ayudara. Que iba a hacer las entrevistas para ver quiénes eran los que la ayudarían en su trabajo. Obviamente yo me apunté. Nos citó a varios de los que nos habíamos presentado. Primero para explicarnos en qué consistía el trabajo. Estábamos todos juntos, en el aula donde ella trabajaba, que era una especie de almacén grande. Ahí nosotros teníamos que ayudar a los alumnos del primer ciclo a ordenar el almacén y armar los pedidos de cada clase. Además de realizar diversas preparaciones simples.

Después de esa reunión, nos citó en su oficina, por separado a cada uno. Todas las reuniones eran a puerta cerrada. Cuando fue mi turno, llegue y me hizo pasar. Las cortinas estaban cerradas y ella cerró la puerta detrás de mí.

-Gonzalo, ya sabes que tú vas a quedar si o si, así que no te preocupes –dijo cariñosamente.

-La verdad que me encantaría pasar más tiempo contigo –por eso me presenté.

-A mí también –dijo acercándose a mí– ven, hay que hacer que pase el tiempo para que crean que te estoy entrevistando.

Se acercó, me dio un beso y rápidamente me bajo el pantalón. Ella también se bajó el pantalón de su uniforme y la tanga. Se dio la vuelta, se apoyó en su escritorio y levantó el culo hacia mí. Me acerqué sin pensarlo, se la metí despacio, estaba muy mojada, me imagino que la excitación de lo prohibido era inmensa. Comencé a bombearla despacio, para luego ir subiendo la velocidad. Le abrí la chaqueta de chef de un jalón, tenía un polo pegado, sin sostén. Mientras la embestía cada vez más fuerte, le apretaba las tetas por encima del polo. Sus pezones, completamente endurecidos, se marcaban en el polo.

Le di la vuelta, la subí al escritorio, abrí sus piernas y se la metí de golpe. Comenzamos a movernos rápidamente ambos. Mientras yo entraba y salía de su vagina, ella movía su pelvis de arriba hacia abajo. Estaba como loco, la adrenalina de pensar que nos podían encontrar, lo mucho que me encantaba coger con Patricia y lo mojada que estaba, me estaban excitando demasiado, así que no pude aguantar mucho.

-Me voy a venir, ¿dónde me vengo? –le susurre al oído– ya no aguanto.

-Vente dentro, ya empecé a tomar las pastillas. –dijo, para mi sorpresa

Obviamente no tenía que pedírmelo dos veces, sería la primera vez que lo hacíamos en la escuela y la primera vez que me vendría dentro de ella. Aceleré los movimientos y exploté dentro de ella como nunca lo había hecho antes. Era increíble sentir como su vagina se contraía y apretaba mi pene mientras una gran cantidad de leche llenaba todo su interior. Fue increíble. Después de eso, nos cambiamos, ella me dio su tanga, ligeramente húmeda, me la guardé en el bolsillo y salí de su oficina como si nada hubiera pasado. Ese día me paseé por la escuela todo el día con su tanga en el bolsillo.

Al pasar los días, empezó el trabajo, éramos 3 estudiantes que estábamos casi todo el día en el almacén, ayudando a Patricia con todo lo que se necesitaba. Pero como nunca estábamos solos, era difícil poder hacer algo. A veces entrabamos a la cámara refrigerada, donde se almacenaban las verduras y las frutas, para besarnos rápidamente. Pero luego se nos ocurrió un plan. Normalmente cerrábamos el almacén a las 5 pm. Un día se le ocurrió, que podría pedirle a uno de nosotros que se quede para ayudarle a terminar algún trabajo, pero no podía ser muy evidente.

Un día, cuando nos disponíamos a irnos, Patricia se nos acercó y nos preguntó si alguien se podía quedar, nadie dijo nada, así que me dijo para que me quede yo. Acepté, pero cuando mis compañeros se fueron, maldije un poco a Patricia, para que no sospecharan. Mis compañeros se alistaron, fueron a despedirse de Patricia, mientras yo hacía hora limpiando un poco el almacén. Una vez que salieron, cerré con seguro el almacén y fui en busca de Patricia.

La encontré revisando algunas cosas en el almacén que está más alejado de la puerta, donde están almacenados los abarrotes. Estaba con una carpeta, anotando algunas cosas. La abracé por detrás, pegando mi pene a sus nalgas, la rodeé con mis brazos por la cintura y comencé a besarle el cuello. Ella se sobresaltó un poco, pero no se opuso. Le comencé a sobar las tetas por encima de la chaqueta, mientras frotaba suavemente mi pene entre sus nalgas. Mi pene estaba erecto.

-¿Ya se fueron todos? –preguntó.

-Si, se acaban de ir. Y no podía aguantar más –respondí– vine corriendo a buscarte.

-Bueno –dijo, dándose la vuelta, abriendo su chaqueta de un tirón– comencemos de una vez, que desde la tarde que te tengo ganas.

-Igual que yo mi amor –dije sin pensar, no acostumbraba llamarla así– tengo unas ganas de cogerte –continué para disimular.

Esta vez, patricia estaba sin polo debajo de la chaqueta, sin sostén, así que cuando abrió su chaqueta, sus tetas saltaron al aire libre. Nos comenzamos a besar y mis manos fueron directamente a amasar esas increíbles tetas. Ella me desabrocho la chaqueta, yo tampoco tenía nada debajo. Sus manos sobaban mi pecho mientras nuestro beso se volvía cada vez más ardiente. Su mano se dirigió dentro de mi pantalón y mi bóxer y comenzó a masajear suavemente mi pene. Yo hice lo mismo y me encontré que tampoco llevaba calzón. Comencé a frotar su clítoris. Estaba muy mojada. Los dos estábamos muy excitados con la situación.

Luego le baje completamente el pantalón, ella hizo lo mismo con el mío. Se agachó y comenzó a chupármela de una manera increíble. Yo me estiraba por encima de ella, para poder masajear sus nalgas, las abría y trataba de sobar su vagina. La mamada que me estaba dando era increíble. Su vagina se sentía muy mojada. Así que la levanté, la apoyé contra uno de los estantes y desde atrás se la metí sin compasión. Se la metía con fuerza, ella trataba de no gritar, pero de rato en rato se le escapaban unos fuertes gemidos. El estante temblaba con cada embestida. En medio de la excitación, Patricia se dio cuenta de que podríamos dejar un desorden muy grande si seguíamos así.

Me llevó hacia un extremo del almacén, donde estaban unos sacos grandes de arroz, apilados uno encima del otro. Se sentó y abrió las piernas. Una vez más se la metí fuerte, me movía rápidamente, estaba muy excitado. Le besaba las tetas como loco. Me movía fuertemente, sentía su vagina mojadísima. Le agarré las nalgas y se las apretaba, mientras me movía cada vez más rápido. Comencé a besarla en la boca, nuestras lenguas se peleaban dentro de nuestras bocas. Le daba cada vez más rápido. Ella sintiendo que se acercaba mi orgasmo, me pido que parara. Me dijo que me siente encima de los costales y se sentó encima mío, dándome la espalda.

Sus movimientos eran deliciosos, movía su culo en todas las direcciones, arriba, abajo, atrás, adelante, a los costados, en círculos. Tenía una excelente técnica para cabalgar. Yo la agarraba de las nalgas y ayudaba con sus movimientos. No duré mucho, era una delicia.

-¡Me voy a venir! Me encanta como te mueves –dije agitadamente.

-¡lléname de leche por favor! ¡yo también me voy a venir de nuevo! –dijo casi gritando.

A los pocos segundos, nos fundimos en un delicioso orgasmo simultaneo. Todo su cuerpo temblaba, mi pene aun dentro de ella, seguía botando semen dentro, gracias a los temblores de todo su cuerpo. Fue una corrida deliciosa de ambos. Cuando se levantó y mi pene salió de su vagina, sentí como chorreaban nuestras corridas de su vagina, cayendo sobre mis muslos y los sacos de arroz, se dio la vuelta, se recostó encima mío y me dio un beso muy ardiente en los labios.

-¡Que rico! Me hiciste correrme delicioso bebé –me susurró al oído.

-Yo también, te mueves increíble mi amor –se me escapó otra vez.

Creo que el decirle así la hizo sentirse incomoda, porque me dio un beso suave en los labios y se levantó. Nos cambiamos. Ordenamos y limpiamos el desorden que habíamos hecho. Nos despedimos y salí primero yo. Salí de la escuela y me fui caminando hasta un parque un poco alejado, donde habíamos quedado de encontrarnos para ir a su departamento.

Unos minutos después, llegó ella, tomamos un taxi rápido y fuimos a su departamento. Subimos rápidamente, entramos y fuimos directo a la ducha. Nos desnudamos, entramos y apenas el agua caliente comenzó a recorrer nuestros cuerpos, nos besamos apasionadamente. Nos sobábamos todo el cuerpo. Me agaché y me dirigí a su vagina, estaba húmeda. Le comencé a lamer toda la vagina, ella gemía, esta vez ya no contenía sus gritos. Lo que habíamos hecho antes en la escuela nos tenía muy excitados.

Después de unos minutos de saborear su deliciosa vagina, me levanté, levanté una de sus piernas y la penetré rápidamente. Ella se abrazaba a mi cuello y me besaba con locura, lanzando gemidos fuertes dentro de mi boca. Me froté la mano con mucho jabón y empecé a sobar sus nalgas, pasando por su ano. Metí un dedo. Ella no se quejó. Seguía penetradora fuertemente, mientras ya dos dedos entraban en su ano. Hasta ese momento, nunca había podido darle por el culo. Con el nivel de excitación que teníamos, pensé que sería mi única oportunidad. Así que me dejé llevar.

Le di la vuelta, hice que se arrodillara. Patricia sabiendo lo que se venía, levantó el culo y abrió sus nalgas. La vista era increíble. Acerqué la punta de mi pene a su ano, ligeramente dilatado, y comencé a apretar suavemente. Entró la cabeza, pero mientras trataba de empujar, no podía meter más que la cabeza. Se la saqué, me agaché y comencé a lamerle el ano mientras dos dedos se metían rápidamente en su vagina. Ensalivé bastante la entrada de su ano. Ella al sentir mis dedos en su vagina y mi lengua en su ano, se corrió fuertemente.

Saqué los dedos empapados de su vagina y los metí en su ano, me dediqué un buen rato a estimular y dilatar su ano. Llegué a meter tres dedos dentro. Ahora si su ano estaba completamente abierto.

-¡Métemela por favor! ¡La quiero toda dentro! ¡quiero que me rompas el culo! –su nivel de excitación estaba al máximo.

Me levanté, la cabeza de mi pene entró fácilmente esta vez, comencé a empujar suavemente y esta vez, entro con más facilidad. Ella dio un grito. Deje mi pene dentro de su ano, sin moverlo. Unos segundos después, decidí moverme suavemente. Cuando sentí que sus gritos de dolor, se convertían en gritos de placer, comencé a moverme más fuerte. Mis manos amasaban sus nalgas mientras las amasaba, las suyas se metían en su vagina y se movían muy rápidamente. Sentí que se corrió una vez más.

Mis movimientos se aceleraron, le estaba dando cada vez más duro. Ella seguía gimiendo y tocándose la vagina. Cuando sentí que se estaba corriendo una vez más, ya no pude aguantar y sin preguntarle, me corrí dentro de su culo. Descargué muchísima leche dentro, cuando saqué mi pene, de su ano se escurría mi leche.

Me levanté, la ayudé a levantarse y nos dimos un beso hermoso. Nos terminamos de bañar, enjaboné todo su cuerpo, mientras la besaba. Ella hizo lo mismo conmigo. Cuando terminamos, salimos y nos acostamos en la cama.

-Nunca me habían cogido por atrás. Eres el primero –me dijo.

-Me encantó desvirgarte el culito –dije.

-Creo que por eso mi ex se fue con esa zorra –dijo un poco triste– nunca me atreví a hacerlo así con él.

-Gracias por haberme dado tan lindo regalo –dije.

Después de eso nos dormimos abrazados.

Fin

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