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La decisión de Sara, cuernos para todos
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Me llamo Sara y soy una mujer de 44 años, estatura mediana, melena larga y morena a juego con una cara dulce y angelical que acompaña a un cuerpo con unas curvas de infarto.

Tengo los pechos enormes pero muy bien puestos y unas caderas muy marcadas que terminan en una estrecha cintura que acentúan aún más las curvas de un cuerpo que es absoluta locura y obsesión para cualquier hombre.

A pesar de esto, soy una mujer muy clásica, estoy casada con el que fue mi novio desde los 18 años, Juan, el único hombre con el que he estado y al que quiero como el primer día.

Trabajo en una empresa con otras 50 compañeras y apenas 4 compañeros. En nuestro trabajo somos un equipo, estamos demasiadas horas juntas compartiendo un espacio reducido, lo que nos lleva a entablar relaciones de amistad muy fuertes y bromear de manera natural sobre cualquier tema, sobre todo sexual.

De todos ellos, desde hace muchos años tengo una fuere amistad con Silvia, una chica de cara preciosa, bajita pero muy bien proporcionada. Somos de esas amigas que daríamos la vida una por la otra.

El tercero en discordia es Álvaro, un compañero unos 10 años más joven que nosotras, muy atractivo y triunfador con las chicas.

Durante años nos contaba con pelos y señales las relaciones que tenía con mujeres de todas las edades a la par que flirteaba con nosotras, especialmente conmigo por el morbo que le daba que estuviera casada y porque, textualmente, mis tetas y mi culo lo volvían loco.

Como él decía, parecía Bámbola con mis contoneos cuando andaba de un lado para otro.

“No sabes las ganas que tengo de follarte, Sara, no se puede estar más buena. A ver si un día te decides o, por lo menos, me enseñas las tetazas, son una locura”

-¿Quieres que te haga un hombre, no? Habrás estado con muchas, pero no como yo, no me duras ni un asalto. Contestaba yo entre risas de mis compañeras que me seguían el rollo sumándose a la fiesta.

Tanto que, al menos 5 de ellas, ya habían mantenido relaciones con Álvaro y todas hablaban maravillas, sobre todo del enorme tamaño de su pene. He de admitir que hablaban tanto de ello que llegué a sentir curiosidad.

Yo era su musa, su mayor deseo, pero no le correspondía, algo que enfadaba como ninguna otra cosa a mi marido.

Y es que es esto lo que ha marcado mis más de 25 años de casada con Juan. Sexualmente lo he aprendido todo de él, disfruto las relaciones con mi marido, pero tengo poca iniciativa y tengo más que suficiente con él.

Juan es justo lo contrario, desde los primero meses de relación fantaseaba con que yo estuviera con otro hombre, quería saber qué sentiría yo con otro hombre, ser un cornudo.

Yo no entendía nada, pero le seguía el rollo mientras estábamos manteniendo relaciones, aunque le pedía que dejara el tema una vez acabábamos.

Con los años, ese deseo fue en aumento y se las ingeniaba para buscar candidatos y, como no, en cuanto le conté las cosas que me decía Álvaro en el trabajo lo tomó como el candidato perfecto.

Durante años follábamos fantaseando como si fuera él quién estaba conmigo, me hacía que lo llamara por su nombre.

Me vestía muy provocativa en las cenas de empresa y esperaba a que llegara de madrugada para que le contara lo que había sucedido. Yo me inventaba cualquier historia para que disfrutara el momento e inmediatamente pasaba del tema. Me hacía colgar fotos en biquini en mis estados de WhatsApp eligiendo a Álvaro como el único contacto que podía verlas.

A mí me daba realmente igual, ya que me había visto infinidad de veces en sujetador en los vestuarios cuando se quedaban las cortinas abiertas. Algo que volvía loco tanto a Álvaro (que se mataba a pajas dedicadas como me confesaba) como a mí marido, que se excitaba tanto cuando se lo contaba que tenía que correrse 2 o 3 veces seguidas.

Según Juan fueron los mejores años sexuales de nuestra relación.

Todo esto cambió el día en el que Silvia y Álvaro comenzaron a salir y se convirtieron en una pareja estable hasta llegar a casarse a los 2 años.

Cambió tanto en casa como en el trabajo. Nuestras relaciones se enfriaron tanto que he de admitir que estábamos muy cerca del divorcio pese a seguir queriéndonos.

Más aún cuando hace 6 meses Silvia se quedó embarazada y yo era su principal apoyo en un embarazo complicado. Pasaba mucho tiempo con ella mientras mi matrimonio atravesaba una crisis pese a mis intentos por mantener a Juan a mi lado.

Pues bien, hace una semana, Silvia me llamó llorando solicitando que fuera a su casa urgentemente. Yo dejé colgado a Juan que había comprado un nuevo juguetito sexual para tratar de mejorar las cosas, pero no podía dejar tirada a Silvia.

Al llegar a casa, estaba muy nerviosa, lloraba y no paraba de culparse diciendo: “me va a dejar, es culpa mía, no puedo hacer nada, pero me va a dejar”

Yo trataba de tranquilizarla y que me explicara lo que pasaba.

Entre sollozos comenzó a decir que, del embarazo, las hormonas habían hecho que tuviera asco del más mínimo olor de su marido. Que era inevitable, había intentado tocar a Álvaro, pero automáticamente le daban arcadas.

Álvaro, cansado de la situación le había dado un ultimátum. Si no podía hacer nada con él sería mejor dejarlo.

No sabía que decir, solo traté de consolarla y dije la típica frase que se dice cuando una amiga necesita ayuda.

-Lo siento Silvia, de verdad, si hay algo que yo pueda hacer sabes que puedes contar conmigo.

-Gracias Sara, ¿harías eso por mí?

-Claro, cuenta conmigo, ¿qué necesitas? Pregunté inocentemente.

-Sara, necesito que mantengas a Álvaro a mi lado, ya sabes…

-Claro, no te preocupes, ¿quieres que hable con él?

-No servirá Sara, necesito que lo mantengas a mi lado, le he prometido que esta tarde iba a hacerle una paja, pero no puedo, solo pensarlo me muero del asco.

-¡Estás loca! ¿Sabes lo que me acabas de pedir? Las hormonas si que te están afectando. Qué barbaridad, para Silvia.

-Por favor Sara, acabas de decir que cuente contigo.

-¡No me jodas Silvia! Quién iba a imaginar que me pedirías que le hiciera una paja a tu marido, pero ¿sabes lo que me pides? Lo siento, no.

-Sara, por favor, es la única solución, sé que parece una locura, pero seguro que funciona.

-Claro que es una auténtica locura. Me pides que te sea infiel a ti, que sea infiel a mi marido… ¿y cómo voy a mirar a Álvaro a la cara después de esto? ¿Cómo me va a mirar él a mí? Cómo…

-Para, Sara, respira. A mí me eres más que fiel haciendo lo que te pido como amiga. Tu marido no se va a enterar y Álvaro tampoco. Le he dicho que le iba a vendar los ojos y atar las manos con las esposas que tantas veces hemos usado en otras ocasiones, cuando me ponía como una…

-Para, no me des más detalles.

-Bueno, que él no puede tocar ni ver nada, ni siquiera hablar, le he dicho que si abre la boca paro y me voy. ¡Te lo ruego Sara, tú sabes que yo lo haría por ti!

-Hija de… la frasecita final de yo lo haría por ti, coaccionar se te da genial. Estás loca tía.

Nos miramos unos segundos en silencio esperando ambas una respuesta.

-No sé lo que saldrá de esto, pero… venga, hagámoslo y olvidemos esto como si nunca hubiera ocurrido, ¿de acuerdo?

-Gracias Sara, muchas gracias, eres una reina.

-Pues me siento una auténtica guarra.

-Anda, vamos antes de que se duerma que lleva mucho rato atado.

-Vale, pero yo te pongo una condición, no quiero ver nada, baja las persianas y pon la habitación a oscuras.

-Claro, deja que entre y prepare todo.

Ambas fuimos hasta la puerta de su habitación de matrimonio. Yo iba como en una nube, no era consciente de lo que realmente tenía que hacer, no tenía ninguna atracción ni pensamiento sexual, solo veía que iba a cometer una locura y una deslealtad hacia mi marido.

Pasados unos segundos Silvia se apresuró a salir del cuarto dando arcadas.

-Joder tía imposible, no puedo ni respirar. Vamos allá guapa, dejo la puerta abierta para que veas algo.

-¡Nooo!, no.es necesario, solo necesito saber donde está la cama y ya veré cómo hago lo demás.

-Lo que tú digas, déjame en buen lugar Bámbola.

-Silvia, ¿qué dices?

-Ja, ja, solo trato de relajar el ambiente, déjame en buen lugar, sácale hasta la última gota…

-Para o me voy ahora mismo.

-Vale, vale, es que no sabes cómo se pondría Álvaro si supiera que la paja se la está haciendo Bámbola, es…

-Te he dicho que pares y sueltas eso, venga acabemos con esto rápido.

-A ver, tú conoces las fantasías de tu marido y yo las del mío. Y no creo que sea rapidito, este se tira casi media hora hasta llegar. Por cierto, a oscuras ve palpando hasta que llegues al pollón. Vas a notar que bestialidad gasta ese cab…

-Joder Silvia, estás sembrada, tú si que sabes tranquilizar.

Y lo último que necesito es que me recuerdes a mi marido. Vamos, abre la puerta y terminemos.

Silvia abrió lentamente la puerta y la habitación se fue iluminando de manera tan tenue que apenas alcancé a localizar la orientación de la cama y lo que parecía ser una figura humana con los brazos abiertos. Suficiente para orientarme a oscuras.

Pasé, cerré inmediatamente la puerta, respiré tan hondo que pude notar rápidamente el olor a la colonia que siempre llevaba Álvaro y que me ponía tan cachonda que tuve que comprársela a mi marido hace años.

Pero no estaba para calentones, solo quería terminar lo antes posible.

Avancé despacito hasta notar el borde de la cama con las piernas, alargué una mano para tocar la cama y enseguida noté una de las piernas desnudas de Álvaro, lo cual me puso aún más nerviosa.

No veía absolutamente nada, no sé si había sido buena idea estar a oscuras pero era la única forma de no pasar vergüenza y asegurarme no ser descubierta. Respiré hondo, me senté junto a la pierna de Álvaro y con cierta indecisión alargué mi mano haciendo un círculo esperando alcanzar su pene.

De manera casual, rocé levemente su glande lo que hizo soltar un fuerte gemido a Álvaro que me hizo quedar petrificada. Como pude traté de volver lentamente atrás, localicé su miembro y… joder, ¡vaya bestialidad! Mi mano se notaba ridícula, sin duda tenía la fama bien ganada.

-Vamos cariño, no puedo aguantar, llevas mucho sin hacer esto. Haz que me corra.

-Instintivamente alargué mi otra mano hasta donde habían salido esas palabras y coloqué mis dedos en sus labios pidiendo silencio a la par que soltaba la polla de la otra mano.

-Vale, vale , ya no abro más la boca.

Volví a sujetar con firmeza su tremenda polla y comencé a mover mi mano tal y como acostumbraba a hacerlo con mi marido, pero los movimientos de subir y bajar tenían mucho más recorrido.

-Ahhh, qué bueno, mejor que nunca cariño, lo haces mejor que nunca.

Lejos de molestarme las palabras de Álvaro me dieron seguridad y comencé a aumentar el ritmo.

Álvaro se retorcía del gusto haciendo sonar las esposas una y otra vez contra los barrotes de la cama.

Instintivamente, al notar la sequedad, llevé mi mano a la boca para coger saliva y lubricar el pene antes de continuar masturbando a Álvaro.

No sé si fue el olor de la colonia mezclado con cierto aroma a hombre o el sabor a miembro viril que se quedó en mi boca al chupar mis dedos, o notar el enorme tamaño de lo que tenía entre manos, por primera vez comencé a sentir un tremendo subidón. Tanto que comencé a aumentar el ritmo de mi mano justo cuando acomodaba el cuerpo acercándome a la cintura de Álvaro quedando inclinada hacia adelante cuando…

-Vamos cariño, sé que no me dejabas hablar, pero es que, joder, me la estás haciendo como nunca, parece otra mano, déjame que juegue como siempre, llevo mucho sin jugar, no te importa ¿verdad?

Yo no sabía qué hacer o decir, no sabía a qué se refería, pero mi silencio pareció darle permiso para proseguir.

-Gracias cariño, sabes quien me gusta pensar que me está haciendo la paja, lo sabes como yo, eh. Vamos, venga sigue, no sabía que hacías las pajas tan ricas Bámbola, vamos Sarita hazme correr…

Me quedé tan petrificada que paré en el acto.

-No, cariño, lo siento, no pares, no volverá a pasar, lo siento, es la costumbre, sabes que me encanta, pero lo dejo por hoy.

¿Cómo que la costumbre? ¿Qué te gusta qué? Pensé mientras retomaba el movimiento de mi mano lentamente.

Joder, ahora todo encajaba. Tanto las palabras de Silvia como las de Álvaro. Me usaban a mí en sus relaciones como fantasía, ¡qué cerdos! La de veces que me había sentido culpable cuando mi marido usaba a Álvaro en sus fantasías, siempre me había sentido fatal por Silvia y ahora… hay que ser guarros.

Sí, muy guarros, pero yo empezaba a estar tan cachonda que hice un movimiento inclinándome hacia adelante para poder llevar mi mano a la vulva y me disponía a acariciarme el clítoris cuando…

-¡Ah, ahhh!

Un chorro de leche caliente cruzó mi cara de abajo a arriba alcanzando a entrar levemente en mis labios entreabiertos y completamente en uno de mis ojos haciendo que lo cerrara de inmediato completamente empapado.

Sin tiempo para reaccionar, un segundo chorro volvió a alcanzar mi cara a la altura de la barbilla.

De forma instintiva desplacé el pene de Álvaro de forma que los siguientes salpicones de su semen alcanzaron mis pechos dejando empapados tanto mi escote como el top que llevaba. Mientras, notaba como los hilos espesos me colgaban por la barbilla y parte del ojo. Vaya cara me había dejado ese cabrón.

Estaba tan impactada que los nervios se apoderaron de mí pensando qué diría mi amiga si me veía salir así.

Mientras Álvaro no paraba de dar las gracias diciendo que era la paja más increíble que le había hecho yo recogía los restos de su corrida de todas las partes donde notaba o intuía que había recibido. Una vez sentía la mano completamente llena la llevaba a mi boca y trataba como si no hubiera un mañana esperando no dejar ninguna evidencia.

Pasados unos segundos me levanté y me apresuré a abrir la puerta.

-¿Qué necesitas? Preguntó sorprendida Silvia.

-Nada, ya está hecho, quiero irme a casa, quiero olvidar esto.

-¿Yaaa?, pero si has estado 5 minutos?

-Soy muy buena tía, que quieres que te diga, me voy a casa que me espera Juan y no sé cómo voy a llevar esto, cómo voy a ocultar esto, joder, qué locura.

-Gracias cariño, te debo una enorme.

-Nada cariño, cuídate.

Salí disparada, con un sentimiento de culpabilidad que me iba a ser imposible disimular.

Llegué a casa y fui directa al baño, pero al pasar por mi habitación escuché a Juan decir.

-¿Ya estás aquí cariño? ¿Ven, me debes algo?

-Espera que me duche Juan, vengo con olor…

-Nooo, sé de donde vienes, por los viejos tiempos, si has estado en su casa, en su sofá, traerás algo de olor a…

-¿Pero qué dices?

-Vamos, no seas así conmigo, llevamos mucho tiempo, me merezco algo más. ¿No hay nada que contar? Ven, tócame mientras te inventas algo.

Me acerqué lentamente a la cama hasta agarrar con firmeza y decisión el pene de Juan sin poder evitar una comparación para mí misma. Parecía de juguete lo que tantos años había venerado.

-¿Qué quieres que te cuente?

-Joder, sabes que me hubiera encantado que te hubieras follado a Álvaro y que te hubiera corrido encima para que vinieras a casa empapada, pero sé que estaba Silvia allí y no ha pasado nada. ¿No puedes contarme cualquier mínima cosa que hayas notado y que me ponga cachondo?

-Juan, me asustas, dices convencido lo de los cuernos, tan convencido que parece real, pareces no ser consciente de lo que eso puede causar a nuestra relación.

-¿En serio? Tantos años y sigues sin verlo. Claro que lo digo en serio y tengo claro que reforzaría nuestra relación, que ahora mismo no está en nuestro mejor momento.

-Cariño, si lo dices de verdad, por ti haría lo que sea, lo tengo más claro que nunca.

En ese preciso instante volvió a sonar una llamada de Silvia.

-Venga, cógelo, a ver que quiere, algo no has hecho bien y tendrás que hacerlo de nuevo, vete si tienes que irte.

Cogí el teléfono y apenas podía entender las palabras entrecortadas de una eufórica Silvia.

“Tía, perra, no sé cómo lo has hecho, pero lo has conseguido. Álvaro está babeando por mí”.

-No sabes cuánto me alegro de que estéis contentos, ha sido un placer.

-Pues eso, Sara, lo has hecho tan bien que vas a tener que seguir, necesito que lo repitas para mantenernos unidos, por favor, vuelve a venir mañana.

Escuchar las palabras de Silvia mientras agarraba la polla medio flácida de Juan mientras lo miraba a los ojos con cara de rogar unos cuernos ya no me parecían una barbaridad sino más bien una necesidad, una solución.

-Mañana estaré allí sin falta, voy a ver qué excusa invento para que Juan no sospeche nada.

Contesté lo más alto posible mientras miraba fijamente a un confundido e incrédulo Juan a la vez que conectaba el manos libres para que se escuchara la respuesta de Silvia que esperaba iba a ser salvaje.

-Me encanta que seas así de zorra Sarita, algún día me dirás cómo haces las pajas para que se haya corrido Álvaro en 5 minutos, y eso que no sabía que eras tú ni ha tocado tus tetas. Vaya putona bonita estas hecha. No faltes mañana a tu trabajito con Álvaro. Ya me contarás también qué has hecho con la corrida, no he visto ni una gota. Te quiero preciosa.

Joder, salvaje me quedo corta, no sé si poner el manos libres había sido buena idea jugármela con el manos libres. Tenía mucho que explicar y solo esperaba un mínimo gesto de aprobación de Juan que no era capaz de articular palabra.

Unos segundos de pausa y decidí tomar la iniciativa por la tremenda.

-Te has quedado mudo, para ser un aspirante a cornudo te has quedado paralizado y me haces dudar. Quiero señales claras de lo que realmente deseas. Ya puedes notar unas puntitas saliendo, quiero saber si realmente quieres que te crezcan unos buenos cuernos, ¡dime cariño!

Acto seguido me saqué mis enormes tetas aún brillantes y con chorreones de lo que claramente podía intuirse por su color, espesor y fuerte olor como semen recién derramado, 20 minutos para ser exacta.

-No digas nada, si quieres escuchar lo que ha pasado y lo que está por pasar mañana quiero que metas tu cara en mis tetas y me limpies lo que te traigo de la leche de Álvaro que yo no he podido tragar más. De ti depende que mañana…

No me dejó acabar, mi marido se abalanzó a lamer como un desesperado mis melones a la par que yo sonreía con sensación de control absoluto y deseando dar el siguiente paso. Solo pensaba en que mañana habría una Sarita distinta, deseaba ver el pollón de Álvaro y disfrutarlo.

Mientras mi marido no paraba de limpiar con su lengua los restos de la tremenda corrida de Álvaro, con la cara absolutamente impregnada con semen, introduje su pollita en mi vagina y comencé a cabalgar mientras le contaba lo sucedido con total exactitud hasta hacerlo correrse 3 veces seguidas.

Ni siquiera me esforcé en correrme, no quería perder fuerzas para el día siguiente.

Ahora sabía lo que él quería, lo que necesitaba Silvia y, por fin, lo que Álvaro soñaba y yo estaba más que dispuesta a darle. Lo que sucedió el día siguiente lo contaré en el próximo capítulo más salvaje aún.

Una Sara desconocida para mí misma.

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Comentarios

5 COMENTARIOS

  1. La verdad, muy erótico y muy bien redactado pude visualizar las situaciones en mí mente bastante fácil causando un ambiente bastante erótico todo el relato, me metí tanto en el relato que en el final pude imaginar facilmente el cuerpo de Sara con rastros de Álvaro aún en su cuerpo.

  2. Ufff sarita hermosa eres toda una bombón tentación mi reina q suerte d tu esposo d tener a una bombón tentación como tu y tener unos atributos muy buenas y tentadoras suerte d silvia y su esposo d verte gozar… sabes me gustaría conocerte y entablar una amistad sin molestarte claro

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