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Con la profesora (parte 1)
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Cuando tenía unos 25 años, después de varios intentos fallidos en encontrar una carrera y de estudiar en diferentes universidades, me decidí a estudiar cocina. Tuve la suerte de poder estudiar en la mejor escuela del país. En esta escuela había muchos profesores extranjeros. Pero había una profesora que llamó mucho mi atención, y la de todos los hombres de la escuela.

Patricia era venezolana. Era realmente hermosa. Una carita angelical, con unos rasgos finos, unos labios finos pero seductores y cabello corto de color castaño claro. Debido a la vestimenta que utilizaba en la escuela, no se podía apreciar mucho su cuerpo, pero, a pesar de eso, parecía tener un buen cuerpo.

Llevé tan solo una clase con ella. Era muy amigable, siempre nos trataba como amigos más que como sus estudiantes. Imagino que, debido a su juventud, no debería pasar de los 30 años, trataba de llevarse bien con los estudiantes. Si bien nunca llegamos a ser amigos, como si lo fue con algunos compañeros, nos llevábamos muy bien y solíamos bromear de vez en cuando en las clases. Yo me esmeraba en hacerla reír, ya que me encantaba su sonrisa.

Una vez que terminó el ciclo y dejo de ser mi profesora, dejamos de vernos tan seguido, pero siempre nos saludábamos cuando nos cruzábamos por los pasillos de la escuela. Lamentablemente solo la veía en la escuela. Hasta que un día, salí de fiesta con unos amigos, fuimos a una discoteca a tomar unos tragos y a ver si conocíamos alguna chica. Y ahí fue cuando la vi. Se veía hermosa como siempre, pero esta vez, ya no llevaba el uniforme de la escuela. Llevaba un pantalón de tela, pegado en la parte de arriba y ligeramente más ancho en la parte de abajo. Este dejaba ver un culo hermoso, de tamaño mediano, pero se notaba bien formado.

En la parte de arriba llevaba un top muy pegado, con un escote que dejaba ver el interior de sus senos. Estos también se veían medianos, pero bien formados. Estaba espectacular. Se notaba que ya había tomado bastante, si bien no estaba ebria, se notaba que los efectos del alcohol la tenían relajada. Decidí acercarme.

-Profe, ¿Cómo está? –le dije acercándome bastante para que pudiera oírme.

-Hola Gonzalo, ¿Qué haces por acá? –me preguntó saludándome con un beso en la mejilla.

-Nada, distrayéndome un poco, después de una semana difícil en la escuela –respondí– y ¿usted?

-También, distrayéndome, aunque mi semana difícil fue en casa –dijo riéndose nerviosamente.

-¿Qué paso? ¿todo bien? –pregunté.

-Más o menos, mi novio que es un imbécil –dijo– bueno, exnovio –se corrigió.

-¿en serio? No puedo creer que alguien pueda tratar mal a una chica como tú –me atreví a tutearla.

Me comenzó a contar un poco que su novio la había engañado y que lo había botado de su departamento, que ahora estaba un poco mal y cosas por el estilo. Yo trataba de consolarla, le decía que no podía creer que alguien pudiera engañar a una chica tan guapa como ella. Me sonrió y me abrazó. Luego me dijo para ir a bailar.

-Vamos a bailar, necesito que se me baje un poco el trago –me pidió.

-Claro, vamos –dije sin pensarlo dos veces.

Fuimos a la pista de baile y nos pusimos a bailar. Bailamos largo rato. Bailaba muy bien, yo hacía lo que podía, pero a ella no le importaba mi falta de coordinación. Luego de eso, nos fuimos a una mesa bastante alejada de la música, para poder conversar. Me pedí una cerveza, ella prefirió tomar un poco de agua para descansar del alcohol. Nos sentamos, y otra vez siguió quejándose de su novio.

-Maldito idiota, aun no puedo creer que se haya metido con esa zorra –dijo molesta.

-¿Cuál zorra? ¿la conoces? –pregunté.

-Si, trabajábamos juntos en un restaurante. Cuando empezamos a salir, ella también quería con el –comenzó a contarme– cuando me ofrecieron el trabajo en la escuela, me fui, pero él se quedó allá. Sabía que ella se le insinuaba, pero él me aseguraba que no pasaba nada, y yo le creía.

-Es normal, a mí tampoco se me ocurriría que alguien podría engañarte –dije, poniendo una mano sobre la suya– si eres hermosa –atreví a decir.

-¿en serio? ¿Te parezco bonita? –preguntó sonrojándose ligeramente.

-Bonita, no. ¡hermosa! –dije envalentonado.

-¡qué lindo eres! –respondió– realmente me ayuda mucho escuchar cosas así ahorita.

-Es la verdad. Si tuviera una chica como tú a mi lado, no la dejaría jamás.

Sonrió, se levantó y me llevó otra vez a la pista de baile. Me jalaba fuerte del brazo. Llegamos, nos pusimos a bailar. Esta vez se pegaba un poco más a mí. En un momento, debido a la cantidad de gente que bailaba, me empujaron y me pegué a ella, quedando mi cara a escasos centímetros de la suya. La abracé, para no caernos. Nos quedamos unos segundos mirándonos a los ojos. Comencé a acercarme, mis labios se acercaron a los suyos. Le di un corto beso, con los labios cerrados, pero ella se separó de mí, me tomó del brazo y me llevó de nuevo a la mesa donde estábamos sentados antes.

-Disculpa, no debió pasar eso, eres mi alumno –dijo nerviosamente– si alguien se entera, me pueden despedir.

-Lo siento, no quisiera que pase eso. Pero no me pude contener –dije, ya sin miedo a nada– desde que te vi la primera vez, en la escuela, me gustaste. Y ahora que hemos conversado más, me he dado cuenta que me gustas más aún.

-A mi también me ha gustado conversar contigo –dijo– y también me pareces muy guapo –siguió tímidamente– pero…

-Nadie se va a enterar –la interrumpí, me levanté, la tomé de las manos y la ayudé a pararse frente a mí– en lo único que pienso ahora es en volver a sentir tus labios. En besarte –dije mientras me acercaba lentamente a sus labios.

Esta vez no se alejó, le di un beso tierno, con los labios cerrados primero. Pensé que debía ir con calma. Nos separamos, nos quedamos mirando a los ojos. Pude ver en sus ojos que ella también lo deseaba, así que me aventé a su boca y al besé, esta vez abrimos nuestras bocas, jugamos con nuestras lenguas. Mis manos se posaron en su cintura. Luego las subí y la tomé del rostro. Fue un beso ardiente pero cariñoso. Cuando nos separamos. Sonrió. Me abrazó y me dijo para ir a bailar de nuevo.

Esta vez, bailábamos pegados, de rato en rato, nos enredábamos en un beso apasionado. Moría de ganas de pasar mis manos por todo su cuerpo. Quería disfrutar de sus tetas y su culo. Pero me contuve. Patricia no era una chica cualquiera a la que me quería ligar en la discoteca. Era una diosa, a la que no podía tratar de igual manera que a las demás. Los besos y los bailes continuaron. Hasta que, cada vez, los bailes fueron mínimos, y tan solo nos besábamos. Salimos del medio de la pista de baile y nos fuimos a un rincón, alejado de la multitud. Ahí nos comenzamos a besar muy ardientemente. Pero sin propasarme con los toqueteos.

-Me tengo que ir –me dijo– ¿me llevas a mi casa?

-Claro, vamos –le dije, y salimos tomados de la mano.

Pedí un taxi, nos subimos. Ella dio la dirección y el taxi avanzó. Para mi buena suerte, vivía algo cerca de mi casa, así que pensé que podría irme caminando, ya que ya no tenía mucho dinero. En el camino conversábamos de cosas de la escuela. Quería seguir besándola, pero una vez más decidí no hacerlo. Al llegar a su edificio, pagué, nos bajamos y la acompañé a la puerta del edificio. Se dio la vuelta, la tomé de las manos y le di un beso suave, cariñoso.

-Me divertí mucho –me dijo, cariñosamente– eres un caballero.

-Una reina como tú no se merece menos –respondí– eres una chica espectacular.

-Gracias –me dijo, me dio un beso en los labios, corto pero delicioso, y se dio la vuelta para entrar. Cuando estaba por irme, escuche que me decía– ¿no quieres entrar un rato?

-Me encantaría –dije volteando.

Mi corazón latía a mil. Entré detrás de ella, subimos al ascensor y una vez dentro, se acercó y me dio un beso muy caliente. Se pegó a mí y sentí sus senos en mi pecho. La tomé de la cintura y continuamos besándonos durante todo el viaje en el ascensor. Al llegar, se separó de mí, me tomó de la mano y me llevó por el pasillo. Podía ver ese hermoso culo delante mío. Realmente tenía un cuerpo hermoso.

Llegamos a la puerta, la abrió y me hizo a entrar a un departamento pequeño pero muy bonito. Al entrar, cerró la puerta detrás de mí y se abalanzo a mí, me abrazó del cuello y me comenzó a besar desesperadamente. Esta vez ya no me pude contener. Mis manos fueron directamente a sus nalgas. La delgada tela de su pantalón me dejaba disfrutar de su culo. Se sentía duro, delicioso.

Después de un largo beso, me llevó directo a la habitación. Tenía una cama amplia. Me empujo hasta que caí sentado en ella. Ella se quedó parada frente a mí y se quitó el top rápidamente. No llevaba sostén. Por fin pude ver sus tetas y eran perfectas. De un tamaño mediano, con unos pezones grandes y rosaditos. Me quité el polo rápidamente. Se dio la vuelta y comenzó a quitarse el pantalón. Al agacharse, pude ver su hermoso trasero y la entrada de su vagina, que por detrás se veía depilado. Al quitarse por completo el pantalón, se dio la vuelta y pude ver uno pequeño triangulo de vello cuidadosamente depilado.

-¡Wow! Eres perfecta –dije asombrado.

-Gracias –respondió sonriendo– siempre dices las cosas correctas.

-Es la verdad, nunca he visto una chica tan hermosa como tú.

Se acercó, me dio otro beso caliente, ardiente. Realmente le gustaba que le diga esas cosas. Luego me dijo que le había sentir deseada después de mucho tiempo. Al estar tan cerca, besándome, mis manos fueron a sus tetas, se sentían espectacular, eran naturales, pero bien puestas. Luego bajé las manos, una apretaba sus nalgas, que desnudas se sentían aún mejor, y la otra comenzó a sobarle suavemente la vagina.

Ella bajó las manos y desabrochó mi pantalón, para meterse dentro y frotar mi pene ya erecto. su vagina comenzó a mojarse. El beso se volvía cada vez más intenso. Su vagina, cada vez más húmeda, se sentía caliente. Dejó de besarme, se arrodilló frente a mí y jaló de mi pantalón. Mi pene saltó, completamente erecto.

-¡Wow! Que grande la tienes –dijo con los ojos abiertos– la vamos a pasar muy bien esta noche, mi amor –dijo con una cara de puta increíble. Mientras yo me llevaba la mano, empapada de sus jugos a la boca.

-Y tú sabes delicioso, preciosa –dije saboreando sus jugos de mis dedos– ven, que quiero saborear más de esa conchita mojadita.

Se levantó, puso sus piernas a los lados de mi cabeza y tuve frente a mí la concha más sabrosa que he probado en mi vida. Comencé a lamerle de abajo hacia arriba la vagina. Ella emitió unos gemidos suaves y se metió mi pene a la boca. Empezamos un 69 espectacular, su mamada era rápida, mojaba completamente mi pene con su saliva, su vagina tenía un sabor increíble.

Con mis manos masajeaba sus nalgas, ella apretaba suavemente mis testículos con una mano, mientras la otra se paseaba suavemente desde mis testículos hacia mi ano. Comenzó a mover sus caderas encima de mi cara, me frotaba la vagina por toda la cara, embarrándomela de sus jugos. Se levantó, fue hacia mis piernas y se sentó encima de mi pene y lo frotó con su vagina.

-¡Tienes condón? –preguntó.

-Si, en mi pantalón –le dije, levantando mis pies, mostrándole mi pantalón que estaba en mis tobillos.

Me quitó el pantalón de los tobillos, saco el paquete de condones de mi bolsillo y saco uno, los otros dos los tiró en la cama. Retrocedió un poco, hasta quedar sentada en mi abdomen, yo no podía dejar de amasar sus nalgas. Me agarró el pene y, ayudada por la mezcla de sus fluidos y su saliva, lo masturbó rápida y fuertemente. Luego me colocó el preservativo, se levantó y se sentó de golpe en mi pene. Fue delicioso ver ese culo hacer desaparecer mi pene con tanta facilidad. Apreté sus nalgas con mis manos y las levantaba y las bajaba de golpe. Luego ella comenzó unos movimientos en círculos que me llevaron a la gloria.

-¡que rico te mueves! No solo eres hermoso, sino que eres una diosa en la cama –dije, tratando de concentrar todas mis fuerzas en no venirme.

-Es difícil no moverse así con una pija tan rica como la tuya –dijo agitadamente.

Siguió moviéndose un rato más, hasta que tuve que cambiar de posición, si no, me haría acabar. Le pedí que se levantara. Le pedí que se eche boca arriba. Le abrí las piernas y me acerqué a besarle la vagina, quería que mi pene descanse un poco para no venirme tan rápido. Le saboreé la vagina unos minutos, estaba muy mojada, masajeaba su clítoris. Ella gemía fuertemente.

-¡Métemela por favor! ¡ya no aguanto más! ¡quiero tu pija dentro! -suplicó desesperadamente.

Me levanté, me arrodillé frente a ella, ensalivé mi pene y lo puse en la entrada de su vagina, jugué un poco con la cabeza, frotándola contra su clítoris. Ella agarró sus pies y los abrió de par en par. Así, con sus piernas estiradas hacia ambos lados, la penetré suavemente. Luego fui aumentando la velocidad poco a poco. La vista era espectacular. Esta mujer era perfecta en todos los sentidos.

Era hermosa, un cuerpo escultural y además era una tremenda zorra en la cama. No lo podía creer. Seguí embistiéndola fuertemente. Luego ella misma colocó sus piernas en mis hombros y yo seguí embistiéndola, esta vez muy fuerte. Me había dado cuenta que detrás de esa cara angelical, se escondía una diablita, a la que le gustaba el sexo muy duro. Estuve en esa pose un buen rato, hasta que no me pude contener y me vine.

Me recosté a su lado, me abrazó y me dio un beso muy sensual en la boca. Luego me comenzó a lamer la oreja, esto, más el sentir sus tetas en el costado de mi pecho, hizo que mi pene se mantenga duro. Ella se dio cuenta, se agachó, me saco el preservativo y se metió mi pene nuevamente a la boca. Me limpió el pene que aún tenía restos de mi corrida. Su culo quedó muy cerca de mi cara, la cargué y la puse otra vez en pose de 69. Quería seguir probando ese delicioso sabor. Estuvimos un buen rato así. Saboreándonos el uno al otro. Se levantó se puso en cuatro patas, mostrándome ese hermoso culo, con una voz muy seductora, una sonrisa de puta y una mirada asesina. Me invitó.

-¿te gusta lo que ves? Cógeme como si fuera una perrita –me dijo.

-Me encanta ese culo. Te cojo como tú quieras mi amor –dije sumisamente.

Me acerqué, le pasé la lengua por la concha y el ano, le di un par de besos en las nalgas, se los mordí suevamente y me acomodé detrás de ella. Acomodé la punta en su vagina y empujé la cabeza. Entro fácilmente, así que empujé fuerte para que entre todo y comencé a bombear. Después de unos minutos de sentir su vagina completamente húmeda, apretarme el pene, mientras la bombeaba a diferentes velocidades, se lo hacía rápido, luego bajaba la velocidad, luego la volvía a subir.

-Que rico se siente tu pija así, mi amor –dijo– no te pongas condón, pero no te vengas adentro ¿ok?

-Se siente delicioso metértela y sentir tu conchita mojada –dije mientras la seguía bombeando– ¿dónde quieres que te tire mi leche?

-Donde tú quieras, en mi cara, en mis tetas, en las nalgas, en la boca –dijo– donde quieras, pero no dentro por favor.

Seguí bombeándola un poco más así, pero lo que más quería era que me vuelva a cabalgar. Me recosté boca arriba, le pedí que se suba encima mío, pero esta vez de frente. Se subió rápidamente, se la metió y comenzó a saltar encima de mi pene. Agarré sus tetas y las comencé a sobar. Luego comenzó a moverse en círculos, me encantaba cuando hacia eso. Luego los movimientos eran de atrás para adelante. Me senté, le comencé a besar las tetas y con mis manos la ayudaba a moverse. Su clítoris se frotaba contra mí, ella gemía fuertemente. Hasta que ya no podía aguantar más, estaba por correrme.

La levanté, la recosté boca arriba, mientras apretaba mi pene, me acomodé encima de ella, apunté hacia sus tetas y su cara y lo dejé salir. Salieron varios chorros disparados, embarrándole la cara y las tetas. Se levantó, fue al baño, se limpió toda mi corrida y volvió. Nos recostamos, y nos quedamos dormidos.

Al día siguiente, me levanté y no podía creer que despertaba con tremenda mujer al lado. Me quedé mirándola unos segundos, hasta que se despertó. Me sonrió, me abrazó. Nos pusimos a conversar, me dijo que la disculpe, porque lo había hecho por rabia a su exnovio, pero que la había pasado muy bien. Pero que no quería una relación.

-Entiendo –le dije, triste– pero la verdad que no tienes por qué disculparte. Ha sido la mejor noche de mi vida. Nunca me habían cogido de esa forma.

-A mí también me encantó, me has hecho venir como hace mucho no lo hacía –dijo para mi sorpresa.

-Entonces no deberíamos dejar de disfrutar de esa forma –dije, tratando de no perder a tan hermosa mujer– puede ser solo sexo.

-No sé si eso funcione, mejor es que esto quede entre nosotros y no volvamos a hablar del tema –dijo tajantemente.

No me quedó más que aceptar su decisión. Así que me despedí y me fui a mi casa, pensando durante todo el camino en cómo alguien podría rechazar a una mujer así. También pensaba en que debía haber hecho para que Patricia acepte verme de nuevo. Pero no me quedó más que resignarme a verla de vez en cuando por la escuela.

Me la crucé varias veces y su saludo siempre fue igual que antes, como si nada hubiera pasado. Eso me entristeció mucho, hasta que un día, pasé frente a su oficina y me llamó. Cuando entré, me dio una hoja de pedido, doblada en dos, y me dijo que se lo entregué a un chef. Lo recibí triste, hasta que ella me guiñó un ojo. Salí apurado, abrí la hoja de pedido, adentro había una pequeña nota.

«LO PENSÉ MEJOR, VEN A MI CASA A LAS 10 PM»

Una sonrisa se dibujó en mi cara, rápidamente guardé la nota en mi bolsillo y fui a entregar la hoja de pedido al chef.

Fin

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