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En el salón de masajes
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Hace unos días, estuve de visita por la ciudad donde había vivido gran parte de mi vida adolescente. Iba por el matrimonio de uno de mis mejores amigos. Llegué unos días antes de la boda. Me reuní con amigos unos días, hice deporte con familia, pero la historia que ahora les contaré es de la visita que hice a uno de estos lugares que ofrecen masajes.

Este lugar lo conocía de muchos años atrás, donde un amigo me invito para que me den un masaje, ya que veníamos con mucho stress del trabajo. Yo no conocía este tipo de lugares. Pensaba que simplemente era un lugar de masajes, pero mientras te hacían los masajes, te provocaban hasta excitarte, para luego ofrecerte el servicio completo. Ese día me tomo por sorpresa, así que solo recibí el masaje, pero luego volví varias veces para experimentar el servicio completo.

Volviendo a la actualidad. Un día antes de la boda, después de acompañar al novio a hacer algunas diligencias propias de la organización de una boda, terminé con tiempo libre, así que decidí llamar a este local. Me contestó una señorita.

-Buenas tardes, xxxxx spa, ¿en qué puedo ayudarlo? –saludó una voz sensual.

-Buenas tardes, hace tiempo que no voy a su local, pero quisiera atenderme el día de hoy –respondí– quisiera saber cómo es el servicio.

-Si, bueno, ¿desea a alguna masajista en especial? –dijo ella.

-No, la verdad que no las conozco –respondí.

-Bueno, entonces puede venir, le presento a las chicas disponibles y puede elegir a la que desee. –me explicó.

-Ok, entonces en unos 30 minutos estoy por ahí –respondí.

-Perfecto, la tarifa es de 50 soles el masaje.

-Ok gracias –y colgué.

Me fui al lugar, al llegar, entrabas a un edificio, el portero te pregunta a que oficina vas y te dice el número de la oficina. Entré, subí al segundo piso y toqué la puerta de la oficina indicada. Me abrió una señorita muy guapa, media 1.65 aproximadamente, cabello largo, negro y ondulado y con un cuerpo que se veía muy apetecible. La recepción del lugar era pequeña, con un escritorio con muchas decoraciones chinas. Al frente del escritorio un pequeño sillón. Me invito a sentarme.

Me pidió el pago, el cual hice inmediatamente. Empezó a llamar a las chicas y una a una fueron saliendo. Había de todo, algunas chicas muy bonitas, con bonitos cuerpos, pero hubo una que me llamó mucho la atención, se llamaba Rubí. Era una morena alta, de un rostro muy bonito y un cuerpo de escándalo. Unas tetas grandes y un culo grande. Pedí que sea ella.

Unos segundos después, salió Rubí. Me dijo que la acompañe y la seguí. El lugar estaba muy cambiado, eran varios pasillos, como un laberinto. Llegamos a un cuarto grande, luego me llevo a otro un poco más pequeño y me dijo que esperara, que iba a arreglar el cuarto grande porque le parecía más cómodo. Esperé unos minutos y llego nuevamente, fuimos al cuarto grande. Había una camilla de masajes, al costado uno de esos sillones tántricos y un colgador. Me dijo que me desvista, que me recueste en la camilla y que ella ya volvía.

Unos minutos después, ya recostado boca abajo, desnudo, entró ella, volteé a mirarla y estaba en ropa interior de color guinda, un sostén que con las justas contenían esas enormes tetas y un hilo que, al darse vuelta, dejaba ver un gran par de nalgas. Se veía espectacular. Al verla así, ya estaba decidido a pedir el servicio completo.

Recordaba que, al masajearte, normalmente las chicas iban vestidas, pero al parecer las cosas habían cambiado. Y luego me enteraría de lo mucho que lo habían hecho. Se desnudó completamente, se subió encima mío y comenzó a darme un masaje de cuerpo entero, pero usando muy poco sus manos. Pasaba todo su cuerpo por encima del mío, se sentía muy bien el contacto de sus tetas en mi espalda y mis nalgas. De repente comenzó a lamer mi espalda. Ahí entendí, que ya no era un lugar de masajes, aquí se venía a coger.

Me pidió que me diera la vuelta, me volteé, mi pene ya estaba semierecto. Volvía a pasar todo su cuerpo por encima del mío, cuando su cara llego a la altura de la mía, la vi tan cerca que moría por besarla. Pero, como ya no sabía cómo era la situación, no me atreví. Para mi sorpresa, ella se acercó a mí y me dio un beso muy sensual, con lengua, me pegué a ella y la besé de igual manera. Empecé a manosear sus tetas.

Ella se separó de mí, fue bajando, pasando su lengua por mi pecho y mi abdomen, hasta llegar a mi pene. Me comenzó a masturbar suavemente, lamiéndome los testículos. Luego pasó suavemente la lengua por todo el tronco de mi pene. Yo seguía disfrutando amasando ese hermoso par de tetas.

Estaba tan excitado, que en ningún momento pensé en el tema del dinero. Me olvidé de preguntar cuanto costaba el servicio completo. Luego me llevaría una gran sorpresa. Pero creo que, si hubiera sabido, por lo excitado que estaba, hubiera aceptado de igual manera.

Se levantó, cogió un preservativo y me lo puso. Luego me comenzó a dar una mamada espectacular. Estaba en la gloria. Después de unos minutos mamando mi pene, se levantó, se acomodó el pene en la entrada de su vagina y se la ensartó de un sentón. Comenzó a moverse de manera deliciosa. Estuvo así un tiempo, hasta que me senté para poder besarla. Ella seguía moviéndose encima mío, mientras nos besábamos, metiendo nuestras lenguas en la boca del otro.

-¿podemos ir ahí? –pregunté señalando el sillón tántrico.

-Claro, donde quieras bebe –respondió levantándose.

-Y, ¿te puedo besar la concha? –pregunté, me encanta hacerles sexo oral a las mujeres.

-Sí, pero por un adicional –respondió ella.

-¿Cuánto?

-50 soles más –dijo y acepté.

Se recostó boca arriba en el sillón tántrico, dejando al descubierto una hermosa vagina completamente depilada. Me arrodillé frente a ella y comencé a lamerle la concha despacio, estaba húmeda, olía delicioso, pero su sabor no era tan agradable, sin llegar a saber mal. Lamia toda la extensión de su vagina, me concentraba en el clítoris y metía dos dedos. Estuve poco más de un minuto ahí, mientras trataba de relajar un poco mi pene, que estaba a mil.

Me levanté y así en esa misma posición, la empecé a penetrar suavemente, para, poco a poco, ir subiendo la velocidad. Ella levantaba sus piernas, yo masajeaba sus tetas. Me acercaba a ellas y las besaba, lamia sus pezones. Luego la besaba en la boca, se dejaba besar sin problemas. La penetración se hacía más intensa. Pero la excitación también aumentaba y me daban ganas de venirme. Así que decidí cambiar de posición. Tenía que hacerlo, para aprovechar los cambios de posición, y distraer al muchacho.

Se levantó, se apoyó encima de la camilla, empinó el culo y abrió sus nalgas. Me puse detrás de ella y se la metí de una, comencé a moverme rápidamente. Sus nalgas rebotaban contra mi pelvis y no paraban de vibrar. La vista era espectacular. Me movía rápidamente y golpeaba fuerte contra sus nalgas. Ella gemía, pero no le creía mucho. Siempre exageran con sus gemidos. Pero gemía deliciosamente. Definitivamente sabía hacer su trabajo. Me pegué a ella, para agarrarle las tetas, se las apretaba con fuerza, sobaba y pellizcaba sus pezones, mientras la embestía fuertemente.

Estuvimos así unos minutos más, hasta que volví a sentir esa electricidad que sientes cuando te quieres correr. Así que tuve que detenerme de nuevo para cambiar la posición.

Me senté en el sillón tántrico, ella se puso encima mío, dándome la espalda. La agarré de las nalgas, comencé a apretarlas, ayudando sus movimientos, se sentaba encima mío dando pequeños saltos encima de mi pene. Luego iba variando los movimientos, haciendo suaves giros mientras seguía subiendo y bajando encima mío. Comencé a darle suaves nalgadas, ella pedía más, así que la comencé a nalguear fuertemente. Pero sus movimientos eran demasiado para mí. Volví a sentir esa electricidad, pero esta vez, sabía que no iba a poder salirme, no iba a aguantar más.

-¡Ahhh! ¡qué bien te mueves! ¡me voy a correr! –dije mientras apretaba sus nalgas y las movía fuertemente de arriba hacia abajo.

-¡si! Córrete bebe. Que rico coges –dijo, gimiendo con fuerza – yo también me quiero correr. ¡no pares!

-Ya no aguanto más. ¡ahí viene! ¡me corro! –grité mientras la movía de las nalgas, haciendo más rápidos sus movimientos- ¡Ahhh! –un chorro grande salió disparado de mi pene para llenar el preservativo.

-¡si! ¡que rico, bebe! ¡Ahhh! –dijo fingiendo un orgasmo.

Se levantó, sacándose mi pene de la vagina. Se dio la vuelta. Mi pene cayó, perdiendo su dureza, con el preservativo lleno de leche. Se subió encima mío, me dio un largo beso con lengua, mientras aprovechaba mis últimas oportunidades de sobarle las tetas. Después del largo beso, se levantó.

-Pasa por acá para bañarte bebe -dijo, llevándome al baño que estaba al costado del cuarto.

-¿Nos bañamos juntos? –pregunté.

-Claro –respondió ella.

Entramos a la ducha, nos jabonábamos mutuamente. Todo esto hizo que mi pene se ponga nuevamente duro. Rubí lo masajeaba, mientras yo aprovechaba para sobar sus tetas, su culo, y pasar mis dedos por su clítoris. Ella me masturbaba suavemente. Comencé a besarle las tetas. Me estaba excitando de nuevo, pero sabía que me cobraría extra. La besé en la boca por unos cortos minutos, muy apasionadamente.

-Te quiero cachar de nuevo –le dije.

-Pero eso es extra, bebé –respondió– pero, si quieres, te la chupo y te vienes en mi carita. ¿Qué te parece?

-Está bien –respondí.

Se agachó y se metió mi pene en la boca. Comenzó a chupármelo de una manera espectacular. Se notaba que era experta en su trabajo. Sobaba mis huevos, luego se los metía en la boca. Me masturbaba con sus tetas. Se sentía espectacular. Luego paró, se levantó, me besó en la boca, se dio la vuelta y colocó mi pene entre sus nalgas, pidiéndome que me mueva, pero sin entrar. Sus grandes nalgas abrazaban mi pene mientras me movía rápidamente, le tocaba las tetas. Metí dos dedos en su vagina y la masturbé.

Después de un corto tiempo, se dio la vuelta y se la volvió a meter en la boca. Lo hizo tan rico y tan rápido que no me pude aguantar más. Quería llenarle la boca de leche, pero, cuando se dio cuenta de la inminente corrida, se lo sacó de la boca y lo apuntó a sus tetas. Dos chorros muy grandes salieron disparados, bañando sus hermosas tetas con leche.

-Ahora si nos tenemos que ir –me dijo, mientras se limpiaba las tetas.

Volvimos a la habitación, me vestí, ella se quedó con la toalla puesta. Aun no sabía cuanto me iba a cobrar. Estaba asustado, sin saber si me alcanzaría o no. Sabía que eran 50 soles extras por la chupada de vagina, pero aún no sabía cuánto costaba el polvo.

-¿Cuánto sería? –pregunté.

-250 el polvo, 50 por el extra y la chupada de la ducha te la regalo –respondió.

-¡Wow! No pensé que sería tanto –respondí sorprendido– está bien, pero, ¿te puedo chupar un rato más las tetas?

Esto se lo decía mientras sacaba el dinero de mi billetera. Sin decir nada, respondió a mi petición, dejando caer la toalla. Dejé el dinero en la camilla y me acerqué a ella, la besé en la boca, mientras mis manos se paseaban por todo su cuerpo desesperadamente. Le subí una pierna y comencé a frotarme contra su vagina, mientras chupaba sus tetas. Ella seguía fingiendo gemidos de placer, sin engañar a nadie.

-Ya, bebé. Ya nos tenemos que ir –me dijo separándose de mí y colocándose la ropa interior y la bata.

-Ok, acá tienes los 300 –dije entregándole el dinero– una consulta para la próxima vez. ¿Cuánto me cobrarías por dos polvos? Con besada de concha igual.

-El primero siempre es 250, el segundo te le dejo en 200 y las chupadas de concha te las regalo –respondió.

Me terminé de acomodar la ropa y salimos. En el pasillo de salida, nos encontramos con dos chicas que entraban con clientes, me dijo para que nos escondiéramos detrás de un biombo, por privacidad. Estábamos frente a frente, ella dándole la espalda a la pared. Estábamos muy cerca. Sus tetas pegadas a mi pecho, su cara muy cerca de la mía. La besé, metiendo mi lengua hasta lo más profundo de su boca. Cuando el grupo pasó, nos separamos y me llevó hasta la sala de ingreso. Nos despedimos con un beso en la mejilla y salí.

Han pasado varios días de ese encuentro. Ya volví a la ciudad donde vivo, pero no me puedo sacar de la cabeza a Rubí. Me hubiese gustado poder disfrutar más tiempo de tremenda belleza, pero para otra oportunidad será. Porque de seguro, en algún momento volveré, y si no me atiendo con la recepcionista, que también estaba muy buena, volveré a pedir a Rubí.

Fin.

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