Cuando mi esposa y yo nos casamos, nos fuimos de luna de miel a un hotel en la playa, al norte del país. Salimos una semana después de la boda. Cuando llegamos al hotel, era un hotel grande, con una gran piscina, un restaurante buffet grande, dos restaurantes a la carta y muchos ambientes de esparcimiento. Todo estaba incluido, comida y bebidas.
Al llegar, nos registramos, nos dieron una habitación amplia, con una cama muy grande, un baño amplio y una pequeña terraza. Acomodamos nuestras cosas, nos cambiamos y nos acostamos a descansar por el largo viaje. Vimos televisión más o menos por una hora y decidimos salir a dar un paseo.
Eran más o menos las 5 pm. El sol se ocultaba, pero seguía haciendo calor, por lo que mi esposa, digamos que se llama Laura, salió vestida con un vestido corto, que le llegaba a la mitad de los muslos, apretando ligeramente su gran trasero, un escote sugerente, el cual dejaba ver los bordes de sus senos, los cuales son grandes y redondos. Yo vestía un short ancho, y un polo ligeramente pegado al cuerpo.
Paseamos por casi todo el hotel. Era muy grande, así que no pudimos cubrir todo el terreno. Nos fuimos a pedir un trago, aprovechando que eran gratis. Yo tome un cuba libre y ella un vino blanco, ya que no toma mucho. Seguimos paseando, cuando llegamos a un lugar alejado, un poco oscuro, comencé a aprovechar, metí un poco mi mano por debajo de su vestido, tocando su entrepierna.
-¡oye!, ¿Qué tienes? –se sobresaltó ella– nos pueden ver.
-Si esta todo oscuro, no nos ve nadie acá tan lejos –respondí– quiero disfrutar de mi hermosa esposa –dije, sabiendo que eso le encantaba, escuchar que ya somos esposos.
-Ok, pero rapidito –respondió ella.
La giré frente a mí y le di un beso muy apasionado, muy fuerte, como si no nos hubiésemos besado en años. Subí su vestido, descubriendo sus hermosas nalgas y las apreté. Ella levantó una pierna y comenzó a frotar su vagina en mi muslo. El beso continuaba, cada vez más intenso, nuestras lenguas recorrían nuestras bocas, nuestras manos se paseaban por nuestros cuerpos. Laura se seguía frotando con mi muslo y con una mano sobaba con fuerza mi pene por encima del short.
-Ya paremos –dijo, separándose de mi– si seguimos así, vamos a terminar tirando acá.
-Por mí, no hay problema –dije sonriendo, completamente excitado– vamos atrás de ese árbol. Has visto que por acá no pasa nadie.
-¿estás loco? –respondió ella, con poca seguridad, lo cual no me convenció.
La tomé de la mano y la llevé atrás de un gran árbol. Estábamos completamente cubiertos. Le di la vuelta, levante su vestido hasta la cintura, le baje la tanga hasta las rodillas, y con el pene ya afuera, la recline ligeramente. Sin esperar permiso, acomodé la punta de mi pene en su vagina, y empujé fuertemente. Entró de un solo empujón. Comencé a embestirla, rápida y fuertemente. Ella comenzó a gemir. Sus jugos comenzaron a mojar mi pene, comencé a mover cada vez con más intensidad.
-¡apúrate amor! Me da miedo que nos encuentren –decía ella entrecortadamente.
Comencé a moverme más rápido, hasta que comencé a sentir que me iba a correr. Pasé mi mano por debajo y comencé a masajear su clítoris.
-¡me voy a venir amor! –le dije sin parar de moverme.
-¡yo también! ¡sigue así! –respondió casi gritando.
-¡ahí va! ¡Ahhh! –grité al sentir como le llenaba la vagina de semen.
-¡Ahhh! –gritó ella al sentir el semen caliente salir disparado hacia su interior.
Cuando me separé de ella, pude ver como salían nuestras corridas chorreando de su vagina. Me subí el short rápidamente, ella esperó a que salga la mayor cantidad de corrida posible y se acomodó la tanga y el vestido. Volvimos al sendero para seguir paseando como si nada hubiese pasado.
En la noche, nos fuimos a cenar y luego volvimos a pasear, buscando algún show interesante, de esos que hacen a diario para entretener a los huéspedes. Al ser las bebidas gratis, ya íbamos bastante bebidos. Después de ver uno que otro show, nos fuimos a la discoteca a bailar un poco. A Laura le encanta bailar, y lo hace muy bien. Yo por otro lado, soy malísimo, por lo que no me gusta mucho.
Comenzamos a bailar, luego nos volvimos a sentar para seguir tomando. Y así estuvimos un largo rato. Ya cuando era de madrugada, ambos estábamos bastante bebidos. Esto hizo que yo me suelte más a la hora de bailar y nuestro baile se torne un poco caliente. Ella se daba la vuelta y frotaba su trasero en mi entrepierna. Mi pene ya estaba nuevamente erecto. ya no nos importaba que nos estén mirando. Si bien, no había mucha gente alrededor, nuestro baile se volvió bastante notorio.
Llegó un momento en que la excitación pudo más que nosotros, así que decidimos ir a la habitación. En el camino, cuando no había gente, nos deteníamos y nos besábamos, ella metía su mano dentro de mi short y yo por debajo de su vestido. Sentí su vagina húmeda y en su tanga sentí la mancha reseca de las corridas anteriores.
Cuando llegamos a la habitación, mientras yo cerraba la puerta, ella se quitaba el vestido rápidamente, quedándose tan solo en tanga. Sus tetas quedaron al descubierto, ese hermoso par de tetas que tanto me gustan. Con una mirada coqueta, me hizo una seña para que me acercara, mientras retrocedía sensualmente. Yo comencé a acercarme lentamente mientras me sacaba el polo y el short junto con el bóxer. Apenas quedé desnudo corrí hacia ella y ella trato de escapar, la tomé de la cintura y me pegué a ella, sus nalgas se acomodaron automáticamente alrededor de mi pene. Mis manos fueron a sus tetas. La apoyé al borde de la cama y comencé a mover mi pene entre sus nalgas.
Luego se levantó, se dio vuelta y quedamos frente a frente. Ella me tomo de la cabeza y la jaló directamente hacia sus tetas. Abrí la boca y comencé a besar y lamer las deliciosas tetas la de mi nueva esposa. Ella se bajó la tanga y quedó completamente desnuda. Sin dejar de chupar sus tetas, metí dos dedos en su vagina y comencé a masturbarla. Laura venia bastante excitada, por lo que no tardó en correrse.
Luego de sentir su corrida mojar mis dedos. La senté en el borde la cama y le puse mi pene frente a la cara. Rápidamente se lo llevó a la boca y comenzó a darle una gran mamada. Después de unos minutos, me recosté en la cama y le pedí que ponga su vagina en mi cara. Comenzamos un intenso 69, mi pene completamente erecto entraba en su boca ahogando sus fuertes gemidos. Yo seguía lamiendo su vagina, sorbiendo sus jugos, que ya chorreaban de su vagina, directamente a mi boca.
Se levantó, y frotando su vagina por mi pecho, dejando un rastro de jugos vaginales, fue bajando hasta mi pene. Se colocó encima y se lo metió de un solo golpe. Comenzó a moverse de adelante para atrás al comienzo, me encantaba ver su culo ir y venir en esa posición. Comenzó a moverse de arriba abajo, saltaba encima de mi pene.
-¡me encanta como te mueves mi amor! –dije, completamente excitado.
-¡a mí me encanta sentir tu pinga dentro mío amor! –respondió ella.
Se dio la vuelta y quedo frente a mí, seguía sentada encima mío, con mi pene dentro. Seguía saltando encima de mí, esto hacía que sus tetas bailen frente a mí. Al ver esto, me senté, la besé en la boca y acompañé sus movimientos. Seguimos unos minutos más, hasta que se cansó, así que, así como estábamos, me bajé de la cama y la cargué. Tomé sus piernas y las levanté. Mis manos apretaban sus nalgas y comencé a bombearla con fuerza. Ella comenzó a gritar. Yo estaba a punto de correrme.
-¡me vengo amor! ¡me vengo otra vez! ¡Ahhh! –gritó mientras se corría– quiero tomarme tu leche amor.
Siempre que me pedía que me venga en su boca, me excitaba muchísimo, lo que hacía que, tan solo escuchar esas palabras, me quiera venir. Así que la dejé de cargar. Se arrodilló frente a mí, metió mi pene en su boca y comenzó a masturbarlo rápidamente mientras succionaba la cabeza. No pasaron ni 5 segundos para que mi pene comience a latir y a tirar grandes chorros de semen en su boca. Caí rendido en la cama, ella se levantó, paso su lengua por sus labios y se acercó a mí, dándome un beso en la boca. Nos acostamos y dormimos como unos troncos.
Al día siguiente, nos levantamos, nos bañamos juntos, nos pusimos nuestras ropas de baño y salimos a tomar desayuno. Después del desayuno nos recostamos frente a la piscina a tomar el sol, para luego darnos un chapuzón. Una vez dentro del agua, nadamos un poco, luego nos abrazamos, nos besamos, podía sentir sus tetas mojadas, sus pezones duros, pegados a mi pecho. Me estaba excitando de nuevo. Mi pene comenzó a endurecerse rápidamente. Se acercó a mi oído.
-Otra vez se te ha parado mi amor –susurró.
-Y ¿Qué esperabas? Si tengo una esposa tan rica –respondí.
-Acá si no podemos hacer nada –dijo– por más que yo también estoy caliente.
-Vamos al cuarto entonces, porque esto no se me va a bajar así no más.
Salimos rápidamente, recogimos nuestras cosas y rápidamente nos fuimos a la habitación. Llegamos rápidamente, ya que nuestra habitación se encontraba cerca de la piscina y porque fuimos casi corriendo. Al llegar, se sacó rápidamente la ropa da baño. Y se recostó boca arriba en la cama. Me desnudé y me lancé encima de ella, ella ya me esperaba con las piernas abiertas. Comenzamos a besarnos rápidamente y mis manos amasaban sus hermosas tetas. Acomodé mi pene y lo introduje rápidamente en su vagina, entró sin dificultad.
Comencé a moverme despacio, mientras nos besábamos tiernamente. La excitación comenzó a crecer en ambos, nos besábamos cada vez más intensamente, ahora mis manos apretaban fuertemente sus tetas y sobaban sus pezones. Los movimientos fueron acelerando. Sentía su vagina cada vez más húmeda. Su respiración se agitaba. Ella me rodeó la cintura con sus piernas, agarré sus nalgas levantadas y comencé a besarle las tetas.
-¡más fuerte amor! ¡dame más duro! ¡no pares por favor!
-Me encanta que grites así. Te voy a partir en dos y llenarte la concha de leche.
-¡si! Lléname con tu leche. Me voy a venir. ¡Ahhh!
Comenzó a correrse fuertemente, su cuerpo se convulsionaba y temblaba fuertemente. Puse sus piernas en mis hombros y aceleré mis movimientos. Me movía rápidamente y la penetraba muy fuerte. Ella seguía gritando. Su vagina se mojaba cada vez más. Estaba chorreando y mi pene resbalaba con mucha facilidad. Seguí taladrando, cada vez más rápido. Hasta que ya no pude contenerme. Lo mojado de su vagina y sus gritos que seguían después de haberse corrido, hicieron que me corriera con mucha fuerza.
-¡ahí va! ¡te voy a llenar de leche! ¡toma! ¡Ahhh! –grité mientras eyaculaba gran cantidad de leche en su vagina.
Nos quedamos recostados unos minutos y nos volvimos a vestir. Fuimos de nuevo a la piscina, pedimos unos tragos y nos sentamos a tomar y conversar al borde de la piscina. Ese día tuvimos que escaparnos una vez más en la tarde para irnos al cuarto a coger.
En la noche, volvimos a ir a la discoteca, esta vez había un poco más de gente, algunas parejas mayores, otras jóvenes. Al pasar las horas, solo quedamos nosotros y una pareja más. Eran jóvenes, casi de nuestra edad. Ella era una morena alta, con un cuerpo escultural. Él era también alto, robusto. Bailaban muy pegados, ella sensualmente movía sus caderas y se frotaba contra él. Al estar ya un poco tomados, comenzamos a hacer una competencia de quien bailaba más cachondo.
Después de haber estado bailando así, toqueteándonos y besándonos frente a ellos. Ellos decidieron ganar la competencia con unos manoseos que dejaron las tetas de ella al aire. Sus tetas no eran muy grandes, pero muy bonitas, con unos pezones grandes y oscuros. En un momento, me quede mirándolas, Laura se dio cuenta y me miro un poco molesta.
-Vámonos de una vez, en cualquier momento estos se van a poner a tirar acá –dijo, seria.
-Les hacemos la competencia y seguro que les ganamos –bromeé.
-Por como la ves, no creo que le pueda hacer competencia.
-¿es en serio? Tu eres mil veces más hermosa mi amor. Además de que estas más rica –dije– mira este par de tetas y este culo –le dije mientras apretaba una teta y una nalga.
-Entonces vamos al cuarto y hazme el amor –dijo coquetamente. Siempre le ha gustado que le diga lo hermoso que es su cuerpo.
La tomé de la mano y la jalé con fuerza. Salimos corriendo de la discoteca y no paramos hasta llegar al cuarto, nos desvestimos y fuimos al baño, la apoyé en el mesón del lavadero. Subí una de sus piernas al mesón y me agaché para besarle la vagina, estaba muy mojada, lamí toda su vagina rápidamente.
-Parece que a ti también te gustó el chico ese –le dije, notando lo excitada que estaba.
-Todo esto es por ti no más mi amor –respondió– solo tú puedes calentarme de esta manera.
Me levanté, froté mi pene en su vagina, la moje con sus jugos y una vez humedecida, se la metí sin compasión. Ella dio un respingo y por el espejo pude ver un pequeño gesto de dolor. Comencé a embestirla fuerte. Su cara de dolor se convirtió en cara de placer. Comenzó a gemir. Yo estaba en la gloria. Por el espejo pude ver como se frotaba el clítoris, se mordía los labios. Le di la vuelta, la cargué y la coloqué en el borde del mesón. Abrí sus piernas y volví a meter mi pene sin compasión hasta el fondo. Esta vez no hizo ningún gesto. Comencé los movimientos muy rápidos, se la metía hasta el fondo.
-Me vas a hacer venir, no pares –me dijo.
-Quiero que te vengas en mi cara –le dije.
Me agaché, comencé a chupar su vagina, metía dos dedos y los movía rápidamente dentro suyo. Comenzó a gritar y a temblar, su vagina, cada vez más húmeda, su sabor era delicioso. Mis dedos seguían moviéndose a gran velocidad dentro suyo. Comenzó a gritar, temblaba cada vez más. Hasta que se quedó muda, movía su pelvis fuertemente y un gran chorro de corrida salió disparado, bañándome toda la cara. Cuando me levanté, ella ya estaba arrodillada frente a mí, se metió mi pene en la boca y comenzó a chuparlo deliciosamente, se lo metía hasta el fondo, mojándolo entero con su saliva, mientras amasaba los testículos.
Luego se lo sacaba y le pasaba la lengua a todo el tronco hasta llegar a la cabeza y metérselo nuevamente hasta el fondo. Repitió ese movimiento varias veces hasta que lo acomodo entre sus tetas. Veía como sus tetas subían y bajaban por todo el tronco.
-¡que rico amor! ¡me voy a venir!
Se lo sacó de entre las tetas y lo empezó a masturbar rápidamente, direccionándolo hacia su cara. No pude contenerme mucho, dos chorros largos de semen salieron disparados y cayeron en su cara, bañándola por completo. Nos metimos a la ducha, nos bañamos, limpiándonos mutuamente nuestras corridas de las caras. Nos besamos.
-¿tú crees que ese par está tirando ahorita? –me preguntó.
-Seguro –respondí– si estaban tan calientes como nosotros.
-¿Por qué crees que nos miraban tanto? –preguntó
-Seguro te vieron y querían hacer un trio contigo –bromeé
-O una orgia con los dos –continuó la broma ella.
-¿Te atreverías a hacer una orgía?
-No sé –respondió.
-No los necesitamos –dije– con una mujer como tú, no necesito nada más.
Me dio un beso en la boca y comenzamos a calentarnos nuevamente. Levante una de sus piernas, ella agarró mi pene y lo metió en su vagina. Empecé a moverme lentamente. Ella movía sus caderas, frotándose contra mí, mi pene entraba rápidamente sin dificultad. Yo le besaba las tetas, ella gemía y seguía moviéndose. La cargué y con mis manos en sus nalgas, la movía acelerando la penetración. Metió su lengua en mi oreja y me susurraba cosas al oído. Se notaba su excitación con las cosas que me decía.
-Cógeme mi amor, me encanta como me coges, hazme tuya.
-Mi amor, me encantas. Eres solo mía ¿no?
-Si soy tuya, tu puta, cógeme duro.
-Siempre serás mi putita y yo tu macho.
-Si, cógeme mi macho. ¡me encanta que me cojas como a una puta! ¡clávame más fuerte!
-Date la vuelta, quiero ver ese culo de puta que tienes. Ponte en cuatro, quiero cogerte como perra.
Se bajó, se dio la vuelta, se puso en cuatro patas y levantó el culo. Me arrodillé detrás de ella y se la metí de golpe. La vista de su culo rebotar en mi abdomen era espectacular. Abrí sus nalgas y jugué con la entrada de su ano. Nunca lo habíamos hecho así. Su ano aún era virgen. Comencé a meter un dedo. Laura dio un pequeño salto al sentir mi dedo, pero no se quejó. Cuando el dedo entraba fácilmente, metí el segundo.
-Te voy a coger como perra, te voy a reventar ese culo. Siempre quise romperte el culo.
-¡sí! ¡hazlo! Pero despacio por favor.
-Vas a ver que después me vas a pedir más fuerte.
Saqué mi pene de su vagina, estaba completamente mojado, lo apunté hacia su ano y empujé despacio. La cabeza entró fácilmente, puso su mano en mi abdomen y me pidió que espere. Esperé unos segundos a que su ano se acostumbre y luego empujé despacio. Cuando entró la mitad, comencé a sacarlo y meterlo muy despacio. Sus jugos vaginales ayudaban a que resbale suavemente. Seguí moviéndolo, hasta que entró todo. Le pregunte si estaba bien.
-Si mi amor. Me gusta, pero despacio.
-Me avisas si quieres que pare.
-Ok
Comencé a meterlo despacio. Laura no se quejaba, pero sentía que estaba tensa. Cada vez fui aumentando la velocidad. Ella se iba soltando de a pocos. Hasta que, en un momento, se relajó y comenzó a acompañar mis movimientos con deliciosos movimientos de cadera. Comenzó a gemir suavemente y aceleré un poco más. No lo podía creer, después de tantos años, por fin estaba taladrando el culo de Laura. No me pude aguantar y comencé a penetrarla fuertemente. Ahora Laura gritaba.
-¿estás bien? –pregunté asustado.
-¡si! ¡sigue! ¡no pares!
-Te dije que ibas a pedir más.
-¡si dame más! ¡reviéntame el culo! ¡hazme tu perra!
-Toma entonces perrita –dije mientras la nalgueaba fuertemente.
-¡si! ¡soy tu perra! ¡nalguéame!
Sus nalgas comenzaron a enrojecerse, me puse con las piernas abiertas encima de ella. Comencé a moverme rápidamente. Ella seguía gritando y con una mano se masturbaba fuertemente.
-Me voy a correr amor, córrete conmigo, lléname el culo de leche –me pidió gritando.
-Ahí va perrita, ahí va tu leche –respondí, dejando salir toda mi leche, llenándole el culo -¡Ahhh!
-¡Ahhh! ¡sí!
Caí encima de ella, luego nos levantamos, terminamos de asearnos y nos fuimos a acostar desnudos, abrazados. Nos volvimos a quedar dormidos casi de inmediato.
Así estuvimos 3 días. Hicimos el amor muchas veces. Cada vez que entrabamos a la piscina y nos excitábamos, corríamos a la habitación a bajarnos la calentura. Laura es una mujer muy caliente y fogosa, pero hubo momentos en los que ya no podía más, así que íbamos a la habitación para que me haga una mamada, me corría en su boca y se tragaba mi leche. En las noches, llegábamos bastante bebidos y cogíamos muy duro.
Fueron muchos días de intenso sexo, en todos nuestros años de relación, nunca hicimos el amor con tanta frecuencia ni tan duro. En ese viaje, tuvimos sexo anal dos veces más.
Fin