En este relato cuento una de mis anécdotas sexuales, bah creo que la mejor descripción sería la anécdota más caliente que tuve siendo mas joven. Una historia que guardo en el recuerdo y que, hasta ahora, se la conté a una persona (uno de mis primos).
La historia me envuelve a mí, obviamente, y a una de mis tías, mi favorita desde aquel entonces. Para ponerles un poco en contexto y no generar falsas expectativas debo aclarar que con mi tía, que hoy se acerca a los 50 pirulos, no tengo una relación de sangre, sino que es la mujer de mi tío. Por lo que la historia roza el incesto, pero no llega a ser tal.
Más allá de esa no relación de sangre, la conexión con mi tía Ceci fue muy cercana, de esas tías con las que hablábamos de todo y con la que el abrazo/cariño (toqueteo sano) siempre estuvo presente. Siempre la consideré de la familia como si fuera de sangre, principalmente por sus atributos y pinta de putona. La cuestión es que nos hicimos muy cercanos porque gran parte de mis fines de semanas siendo mas joven los pasé en su casa junto a mi tío y ella, a causa de que el deporte que practicaba en aquel entonces me obligaba a competir en la capital de la provincia y yo vivía del interior.
En aquel entonces mí tía rondaba los 40 años. ‘Chechu’ como la solían llamarlos más cercanos, era (todavía es) una morochona de piel, con un pelo castaño con ondas, con un cuerpo bastante esbelto y cuidado, con un culito hermoso digno de andar en tanga todo el día, y que para ese entonces ya se había hecho unas hermosas tetas pagadas obviamente por mi tío el abogado.
Imagínense que a pesar de ya no ser virgen y tener algunas (pocas) experiencias sexuales, la figura de mi tía frecuentaba mi cabeza a la hora de masturbarme y mi cabeza me la hacía ver como si ella fuese una especie de putona al mejor estilo Esperanza Gomez.
La historia en cuestión se dio a finales de noviembre de ese año. Yo había viajado un viernes por la mañana, con pocas expectativas de tener una buena actuación en el torneo por lo que mis chances de avanzar y de quedarme ese finde en lo de mis tíos eran casi nula. Pero afortunadamente las cosas me salieron bien, avancé un par de rondas y terminé yendo a quedarme en su casa.
La cuestión es que ese finde mi tío tuvo un viaje a Buenos Aires que lo llevó a estar afuera hasta el domingo al mediodía, por lo que cuando llegué a su casa el viernes a la tarde-noche me encontré solo con mi tía. Esto era algo que pasaba seguido durante los findes así que yo no me hice tanto alboroto y como casi siempre la noche terminó siendo una comida rápida, una peli para pasar el rato y a la cama temprano para volver a jugar al otro día.
El sábado terminó con mis ilusiones en el torneo y a la tarde quedé libre para volver a mi ciudad. Sin embargo, mi viejo me avisó que había quedado con mi tío en viajar a la capital el domingo para comer algo en familia y por lo tanto mi estadía se extendió automáticamente hasta el otro día, dejándome una noche más con mi tía Chechu a la que tantas pajas le había dedicado hasta ese entonces.
Llegué a su casa tipo 18-19, recontra cagado de calor y con ganas de llegar e ir directo a la ducha a sacarme toda la transpiración de arriba. Para mi sorpresa cuando llegué mi tía estaba tomando un poco de sol al costado de la pileta (su color de piel no necesita tomar mucho sol para estar bien bronceada), por lo que al ver el cuerpito sudado de ella no tuve dudas de que mi ducha iba a incluir una buena paja en su nombre.
Le avisé que me iba a pegar un baño y ella me preguntó si no quería meterme a la pileta, pero le dije que prefería ducharme. No quería perderme la chance de pajearme con una imagen de ella tan fresca y nítida en mi mente. Por lo que me fui directo al baño y ella se levantó para preparar algo para picar.
Como era de esperar, la ducha tomó más de lo habitual con la paja de por medio, lo que hizo que tía inevitablemente fuese a buscarme para ir a merendar. El baño de la casa está justo entre las habitaciones y ambas piezas tienen una puerta para entrar, lo que lo deja a uno un poco bastante indefenso ante la posibilidad de que alguien entre.
Mi tía, que ya se había puesto un shorcito deportivo arriba de la bikini, pero todavía mantenía la parte de arriba con solo el corpiño, tuvo la maravillosa idea (probablemente por costumbre) de entrar al baño por la puerta de su habitación. Yo había dejado la puerta que conectaba a mi pieza abierta después de la ducha, lo que hizo que, mientras yo me secaba la cabeza en una total desnudes, mi tía entrara y me viera completamente en pija.
El encuentro duró poco (una eternidad para mí en ese entonces), pero creo que ese fue el puntapié para lo que vino después. Cuando mi tía me vio en pija soltó un “Aaaay perdón” al aire, pero su cuerpo no giró en la otra dirección para esconderse y sus manos no taparon sus ojos, sino que fueron a la boca como mostrando sorpresa y vergüenza de la situación vivida. Sus ojos se clavaron en mi pija. Fueron mi sorpresa y mi apuro por taparme lo que cortaron ese contacto visual. Recién ahí mi tía atinó a darse vuelta y, después de una millonada de ‘perdón, perdón, perdón, avisarme que me estaba esperando con la merienda.
Me cambié rápido y fui a merendar con una mezcla de victoria y vergüenza por lo que había pasado. Cuando mi tía me vio de nuevo, esta vez ya con ropa, volvió a pedirme disculpas reiteradas veces, pero siempre con una sonrisa picarona en su cara. Yo, que estaba más caliente que cuando la vi tomando sol, me hice el que no había pasado nada, traté de mostrarme frío como un hielo y le dije que había sido un abrir y cerrar de ojos, que nadie había visto nada. Ella asintió con la cabeza, pero con todavía esa sonrisa picarona y todo volvió a la normalidad (al menos lo fue por un rato).
Después de esa merienda tardía, algunos silencios incómodos y alguna que otra conversación de lo que había sido el torneo, llegó la hora de la cena. Pedimos algo para comer y nos sentamos en el sillón a ver una película que me quedó grabada en la memoria no solo porque es muy buena, sino por lo que pasó después. La película se llamaba ‘21 Blackjack’.
La película me dejo maquinando mucho y logró sacarme un poco el cansancio que traía de los partidos jugados en los últimos dos días, así que cuando terminó me quedé tirado haciendo un poco de zapping. En ese transcurso mi tía levantó los restos de la cena y desapareció por un rato. Yo que estaba en mi mundo casi ni noté su ausencia y pensé que se había ido a acostar. Entonces, casi de la nada, escucho que me llama.
“¿podes venir?”. Yo no tardé en contestarle y preguntarle dónde estaba. “Estoy en mi pieza, necesito que me ayudes a bajar algo del placar”. Al escucharla me levanté del sillón y fui hasta la habitación. Cuando entré no la vi e instintivamente tiré un “¿Tía?’”al aire. 5 segundos después se abrió la puerta que da al baño y apareció ella con un look que no me lo voy a olvidar nunca en mi puta vida, tal es así que al día de hoy conservo la colaless del conjunto de lencería marca Selú que tenía puesto.
Apareció y dio un par de pasos para adelante. El pelo recogido con una especie de rodete que hacía que le resaltara la carita de putona al natural. Tenía puesto un conjunto de lencería de color amarillento/dorado que le quedaba perfecto. La colaless le resaltaba la cintura y la entrepierna como nunca vi en una mina, y el corpiño hacía que las tetas redondas parecieran estar apuntando en mi dirección obligándome a mirarlas. Sobre ese conjunto tenía puesto una bata de tela muy finita color crema que estaba abierta, dejando ver lo que había debajo, pero insinuando que alguien tenía que encargarse de sacarla si quería ir más allá.
Cuando la vi juró que me quedé inmóvil. La garganta se me secó de toque, parecía que no tenía fuerza para hablar y el corazón me latía a mil. La sangre se me calentó de un segundo para otro y la pija empezó a tomar fuerza. Entre la calentura y la confusión que cargaba por la situación lo único que me salió fue preguntarle qué era lo que tenía que sacar del placar. Mi tía soltó un risa picarona, pero con un dejo de nerviosa. Ella, que claramente había pensado antes de actuar, también se empezaba a calentar y su cuerpo mostraba esa excitación previa que solemos tener.
Se acercó a mí con la mirada clavada en mis ojos. Cuando llegó a estar a solo unos centímetros me acarició la cara y me miró con la mirada más sexy que vi en mi vida, una mirada de contención, pero con mucha tensión sexual. Su mano bajó por mi brazo derecho y después de retrocedes un paso soltó un “¿Y, te gusta lo que tiene puesto la tía?” mientras daba una vueltita. Yo, que para ese entonces todavía no entendía lo que estaba pasando, solo atiné a asentir con la cabeza y tras mirarla de arriba abajo clavé mi mirada en mi bulto, que ante el momento de calentura empezaba a notarse.
Al ver mi movimiento que delataba mi excitación –mi pantalón deportivo tampoco ayudaba a esconderla-, ella se acercó una vez más y puso esa misma mano que había pasado por mi cara y mi brazo en mi pija. Su mirada, que mantuvo clavada en mis ojos hasta el momento del contacto, se clavó en lo que ya era una verga con muchas ganas de salir a jugar.
“¿Parece que te gustó bastante lo que tengo puesto no?”, preguntó mi tía. Mi calentura seguía dejándome sin palabras y al ver que la respuesta no llegaba agregó: “Está bastante durita, bastante más que cuando la vi hace un rato”.
En ese transcurso en el que yo no lograba emitir sonido y ella me agarraba la pija, mis ojos no pudieron evitar clavarse de lleno en las tetas perfectas que tenía adelante. Al verme mirándole las tetas mi tía aprovechó a sacarse la bata y con las manos en su espalda, como cuando las minas se preparan para desabrocharse el corpiño, dijo: “¿Querés ver cómo me quedaron?”, haciendo referencia a que eran operadas. Mi calentura hizo que mi tía no terminara de hacer la pregunta antes de que yo soltara un “Siii”. En ese momento, la excitación que me paralizaba se fue y me invadió una confianza absoluta.
Con una sonrisa en su cara, mi tía “Chechu” se sacó el corpiño y lo tiró arriba de la cama. Las tetas quedaron al aire mostrando unos pezones redondos y morochos perfectos y yo, ya sin esa vergüenza encima y casi sin pensarlo, no tardé en dar unos pasos al frente y agarrarle de lleno con las dos manos las tetas. “Están tremendas”, dije mirándola a la cara. “Menos mal que están tremendas, a tu tío le salieron bastante caras”, tiró con su sarcasmo tan característico de ella y los dos nos empezamos a reí. El chiste hizo que el ambiente entre los dos se distendiera aún más, nos hizo sentir más cómodos –al menos a mí- y me dejó con la sensación de que lo que estaba por venir iba a ser aún mejor.
Entre las risas mi tía no perdió el tiempo y tiró un “Bueno ahora me toca ver y tocar a mí”, mientras volvía a agarrarme la pija por arriba del pantalón. “Creo que tocar ya la tocaste bastante, y verla la viste hoy temprano”, contesté ya más distendido y en confianza. “Tenes razón, pero ahora quiero verla de más cerca”, me respondió mientras me bajaba el pantalón y el calzoncillo a la vez.
Ya completamente desnudo sentado en la punta de la cama, y con su mano agarrándomela pija, mi tía se agachó con piernas derechas y encorvando la espalda y me clavó un beso muy apasionado que duró varios minutos. El beso hizo que mi pija, que ya estaba completamente parada y con la cabeza al rojo vivo, se pusiera más dura y más venosa. Sin decir nada, ella se arrodilló y empezó a pajearme mientras intercambiaba su mirada entre mi cara y mi verga. La paja empezó de a poco a ser acompañada de besos en la punta de mi pija y no tardó de ser seguida de una chupada de verga completa, que fue desde chupada de cabeza hasta garganta profunda.
Se pueden imaginar que la excitación que me generaba verla mirándome con su cara de putona más hermosa de todas, acompañada de una chupada de pija casi celestial y el constante subir y bajar de su mano, sumado a mi corta experiencia sexual, no pude aguantar demasiado y minutos más tarde mi leche empezó a salir con toda su furia sin un previo aviso de mí parte. La mano de mi tía, que al ver que empezaba a acabar arrancó a apretarme más fuerte y a hacerlo con más lentitud, quedó bañada en semen, un poco de su boca/pera también fue víctima de mi leche y algún que otro tiro cayó sobre sus tetas.
Ella se levantó, me dijo que no me moviera y encaró el baño para lavarse las manos. Cuando volvió a salir a los pocos minutos yo seguía en la misma posición, con la pija ya no en su esplendor, pero todavía bastante caliente. Mi tía se acercó nuevamente y me preguntó si me había gustado, obviamente le contesté que sí, a lo que ella respondió “Me encanta que te haya gustado, pero todavía no terminamos”.
Continuará…
Me encanto tu relato. Me calento mucho.
Segunda parte por favor.
Quiero una tía así. Quiero mas