El siguiente texto, más que un relato, es una confesión y una declaración de amor de un hombre hacia su mujer y sus senos. Dividido en dos partes, dejando un pequeño preludio de la segunda.
Adorándote toda la noche
Besar, succionar, morder…
Un patrón adictivo, al cual soy esclavo cuando se trata de tus senos.
Me es imposible despegarme de ti, de ellos, de ellas… y es que, me refiero a ellos cuando se trata de ternura, exploración y deseo, tus senos… y hablo de ellas, cuando me consume la angustia y lo único que quiero es llegar a casa a devorarlas consecutivamente, tus tetas.
Después de años de adorarte he llegado a la conclusión de que no hay nada más hermoso que el esplendor de tus senos, totalmente desnudos, cuando los libero de alguna blusa, de tus camisones de seda; esos que nos gustan tanto… o cuando nos toma desprevenidos la tarde y son tus brasieres, quienes se vuelven testigos de ese bello ritual que tenemos.
Rituales cargados de besos y caricias de todo tipo, besos tronados y húmedos que repasan tu cuello y se detienen tiernamente en tus mejillas, mis manos que se pasean entre tus brazos y hombros, mientras un cálido beso nos mantiene insinuando lo que tanto queremos, ese momento que nos lleva a la gloria.
Aquí, dependiendo de la situación o del día, decidiré en el pre juego ese camino que nos brota suspiros, no sé si voy a quitarte botones o si subiré sutilmente la blusa o bajare los tirantes, pero lo que si sé, es que siempre estará ahí tu mirada, pendiente de cada movimiento, pues te gusta ver mi cara de asombro al liberarlas, como aquella inolvidable primera vez y es que… ¿cómo olvidarla? aquella noche mágica después de nuestra tercera cita, ya habíamos platicado de todo y ahí, a mitad de la noche, en el sillón de mi sala, decidiste darme por primera vez tus hermosos senos, lo cual sería un viaje sin retorno.
Una romántica sesión de besos fue el preludio de lo que sería una noche larga de exploración y deseo, aún recuerdo bien los detalles, los besos cálidos y húmedos, nuestra respiración agitada, tu blusa negra y las yemas de mis dedos acariciando su borde, borde que protegía celoso tus encantos, como si algún viejo amante hubiese dejado un hechizo, pero al mismo tiempo se doblegaba, dejando asomarse un lindo brasier rojo, tirándole a guinda, ese divino brasier de encaje.
Las yemas de mis dedos continuaban suavemente su búsqueda, esta vez ya dando pequeñas aperturas entre el borde de tu sostén y mis dedos, a lo que tú, con la sensualidad de tus besos y de tu lengua, me indicabas que el camino ya estaba abierto, listo para ser explorado.
La sutileza con la que me otorgabas el permiso, o mejor dicho… la dicha, se mezclaba con la tensión y el erotismo que acompaña una larga espera. Un par de besos consecutivos dieron la pauta a una breve sesión de caricias aún por encima de tu brasier, por supuesto que busque tus pezones de vez en cuando, dulce y pausadamente, metiendo y sacando mi mano de vez en cuando, provocando esos primeros roces, dejando tus pezones atorados cuando bajaba bruscamente las copas de tu sostén. Jugué y coqueteé con tus pezones un rato e inmediatamente volví a guardarlos como si de un tesoro se tratara, acto seguido continué besándote, sin dejar de estar inquieto con los tirantes y los bordes de tu brasier.
Apreté y manosee tanto que soltaste un placentero gemido, deteniéndonos por un instante, dirigiendo los dos la mirada hacia tus senos, para contemplar la escena, no sé en qué momento estiré tanto tu blusa que las copas de tu sostén ya posaban por encima, el tamaño y la inflamación de tus senos, aceleraban el pulso y nos robaban suspiros, en lo que una hermosa areola de buen tamaño, color café, comenzaba a asomarse, mientras me acariciabas suavemente el codo, pues mi brazo aún reposaba por debajo de tu pecho.
Recuerdo que te bese varias veces en la mejilla y cerraste los ojos, después volteaste y nos fundimos en un dulce beso, pero apasionado beso, un beso suave y conciso, solo que esta vez había algo diferente en el aire, una complicidad y una dulzura pues ambos sabíamos lo que la noche deparaba.
Continuamos con los besos pasionales y húmedos, mientras mi mano ya bajaba el primer tirante de tu sostén a lo que tú, con un sutil movimiento te quitaste el otro y mi corazón latía con fuerza, busqué la posición más cómoda y te llevé a ella y fue ahí, acostados sobre un par de cojines, que comenzó la odisea.
II
Acariciabas mi cabello, mientras llovían suspiros y exclamaciones por parte de ambos, te arqueabas a ratos o me oprimías a tu pecho, dependiendo la succión que le daba a tus tetas, pasaban de ser besos tímidos a chupetones constantes, pausas breves para contemplar tus pezones y luego lamerlas, sin mencionar la lluvia de besos con la que ataqué tus areolas que me pedían ser retocadas, pero recapitulemos un poco, a ese momento en el que por fin pude liberarlas…
Si este breve texto es de tu agrado, no dudes en decírmelo y así veré si me animo a compartir una segunda parte o hacer una serie de capítulos sobre la misma, saludos cordiales mis estimados lectores.
Mi estimado Marco, me gustaría dejar preguntas al aire para que cualquier persona pueda darle imagen e interpretación a su gusto, de igual manera agradezco tu interés, un saludo.
Hola Nat, con gusto, por falta de tiempo no he podido continuar con el relato, pero en cuanto esté listo lo compartiré, de igual manera estaré subiendo una serie de relatos cortos bajo la misma temática, espero los disfrutes y sean de tu agrado, que pases una excelente noche.
Buenas tardes, me encantaría que prosigas por favor, mejor si lo conviertes en una serie de relatos.
Excelente! Por favor sigue con la historia, sería interesante saber la fisionomía de tu mujer, asi como edades