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Mi esposo regresa de viaje
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Era viernes y mi esposo recién había llegado de un viaje de trabajo. Por la mañana fuimos al supermercado a realizar algunas compras para la alacena, y ya en la tarde, decidimos regresar a casa. Keev fue el primero en darse una ducha rápida mientras yo lo esperaba y aprovechaba para revisar algunos mails de mi trabajo. Cuando él salió, fue mi turno de meterme.

Terminé de bañarme y me alisté el cabello con la secadora. Decidí ponerme un top blanco sin tirantes y una braga color negro. Al salir y pararme frente al espejo del tocador, sentí cómo la mirada de mi esposo se clavaba sobre mí.

Al principio pensé que el viaje y las tareas laborales lo tendrían agotado, pero resulta que no fue así.

Keev se acercó y me miró a través del espejo.

—¿Qué haces? —me preguntó.

—Poniéndome un poco de crema en el rostro.

Su risa me hizo sonreír a mí también.

Keev me abrazó por la cintura y hundió su rostro entre mi cuello y mi hombro.

—¿Me extrañaste, Sarah?

—Tanto como tú. ¿No hubo aventuras?

—Solo lo de la morena que te conté, fuera de eso todo estuvo tranquilo. Y tú, aparte de Beatriz hubo algo más. (Se refería a Becky).

—Nada más. Ya ni siquiera he ido al club de tenis.

Keev ronroneó, me besó la mejilla y tiró de mi cuerpo hasta que su bulto, cubierto por el bóxer, estuvo entre mis nalgas.

Moví el culo y se lo restregué una y otra vez hasta que se le comenzó a poner dura. Yo tenía unas ganas ardientes de follar, pero me daba temor que Keev se sintiera cansado y me dejara a medio terminar.

Me di la vuelta y lo besé. Le mordí los labios y me pegué a él, su verga se pegaba sobre mi vientre, pero no reaccionó hasta que mis uñas le arañaron la espalda.

—Ostia puta —maldijo sobre mi oído, y en el momento en que me dio un azote en el culo, supe que esto terminaría en una buena follada.

Keev me llevó hasta la cama, me sentó sobre ella y se sacó el miembro del bóxer.

—Abre la boca.

La orden fue clara. Abrí la boca y entonces metió su verga para después sacarme y untarme mi propia saliva sobre mis mejillas.

Le chupé el glande, acaricié el hoyito con la punta de mi lengua y volví a meterme su verga hasta que el aire me faltó. Acaricié con mi lengua la vena que se le había pronunciado, y cuando la sacó, le chupé las bolas.

Keev me dio un par de bofetadas en la cara que me pusieron la piel roja, tiró de mi cabello recién limpio y me folló la boca tan fuerte que mis lágrimas comenzaron a escurrir hasta mi cuello.

—Eso te gusta, ¿verdad, zorra? —no refuté su pregunta. Al fin de cuentas, aceptaría cualquier ofensa que decidiera decirme.

No me mal entiendan, me gusta cuando mi esposo se porta tierno y cariñoso, pero cuando me folla con rudeza y me somete bajo golpes e insultos como si fuese una puta cualquiera que se ha encontrado en la calle, es algo que me lleva directo a tocar el orgasmo. Es algo que me moja el coño y me pone los pezones durísimos.

Keev levantó una vez más la mano y entonces cerré los ojos, esperando el golpe. Cuando llegó, me sacudió todo el maldito sistema. Pero qué mojada me estaba pegando. La concha me palpitaba.

—Súbete a la cama y ponte en cuatro.

Lo obedecí. Me limpié la boca con el dorso de la mano y subí al colchón, tal y como él me lo había indicado; con los codos apoyados en las sábanas y el culo en el aire. Keev se arrodilló detrás de mí y me bajó la braguita.

El maldito sonrió cuando vio lo húmeda que estaba la tela. Sus dedos acariciaron entre los pliegues de mi coñito y cuando los retiró, un hilo de mi flujo quedó colgando.

La punta de su verga fue la siguiente en tocarme. La movió arriba y abajo y después la metió hasta el fondo. Lo hizo con una fuerza tan bruta que literalmente mi cuerpo se resbaló sobre las sábanas y mi cabeza se estampó con el cabecero, que para variar, es de madera.

—¡Cabrón! —le grité.

No sé si es porque a pesar de los años sigo enamorada, o qué, pero cuando lo escuché reírse, joder, sentí derretirme.

—Perdón, amor —me dijo.

Dejé de apoyarme con los brazos y mi mejilla tocó las sábanas. Keev comenzó a follarme, me folló como si no nos hubiésemos visto en años y como si fuese una perrita en celo. Su puta que le gusta el sexo salvaje y que me reviente la concha con su enorme verga. Sus bolas pegaron con mis piernas, una y otra vez mientras su verga entraba y salía, mientras mis flujos se hacían más y más y le cubrían la piel de la polla.

Por supuesto no pensaba reprenderle o pedirle que se detuviera, ya que a pesar de que me estaba doliendo, también me estaba gustando. No tienen idea de cuánto me gustó.

Llevé una de mis manos a una de mis nalgas y tiré de ella para que mi esposo pudiera entrar más adentro. Esto provocó que Keev se recargara con todas sus fuerzas sobre mi espalda, apoyara sus dos manos y sus movimientos aumentaran.

—¡Demonios! ¡Ah… Ah… Ah!

—Cállate, Sarah.

Sonreí. Es decir que íbamos a jugar rudo.

Aguanté las primeras embestidas a pesar de que mi conchita me estaba pidiendo a gritos que parara. Sentí cómo la cama se movía y el miembro durísimo de mi esposo se clavaba hasta lo más profundo de mí.

Keev se inclinó, colocó ambas manos a los lados de mi cabeza y después apoyó su pecho sobre mi espalda.

Lo que vino a continuación me hizo soltar una larga serie de gritos, gemidos y súplicas. De verdad que me estaba follando como si nos hubiésemos separado por años. Su verga entraba y salía y pronto los ruidos de nuestros flujos comenzaron a sonar más y más fuertes en la habitación.

—Cuando me corra en ti… mi semen te seguirá escurriendo durante días —esa voz ronca y entrecortada, sobre mi oído, me hizo estremecer.

Traté de abrir más las piernas y asegurarme de que todo eso entrase en mí y me marcara.

Las últimas folladas nos llevaron al orgasmo, explosivo y un torrente de semen y sudor. Incluso cuando sacó su pene de mi interior, su leche seguía escurriendo, se desbordaba de mi vagina y escurría hasta las sábanas.

————

Espero que les haya gustado y qué gusto de poder estar de regreso. Como ven, la página ya tiene nuevas actualizaciones, ¿alguna idea para colocar en la foto de perfil y en la de portada? Estoy abierta a escuchar sugerencias.

Besos.

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Autor
Sarah Dafne
Sarah Dafne
Sarah Dafne es el seudónimo bajo el cual relato momentos candentes de mi vida. Quiero que conozcas esa parte juguetona de mí, y te adentres junto conmigo, al lugar en el que todo está permitido. Quizá mis aventuras sexuales no sean tan interesantes como la de otras personas, pero es algo que realmente me gustaría compartir contigo.

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