Advertencia: relato escatológico mezclado con dominación, solo para amantes de scat y dominación.
Cada noche se repite la misma pesadilla en mi cabeza, me incorporo de golpe empapado en sudor. He vuelto a soñar con la señora Agnes. Llevo mucho tiempo teniendo la misma pesadilla. ¿Por qué tengo una y otra vez esta pesadilla?… Antes de empezar a contaros la pesadilla que se repite en mi cabeza he de poneros en antecedentes para que comprendáis el sueño o más bien pesadilla de terror escatológica con la señora Agnes.
Mi madre y yo vivimos tranquilamente en una bonita casa, con un jardín situado en la parte delante de la casa. Me encanta el barrio y la tranquilidad que brinda, pero siempre hay algo negativo en cada historia.
En este caso es mi vecina, la señora Agnes. La señora Agnes es la mujer que vive contigua a mi casa. Siempre he maldecido la mala suerte de tenerla tan cerca, hay cientos de casa, pero justo vive a mi lado. La señora Agnes es una mujer madura de unos 55 años de edad. Dotada de un cuerpo voluptuoso y rechoncho. Tiene un culo enorme, brazos y piernas gruesas y gran estómago, la gusta mucho comer, es su adicción. Su mayor cualidad o defecto es su temperamento, es una mujer con gran carácter, siempre está discutiendo con los vecinos por cualquier pequeño asunto.
A la señora le molesta todo y no duda un segundo en recriminar el comportamiento de los demás. Se lleva fatal con todo el mundo, ha discutido con todos los vecinos, pero la excepción es mi madre. La señora Agnes y mi madre son intimas amigas. Todo el carácter de la señora desaparece cuando está junto a mi madre, se pasan el día juntas y por desgracia está constantemente en mi casa tomando café o aquel licor que tanto les gustan. Pasan horas hablando y riendo. Detesto a aquella señora.
Yo no iba a ser la excepción, había discutido con la señora Agnes muchas veces. Recriminaba mi comportamiento y modales constantemente. Siempre la respondía como se merecía, no iba a dejarme amedrentar por ella como hacen el resto de vecinos. Surgió un odio mutuo entre ella y yo.
– Tienes suerte que yo no sea tu madre, te aseguro que te enseñaría modales rápidamente… me obedecerías sin rechistar te lo aseguro – Era una de sus frases preferidas hacia mí.
Aquella tarde mi madre me llamó desde una habitación de nuestra casa. Acudí a ver que quería esta vez. Estaba viendo un partido de futbol en la televisión y me había interrumpido.
– Toma, lleva esto a la señora Agnes, prometí que se lo prestaría -.Me indico mi madre. Mi rostro hizo una mueca de reproche, no deseaba tratar nada con esa señora. Mi madre observó mi desagrado.
– No entiendo porque odias a la señora Agnes, es una mujer encantadora – Me recriminó mi madre.
– Es ella quien me odia a mí – La respondí irritado.
– No digas tonterías… Venga llévala esto a su casa -.Agarré la bolsa molesto y no tuve más remedio que ir a casa de la señora Agnes a entregarla lo que fuese que había dentro.
Abrí la puerta del jardín de la señora Agnes y llegué hasta la puerta principal de la vivienda. Levanté la voz y llamé a la señora. Esperé a que saliese, pero no lo hizo. Descubrí la puerta entreabierta y entré al interior de su casa. Volví a llamar a la señora Agnes, pero seguía sin escucharme. Me adentré por el interior de su casa recorriendo un pasillo y en un momento dado vi una puerta abierta y a la señora Agnes en su interior. Quedé completamente sorprendió, la situación era completamente inverosímil, nunca lo habría imaginado. ¿Tenéis curiosidad por saber de qué se trataba la situación?
La señora Agnes estaba en el baño de su casa. No me había escuchado porque en ese momento estaba literalmente defecando en su baño. Estaba sentada en el wc con las medias de lycra y sus bragas bajadas por los muslos. Su rostro reflejaba como apretaba, estaba ensimismada realizando sus necesidades. Para aquella señora tan rechoncha y obesa debería ser trabajoso ir al baño y tendría que realizar mucho esfuerzo hasta soltar todo su lastre interior. Por algún extraño motivo no dejé de observarla, me parecía graciosa la situación.
Ella no se había percatado de mi presencia en la puerta de la entrada. Había pasado casi un minuto cuando me descubrió. Comencé a reírme. Se levantó enojada del baño para cerrar la puerta lo antes posible. La señora Agnes se apresuró hasta la puerta con las medias bajadas, sus bragas por las rodillas, parecía un pingüino andando. Observé su enorme coño peludo mientras se dirigía a cerrar la puerta. Casi tropieza porque andaba con dificultad al llevar su ropa interior por las rodillas. Cerró la puerta dando un gran portazo. El espectáculo había terminado.
– ¡¡Eres un maldito cerdo!!… – Se escuchaban las voces de la señora Agnes tras la puerta cerrada mientras salía de su casa riéndome a carcajadas.
Al día siguiente cuando me encontré de nuevo a la señora Agnes no dude un momento en burlarme de ella. Llegó a mi casa para tomar café con mi madre como habitualmente hacían juntas. Observé como mi madre estaba en la cocina y no podía observarme, fue el momento en que empecé a burlarme de la señora Agnes. Fingí estar sentado en el baño defecando y salir corriendo como un pingüino para cerrar la puerta. Me destornillaba de risa, imitando el comportamiento del día anterior en el baño de su casa, todas mis burlas fueron frente al rostro de la señora Agnes. A ella por supuesto no la gustó mi falta de respeto. Observé como salían rayos de ira por sus ojos. Su rostro se cernió completamente enojada mirándome fijamente mientras me burlaba de ella.
– Te aseguro que vas a lamentar tu falta de respeto… lo vas a pagar muy caro –Me amenazó con un tono de voz llena de ira y odio hacia mí. No le di mayor importancia a su amenaza y continúe burlándome de ella hasta que regreso mi madre de la cocina con las tazas de café.
Aquí es donde empiezan mis pesadillas. Desde ese momento cada noche se repite la misma pesadilla, parece tan real. Os contaré como es la pesadilla…
Salgo de casa y en ese momento me llama la señora Agnes desde su jardín.
– Entra un momento a mi casa, necesito que lleves algo a tu madre de mi parte – A regañadientes entro en la casa de la señora Agnes. Estoy deseando me entregue el objeto y llevárselo a mi madre, salir de su casa cuanto antes. Me indica que está en una habitación y debo acompañarla. Camino por un pasillo y la señora tras de mí. En un momento dado siento un pinchazo en mi cuello. Me giro y observo como la señora Agnes me ha inyectado algo, agarra una inyección en su mano. No tengo tiempo para recriminar nada, la inyección es instantánea y comienzo a sentirme muy cansado, tan cansado que caigo al suelo desplomado.
Desconozco cuanto tiempo habría transcurrido, pero vuelvo a adquirir mi conciencia. Estoy en un lugar que desconozco. Estoy tumbado bocarriba en el suelo, observo el techo de una habitación. Recuerdo todo lo sucedido, como había sido drogado por la señora Agnes. Me dispongo a levantarme del suelo para ir a contárselo a mi madre inmediatamente. Aquello sería el fin de la relación de amistad entre ellas. No puedo levantarme del suelo, tengo las manos atadas a la espalda fuertemente.
Los pies están también atados a la altura de los tobillos. Intento girarme para arrastrarme, pero no puedo girarme. Tengo un collar de animal grueso colocado en mi cuello y ajustado. Mi cabeza está dentro de una caja de metal. El collar sujeta mi cara y cuello impidiendo pueda salir de la caja.
Es una caja de metal cerrada a excepción de la superficie superior que está al descubierto, no tiene techo la caja. No puedo moverme ni sacar el rostro de la caja. Atemorizado intento gritar, pero mi boca esta sellada con un trapo dentro de la boca y cinta de embalar. No puedo emitir sonido alguno. Estoy completamente indefenso. Intento escapar o gritar, pero es imposible. Unos minutos más tarde se abre la puerta de la habitación y observo como la señora Agnes entra al interior. Se acerca hasta mí y sonríe.
– Te prometí que ibas a lamentar tu comportamiento… Te burlaste de mi… ¿Te hizo mucha gracia verme defecar y luego burlarte, ¿verdad?… ¡a ver si después te sigo dando tanta gracia! – Desconozco que pretende la señora.
Intento gritarla, pero no puedo estando amordazado. La señora Agnes saca del bolsillo de su delantal domestico anudado a su cintura unos guantes de goma. Son unos guantes de goma o caucho largos. Guantes de fregar largos y gruesos. Empieza a enfundarse los guantes en sus manos y brazos rechonchos .Escucho el rechinar de la goma mientras continúa enfundándoselos mirándome fijamente con cara de odio.
Termina de enfundarse los guantes, son muy largos, por encima del codo. Agarra un objeto de alambre o metal. Desconozco que es ese utensilio. Quita la cinta americana de mi boca y saca el trapo de mi boca. No tengo apenas tiempo de defenderme verbalmente o gritar.
– ¿Que estás haciehmhm…? -Coloca el utensilio de metal en mi boca. Ahora descubro de que se trata. Es un abridor de boca metálico. Levanta los alambres que componen el objeto y mi boca queda completamente abierta, mi mandíbula está demasiado abierta. Es muy molesto el aparato y mantiene mi boca todo lo abierta posible. No comprendo nada de lo que está sucediendo.
– Hhhmhm e ggg hmmm -No puedo hablar con aquel objeto en mi boca.
La señora Agnes situada de pie a mi lado se levanta el delantal y observo como debajo lleva unos pantys de licra hasta la cintura. Se baja los pantys hasta las rodillas y posteriormente una grandes bragas que cubren todo su culo. Es el momento en que me indica sus intenciones.
– Ahora vas tragar toda mi mierda… vas a aprender a respetarme… Te aseguro que vas a comer y tragar toda mi caca – Observé aterrado como la señora Agnes se inclinaba sobre la caja para sentarse encima de mí. Su enorme culo quedo a escasos centímetros de mi boca, sobre la caja de metal. Todo quedó a oscuras, su culo recubre la superficie superior de la caja metálica. Trato de disculparme o pedir ayuda, pero no puedo con el abrebocas metálico.
– Es inútil que intentes pedir ayuda… tu mamaíta no te va a escuchar… no va a salvarte… -Me recrimina. Empiezo a olfatear un fuerte hedor. Su ano sobre mi rostro desprende un fuerte olor. Escucho un crujido y observo como sale de su culo un tronco de mierda enorme. Fue a parar a mi boca bien abierta sin poder hacer nada para evitarlo. Siento nauseas, el sabor es muy fuerte. La señora Agnes continúa defecando, toda mi boca se llena de mierda e incluso sale al exterior al no entrar toda. Se levanta de su asiento una vez terminó. Se limpia su ano con un trozo grande de papel que agarra en sus manos enguantadas y lo tira dentro de la caja.
– El papel también te lo vas a comer – me indica enfadada mientras agarra algo situado fuera de mi vista .Regresa sujetando un rollo de cinta americana entre sus manos enguantadas.
– No vas a poder escupir la caca… Voy a cerrarte la boca… Vas a tragar todo sin dejar nada… –Escucho como despegaba la cinta americana y parte varias tiras. Se inclina hacia mí. Aparta trozos de su caca sobrantes de mi boca, no entra toda la mierda en mi boca. Agarra dos tiras de cinta americana y los pega a mi boca dejando dentro un trozo de caca grande. El sabor es terrible, me siento completamente humillado degustando la caca de la señora Agnes.
La señora una vez se aseguró no pudiese escupir su trozo de mierda de la boca con la cinta americana. Se sienta en una silla junto a mi lado. La señora Agnes Observaba mi situación tranquilamente vestida con su delantal y medias enfundadas en sus piernas cruzadas sentada sobre la silla.
– Ahora tú decides… Tragas todo o lo dejas en la boca, no podrás escupirlo. Te aseguro que hasta que no te comas toda mi caca no saldrás de esta habitación. -Me indica tranquilamente mientras me observa. Tengo el trozo de cada en mi boca y no deseo tragarlo, pero retenerlo en la boca es peor, no paro de degustarlo. Ambas situaciones; tragar o dejarlo en la boca son terribles. La señora se burla de mi sentada tranquilamente con sus guantes enfundados por encima del codo y sus piernas cruzadas.
– ¡¡Vaya!!… ahora no pareces reírte… ¿sabes lo que eres? un comemierda… un retrete. –La señora Agnes comienza a reírse a carcajadas.
Pasan los minutos y sigo con el trozo de caca dentro de la boca, no soy capaz de digerirlo. La señora Agnes se empieza a impacientar.
– Mi paciencia es limitada y no tengo toda la tarde… te ayudaré a tragarlo. -Observo como la señora se levanta de la silla y se inclina nuevamente hasta la caja metálica donde me encuentro sujeto. Su mano enfundada en su guante grueso de goma cierra mi nariz. Ahora no puedo respirar. Me mira fijamente:
– ¡¡Si quieres respirar… Traga!! – No tengo más remedio que tragar todo cuanto llevo dentro de la boca. Exhausto libera mi nariz. Respiró rápidamente por la nariz. He tragado todo como me ordenó, no he tenido otra opción mientras aprisionaba mi nariz entre su guante. La señora Agnes quita la cinta de mi boca. Pienso que mi castigo ha llegado a su fin, pero no es así. Simplemente ha quitado la cinta americana de mi boca para volver a introducir más restos de caca dentro de mi boca. No tengo tiempo de gritar, suplicar o pedir ayudar. Rápidamente vuelve a meter más caca dentro de mi boca que había esparcida por la caja. Cierra de nuevo mi boca con cinta americana.
Aterrado observo a la señora como se ríe a carcajadas. Vuelve a sentarse en su silla tranquilamente.
– Te he dicho que no vas a salir de esta habitación hasta que no tragues toda mi mierda… todavía queda mucha -Me recrimina mientras se burla de mí. El tiempo pasa lentamente y continúo llevando su caca en mi boca. La señora vuelve a levantarse de su silla. Se sitúa sobre mí y noto como su pie enfundado en su media de lycra se sitúa sobre mi pene. Me pisa los huevos y empieza a apretarlos contra el suelo, el dolor es insoportable, me está aplastando mis testículos.
– ¡¡Traga!! -no tengo más remedio que volver a tragar o me quedo sin huevos. Una vez que la señora observa como he digerido su caca por mi garganta, sonríe. Vuelve a repetir el mismo procedimiento una y otra vez hasta que no queda una sola migaja de su caca dentro de la caca. Me ha hecho comer toda, trozo a trozo con mi boca sellada con la cinta para que no pueda escupirla.
La señora Agnes me muestra el trozo de papel con el que ha limpiado su ano. Está completamente marrón.
– ¡No vas a dejar desperdicio alguno! – introduce el papel dentro de mi boca. El papel es más difícil de digerir. Tengo que masticar y tragar poco a poco el papel completamente sucio lleno de su caca.
Una vez he tragado todo, incluso su papel, la señora me toca la cara ligeramente con su mano enguantada.
– Muy bien… así me gusta comemierda. A partir de hoy vas a ser mi retrete. –Observo como vuelve a agarrar el trapo con el que estaba amordazado anteriormente, y vuelve a amordazarme con el. Pega varias tiras de cinta americana en mi boca para que no pueda escupir el trapo y permanezca en silencio.
La señora se dirige hasta un lado de la habitación. Regresa con una pequeña caja de cartón en su mano enguantada. Desconozco el significado de la caja, pero la señora me lo explica:
– ¿Ves esta caja? te enseñaré que hay en su interior – Abre la caja de cartón y saca una pequeña pera de goma. Me muestra la pera de goma ante mis ojos.
– Yo no decido cuando ir al baño, es algo natural y sucede a su debido tiempo… pero tengo un gran truco… si introduzco esta pera de goma dentro de mi culo y vierto su liquido en mi interior saldrá todo de golpe, descompuesto y líquido a raudales ¡¡adivina quién lo va a tragar!! -Quedo aterrado por sus palabras. Deseo escapar, huir, pero no es posible, estoy completamente atado de pies y manos y amordazado con un trapo dentro de mi boca bien sellada con cinta americana.
La señora se ríe a carcajadas mientras se quita sus guantes tirando bruscamente del extremo de la goma. Deja sus guantes sobre la silla y dirige su tono de voz hacia mí:
– Dejo aquí mis guantes… los voy a necesitar más tarde. Ahora voy a ir a comer, tengo una suculenta comida preparada, voy a comer más que nunca, hasta saciarme y más tarde regresaré, introduciré la pera de goma dentro de mi culo y todo ira dentro de tu boca bien líquido. Tragaras todo y te aseguro que va ser mucho.
La señora comienza a reírse a carcajadas y abandona la habitación.