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Masaje tántrico (4): parte 1)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Esta vez ya la cosa era diferente, tenía el número de dos hermosuras para poder llevarlas a un hotel y hacerles lo que quisiera. Ya sabía de lo que era capaz Alexa, se notaba que era tremenda zorra. Pero esta vez, no podía sacarme de la cabeza a Brenda. Lo cortante que fue al despedirse hizo que me diera más morbo, pensé que sería como un reto. Así que decidí escribirle.

– Hola Brenda, ¿Cómo estas preciosa? – escribí.

– Hola, ¿Quién es? – respondió.

– Perdón, soy Gonzalo, de la semana pasada. Con Alexa, ¿te acuerdas?

– Ah sí, ¿cómo estas papi?

– Muy bien, quería ver si estabas disponible para mañana.

– Sí, claro, ¿qué tipo de servicio quieres?

– Bueno, lo quiero todo. Me quede con las ganas la semana pasada.

– Uy que rico, está bien. ¿Dónde iríamos? Sabes que en el salón no se puede.

– Dime tú, ¿dónde acostumbras ir?

– Bueno, cerca al salón hay un hotel bien cómodo. Ahí podría ser.

– Está bien, ¿a qué hora estas libre?

– 10 ¿está bien?

– Sí, claro.

– La tarifa es 100 soles el polvo bebe. Empezamos con un masaje sensual, luego sexo oral, luego sexo vaginal, las poses que quieras, hasta que termines. Cualquier otra cosa es extra.

– Está bien, pero, ¿si quiero un par de polvitos?

– Seria 170 soles.

– Está bien. Nos vemos mañana a las 10, me dices que hotel es.

Eso fue todo, ya estaba la cita hecha, estaba ansioso de que sea el día siguiente. A mi mente vinieron los recuerdos de Brenda de la última vez. Lo hermosa que era, la forma de sus tetas, el tremendo culo que tenía, estaba a mil.

Estuve acostado un momento en mi cama, mi pareja se acostó a mi lado. Yo estaba muy caliente solo con la idea de lo que pasaría el día siguiente. Mi pareja se apoyó a mi lado, dejando sus tetas aplastándose al lado de mi pecho. Me dio un suave beso en la boca y se recostó en mi pecho colocando su mano en mi abdomen. Puso su pierna encima mío y con su muslo rozó mi pene. Se debió dar cuenta de lo duro que estaba, porque levantó la mirada, me miró a los ojos y su mano bajó hasta meterse dentro de mi short. Agarró mi pene con la mano y comenzó a masturbarme.

Se sentía muy bien sentir sus manos después de tanto tiempo. Empecé a masajearle las tetas y nos besamos. Esta vez con pasión. Como ya lo habíamos hecho antes, tantas veces.

– ¿Te la chupo? – preguntó – hace tiempo que no lo hacemos mi amor – y ¿de quién es la culpa?, pensé.

– Claro mi amor, sabes que me encanta como la chupas – respondí.

Bajó su cabeza, me sacó el short y le comenzó a dar besos a la punta, luego lamia la cabeza y de repente se la metió toda adentro. La verdad que siempre me gusto como la chupaba. Se puso en una posición que dejaba su culo al lado de mi cuerpo. Le bajé el pijama hasta las rodillas flexionadas y comencé a tocar su vagina. Masajeaba sus nalgas al mismo tiempo que metía un dedo en su conchita. Comenzó a humedecerse rápidamente. Ya no aguantaba más, entre la excitación de imaginarme a Brenda, la mamada exquisita que me estaba dando mi pareja, lo mojada que estaba su concha y las ganas que tenía de estar con ella desde hace tanto tiempo, la levanté y la coloqué boca arriba. Le quité el pijama completamente y ella se quitó la parte de arriba. Aparecieron ese par de tetas que extrañaba tanto, grandes, un poco caídas por la lactancia. Pero hermosas de verdad.

Una vez así, no esperé más y acerqué mi pene a su vagina, la fui metiendo de a pocos. Hasta que entro toda. Me quedé así unos segundos, viéndola a los ojos. Comencé a moverme despacio. Notaba su cara de dolor al comienzo, pero luego fue cambiando a una de placer. Me tumbé encima de ella, aplastando sus tetas con mi pecho y le di un beso muy caliente, ardiendo. Fui acelerando los movimientos, ella comenzaba a gemir. El sentir la humedad de su vagina directamente en mi pinga era delicioso. Comenzó a gemir cada vez más fuerte y me acerque a su oído.

– ¿Te gusta mi amor? – le susurré – ¿te gusta la pinga de tu hombre?

– Si – gemía ella – sí, me gusta tu pinga amor, métemela toda que me voy a venir.

– Y, ¿quieres mi leche? – dije – ¿quieres que nos vengamos juntos?

– Si, amor, si – seguía gritando – lléname con tu leche por favor. Así, dame más. Más rápido por favor – suplicó.

Aceleré los movimientos, le daba cada vez más fuerte y sentía que me quería venir. Aceleré un poco más.

– No pares, me vengo –gritó, sentí como su vagina se contraía y se mojaba más, solté toda mi leche dentro y me desplomé encima de ella.

Nos recostamos exhaustos, ella encima de mi pecho, aún desnuda, abrazada a mí, con su cabeza en mi pecho y su pierna encima mío. Su concha se pegaba a mi pierna y sentía como seguían saliendo de ella nuestros jugos combinados. Así nos quedamos dormidos.

Al día siguiente, desperté con la imagen de mi pareja, desnuda, encima mío. con las manchas de nuestras corridas en la sabana y nuestras piernas. Felizmente mi hijo se había quedado a dormir con sus primos, así no nos vería en una situación tan incómoda. Al levantarnos me bañé, con la idea de decirle a Brenda para aplazar nuestra cita para otro día. Pero cuando le escribí para aplazar la cita, lo único que atiné a escribir era para que me diga el nombre del hotel, cuando me lo dijo, partí camino a este. Por más satisfecho que había quedado la noche anterior, seguía con la imagen desnuda de Brenda en mi cabeza. Me dijo que pida una habitación y que una vez que esté dentro, le diga el número. Ella ya estaba en camino también. Hice eso, me dieron mi habitación y le envié el número.

La habitación era amplia, tenía una cama de 2 plazas. Un sillón tántrico, una amplia ducha con paredes de vidrio y el baño al lado. Se veía cómodo todo, nunca había usado uno de esos sillones tántricos, así que imaginé que Brenda me enseñaría.

Prendí la tele mientras esperaba, rápidamente salió el canal porno. Definitivamente era un hotel para citas. Comencé a ver una porno, pero cada vez me desesperaba más, me excitaba con la película y ya quería que llegue Brenda. Unos minutos después, tocan la puerta, salté de la cama y corrí a la puerta. Abrí y era ella. Vestía un jean pegado y un polo bien pegado que apretaba sus tetas. Le di un beso en la mejilla y la hice pasar. Después de lo cortante que estuvo la última vez, traté de ir despacio.

– Hola mi amor – le dije – pasa.

– Hola, papi, ¿cómo estás? – respondió.

– Mejor ahora que llegaste. – respondí – te ves hermosa.

– Gracias – sonrió – entonces, ¿cómo quieres empezar? – preguntó un poco apurada.

– Bueno, me gustaría un striptease primero. Luego pasamos a lo bueno, ¿te parece? – me aventuré a decir.

– Está bien, que rico. – respondió ella – y ¿cuántos polvitos vas a querer mi amor?

– Definitivamente dos – le dije.

– Ok, serian 170 – me dijo y le pagué – ponte cómodo, me voy a cambiar y vuelvo.

Pasó al baño y yo me desvestí, para quedarme solo en bóxer. Al rato salió, estaba con una batita semitransparente que le llegaba hasta la mitad de los muslos. Dentro se podía ver, un sostén rojo de encaje y un hilo del mismo color. Se veía de infarto. Mi pene comenzó a endurecerse solo con esa visión. Puso un poco de música y comenzó a bailar. Se movía muy sexy y luego jaló la silla que estaba al lado y me llamó para que me siente. Lo hice rápido. Una vez sentado, se dio la vuelta y me mostró el culo. Se veía espectacular, con el hilo de su tanga metido entre sus nalgas, lo movía muy sensualmente al ritmo de la música. Luego se sentó en mi regazo y se comenzó a frotar. Puse mis manos en sus tetas, por encima del sostén, se sentían duritos. Los masajeé y me acerqué para besarle la espalda. Ella seguía moviéndose.

Después de un momento así, se levantó, siguió bailando y lentamente se quitó el sostén. Salieron ese precioso par de tetas y se subió encima mío, esta vez quedando frente a frente. Se movía frotando su vagina encima de mi bóxer. Mi pene ya estaba completamente erecto. Me pegó las tetas al pecho y comenzó a cabalgarme de una forma muy excitante. Me besaba y lamía el cuello. Luego puso su cara frente a la mía. Su boca estaba muy cerca a la mía, me miraba a los ojos y sentí un poco de lujuria en su mirada. Eso hizo que me envalentonara y me atreví a darle un beso. Uno corto, con la boca cerrada. Nos separamos con las miradas fijas en los ojos del otro. Y sin pensarlo dos veces, ambos nos acercamos y nos dimos un beso muy caliente. Nuestras bocas se abrieron y nuestras lenguas jugueteaban una con la otra.

Seguimos besándonos un buen rato así, mis manos en su culo ayudándola con los movimientos encima de mi pene. Yo estaba a mil. Y por sus besos sentí que ella también estaba caliente. Me levanté de la silla y la cargué sin dejar de besarla. La llevé al borde de la cama y la recosté. Quedé parado frente a ella disfrutando de la vista. Luego volví a lanzarme hacia su boca. La besaba con locura. Le masajeaba las tetas y los pezones. Ella colocó sus manos en mi espalda y me la sobaba con fuerza.

Comencé a bajar, besando y lamiendo su cuello, hasta que llegué a sus tetas, se las lamía y chupaba sus pezones. Daba ligeros mordiscos de vez en cuando. Ella agarraba mi cabeza y me despeinaba. Seguí bajando, pasando mi lengua por su abdomen, durito y bien trabajado. Con las manos intenté bajar su tanga, dificultado por estar apoyada en la cama. Ella levantó el culo para dejarme campo libre y saqué con fuerza su tanga. Se la deslicé por las piernas y lo saqué por sus pies, casi se engancha en esos tacos altos que tenía. Frente a mi pude ver esa conchita tan deliciosa, depiladita, con unos labios gruesas ya un poco húmedos.

Comencé a sacarle los tacos, mientras los sacaba besaba sus pies, los lamía. Ella se mordía los labios. Lo estaba disfrutando. Comencé a subir lamiendo sus piernas. Pasando mi lengua por toda se extensión. Cuando llegué a la vagina, me arrodillé al pie de la cama y quedó frente a mí. Ella abrió sus piernas lentamente. Como indecisa. Pero yo no podía titubear. Me abalancé y comencé a besar suavemente sus labios vaginales. Le pasaba la lengua de arriba abajo. Con el dedo pulgar masajeaba su clítoris mientras lamía e introducía ligeramente mi lengua dentro.

– Uy mi amor, que rico – la escuché gemir – sigue – seguí disfrutando de su humedad. Tenía un sabor delicioso – ven mi amor, quiero volver a probar esa pinga.

Me levante, me dijo que me recueste. Ella se subió encima mío, puso su vagina en mi cara y agarró mi pene. Comenzamos un 69 espectacular. Me la chupaba toda, amasándome las bolas con su mano. Yo seguía chupando como loco, mientras amasaba sus enormes nalgas con ambas manos, las abría y con el dedo índice, suavemente sobaba la entrada de su ano. Dio un pequeño respingo, pero no se quejó, es más, chupaba con más ganas. Sentía su concha cada vez más mojada. Dejó de chupármela y comenzó a gemir. Sentía que se quería venir. Mi dedo comenzó a penetrar con cuidado su ano, solo metía hasta la altura de la uña. Ella gimió más fuerte y sentía como tiraba todos sus jugos en mi cara. Acababa de eyacular en mi cara. Había visto videos de eso, pero nunca lo había sentido.

Luego de eso, se levantó, se arrodillo entre mis piernas y se metió mi pinga en la boca. Chupaba como los dioses. Se la metía toda sin problema. No es que tenga una pinga muy grande, pero me defiendo. Nunca nadie se la había metido hasta el fondo. Luego se la sacó. Miró mis huevos y le dio unos besitos.

– Si te depilas acá abajo, la próxima vez, me los meto a la boca – dijo coquetamente con una cara de puta increíble.

Se levantó, buscó un preservativo y lo abrió. Lo colocó en la punta de mi pene y abrió la boca para ponérmelo. Con sus labios lo desenrollaba mientras se la metía toda adentro, una vez puesto, siguió mamando. Una vez humedecido, se levantó y se sentó encima mío. Comenzó a frotarse de atrás hacia adelante encima de mi pene. Se recostó sobre mí, y comenzó a guiar mi pene a la entrada de su vagina. Colocó la punta en la entrada, me miro a los ojos y nos besamos apasionadamente. Luego comenzó a empujar y mi pene entró sin dificultad. Comenzó a moverse despacio primero, luego fue subiendo la velocidad. Por el espejo que estaba frente a la cama podía ver como rebotaban sus nalgas en mis huevos. Dejó de besarme, para poner sus tetas en mi cara, las lamía y ella gemía como loca.

– Ah, me encanta. Que rica pinga tienes papi – dijo agitada, mientras seguía moviéndose encima mío – la quiero toda dentro.

Yo seguía disfrutando de sus tetas, ahora si mordía un poco más fuerte sus pezones. Le agarré las nalgas y ayudaba sus movimientos. Ella se recostó encima mío, me besaba y comencé a moverme yo, primero despacio, de vez en cuando daba un empujón fuerte hasta el fondo y seguía despacio. Así estuve un momento dándole. Luego aceleré la marcha, se la metía toda y a toda velocidad. Sus nalgas chocaban con mis muslos. Los besos se hacían cada vez más calientes, más húmedos.

– Quiero ver ese culo – le dije al oído – ponte en cuatro.

Se levantó, se puso en posición y yo me acomode atrás. Le abrí las nalgas y pude ver ese ano hermoso. Acomodé mi pene en la entrada de su concha y la metí de un solo golpe. Soltó un pequeño grito. Comencé a moverme con fuerza, estaba descontrolado, la quería partir en dos. Pasé una mano por debajo y comencé a acariciar su clítoris, con la otra sobaba la entrada de su ano. Suavemente fui metiendo un dedo. Ella gemía como loca. Solté un poco de saliva en su ano para poder lubricarlo. Ahora si pude meter el dedo hasta la mitad.

– Así papi así – gemía ella – méteme todo el dedo en el culo. Sigue así.

Seguía bombeando como loco, era hermoso ver ese culo rebotando en mi abdomen, la visión era espectacular. Mi dedo seguía masajeando su clítoris y sentía como chorreaba su vagina. El otro dedo ya estaba completamente dentro de su ano. Lo movía en círculos pequeños y ella enloquecía.

– Si – gritó – me vas a hacer venir de nuevo puto – eso me volvió loco – dale más duro, métemela toda – seguía ella. Saqué el dedo del culo y me acerque a su oído.

– ¿Te gusta cómo te monto no perrita? – susurré a su oído.

– Si, me encanta como me la metes – respondió – dale más duro, ¡hazme tu perra!!!!!

– Soy tu macho ¿no putita? ¿Te gusta mi pinga? – le seguía diciendo.

– Si, eres mi macho y yo tu putita. Todo lo que quieras, pero no pares – decía ella.

Se la saqué y le di la vuelta. Abrió las piernas y no esperé ni un segundo. Se la metí de un golpe y seguí moviéndome rápido. Seguía masajeando su clítoris con una mano y con la otra le amasaba una teta. Luego me acercaba y le chupaba las tetas. Así seguí un buen rato y ella me abrazó con sus piernas por la cintura mientras agarraba mi culo, empujando cada vez más. Nos besamos en la boca para silenciar sus gemidos.

– Me voy a venir – gritó – sigue así que me voy a venir. Así. Ah – gritó, mientras sentía como se contraían las paredes de su vagina.

– ¿Te gusta perra? ¿Quieres mi leche? – le dije.

– Si papi – me dijo, agitada – pero la quiero en la cara, tíramela toda en la cara. – me sorprendió.

Esa petición me puso a mil y no pude desaprovecharla, la saqué de su vagina, que chorreaba, me saqué el preservativo y me subí encima de ella. Me masturbé unos segundos y se la tiré toda en la cara. Salió mucha leche, le llené toda la cara con mi semen. Y aún seguía saliendo, ella abrió su boca y un chorro cayó dentro. Caí desplomado a su lado. Ella comenzó a limpiarse con la mano los rastros de semen de la cara y se los metía a la boca.

– Que rico sabe tu leche papi – me dijo, aún agitada.

Se había tragado mi leche, no lo podía creer. Aun le quedaban restos en la cara y cuello. Así que se levantó y fue a la ducha. Prendió el agua, espero a que calentara y se metió. Veía como se lavaba la cara, las tetas, la concha y el culo. Verla así era increíble. Me estaba gustando esa vista.

Continuará.

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