A veces las cosas no salen como las planeamos, pero debemos adaptarnos y quizá algo bueno puede pasar. Después de caminar unas cuadras, por fin llegamos a la puerta del hotel. Él se acercó al mostrador y le dijo a la señora que quería una habitación de estancia corta. Esa gorda mal encarada me volteó a ver y lo mira a él. Le dijo que requería de una identificación mía. Mi madurito le dijo que en ningún hotel piden identificación y menos por estancia corta además argumentó algo de protección de información y cosas así, pero la señora se montó en su macho y dijo que si no mostraba mi ine no me dejaría pasar. Cabe hacer mención que apenas cumplí 18 y por lo de las elecciones pues no la pude tramitar. O sea que no traía identificación. Él se molestó demasiado con la del hotel y salimos de ahí. Me dijo que no me preocupara, que iríamos a otro lugar más tranquilo, pero antes me preguntó si había desayunado. Le dije que no. Fuimos a un restaurancito a comer algo y me dijo que quería hablar bien conmigo.
Ya con café en mano y panza llena me miró y dijo:
-Hola, soy Diego y antes que nada quiero que sepas que aquí conmigo estás segura. ¿Cuál es tu nombre?
– Valeria, mucho gusto Diego.
– Quería platicar contigo antes porque esto que esta por suceder puede ser algo increíble y fenomenal para mí, pero deseo que lo sea también para ti. Jamás había llegado a tanto con alguien y menos con una mujer tan joven y hermosa. De hecho, llevaba días buscando la oportunidad de tocarte, de sentirte. Pero aquel día que quedamos muy pegaditos me aventuré a hacerlo y mi sorpresa fue inmensa cuando vi que no me decías nada. ¿Por qué?
– Yo sentí miedo, te confieso. Pero por alguna extraña razón el cómo me fuiste tocando me empezó a excitar de una manera muy cañona y empecé a desearlo. Y la segunda vez que me tocaste más profundo, quede tan caliente que ni masturbándome estaba satisfecha. Fui con una amiga y me dijo que buscara hablar contigo a ver si se podía dar algo y pues aquí estamos jejeje.
– No imaginas lo afortunado que soy. Debes sabes cosas de mi antes de que sigamos. Eres un tesoro para mí y quiero cuidarte. Tengo esposa, vivo muy cerca de la parada donde nos hemos encontrado. No te voy a contar el chisme de todos los hombres de que andan mal con su esposa y que puro cuento. Yo estoy bien con ella, no tenemos hijos y el sexo no es malo, pero hay etapas en la vida donde uno busca cosas distintas pero no quiere dejar a su pareja. ¿Si logro hacerme entender con todo esto?
Francamente yo no sabía que pensar, por un momento quise irme de ahí y no volverlo a ver, pero algo en mí se movió muy en lo profundo y le dije:
– Yo voy a ser quien te haga feliz en la cama. Enséñame, por favor.
– Vale, neta siento que estoy viviendo un sueño. Va a ser difícil que nos dejen entrar a un hotel porque si te ves muy chavita, pero te propongo algo si no te importa. MI esposa ya se fue a trabajar y no regresa a la casa hasta tarde. ¿Quisieras ir a mi casa?
Eso hizo que me excitara demasiado. En mi primera vez me llevaría a su casa. Donde duerme con su esposa, donde hace su vida y ahí seria donde me quitaría mi virginidad. Le dije que si nos podíamos ir ya.
Tomamos un Uber desde ahí hasta la casa. EL chofer del Uber era un viejo como de 60 años, blanco, pelón, con ojos de libidinoso y noté que ajusto su espejo retrovisor como para ir viéndome las piernas. Me incomodé, pero mi maduro se mantenía tranquilo. Venía haciendo una llamada a su trabajo para avisar que tuvo un contratiempo sin dejar de acariciar mi pierna mientras que con su codo venia rosando una de mis tetas.
Cabe hacer mención que yo sentía que mi pezón iba a explotar, estaba durísimo. Si por mi fuera me hubiera sacado las tetas en el Uber para que el me las chupara ahí mismo. Estaba de nuevo como loca, ya no pensaba con claridad. El deseo empezó a recorrer todo mi cuerpo y empecé a sonrojarme, a respirar un poquito profundo y a sudar. De repente siento como la mano de El sube un poco y descubre mis piernas como para dejar que el chofer de Uber pueda ver más libremente. Yo recuerdo que no traigo calzones y cierro las piernas de manera instintiva y lo volteo a ver con ojos angustiados. Él sonríe y me dice al oído: Fluye mi niña, disfrútalo. Solo déjate llevar.
Yo muerta de nervios, pero con la calentura hasta la cabeza obedezco. Empiezo a abrir mis piernas de a poco. El me empieza a acariciar hacia la entre pierna y veo que el chofer de Uber se pone todo estúpido, casi choca y mi maduro le dijo:
– Compa, concéntrate, si quieres ver que sea en los semáforos.
El chofer se intimido, se disculpó y siguió manejando. Cosa curiosa, nunca más volteo de nuevo, ajusto su espejo de nuevo y no pasó nada. Yo quedé impresionada y al bajar del coche le dije: ¿Que fue todo eso?
– Quería que vieras que muchos hombres son más hocicones que otra cosa. Se dicen muy machos, muy puercos y cuando los confrontas se fruncen luego. Te vas a encontrar muchos de esos y quiero que sepas como defenderte cuando yo no esté.
– Y que hubiera pasado si el del Uber te hace caso y solo en los semáforos hubiera volteado…
– Le hubiera regalado el mejor espectáculo de su vida. Le hubiera dejado ver lo hermosa que es tu vagina, lo terso y suave de tus piernas, pero eso sí, no le hubiera dejado tocarte.
Y justo aquí me surgió una pregunta que no esperé en realizar:
– Y si yo lo hubiera querido tocar?
– De qué forma?
– No sé, quizá ver como se sacaba su miembro y poderlo tocar.
– De ser así, yo no tendría ningún problema. Seria riquísimo ver como lo tocas.
En ese momento entramos a su casa y justo iba saliendo su vecino. El como si nada le dijo: Buen día vecino, le presento a mi sobrina. El vecino saludo como si nada y se fue. Entramos a su departamento y yo estaba que no lo creía, esto parecía sacado de una película o no sé de dónde. Yo hasta hace unos días era una chica normal y tranquila y ahorita estaba por tener sexo por primera vez en la casa de un perfecto desconocido y me encantaba la idea. ¿Realmente me estaría convirtiendo en una putita?
Me invito a pasar, cerró la puerta. Se sentó en el sillón y me dijo que me acercara. Quedé parada justo frente a él. Me miró de pies a cabeza. Podía sentir su mirada como si fueran caricias de sus manos recorriendo cada centímetro de mi cuerpo, me estremecí de solo ver cómo me estaba mirando. El sentado en su sillón, con las piernas abiertas y yo parada justo enfrente de él, puso ambas manos a la altura de mis rodillas, aproximó su cara hacia mi pubis e inhalo profundamente muy cerquita de mi vagina. Comenzó a subir sus manos muy lentamente, recorriendo mis muslos hasta llegar a mis nalgas. No las tomo afanosamente, sino que fue subiendo muy lentamente, como si quisiera trazar un mapa de mi piel en su memoria. Yo respiraba agitada, me estaba mareando y el solo me dijo:
– tranquila, relájate y déjate llevar. Solo déjate llevar. No pienses en nada
El hecho de no traer calzones, de sentir sus manos recorriéndome y ver cómo me observaba era totalmente hipnotizante.
Buscó el cierre de mi falda y lo bajó lentamente dejándola caer al suelo. Quedé totalmente expuesta. Mi vello púbico era muy evidente y el temblor de mis piernas aún más. El volteó hacia arriba, me miró fijamente y fue acercando su cara muy despacio hacia mi vagina. Pegó su nariz a ella y respiro muy lento, muy suave y sin darme cuenta comenzó a besar muy tiernamente mi pubis, sentía el calor de sus labios como lava volcánica. Me pidió abrir un poquito las piernas, se puso de rodillas y con la puntita de su lengua recorrió la rayita que se escondía tímida entre mis bellos. Yo no pude aguantar más y gemí de tal manera que se me doblaron las piernas. El me tomo de la cintura y me guio hacia el sillón. Me recostó. Me dijo que me pusiera totalmente cómoda, se paró, fue hacia su recamara y regreso casi en seguida. Traía algo en las manos que no logré ver que era hasta que ya estaba muy cerquita de mí. Era una especie de bufanda con la cual me dijo que me vendaría los ojos.
– Confías en mí?
– Totalmente.
– Quiero que nuestra primera vez sea única y que jamás la olvides. Solo deseo que sientas, que ninguno de tus sentidos te distraigan, solo tu piel será testigo de este momento.
Me vendó los ojos. Fue algo tan extraño, pero tan excitante, podría decir como romántico pero erótico. Yo no sabía que iba a suceder, pero ya estaba en sus manos. De verdad tenía casi la edad de mi papa. Era un señor y así me tenía abierta de piernas en su sillón, con los ojos vendados y lista para recibir y aceptar todo lo que él me quisiera hacer.
Por unos segundos que me parecieron horas no sentí ni escuché nada hasta que de repente me di cuenta que me quitó los tenis, fue desabotonando mi blusa y con todo cuidado y delicadeza desabrocho mi brasier diestramente.
Respiré profundo y al exhalar sentí sus labios en mis pies lograba sentir su lengua recorriendo el empeine de mi pie izquierdo mientras que sentía las yemas de sus dedos acariciando mi pantorrilla. Conforme subían sus dedos iba subiendo su boca, pasó por mi rodilla y sin despegar su boca ni sus manos seguía subiendo, lento, muy despacio al grado de llevarme a un deseo incontrolable. Le dije:
– Por favor, ya. Hazlo ya, te quiero sentir adentro. Mételo por favor.
– No desesperes mi niña, todo a su tiempo.
Siguió subiendo. Sus dedos ya estaban en mis ingles, su boca recorría todo alrededor de mi vagina. Con un dedo recorrió mi rayita de arriba hacia abajo mientras que soplaba muy cerquita, sentí ese aliento tan cálido que me mojaba ya a chorros. El no dejaba de pasar su dedo de arriba hacia abajo mientras con la puntita de su lengua buscaba hacerse paso entre mis vellitos hasta que por fin llegó a tocar el clítoris.
¡¡¡Mierda!!! Sentí una descarga eléctrica recorrer todo mi cuerpo y lo tomé de la cabeza con ambas manos y lo sujete fuerte, lo pegue a mi vagina con tal fuerza que sentí su lengua muy adentro. El empezó a lamer, si, a lamer literalmente toda mi vaginita. Sentía su lengua en una carrera loca por comerse toda mi conchita. Escuchaba su respiración agitada. Sus manos abrazaban mis piernas y de alguna manera abrían mis labios, podía sentir como sus dedos se hacían paso para dejar expuesta mi flor y así podérsela comer completita.
Comencé a sentir unas ganas tremendas de hacer pipi y le dije que esperara, que necesitaba ir al baño, que por favor se detuviera, estaba a punto de explotar, el no dijo nada, solo siguió hasta que un chorro salió de mi vagina, y tuve un orgasmo que me dejo súper mareada, pero él no se detenía. Seguía bebiendo de mí, cada chorro que salía le bañaba la cara, mojaba todo su sillón, pero él no se detenía.
Después de unos momentos siguió subiendo con sus besos y sus caricias. Pude sentir su lengua en mi ombligo mientras que sus manos acariciaban mi cintura. Poco a poco iba subiendo hasta que sentí solo sus yemas recorriendo el borde inferior de mis tetas, parecía que las iba dibujando, empezó desde el centro de mi pecho e iba con ambas manos trazando el borde de cada seno hacia el exterior llegando al borde superior y bajar en línea recta hacia los pezones. De nuevo ya estaba muy excitada y mojada. Mis pezones se pusieron tan duros que hasta me dolían. El solo pasaba el borde de sus dedos alrededor de mi aureola y de a poco rosaba el pezón.
Empecé a sentir el calor de su boca en mi teta derecha y su otra mano tomando la izquierda. Su lengua de debatía en una lucha de placer con mi pezón y sus caricias eran cada vez más intensas que yo ya no dejaba de gemir, solo no podía dejar de hacerlo, eran jadeos, gemidos que nunca imaginé podría tener. Su boca empezó a viajar de un pezón a otro. Tenía mis tetas en sus manos y su boca iba y venía de un pezón a otro. Sus manos apretaban mis chichis de tal manera que me empecé a retorcer del placer que sentía. Expulsé otro chorro. Escuche ese sonido tan peculiar de cuando sale el chorrito. No podía dejar de jadear,
Subió hacia mi cuello y fue una sensación celestial. Sentir esa boca en mi cuello, su peso sobre mí, su olor.
Su boca se posó en la mía. Lo besé apasionadamente, abrí la boca y dejé que su lengua entrara hasta el fondo y le regresé lo mismo. Era una lucha por ver que lengua entraba más en la boca del otro. Mis brazos lo rodeaban sentía su cabeza, su cuello. Comencé a bajar mis manos y recorrí su espalada, toqué sus nalgas. Cada caricia que le hacía era algo indescriptible, era el primer cuerpo de hombre que sentía de esa manera. Logre sentir su verga durísima entre mis piernas la podía apretar con mis muslos.
Después de besarnos apasionadamente sentí como se paró y de repente me dijo:
MI niña hermosa, quiero que abras la boca. Yo obedecí. Me imaginaba lo que sucedería y francamente lo deseaba muchísimo. Empecé a notar un olor ligeramente acido, pero muy rico, era un olor muy peculiar. Yo tenía mi boca abierta y sentí algo que empezó a recorrer mis labios, como si estuviera pintándomelos con algún tipo de labial. Yo sabía que no era un labial, saqué más la lengua y una gotita cayó en ella. La saboreé y fue un sabor tan exquisito, tan particular. Ya no pude aguantarme y le tomé la verga con las manos, aun con los ojos vendados, la llevé a mi boca y metí la cabeza. La empecé a chupar como si fuera una paleta, pero él me dijo que solo la recorriera con la lengua, aun no era tiempo de mamarla completa.
Me quité la venda de los ojos. Lo miré fijamente y me puse de pie. Él se quedó un poco desconcertado. Yo solo lo empujé hacia el sillón, quedó sentado con esa verga bien dura y parada totalmente frente a mí. Yo me puse de rodillas en la alfombra, recargue mis codos en sus muslos, sujeté su virilidad con mi mano derecha mientras que con la izquierda le acariciaba el pecho y sin dejar de mirarlo saque la puntita de mi lengua y la dejé jugar en su escroto mientras que mi mano lo empezaba a masturbar lentamente. Recorrí cada centímetro de sus testículos sin quitarle los ojos de encima.
El solo jadeaba lento, respiraba profundo y no podía dejar de verme. Fui subiendo poco a poco mi lengua llenando mis papilas gustativas de esa virilidad que se antojaba eterna. Fui llevando mi boca por cada centímetro de su pene. Desde la base hasta la cabeza. Sentía el temblor de sus piernas. Sin darle tiempo a nada engullí todo su miembro hasta donde me cupo, por un momento sentí el reflejo de arquear, pero lo controlé. Empecé a subir y bajar mi cabeza hasta donde me era cómodo. Yo estaba hipnotizada haciéndolo. Descubrí en ese momento que amaba tener un pene en mi boca. Sentir su calor, su grosor, sentir ese juguito que le empieza a salir que sabe a gloria. Sentirlo palpitante.
Sin saber cómo, él me tomó de mis mejillas, me miró fijamente y me jaló hacia arriba. Quedé montada sobre sus piernas. Podía sentir su miembro sobre mi pubis, pareciera que se abrazaban. Mis pezones rosaban su pecho. Ambos temblábamos, pero eso no detenía nuestra lujuria. Yo empecé a moverme en un vaivén frotando su verga contra mis labios vaginales. Era la sensación más deliciosa que estaba experimentando.
Mis brazos rodeaban su cuello, mi vagina abrazaba su verga. Nuestros cuerpos se fundían en un estallido de magnitudes épicas. Poco a poquito fue acercando su cabeza hacia la entrada de mi vagina. Podía sentir como se iba abriendo, pero estaba tan excitada y lubricada que casi no me dolió. Me fui sentando lentamente hasta que quedó todo su miembro dentro de mí. Yo jadeaba y contenía un grito. Sentía que me iba a partir, pero al mismo tiempo era un gozo tan extremo, yo recuerdo haberlo abrazado y clavado mis uñas en su espalda. Empezamos a movernos rítmicamente. Yo no me podía detener. Terminé de nuevo, salió un pequeño chorro que lo mojo todo. Podía ver como escurría entre sus piernas, sus huevos mojados. Su sillón con las marcas de una adolescente desvirgada.