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La vendedora (2)
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Valeria

Antes de que pudiera abrir la ducha, y con la colcha todavía aferrada a mi cuerpo por mi mano derecha, Mateo ya estaba detrás de mí, rodeándome con sus brazos y besándome el cuello. Me pegó a él con su abrazo, permitiéndome sentir en mis nalgas que su miembro se estaba levantando de nuevo.

– ¿Qué hacés? – pregunté sonriendo y ladeando el cuello.

Su respuesta fue subir sus manos, retirando con suavidad la prenda que me cubría y agarrar despacio mis tetas, provocándome un leve gemido, que nuevamente exageré.

Con sus dos manos masajeando mis pechos giré completamente el rostro en busca de sus labios, recibiendo el primer beso decente que mi compañero de trabajo me dio esa noche. Me comió la boca con ansias. A medida que nuestras lenguas se enredaban más cerca de mi garganta que de la suya noté que la presión en mis nalgas se incrementaba. Eso terminó de dejarme lista para recibirlo nuevamente entre mis piernas, lo que le demostré llevando una de sus manos a la entrada de mi vagina.

Mateo

Valeria me tenía más caliente de lo que estuve en mi vida. A pesar de haber acabado minutos antes solo quería enterrar otra vez mi paquete entre sus piernas que, por lo que noté con mis dedos, también estaba en condiciones de recibirlo.

Mis manos pasaban continuamente de sus tetas a su ombligo y de este a su vagina o a su cola. Mi boca mordía la suya o chupaba su cuello. De su garganta salían gemido de calentura mientras rogaba a gritos que siguiera.

Valeria

Con sus manos recorriendo todo mi cuerpo y mi lívido por las nubes apenas que pude abrir la ducha. Me giré y agarré su cara con mis dos manos. Entramos en la bañera sin dejar de besarnos. El agua caía a mi espalda y me mojaba entera.

Mateo

Observar el cálido líquido recorrer su cuerpo fue de lo más erótico que vi en mi vida. Apenas separamos nuestras bocas me alejé unos centímetros para contemplarla. Sus brazos rodeaban mi cuello. Sonreía con sus ojos clavados en los míos y respiraba algo agitada. Una gota rozó la comisura de sus labios y bajó hasta su cuello. Después descendió hasta una de sus tetas. Decidí que ahí terminaría su camino y acerqué mi lengua a ella para saborearla.

Empecé de a poco a beber de su pecho. Valeria me apretó despacio contra este y fui aumentando la fuerza de mi succión. Gemía con los ojos cerrados. Flexioné mis rodillas pasando a ingerir el agua que mojaba su ombligo para finalizar con mi lengua degustando una fuente distinta de humedad.

Valeria

Mateo se arrodilló y se sostuvo de mi cola. Me besó y sorbió mi entrepierna. Yo me sostenía de su cabeza con una mano mientras la otra jugaba con mis pechos. Llevó su lengua bien dentro mío y la movió recorriendo todo lo que pudo de mi interior. Después se dedicó a lamer y chupar mi clítoris. Tuve que detenerlo para no correrme. No habría podido seguir de haberlo hecho y quería que me cogiera de nuevo, mucho más viendo la actitud activa que mostraba en ese momento.

Lo tomé del rostro levantándolo suavemente. Volvió a besarme con ganas. Me di la vuelta y apoyé mis manos en la pared. Al girar mi cabeza vi que estaba terminando de colocarse un preservativo, que esta vez fui yo quien no supo de dónde había sacado.

Mateo

Valeria tenía su culo en pompa y me miraba lujuriosa. La humedad de su vagina y la propia de la ducha hicieron que pudiera penetrarla sin dificultad. Con mi miembro ya dentro suyo la agarré de la cintura. De a poco fui acelerando mientras mis manos subían por su cuerpo en dirección a sus tetas.

Valeria

A medida que Mateo se acercaba a mis pechos mi cuerpo fue enderezándose. Cuando empezó a amasarlos ya estaba totalmente erguida y con mi espalda pegada a su torso. Mantuve una mano apoyada en los azulejos mientras que rodeé su cuello con la otra.

Me agarró fuerte de un seno y empezó a embestir potentemente. Intenté besarlo, pero la velocidad a la que nos movíamos me lo impidió. Iba tan rápido que tuve miedo de caerme y volví a apoyar mis dos manos en la cerámica. Llevó una mano a mi clítoris y empezó a frotarlo sin parar de taladrarme. Fue todo lo que necesité para explotar.

Mateo

Los alaridos de placer de Valeria no hicieron más que envalentonarme. Seguí dándole duro mientras se corría. Cuando terminó empezó a mover su cadera. La agarré de la cintura y le di un azote, que fue respondido con un grito de gozo. Cada vez que su trasero chocó mi pelvis recibió otra nalgada. Cuando estuve a punto de eyacular la tomé con firmeza y me quedé quieto mientras mi miembro escupía el primer chorro de su líquido.

Valeria

– Pegame de vuelta – no me reconocí rogando para que me azotara nuevamente. Su corrida había llegado unos segundos antes de que pudiera alcanzar la mía y esperaba hacerlo por mi misma, frotándome con toda la fuerza que aún me quedaba, pero no era suficiente.

Su mano golpeando mi cachete fue el estímulo que necesitaba. Fue el orgasmo más intenso de mi vida.

Una vez que nos calmamos procedimos ahora si a bañarnos. Si no lo estaba antes del baño el mimo con el que me trató en la ducha hicieron que me enamorara de él. Me baño entera, recorriendo con suavidad todo mi cuerpo (aprovechando también para tocarme, algo que por supuesto no me molestó en lo más mínimo) y deteniéndose a cada rato para besarme con dulzura. Cuando terminó estaba otra vez caliente, pero con una calentura distinta a la que siempre me había causado Mateo. Ya no quería que me cogiera. Quería que hiciéramos el amor. Y pude notar que limpiarme tampoco fue indiferente para él.

Mateo

Cuando terminamos de bañarnos estaba otra vez excitado. Salimos del baño sin dejar de besarnos. Al momento de empujar a Valeria sobre la cama algunas gotas de agua todavía recorrían su cuerpo. Descendí por ella sin separar mis labios de su piel, hasta que me acomodé entre sus piernas.

Valeria

Mateo me dio en ese momento la mejor comida de concha que recibí en mi vida. Empezó besando mi sexo de a poco, alternando besos con lamidas lentas en mis labios. Después su lengua se dirigió a mi clítoris, intercalando roces y pequeñas succiones sobre el mismo.

Yo gemía y gritaba agarrándolo de la cabeza. En ese momento él ya solo me daba lengüetazos mientras me agarraba con sus dos manos de mis nalgas. Justo cuando estaba por explotar se detuvo y se levantó mirándome sonriendo.

Mateo

Valeria mostro una evidente cara de frustración cuando interrumpí mi trabajo oral, aunque rápidamente volvió a entrecerrar los ojos en forma provocativa cuando vio que enfundaba mi erecto pene en un nuevo preservativo.

La besé desde su ombligo hasta su cuello y luego enredé mi lengua con la suya. Sin dejar de besarnos la penetré y empecé a bombear despacio. Sus gemidos de placer quedaban atrapados en mi boca. Cuando finalmente las separamos Valeria dio una amplia bocanada de aire y siguió gimiendo con los ojos cerrados.

Valeria

Mateo fue aumentando la profundidad de sus penetraciones. Ninguno de los dos dejaba de ver el rostro de placer que tenía el otro. Yo además sonreía como una boba. Cuando me acercaba nuevamente al punto de no retorno empecé a mover también mis caderas, provocando que ambos estalláramos en un último y glorioso orgasmo.

Mateo

Nos quedamos acostados unos minutos. Cuando bajó mi excitación empecé a sentirme culpable. Valeria se dio cuenta de esto, ya que retiré la mano con la que me abrazaba. Sin decirme nada se levantó y empezó a vestirse.

Esa misma noche llamé a mi novia y terminamos la relación. Al principio intentó convencerme que no lo hiciéramos, aunque no le puso mucho énfasis. No creo que haya sospechado lo que había hecho, pero tampoco tengo certeza que así haya sido.

Mi amistad con Valeria se vio claramente resentida. Ya no podía verla de la forma en que lo hice hasta ese día. La culpaba por el fracaso de mi pareja, aunque sabía que ella no era la culpable. Mi relación estaba terminada desde mucho tiempo atrás y Valeria solo me dio el empujón que necesitaba para acabarla. Al poco tiempo ambos cambiamos de trabajo y perdimos el contacto.

Valeria

Cuando me agarró la mano para sacarla de sobre su pecho supe que se estaba sintiendo culpable. Decidí darle su espacio e irme a mi casa, esperando poder hablar con él al día siguiente.

Eso no pasó, ni el día siguiente ni el otro, ni el próximo. Mateo se mostraba distante conmigo y trataba de evitarme. No lo culpé por eso, pero es algo que me dolió.

De todas formas no me arrepiento de lo que hice. Por un lado esa noche aumentó mi seguridad en mi misma a niveles que no creí que pudiera alcanzar. Por otra parte pude ayudar a alguien que quería a salir de una relación en la que no era feliz.

No volví a saber de Mateo en los últimos 3 años. En mi nuevo trabajo conocí a otro compañero con el que pronto empecé a salir. Soy muy feliz con él y hoy estamos comprometidos.

Sigo trabajando en el área de ventas. Por mi trabajo es frecuente que asista a congresos y conferencias. Estaba en uno de estos eventos cuando de la nada alguien me toma con suavidad de la cintura. Me di vuelta esperando encontrarme a mi novio. No sería la primera vez que me sorprendía así. Me quedé petrificada cuando mis ojos se encontraron con los de mi ex compañero de trabajo.

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El otro yo
El otro yo
Hay un yo que es reservado, callado, tímido. Y está el otro yo. El que nadie conoce e invito a que conozcan a través de mis escritos Soy un escritor de relatos eróticos. Intento que mis escritos sean realistas y me gusta dar un marco a lo que creo. Mis historias suelen ser largas, con una primera parte de introducción y presentación de los personajes.

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