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Ninfómano (capítulo 7): Penetré al viejo del supermercado
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Al siguiente día, regresé al supermercado, y no precisamente para comprar mis papas favoritas, tenía que hacerle algún tipo de maldad a ese viejito sabroso; y pues, también estaba en pie la propuesta que me hizo de quedarme a trabajar ahí como su ayudante (y para chuparle los huevos, fue muy claro con eso, el muy morboso).

No eran ni las 7 am cuando llegué al súper, y en la entrada ya me estaba esperando Fariña (así llamaban al viejo, por su primer apellido). A penas me vio, se acercó a mí, tomó mi mano y le dio un beso (le dio un beso a mi mano, ¿ustedes pueden creerlo?); no me molesté por eso, pero si me quedé muy pensativo, hasta me pareció tierno.

Me dijo que entrara con él lo más pronto posible porque había cosas que teníamos que organizar antes de abrir el negocio (él ya daba por hecho que yo comenzaba a trabajar ese mismo día, y yo también lo vi de esa manera).

Entramos, el cerró nuevamente la entrada con un pequeño candado que tenía la puerta por la parte de adentro, y pasó lo que yo sabía que pasaría… me dijo que necesitaba tener sexo antes de comenzar a trabajar, pero que esta vez no quería solo sexo oral, quería que yo lo preñara, pero que también le hiciera el amor, no solo penetración (insisto, me parecía muy tierno en ocasiones este señor).

Estuve de acuerdo, y sin hablar demás, nos comenzamos a quitar la ropa; yo me quité toda la ropa primero que él, así que aproveché para desvestirlo con mis propias manos, y en el proceso, excitarlo para que su ano se dilatara más rápido.

Estaba nervioso, mientras le quitaba la camisa me decía que no creía que había estado con alguien tan joven y tan bonito, que era un privilegio tenerme cerca, y yo solo le respondía con una sonrisa amable. Cuando comencé a bajarle el pantalón y llegué a sus calzones, noté que estaba muy mojado, quien sabe desde cuándo estaba imaginando tener sexo conmigo.

Antes de bajar su calzón, comencé a besar su pene que quería salir ya de ese calzón para tomar aire y ser chupado, estaba durísimo y como les dije, muy mojado; mientras lo besaba, el líquido pre-seminal cubría todos mis labios.

No quise esperar más así que bajé su calzón y su pene salió, su glande estaba húmedo y olía tan rico, no se imaginan lo rico que olía ese pene, que de paso estaba acompañado de unos huevotes colgando, cubiertos de canas; este señor tenía su edad avanzada, pero aun así no dejaba de ser un varón.

Tomé su pene con mi mano, me lo acerqué a la cara como suelo hacer siempre con los buenos penes, lo olí profundamente y luego me lo metí en la boca, lo chupé por unos minutos para darle confianza a Fariña y que se relajara; una vez terminado el breve sexo oral, le pregunté: “¿Te sientes bien?, ¿Estás listo para pasar al siguiente nivel?”.

Me respondió que sí, que ya estaba más que listo y que yo me había tardado. Me levanté, lo tomé por la cintura sin decirle nada, y me puse detrás de él, después le dije que respirara profundo y que lo tomara con calma porque al entrar le iba a doler, a lo que él me respondió que el dolor era lo de menos, que solo quería que lo hiciera mío.

Le dije que se apoyara de la pared y que sacara un poco su trasero, yo me llené la mano de saliva, y comencé a dilatarlo metiendo dedo por dedo en su ano (lástima no pude grabar, tenían que haber escuchado los gemidos, parecía una mujer excitada y ni siquiera lo estaba penetrando).

Cuando noté que ya cuatro dedos de mi mano entraban dentro de su ano, le dije que se preparara que ya iba a entrar mi pene; escupí en mi glande, hasta que quedó empapado, y sin anestesia ni permiso, empecé a clavarlo.

Comenzó a respirar rápido, incluso sus latidos podía sentirlos acelerados cuando lo sostenía por la cintura, me decía que le dolía mucho, pero que no lo sacara, y que lo tomara de los cabellos mientras le daba duro por detrás, así que eso hice, no paré de darle como un salvaje y de cumplir sus fetiches mientras se quejaba por el dolor.

Estábamos todos sudados, habían pasado más de 30 minutos desde que comenzamos a tener sexo anal. Llegó el momento que yo tanto estaba esperando, quería que se viniera con mi pene adentro. Me dijo a pocos segundos de venirse: “papi, se me va a salir la leche, dame más despacio mientras me besas el cuello y me dices groserías”.

Yo nuevamente hice lo que él me pidió sin decirle ni una sola palabra relacionada con mi opinión, solo groserías muy cochinas. Yo estaba encantado con él por ser tan dulce y morboso al mismo tiempo, y además ya había estado con tantos hombres en mi vida que me habían pedido exactamente lo mismo, así que lo podía complacer al máximo.

Mi última palabra excitante fue dicha muy cerca de su oído mientras lo penetraba con suavidad, y él literalmente explotó de placer, comenzó a gemir descontroladamente (tuve que cubrirle la boca con mis manos), sus piernas le temblaban y cuando pensé que su semen iba a ser muy poco como la última vez, pasó todo lo contrario, fueron unos siete disparos de leche líquida que cubrieron la pared de dónde él estaba apoyado.

Cuando su orgasmo terminó, retiré mis manos de su boca, estaba respirando acelerado, y mientras lo hacía me hablaba como podía para decirme que era lo mejor que le había pasado en su vida, y que quería que lo hiciera mío todos los días, que era capaz de darme lo que yo le pidiera y tratarme como a un rey (por mi cabeza pasaban tantas cosas al escuchar eso, pero nuevamente preferí callar y le regalé un beso y un abrazo).

Después de nuestro encuentro, me dijo que teníamos que vestirnos y salir a abrir el negocio, ya nos habíamos pasado de la hora. Nos vestimos rápido, y antes de abrir la puerta para comenzar la jornada de trabajo, me tomó por sorpresa con un abrazo muy fuerte, me dio un beso en la frente, y me dio las gracias por hacerlo feliz y por quedarme con él en su negocio.

Ya ven, señores, me convertí en el niño mimado de un hombre mayor que es adicto al sexo, y además terminé siendo su empleado en un instante.

No se imaginan todo lo que tengo que contarles, mi vida ha estado llena de encuentros sexuales, y de grandes sorpresas.

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Autor
JosraGream
JosraGream
Escritor y humorista. Amante de las reflexiones, de la Psicología y de la naturaleza. No le tengo miedo a los prejuicios ni al qué dirán. Te dejo mis redes sociales para que disfrutes de mi contenido y me sigas. Puedes escribirme a mi correo privado también: [email protected]

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