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Mamá me manda a la sexóloga (madrina e ahijado)
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Me llamo Antonio, tengo veinticinco años y un gran complejo, aunque físicamente estoy bien, me mantengo en forma pues juego al futbol tres veces a la semana, me cuesta relacionarme con mujeres e intimar, debido a que mi pene, en estado de reposo mide apenas nueve centímetros y su diámetro no es muy grande.

Este complejo viene desde que una novia que tuve hace unos años atrás se mofaba de mi tamaño, hasta llegó a comentarlo y la noticia corrió como reguero de pólvora, lo que me llevó a convertirme en un ermitaño cuasi huraño aislándome del mundo.

Cierto día, mi madre, ya cansada de verme en ese estado, me comenzó a preguntar el por qué estaba así, obviamente no obteniendo respuesta, pues me daba mucha vergüenza hablar del tema y más con mi mamá. Luego de insistir por días, claudiqué y le comenté lo que me pasaba. Solidarizándose conmigo, me explicaba que, como mujer, y con charlas que había tenido con amigas y experiencias propias, que si bien, las hay a las que les importa el tamaño, las hay aquellas que opinan que es mejor saber moverse que lo grande que sea el miembro.

No muy convencido (cosa que se dio cuenta) me sugirió que fuese a una consulta con mi madrina, una hermosa mujer de cuarenta años graduada en medicina llevando su carrera para el lado de la sexología.

Mi mamá llamó delante de mí para acceder a un turno, cosa que no hizo falta, pues mi madrina le dijo que en dos horas me esperaba en su casa, que no me preocupara, que lo íbamos a solucionar.

A la hora indicada, me encontraba en la puerta de su casa leyendo una placa adherida a la pared que rezaba, “Mónica XXXXXXX Medico, especialista en sexología”. Con mucha vergüenza y timidez presiono el timbre y casi instantáneamente abre la puerta, saludándome y haciéndome pasar.

Típico consultorio médico, vitrina con medicamentos, una camilla, el escritorio con una notebook y papeles por doquier, dos sillas, una a cada lado de ese frio escritorio, un par de aparatos luminosos sobre la pared y sus títulos colgados.

Luego de pedirme que me siente, se retira y trae el equipo de mate y nos ponemos a dialogar de la vida, entremezclando la charla con sucesos que me llevaron a este estado. Habiendo hecho esa introducción, me dijo que hora entrabamos en la faceta paciente médico, médico paciente.

Habiéndome dicho que no tenía más turnos, podía tomarme el tiempo tranquilo para hablar. Luego de haberme confesado y haber hecho rodar una lagrima por mis mejillas, me abrazo y dándome un beso bien maternal en la frente me empezó a comentar.

– La medida del pene en erección suele oscilar entre los diez y diecinueve centímetros, esto se da en la gran mayoría de los hombres, considerándolo como aceptablemente normal.

Las medidas, no se relacionan en una forma directa con el placer ni la capacidad de proporcionarlo, se puede llevar una vida sexual con satisfacción tranquilamente.

– Es que… (no me dejó continuar)

– La masculinidad no se relaciona directamente con el tamaño del pene, es más, algún tamaño no es adecuado para algunas mujeres, hasta puede resultar incómodo alguna posición, inclusive algunas veces hasta doloroso. ¿Cuál es el tamaño del tuyo?

– Diez centímetros en flaccidez y diecisiete y medio en erección, y no muy grueso.

– Con eso sería suficiente para satisfacer a una mujer, el tema es cuan exigente sea la pareja de turno, volvemos al principio, no importa el tamaño, importa el saber usarlo y los juegos previos bien hechos.

– Pero madrina, sinceramente yo me encuentro mal al respecto.

Sin mediar más palabras me desabrochó el pantalón metiendo su mano y tomando mí verga la comenzó a mover como si la masturbara, se le hacía incómodo, bajo mi pantalón y calzoncillo, dejando mi vergüenza expuesta. Lentamente mi pene fue tomando cuerpo y dureza hasta que estuvo totalmente duro.

– Bien, responde a los estímulos, reacciona normalmente y toma en erección una medida considerable y sobre todo se ve sabroso, siéntate en la camilla, por favor.

Lo hice, acercó la silla agachándose sobre el miembro para llevarlo a su boca, con la punta de la lengua recogió el líquido pre seminal que ya estaba saliendo.

– Vamos bien, el líquido sale de color y sabor correspondiente, justo como me gusta.

Siguió chupando en una forma totalmente experta, pasaba la lengua por todo el miembro, apretaba con ese órgano tibio y suave el tronco de la verga contra el paladar dando pequeñas succiones, pasaba la punta por el agujero de la uretra, se la introducía hasta el fondo y la sacaba lentamente, tomo los testículos con una de sus manos dando pequeños apretones y los estiraba levemente. De repente se detuvo, comenzó a desvestirse sensualmente y me indicaba mediante señas que hiciera lo mismo, sin dudarlo me desnude. Debo reconocer que tiene un físico bastante bien formado, sus redondas tetas (me parece que están con cirugía) apuntaban a mi rostro, sus pezones de amarronadas areolas apuntaban directamente a mis ojos.

Ya sin dudas ni vergüenza me arroje sin desesperación sobre ellos para introducirlos por turnos en mi boca y chuparlos, sentí como iban creciendo y endureciendo en mi cavidad bucal, mi excitación iba en aumento, mis manos se deslizaron hacia su culo, duro y redondo, mientras los masajeaba mi madrina comenzó a gemir levemente, pase mi dedo medio entre la línea divisoria de los glúteos, se separaron un poco dándome acceso a tocar el esfínter anal, mire su cara y estaba mordiendo su labio inferior, sus ojos apuntaban hacia arriba y parecían temblar con un rápido movimiento, rápido y corto, los parpados se le entrecerraban. Con ese mismo dedo llegue a la base de su empapada vagina, una pequeña porción se deslizo dentro, se me dificultaba, lleve la mano hacia adelante para poder seguir la tarea.

Pude abarcar todo su sexo, el que se encontraba al rojo vivo, improvisé muy bien, pues nunca había masturbado a una mujer, ¿Cómo lo supe? Me aviso su gemido gutural de ese orgasmo que logre hacerle tener.

Cambiando de posición, hora ella sentada en la camilla, me tomó de los pelos y de forma, diría, casi desesperada, tomándome de los pelos y me guió hasta hacerme perder entre sus piernas.

Aquí la cosa me fue mucho mejor, pues sabía bien lo que tenía que hacer.

Con ayuda de mis dedos deje al descubierto el clítoris a la vez que acariciaba los labios rosados que lo cubrían, Lo encarcele con mi boca para Luego lamerlo suave y despacito, dejando escapar un gran suspiro al hacer contacto en esa zona sensible por demás, ubicando mis manos en ambos lados de sus muslos intente llegar a sus glúteos, levantaba rítmicamente su pelvis permitiendo que toda la zona quedara a mi disposición, mis movimientos linguales se aceleraban, con movimientos laterales de arriba hacia abajo sobre su clítoris, cuando los gemidos se empezaron a hacer continuados ejercí presión sobre el con movimientos, ahora circulares provocándole otro orgasmo.

Aun jadeando y sonriendo de lado, se incorporó para apoyarse con sus manos en la camilla, me ofrecía su sexo a pleno, oferta que obvio no decline, ubicándome entre sus piernas vi desaparecer mi verga en el interior de la tersa, húmeda y cálida vagina “madrinal”, comencé a ir y venir por ese hermoso canal del amor, lamentablemente mi inexperiencia y calentura hicieron de las suyas haciéndome descargar con la velocidad de un estornudo todo mi semen en la humanidad de mi madrina, por suerte ella es multiorgásmica y pudimos acabar juntos.

Por primera vez no sentí vergüenza de mí, estaba con ganas de llorar de alegría, luego al comentarle me dijo que era producto de la suba de mi autoestima, que en poco tiempo estaría orgulloso de tener lo que tengo, porque era mejor saber utilizarlo bien que tener tamaño aparato, que sobre todo el problema no lo tenía yo, sino quien cuestionaba o criticaba lo que la naturaleza me había dotado.

Aprendí algo muy importante, lo fundamental es hacer sentir a la pareja, ya sea él o ella, muy especial y lo mucho que te gusta y sobre todo hacerles conocer sus virtudes físicas y personales.

Si bien estábamos en el consultorio, este, queda en su casa, así que anduvimos desnudos por toda ella, que bien se siente estar de la misma manera en la que venimos al mundo.

Debo reconocer que tuvo mucha habilidad para desterrar de mi cabeza la problemática que me aquejaba, bueno al fin y al cabo estudio para eso…

– Antoñito, ¿cómo venís hasta ahora? ¿vas bien sacando de tu cabeza el famoso tabú?

– Si madrina, casualmente pensaba en eso, sos una buena maestra, a parte, estoy aprendiendo muchas cosas.

– Bueno, si querés podemos incorporar alguna más y luego continuaríamos en sesiones posteriores.

– Por supuesto, que quiero seguir aprendiendo, fueron muchos años perdiéndome este tipo de cosas, más allá de las mil maneras de masturbarme.

– Hoy se acabaron los “trabajos” manuales, te prometo que vas a hacer felices a las chicas con quien estés en la cama.

Dicho esto, se acercó a mí dándome un hermoso beso a la vez que tomaba con su mano mi miembro ya erecto.

– El placer se encuentra en el cuerpo. Podemos encontrar placer en una fantasía sexual, en una nueva postura o en una práctica diferente a la que ya conocemos.

 

Tomando mi mano me llevo hasta el baño y diciéndome que lo que iba a ver me excitaría de tal manera que iba a tener el mejor orgasmo de mi vida.

Sentándose en el bidet se lavó bien el ano, tomo una pera que después me dijo se llamaba ducha anal, la introdujo por ahí e introduciendo el líquido lo expulso, esto lo hizo tres veces, hasta que salía limpio, volvió a higienizarse y me insto que haga lo propio, lo de la enema no.

Tomando en sus manos un frasco de lubricante y un preservativo me llevo a la cama.

– Observa cómo te lo hago yo y luego lo replicas en mí.

Sin dudarlo accedí, me dejé llevar.

Me hizo poner en cuatro y comenzó. No fue directo al grano, despacio con calma, movimientos suaves cerca del ano, mucha suavidad, caricias con la lengua. Estaba recibiendo placer alrededor del ano, no quiso incomodarme tocando con sus dedos, realizaba movimientos circulares, arriba, abajo, variando la profundidad.

Estaba esperando que me penetrara con es hábil lengua, cosa que no sucedió, luego entendí por qué, las terminaciones nerviosas se encuentran por fuera, alrededor del ano.

Cuanto placer estaba recibiendo, me sentía en las nubes, sus manos me masturban y su lengua trabajaba por detrás. Al ver que estaba por acabar, cambiamos de posición, replicando en su esfínter lo que había hecho mi madrina, luego de un rato de disfrutar su rosado agujero y su clítoris, comenzó a gemir a más no poder, me encarame sobre su cadera e intente introducirme en su espacio, a lo que me dijo.

– Ponete el forro, lubrica bien con el gel, aunque lo higienice por dentro debes tener cuidado y aunque creas que tu verga es pequeña, no lo es y duele.

Intente improvisar, ya estaba jugado, clave hasta el fondo mi verga en esa cálida vagina, me miro extrañada, a la vez que note esa sorpresa en su cara, separe ambos glúteos para que apareciera ante mi ese agujero que en un rato seria mío. Lo rodee con mi dedo pulgar, favor y en contra de las agujas del reloj y de arriba hacia abajo y de lado, muy suavemente, casi rozando cada centímetro de piel que se encontraba en la zona. En unos largos minutos, note su movimiento hacia atrás cada vez que mi dedo pasaba por el esfínter, lo que me indico que era hora, empecé a colocar el lubricante con esos movimientos que no deje de hacer en ningún momento, cuando de repente en uno de sus movimientos de reversa, el dedo flanqueo el ingreso. Como el uso del pulgar me incomodaba, hice un cambio de dedo, ingresando el dedo mayor.

Con mayor comodidad introducía y sacaba el mismo con la misma calma que al comenzar, al estar adentro hacia giros de derecha a izquierda arrancando algún gemido que otro de su boca. Luego introduje el índice, con la misma facilidad que el anterior, tratando de hacer los mismos movimientos sin incomodar. De su boca escapo un gemido acompañado de un ¡¡¡sí!!! Jadeante y entrecortado, pero estirando la i. sin sacar los dedos comencé a derramar más lubricante, el que lo hice ingresar separando un poco los dedos.

En el ambiente flotaba el olor a nuestras hormonas entremezclado con el ambientador que, de a ratos, esparcía su aroma por la habitación.

Fue una acción conjunta, saque mis dedos a la vez que mi miembro, lo enfile a su objetivo y con cierta presión ingreso la primera parte de mi pene, en silencio dio un respingo, quede quieto para amoldar el lugar a mi verga, pasado unos minutos nuevamente busque mi objetivo, introducirlo todo, iba hacia atrás y hacia adelante, cada vez que ingresaba lo hacía un poco más, fue centímetro a centímetro, hasta que estuvo todo donde yo quería que estuviera, en sus entrañas.

Queriendo disfrutar el momento y el obsequio que me estaba ofreciendo no dude en adoptar una parsimonia digna de un oso perezoso, esto tenía que durar, ella gozar yo disfrutar.

Después de deliciosos minutos, de solo escuchar el golpear de mi pelvis contra sus glúteos y los testículos contra los húmedos labios vaginales, escucho un estruendoso gemido que salió de su boca seguido de un ¡¡¡ahhhhhhh!!! Glorioso, fue suficiente para aumentar el ritmo de mis movimientos haciendo que mi semen golpee contra el reservorio del forro puesto de antemano, descargue el peso de mi cuerpo sudado sobre su espalda también húmeda por la acción.

Al sentir que mi verga perdía dureza la fui sacando de a poco, oponiendo resistencia solo mi glande que quedo semi atrapado en el esfínter, dejando l parte con semen del forro dentro, fue gracioso ver colgar el resto del látex entre sus nalgas, riendo por dentro y pidiendo disculpas lo tome y lo retire suavemente.

Nos detuvimos un rato recostados en el colchón, mi madrina prendió un cigarrillo, al terminar de fumarlo, seguimos desnudos y nos sentamos en el living.

– Ahijado, que un simple complejo, de algo que está fuera de “la norma”, no te impida disfrutar tu sexualidad. Te juro que disfrute mucho, fue fundamental tu sabroso juego previo, eso puede compensar cualquier diferencia de centímetros. la felicidad, placer, plenitud y satisfacción sexual, no se encuentra en la simetría ni en los tamaños, sino en cómo nos sentimos.

– Gracias madrina, creo haber aprendido la lección, a partir de ahora soy un hombre nuevo, todo gracias vos.

A continuación, la conversación de mi madrina con Betty, mi mamá.

– Hola Betty, que tal, bueno ya he hablado con mi ahijado y le he dejado en claro muchas cosas, que las comprendió muy bien.

– Gracias Mónica la verdad no lo veía bien, crees que deba reforzar algo, digo si querés que hable con él.

– No amiga, tranqui, ni le preguntes lo que hablamos (guiñándome un ojo), solo estate atenta a que venga los días que le indique, nada más.

– Gracias amiga, de corazón gracias.

– Ah, mira que hoy se queda a cenar en casa y si se hace muy tarde se queda a dormir.

– Dale está en buenas manos.

– Muy buenas diría (riendo a carcajadas)

– Bueno ahijadito, ya escuchaste, y más que obvio te quedas a dormir, bueno, dormir, lo que se dice dormir…

– No hay problema madrina, quiero seguir aprendiendo.

Que más contar, hicimos todo lo inimaginable hasta bien entrada la madrugada, creo haber aprendido la mitad del Kama Sutra. Me prometió enseñarme el resto en próximas sesiones, a lo que le conteste.

– Sí, doctora, solo deme el turno.

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