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Mi primer beso negro
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Desde siempre había tenido debilidad por los culos. Pase muchos años fantaseando con poder acercarme a las nalgas de una mujer y disfrutar de todo cuanto había allí. Aunque si os soy sincero, fantaseaba más concretamente con el ano.

Ella se llamaba Paula y tenía unas caderas prodigiosas, tenía un culo que imponía, grande y redondo, hipnótico. La conocí en el gimnasio y un día me sorprendió mirándole (muy descaradamente) el culo.

-¿Te gusta?- me dijo sin rodeos

-Si! -dije nervioso, pero con sinceridad- Claro que sí, perdón por mirártelo.

-¿Te gustaría tocarlo?

Mire a mi alrededor y me fije en que no había nadie más en todo el gimnasio.

-Si, bueno, claro que me gustaría… -Dije cada vez más nervioso.

-Adelante- Dijo ella con una sonrisa- Siempre que vengo me lo miras, te cortas muy poco

-Perdón- Dije mientras me acercaba lentamente, a pesar de que me estaba poniendo rojo.

Ella se dio la vuelta y se inclinó un poco como ofreciéndomelo para que lo tocase bien. Abrí la mano y ni aun así cubre media nalga suya.

-Es grande eh? -Dijo con una sonrisa

-Si… -dije, consciente de que tenía la boca abierta y de que seguía apretándoselo.

De repente, como si me estuviese gastando una broma, me soltó:

-Apenas hice un par de ejercicios y me duché hace un par de horas. Si quieres ir a los vestuarios y chupármelo, mi culo es tuyo.

Se me aceleró el pulso, tanto que empecé a ver un poco borroso. Dejé de mirarle el culo y la miré a los ojos. Me di cuenta de que mi mano seguía en su culo y lo solté rápidamente.

-¿Perdón? – dije más nervioso que nunca antes en mi vida- Quiero decir, claro, vamos! -dije en broma siguiéndole el juego

-Genial! Me encanta que adoren mi culo, pero con una condición. -dijo poniéndose seria- tienes que hacerlo bien, con amor y disfrutando de mi culo y todo lo que te dé.

Se dio la vuelta y camino dirección al vestuario.

En ese momento comprendí que no era una broma, y mi como aquel culo enorme se alejaba hacia el vestuario invitándome a seguirlo. Reaccioné y la seguí. Estaba entre emocionado, nervioso, cachondo y desubicado. Había mantenido relaciones esporádicas anteriormente, pero iba a ser mi primer beso negro y no sabía que esperar de aquello.

Llegué al vestuario y ella señaló un extremo uno de los bancos.

-Ponte ahí de rodillas.

Obedecí al instante.

-¿Y si viene alguien?

-Aprovecha hasta entonces…

Ella se puse de rodillas encima del banco y agachó su culo. Tenía sus pies en mi pecho y su enorme y perfecto culo increíblemente cerca de mi cara. Sus mallas negras acariciaron mi cara y yo la hundí. Aun con ropa puesta, sus nalgas podían enterrar toda mi cara.

Ella se llevó las manos a las caderas y empezó a bajarse las mallas lentamente.

-Disfrútalo. Hazlo sentir el mejor culo del mundo. Quiérelo…- me dijo con voz suave mientras sus nalgas iban saliendo a la luz.

Sus dos nalgas blancas pero un poco bronceadas eran aún más grandes sin ropa, pero no alcancé a ver aún el ano con el tanga puesto.

-Acerca tu cara y huele.

Hice lo que dijo. Inspiré mientras mi nariz acariciaba su raja. Era un olor húmedo, algo sucio y agradable. Era un olor que mi mente decía que había que evitar, pero mi cara y mi polla querían que se impregnase en mi garganta. Solté un pequeño gemido y ella comenzó a bajarse el tanga.

Separé un poco mi cara y mi pasar su tanga hacia sus rodillas. Puso su culo más en pompa todavía y me puse más nervioso aún. Su ano salió a la luz y me miró. Era un ano marrón oscuro que contrastaba mucho con sus nalgas.

Ámalo…-dijo ella

Acerqué mi cara a su raja, si dos besos en sus nalgas, otros dos más al lado de su ano en la profundidad de la raja y le di un beso en el culo. Estaba caliente y ella me respondió con un guiño. No aguanté más y le pasé la lengua ancha de abajo a arriba por todo el ojete. El sabor era intenso y caliente. Amargo y sucio. Afrodisíaco y embriagador. Inmediatamente le di otro lametón y otro beso.

Ella se incorporó un poco me empujo con una mano hacia su culo. Le encantaba que amasen y adorasen su culo. Me restregó su ojete por toda la cara, por mi boca, mi nariz, mis ojos… Luego dejo de restregarme la cara y mantuvo la presión un rato. Aunque quería respirar, no tenía prisa por salir de allí. Cuando me soltó la cara, solo me la soltó un poco, para que aquella primera bocanada de aire violento para respirar la hiciese cerca su ano. Me llené la garganta del caliente hedor su culo y notaba la cara caliente y la nariz húmeda. Me soltó la cabeza y empezó a golpearme con la raja en la cara mientras se abría las nalgas. Veía su ano acercarse y alejarse, acercarse y alejarse, reuniéndose brevemente con mi boca, que aprovechaba a darle un lametón.

Después de 10 repeticiones frenó su culo, pero no dejó de abiselo con las manos. Sujeté con mis manos con las suyas para mantener sus nalgas separadas, puse la lengua dura y fui a por él. Atravesé su ojete con mi lengua y el sabor se intensificó. Mientras haces eso, tu cara rebota en su raja y tu nariz respira de ella.

Ella gemía ligeramente. La estaba convenciendo de que yo realmente amaba su ano.

Disfruté del sabor intenso que sentía, que empezó a ser algo asfixiante. Paré para respirar, pero no alejé demasiado mi cara de su culo. Quería que ella viese que yo aguantaba lo que fuera.

-Méteme un dedo- dijo Paula con una voz fría

Lo repentino de su voz me sobresaltó un poco, pero cogí el dedo índice de mi mano derecha y lo introduje en su ano. No hizo mucha resistencia debido a la cantidad de saliva que había en su culo (incluso adentro). Aquella introducción me excitó más de lo que habría podido imaginar. Era increíble poder meterme en su culo. Todo un privilegio.

Hurgué un poco con mi dedo en su culo y me dijo:

-Sácalo y chúpalo.

Sin dudarlo un instante, saqué poco a poco mi dedo de su culo y lo observé.

Brillaba. No parecía sucio, pero brillaba más que si solo tuviese saliva a su alrededor.

-Chúpalo -dijo Paula. No era una petición, era un orden.

Aquel culo mandaba sobre cualquier cosa.

Lo olí. Efectivamente, aunque pareciese limpió, estaba seguro de que algo más cubría mi dedo. De todas formas, a aquellas alturas ya había rebañado su ojete con mi lengua de tal modo que, seguro que había ingerido algo de mierda de aquel culo, aunque fuese muy poca cantidad.

Me lo llevé a la boca y no fue tan terrible. Estaba caliente, resbaladizo, sabía cómo había sabido su ojete mientras se lo chupaba profundo.

Si su ojete no hubiese sabido a nada habría sido una decepción… El morbo con el culo es que ella caga por ahí y yo estoy dispuesto a sacarle brillo a lametones.

-Te has portado muy bien- dijo Paula con una sonrisa en la boca.

-Gracias, sinceramente, ha sido maravilloso. -Dije algo desilusionado al comprender que aquello tenía que ir acabando.

Su ano aún me miraba y le di algunos besos en las nalgas mientras me decía.

-Algunos creéis que os gustan los ojetes, pero, cuando os enfrentáis a uno, no aguantáis. -dijo Paula. Noté un deje de desilusión en su voz

Se separó una nalga y empecé a acariciárselo con la lengua. Me había acostumbrado a su sabor, pero su calor aún era reconfortante.

-Pero tú no, tú sabes apreciar un ojete, sabes comértelo, sabes que está por encima de ti…- aquello me la había puesto tan dura que me empezó a doler la polla. Llevaba todo aquel rato dura y cada vez que pensaba que me iba a estallar se me ponía aún más dura.

-Realmente me encanta tu culo, y todo lo que me da- dije con sinceridad y decisión, entre lametón y lametón

-¡Te mereces un premio! Por cierto, ¡no sé ni cómo te llamas! – Dijo de repente.

-Iván, ¿qué clase de premio? – ¡dije algo nervioso.

-Bueno, comprenderás que no te dé un beso… Te voy a tirar un pedo.

La palabra pedo me puso nervioso, pero me la puso aún más dura. Miré fijamente su ojete y no supe reaccionar.

-Te doy tiempo para que te apartes si no lo quieres. Te he avisado… Si estás ahí cuando me lo eche es porque lo quieres…

Titubeé. Me quedé paralizado. ¿Lo quería? Tenía mi cara tan cerca de su culo que aún respiraba su calor fecal. No me aparté.

-¿Lo quieres? -preguntó con dulzura.

-Sí -dije muy poco decidido.

Ella guiñó su ano como si hablase a través de él.

-Pídemelo -dijo con la misma dulzura que antes.

-Tírame un pedo, Paula, te lo ruego -dije tan cachondo que notaba que me mareaba. Cerré los ojos.

-Abre la boca- Ordenó.

Acerqué más si cabe mi boca a su culo y la abrí.

Un viento caliente, fétido, denso, fecal y sucio. Impregnó toda mi boca y mi garganta. Ella soltó un gemido de satisfacción y en cuanto finalizó el pedo me restregó su ano una última vez por la cara.

Su pedo me abrió la garganta con un sabor tan denso que me pareció que llegaba al estómago. Mi dieron ligeras arcadas y sentía su flatulencia en mi boca tan presente que no podía hacer nada por atenuarla. Me sabía a culo la lengua, las encías, los dientes, toda la boca. Noté una explosión en la polla cuando ella me restregó su ojete, más caliente que nunca por la cara. Ella reía mientras yo asimilaba su pedo y trataba de respirar. Cuando me liberó de sus nalgas, comenzó a incorporarse, y yo tosí un par de veces.

-Me ha gustado, la verdad -dijo riendo mientras se ponía de pie.

Yo hice lo mismo. Notaba la entrepierna ardiendo y, sin embargo, algo fresca.

-A mi también. Esto último ha sido algo… intenso. Pero te prometo que me ha gustado muchísimo. -dije tratando de dar buena impresión. Quería repetir, quería más otro día. O incluso ese mismo día después. Quería más culo. -Me ha encantado que me des culo, ¡quiero más! -Dije en broma, dando a entender que, por mi parte, podíamos quedar en otra ocasión.

-Te creo- Dijo sonriente y dulce como nunca. -Realmente creo que te ha gustado y que has sabido disfrutarlo, incluso lo último tan intenso- dijo en voz baja guiñándome un ojo mientras sacudía sus caderas. -Aunque creo que por hoy ya has tenido suficiente culo… -Dijo riendo mientras señalaba discretamente mi entrepierna

Bajé la mirada y vi que me había corrido. Un pegamento espeso se adhería a mis pantalones casualmente en la punta de lo que parecía ser un plátano.

-¡Vaya! ¡Eh…! Ups, lo siento -dije, rojo- Para que veas que me ha gustado…

-¡Me alegro!- dijo con las mallas ya puestas- La próxima vez que nos veamos no seré tan suave contigo!- Dijo mientras se alejaba y volvía a la zona de pesas del gimnasio

Me quedé allí, de pie, con los pantalones corridos, con una sonrisa en la boca y un sabor a pedo en la boca caliente, sucio y maravilloso.

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