Hoy no voy a recordar uno de mis tantos momentos de sexo descontrolado y raro, hoy recordaré cuando tuve mi primer gran orgasmo, mi primera masturbación realmente placentera; porque, aunque a veces muchos no lo quieran admitir, masturbarse es la mejor manera de sentir placer.
Siempre he sido muy bueno encontrando oportunidades para tener sexo con extraños en la calle o en sitios poco comunes, creo que tengo una conexión tremenda con la esencia del sexo; me encanta ser ninfómano, pues hay placeres que solo te puede dar acostarte con diferentes hombres.
Pero hoy les contaré cómo fue mi mejor orgasmo, el primero y el único altamente placentero, porque he tenido demasiados, pero ninguno como ese que ocurrió hace unos dos años, en mi propia casa y tan solo tuve que usar mis manos y un poco de imaginación.
Estaba aburrido, como de costumbre, y no fui a la universidad, me quise regalar un día libre (perdí un examen y una práctica de fútbol, pero ni modo). Me acosté en mi camita a ver TV, pero de verdad el no ocupar ese día en tener sexo con otra persona, me puso muy mal, eléctrico, estaba inquieto, así que lo único que podía hacer en ese momento era masturbarme.
Coloqué mi almohada bajo mi cuello para tener mejor apoyo y comodidad, estaba boca arriba obviamente, bajé mi calzón (siempre ando en calzón cuando estoy en mi cuarto), metí mi mano derecha debajo de mis testículos y les di un masaje suave por unos segundos, luego me pasé la mano por la nariz y por la cara, tenía dos días sin bañarme así que olía a pene sudado, eso me ayudó a alcanzar mi erección.
Escupí en mi mano y luego cubrí mi pene con esa saliva para comenzar a masturbarme, me puse a pensar en mi maestro de inglés, un día lo vi orinando en el baño, por casualidad pude ver su pene, era de esos penes pequeños pero gruesos, estaba completamente fuera de su capucha y su glande era rosado, una belleza que provocaba chuparla en ese preciso instante y hasta tragarse la orina que estaba expulsando.
Seguí masturbándome suave, imaginando como el delicioso pene de mi profesor eyaculaba en mi boca mientras él gemía, al parecer sin darme cuenta me estaba gustando demasiado ese hombre. Empecé a estimular mis testículos frotándolos con una mano mientras que con la otra seguía masturbándome.
El preseminal comenzó a salir de mi pene y lo usé para frotar mi glande con uno de mis dedos; me di y me di tanto en el glande como en los testículos mientras seguía imaginando que mi profesor derramaba todo su semen en mi cara, en mi boca y hasta en mis tetillas y que luego las lamía y se tragaba su propio semen.
Llegó un momento en el que no aguanté tanto deseo y tuve que eyacular, pero mi morbo estaba tan alto que doblé mi cuerpo de manera que mi semen cayera en mi cara y en mi boca, para poder sentir que mi profesor me estaba eyaculando encima, que todo lo que imaginé era real y me estaba haciendo suyo preñándome la cara.
Fue un orgasmo delicioso y muy morboso, de los mejores que he tenido, pero nunca volví a repetir la experiencia porque no quería terminar nuevamente cubierto de mi propio semen y tener que limpiar el desastre.
Total, se me hacía muy fácil salir a la calle, buscar algún hombre en un callejón para chuparnos los penes y llenarnos de semen.