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Como si fuésemos Rose y Jack
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Quién hubiera dicho que la cita se me haría tan amena. Un par de semanas atrás, había intercambiado mensajes con un chico muy mono que para mi suerte vivía bastante cerca de mí. Charlamos y charlamos, hasta que logramos concretar un día para poder conocernos en persona. En el primer encuentro no paso absolutamente nada, ni un beso a la hora de despedirnos (aunque yo creo que él quería eso y algo más, solo que no se atrevió…).

A la semana siguiente, me propuso volver a vernos. Me comentó que había un local en su zona en el que podríamos cenar, y como soy una glotona estaba claro que no podía rechazar esa invitación. Además habíamos congeniado muy bien y tenía muchas ganas de verlo.

Por circunstancias de la vida, llegué más tarde de lo previsto, así que decidimos que la mejor opción sería pedir para llevar y dar un paseo por el puerto. Al acabar de comer, nos quedamos mirando el uno al otro en un silencio incómodo. Yo ya me estaba temiendo que nos iba a pasar lo mismo que en la cita anterior, pero no…

Esta vez, tomó valor y lentamente se acercó a mi para rodearme con sus brazos y besarme. Comenzó de forma tímida, pero poco a poco fue haciéndomelo más apasionadamente. Mientras me agarraba con fuerza, acompañaba los movimientos de su boca con los giros de su lengua, al mismo tiempo que yo le respondía con la mía. Notaba como quería aferrar su cuerpo al mío… Mi mano, que hasta ahora había estado acariciando su cara y su cuello, decidió descender hasta su entrepierna. Manoseándolo con cuidado por encima del pantalón, pude apreciar su tremenda erección y comprobar lo excitado que estaba ya…

Nos separamos un momento, al fin y al cabo estábamos en medio de la calle y rodeados de edificios. No había nadie caminando ya a esas horas, y era lógico, con el frío que hacía en invierno y de noche. Aunque a nosotros las bajas temperaturas no nos habían afectado mucho…

Nos miramos sin saber muy bien que hacer, hasta que él me dijo que había traído protección por si acaso. Yo no tenía ningún problema en que esto fuera a más, así que la única alternativa viable en aquel momento era mi coche. Pensando, se me ocurrió ir a una playa que conocía por allí y que estaba alejada de casas y edificios. En la estación en la que estábamos y a esas horas (que sería sobre la una de la madrugada) no habría nadie.

Me adentré con el coche por un caminito de tierra que había para pasear y ahí lo dejé. Rápidamente, nos trasladamos a la parte trasera del auto y tumbamos los asientos delanteros. El coche no era muy amplio que digamos, pero no pareció importarnos a ninguno de los dos. Entre risas, fuimos retomando nuestra maratón de besos. Poco a poco comenzamos a quitarnos mutuamente las prendas que llevábamos, hasta quedarnos completamente en ropa interior.

Él aprovechó y agarrándose a mis muslos, logró ponerme encima suya. Acariciando mi espalda, deslizó sus manos suavemente hasta desabrochar mi sujetador y comenzó a devorar concienzudamente mis pechos para estimularme a través de mis zonas erógenas. Mientras seguía sosteniendo mis nalgas, desplazaba nuestras pelvis de arriba a abajo para conseguir rozar sus genitales contra los míos y darnos más placer. Cada vez que notaba pasar su duro pene contra mi vulva, podía apreciar como la humedad en mi interior mojaba más y más mis bragas, que en aquel momento era la única tela que cubría mi cuerpo.

A continuación, me tumbó con cuidado en el asiento de al lado y colocó mi espalda contra la puerta del coche. Deslizó suavemente mis bragas, hasta dejar completamente al descubierto mi sexo y comenzó a lamérmelo como sino hubiese un mañana (estaba gratamente sorprendida de que tomara la iniciativa de bajarse al pilón, ya que por lo general los chicos prefieren que se baje una a hacer el trabajo duro).

Su lengua juguetona, provocaba en mi agradables cosquilleos cada vez que alternaba los amplios movimientos en círculo con los rápidos toques en mi clítoris. Poco a poco fue incorporando sus dedos, sacando mis fluidos para seguir estimulando toda mi zona genital. No podía aguantar más, quería sentirlo dentro de mi y se lo hice saber. Al momento, abrió mis piernas logrando apoyar una encima del asiento delantero y la otra contra el respaldo (la verdad es que no sabía que podía ser tan flexible…).

Mis muslos se apoyaban en sus piernas, mientras mi pelvis se inclinaba para poder recibirlo. La postura era muy visual y aunque fuese de noche, podía lograr ver cómo su miembro entraba y salía de mi. (No voy a mentir, la verdad es que verme ser penetrada me excitaba bastante). Miré hacía arriba para ver su cara y lo vi disfrutando de la visión que yo había tenido el placer de contemplar hace un rato. Notaba como eso le ponía, al igual que a mí…

Al darse cuenta de que lo estaba observando, comenzó a darme más fuerte con una pícara mueca en su rostro. Sus interminables envestidas zarandeaban duramente mi cuerpo y los profundos jadeos lograban empañar todos los cristales del auto. Las gotas de sudor caían sobre mí, mientras yo escuchaba como gemía al correrse. No nos habíamos cortado en hacer ruido, total allí quien podría escucharnos.

Al recuperar el aliento tras el acto, dejó de apoyar su mano en la ventana de la puerta trasera del coche. Esta, dejó una huella que inmediatamente le hizo recordar aquella preciosa y erótica escena en la película del Titanic, donde Rose y Jack hacen el amor por primera vez dentro de un vehículo. Eso logró sacarnos una tierna sonrisa, a pesar de lo agotados que estábamos. Solo espero que tengamos una apasionada y romántica historia de amor como la suya, pero sin finales trágicos…

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