Una pareja se contactó conmigo, pero solo la dama era la que escribía.
Charlábamos esporádicamente de cosas de la vida, sin tocar nunca algún tema sexual.
Pero de repente algo cambió, ella me encaró diciendo que quería que fuera su sumiso. Era mas que obvio que hablaba por ella y su pareja, pero no lo aclaraba, eso me confundía y lo pregunté. Luego veremos me contestó, por lo pronto quiero que seas mi sumiso. La dama era por demás atractiva, y la incógnita de su pareja dando vueltas me hacía un ruido lindo en la cabeza.
La charla tomó otro tinte y en breve estábamos hablando de límites, gustos y exigencias.
Acordado todo eso, me entregué a las órdenes de la dama. Poco tardó en tomar la batuta y llenarme de exigencias.
Para ella era algo nuevo, se notaba, al igual que sus ganas. Esas ganas me seducían, y poco a poco iba cayendo en su red.
El juego iba a ser durante nuestro horario laboral, hasta que decidirá que fuera tiempo de vernos, pero primero dijo debía prepararme.
Para ello me dio una lista de cosas a comprar/tener, jaula peneana, plug anal y dildo.
Jaula ya tenía, pidió una foto con ella puesta y la aprobó. Plug solicitó uno en particular, como una joya anal, pero de tres bolas, y dildo me dijo directamente cual comprar.
La ansiedad me mataba, me gusta salir de “shopping”, tiene esa cosa de vergüenza y humillación que lo hacen letal.
Me muñí de todo lo solicitado, y le mandé las fotos, esperando sus órdenes, las cuales no tardaron en llegar. Tan simples como rotundas, todos los días a la mañana debía enviarle una foto con mi jaula y plug puestos, arrancar con una hora, y sumar una mas cada día hasta llevarlos puestos todo mi horario laboral.
Al iniciar el día, me puse la maldita jaula, tan odiosa como efectiva. Odio ese aparato desde lo mas profundo de mi ser. Todo cambia cuando uno la lleva puesta. Mi pene ya no me pertenece, no puedo tocarlo, acomodarlo. Ya no puedo ni tomarlo para orinar, ahora debo hacerlo sentado como una dama. Pequeños hábitos que calan profundo en mi cabeza. Pero también se que ese aparato del demonio, saca lo mas sumiso que hay en mi ser.
Ahora llega el turno del plug, hace rato que no utilizo ninguno y se de antemano que va a ser intenso, me acomodo, lubrico, pasa la primera bola, segunda y la tercera, ya está en mi interior no sin antes sacarme un vergonzoso gemido. Se siente frio, duro, profundo, intenso.
Saco las fotos de rigor, se las envío a la dama y me pongo a trabajar.
Sentarse con todo eso puesto no resulta sencillo, el plug es largo entra profundo y se hace sentir mas de la cuenta. La maldita jaula es incómoda y nada puedo hacer para cambiar eso, debo acostumbrarme a mi nueva realidad y aceptarla, cuanto antes lo haga mas sencillo va a ser.
Fueron pasando los días y las horas de uso se alargaban, era Jueves, un problema me impidió comenzar con mi rutina de todos los días y recién al mediodía pude ponerme mis cosas y enviar la foto, sabía que eso iba a tener sus consecuencias.
La dama sin titubear impuso su sentencia, a partir de ahora debía dejar de lado mi calzoncillo y comenzar a utilizar bombacha. Eso terminaba de hundir mi hombría.
Otra vez de shopping, otra vez la vergüenza y la humillación, ella reía cuando le contaba de mi incursión en una conocida galería de Belgrano, sobre todo cuando consultaron sobre el talle.
Mas tareas se fueron agregando, ahora debía comenzar a utilizar el dildo, la orden fue clara, pegas la sopapa sobre la tabla del inodoro y te cojes un minuto, 3 veces, todos los días. Así lo hice, poco a poco mi culo se fue acostumbrando al dildo, ya no molestaba, se sentía lindo y comenzaba a disfrutarlo.
Me ordenó bajar una app, donde ella anotaba mis órdenes y sumaba castigos cuando no las cumplía. Poco a poco la hoja de castigos se fue muñendo de contenido.
Mis libertades eran limitadas, podía coger todo lo que deseara, pero para acabar decía pedir permiso con anterioridad, a veces me autorizaba, otras no.
Era complicado y desesperante tener relaciones, sabiendo que no iba a poder culminar como deseaba, pero a la vez me calentaba mucho la idea de obedecerla.
Pasaron 3 semanas, ya estaba habituado a usar todo lo que me solicito, y según ella había llegado el momento de conocerla.
Coordinamos y nos encontramos, yo debía llevar todo puesto y así lo hice.
Tomamos algo tranquilos, charlamos sobre como venía la cosa, sobre sus deseos, los míos, mis límites. Dejó en claro, que cuando lo decidiera, debía interactuar con su pareja, no tenía otra opción que aceptarlo.
En un momento dijo basta de charla, desnúdate, así lo hice y quedé en bombacha delante de la dama. Era lo suficientemente humillante como para odiarla, pero también gracioso y divertido. Su sonrisa lo matizaba todo.
Me examinó por todos lados, pidió que retirara la bombacha, y se puso a jugar con mi jaula y su contenido, estaba maravillada, reía muy lindo y eso me impedía odiarla como debía.
De su bolso sacó un verdadero arsenal de cosas, me puso tobilleras, muñequeras y me ató firme a una mesa. Tomó su celular puso música fuerte, y comenzó a leerme desde la App mis faltas.
No nos vemos seguido dijo y es importante para mí que cumplas en el juego virtual, sino me frustro, asique ahora vas aprender que las ordenes se cumplen.
Sin mas sus manos comenzaron a fustigar mis nalgas, fue subiendo la intensidad hasta que me sacó el primer grito. Estaba avergonzado por haberle fallado, pero también comenzaba a sentir el picor de su castigo.
Tomó un floguer y disfrutó de todo mi cuerpo, comenzó suave con mi espalda, subió intensidad, lo estalló contra mis nalgas, bajó suave por mis piernas y repitió. No sentía dolor, me gustaba, picaba un poco, pero era lindo.
Cuando terminó la sentía en la piel, todo picaba, todo tiraba. Me soltó, se fue a la cama abrió sus piernas y se recostó, no hizo falta decir más. Fui sobre ella, intenté besar sus pechos, pero me tomó del pelo y me mandó directo a su entrepierna, estaba empapada. Ella me enseñó a darle placer, me guio, lugar, ritmo, intensidad. Luego de media hora tenía la mandíbula a la miseria y había perdido la cuenta de la cantidad de veces que la dama había acabado. Cuando dictaminó que fue suficiente, volvimos a la mesa, esta vez sin ataduras. Tomó una palmeta, y se desquitó lindo contra mis nalgas, no fue duro, pero se sintió bastante.
Cuando pude tocar mis nalgas las tenía prendida fuego, ardía, dolía. La dama se puso su strap, tomó mi dildo y se posicionó para tomarme.
Me lubricó y penetró con delicadeza, fue suave, se sintió lindo. Me tomó del pelo tiró mi cabeza para atrás y al oído me dijo, ahora vamos a ver si cumpliste con tu tarea, porque te voy a pegar una linda cogida y así lo hizo. Me penetró profundo, me hizo gemir y gritar, sus caderas chocaban contra mis doloridas nalgas, ella gemía le gustaba.
Mis manos se aferraban como podían a la mesa, ella intercalaba suavidad con intensidad. Sentía algo vibrar pero lejos evidentemente era en ella. Me tomó de los hombros, me penetró profundo, con fuerza y explotó, termino rendida sobre mi espalda, podía sentir sus hermosos pechos sobre mí.
Se retiró, fuimos a la cama, volví a saborear su entrepierna, hasta que la dama se dio por satisfecha.
No hubo tiempo para más, una breve ducha y nos retiramos.