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Margarita me entrega su culo
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Tenía los 18 recién cumplidos, Margarita ya lo había hecho con un noviecito, pero no con un señor de casi 40 años. La flaca, de labios carnosos y con rasgos indígenas mexicanos, estaba de rodillas en el piso y con el torso sobre la cama. Su culo bien parado, duro, huesudo, de tez trigueña con su orificio marrón y un poco peludo. Tenía lubricante por algún lado, pero ella estaba loca de tener sexo, con unas copas de vino encima, Margarita estaba ansiosa de tenerlo dentro del culo. Ya lo había hecho antes con su gringuito, pero ese lo tenía muy delgadito. No teníamos condón, arriesgar un embarazo por una calentura no era apropiado. Así que la flaquita, de belleza salvaje, aceptó que su ano sea roto por primera vez. Ella lo insinuó con tanta picardía durante la cena, que me causó una larga y dura erección.

La joven no se quitó toda la ropa, solo se bajó la falda y el calzón que llevaba, y se arrodillo en el piso con las piernas abiertas. Su timidez era encantadora, no quiso ver mi pene o mi cuerpo desnudo. Margarita enterró su rostro sobre el cubrecama. Fiel al estilo porno, le metí un escupitajo a su ano, la flaca saltó por mi dedo frío que bordeo el exterior de su ojete, soltando un tierno suspiro.

La flaquita, de tetas bien pronunciadas y con una sonrisa coqueta, levanto su culo al sentir la presión de mi glande en las puertas de su ano. Margarita se puso de puntillas asustada de sentir el grosor de mi pene. Tembló de temor, sus piernas se cerraron y su cuerpo se puso tenso. Una caricia en su ano, con mis dedos índice y medios empapados de saliva, la hicieron abrir nuevamente las piernas. Apretando el edredón y mordiendo la almohada, mi glande entró lentamente mientras la chica se doblaba del dolor. No fue fácil metérsela, estaba apretadísima, tensa, pero su dolor, que no era ajeno a observar en mis viejas amantes, me excito más porque era mas joven. Era un culito de muñeca el que iba romper.

Unté de escupitajos el resto de mi pene, y con Margarita chillando, se la metí toda despacito, disfrutando cada lagrima que salían de sus ojos. Ella me insultaba diciendo que la tenía muy gorda, me gritaba “cabrón, “me rompes” y que la iba a desgarrar. Intente bombearla suavemente, pero sus gritos se convirtieron desgarradores. Saqué mi pene y estaba limpio, ella vino lista para tener sexo, comió lo mínimo en la cena, cuidando su limpieza hasta el final. Fui a buscar el lubricante porque quería follarla duro, pero tampoco maltratarla demasiado tan temprano en la relación.

Regresando de la mesita de noche con el “lube” en mano, mire que rico tenía Margarita sus cositas. Peluditas, con una vagina de labios marrones, cubiertos con vellos cortos y su ano, bien marroncito tirando para negro. Tenía que comérmelo, la flaca olía rico y antes de ponerse en cuatro solo nos habíamos besado apasionadamente sin ningún jugueteo previo. Al sentir mi lengua en su sexo, la morenita, salto y luego se relajó abriendo las piernas, entregándose al placer.

A dos semanas de haber cumplido 18 años, el sabor y lo fresco que era su carne, me llevó a comerme ese coño y ano con lujuria. Mis dedos entraron y salieron de su vagina mientras mi lengua entraba entera dentro de su ano. Sus jugos eran deliciosos, de buen olor, de buen sabor y sus bellos los arrancaba con los dientes haciéndola llegar al orgasmo. Sus gemidos llenaron el apartamento semivacío que Silvia me dejaba usar. Parecía un culito de una muñeca, chiquito cuando la puse de rodillas, en posición de tortuga, con la planta de sus pies abajo de sus nalgas, exponiendo y estirando ambos orificios, con un acceso fácil. Su vagina, chorreaba de líquido blanquiñoso, ambos sudábamos. Yo estaba más que listo para cogérmela por el culo y escuchar sus gritos de dolor y placer. La odiaba por creerse una chica bella, pero la amaba por ser tan tierna y descarada a la vez.

Con sus propios jugos lubrique su ano, aplique lubricador al pene y en un solo empuje entro mi gordo glande. Con sus dos manos, Margarita separaba sus desnutridas nalgas para agrandar su hoyo. Estando ya mitad adentro, puse mi peso sobre ella para clavársela toda. La flaquita gritó a todo pulmón, cayendo sobre la cama de dolor, dejando de agarrarse el culo, apretó y mordió las sábanas. No tenía escapatoria, no le dio chance de estirar las piernas. En cuatro, sus rodillas chocaban con su pecho, y sus tobillos con las nalgas al borde de la cama. Para mantener el equilibrio, me apoyé con dos manos sobre su cintura.

La flaquita gritaba a todo pulmón, los vecinos seguros escuchaban todas las lisuras que entre lágrimas decía. Sus palabras favoritas era “Cabrón, me rompes el culo, para, quítalo y sigue”. Era un salir entrar de su cuerpo lento, preciso y apasionante. Marga, como la llamaban sus amigas, comenzó solo a gritar cuando me subí a la cama para enterrársela ahora si toda. Todos eran gritos de dolor.

Chillaba como si la estuviesen quemando continuamente. Su rostro se convirtió en un tomate, gritando “ahhh… ahhhh…” con voz ronca, sintiendo como su culo estaba siendo roto. Sus aullidos de dolor llenaron el apartamento. Los vecinos estaban ya acostumbrados a escuchar gemidos de chicas, pero no tanto show como el que la flaquita le estaba dando. No me hubiese sido sorprendido que la policía me tocase la puerta, era casi mediodía así que solo estaban las madres del hogar en casa, escuchando el dolor de Marga y el golpe del cabezal de la cama contra la pared. Era obvio que estábamos teniendo sexo, y el morbo de que nos escuchen me motivaron a ser más despiadado con la flaquita.

Sus piernas temblaban, su delicado cuerpo vibraba con cada empuje mío, nos movíamos a un solo ritmo, yo metiéndola y sacándola y ella rebotando sobre la cama. No pudo más y note como su cuerpo perdió toda fuerza entrega al placer de tener su culo roto. Sus ojos se ponían blancos por momentos, su chucha chorreaba y cuando volvía en sí, sus gritos ensordecedores volvían a llenar el ambiente.

Al menos tuvo 3 sacudidas de todo su cuerpo, 3 orgasmos, un placer ajeno que pudo explicar después de la sesión. Se lo saque de una porque ya estaba por venirme, dejándola abierta por completo. Le di la media vuelta, y ella estando boca arriba le acerqué el pene a mi boca. Dudó en chuparlo, entonces le puse las bolas en sus ojos para humillarla. Margarita demostró su inexperiencia al mover su lengua desordenadamente sobre mis testículos.

Molesto, la levanté de los pelos, la puse contra la pared, y ella sabiendo bien lo que quería hacer, se inclinó para tener otra vez su culo. Contra la pared, que estaba cerca de la otra puerta del dormitorio, la cual estaba cerrada, la cogí por el culo una vez más. Sus lágrimas chorreaban en la pared, donde presionaba su cara mientras se la metía hasta los huevos. Ese sonido mágico entre sus nalgas y mis huevos, se mezclaban con sus gritos aún más fuertes por no tener el colchón de por medio.

La chica, empinada contra la pared, con todo su cuerpo sobre esta y con las piernas abiertas, recibía todo mi pene en su ano. Lagrimas corrían sobre sus mejillas mientras destrozaba su culo. Hubiese sido una violación sin su consentimiento, pero Marga pidió que no parase. Estaba por venirme, envolví sus cabellos con mi mano izquierda, y presionando su cabeza contra la pared, aumenté el ritmo de la penetración. De su boca y nariz segregaba baba, mocos y lágrimas.

Las piernas de Marga le fallaron, se desplomó al piso con un temblor en todo su cuerpo. Lleve su frágil cuerpo al piso, y cualquier toque a su cuerpo intensificaba la convulsión. Me miraba mientras se sacudía, nunca había visto a una chica tener un orgasmo tan intenso. Ella se quedó como una niña agarrándose sus rodillas, derrotada y exhausta.

Mi pene estaba intacto y me daba una paja mientras la flaquita estaba tirada en el piso. No habrán pasado 5 minutos y yo todavía estaba a mil por hora. Margarita sabia de mí, de algunas historias que se escuchaban sobre cómo le quite la esposa a un amigo. Muchas verdaderas historias eran tomadas como rumores, y ese fue siempre la curiosidad de Marga. Mi plan era eyacular dentro de su garganta, pero en su situación iba ser muy difícil. La dejé reposar ya sentada con la espalda a la pared machada con sus lágrimas y maquillaje. Entre al cuarto de al lado para poder terminar el verdadero acto de humillación.

Al escuchar, Margarita, ruidos mojados, de garganta profunda que ella había visto en las películas porno. Con las fuerzas ya recuperadas se paró y fue búsqueda de mi al dormitorio de al lado. Al entrar se sobó los ojos varias veces para aclarar lo que veía. Cayo de rodillas al ver había cuerdas atadas a la cama. Silvia estaba echada transversalmente a la cama. Cada muñeca, rodilla y pie estaban atados a la cabeza y pie de la cama, dejándola con las piernas flexionadas y abiertas y su cabeza al borde de la cama. Mis manos apretaban sus tetas duramente mientras la boca de Silvia recibía mi lujuria dentro de su boca.

Margarita no se lo podía creer, que el hombre que le había roto el culo y dado orgasmos, la haya follado teniendo otra en ese mismo apartamento. Le dio asco como su pene, lleno de sus olores y sabores de su culo estuviese adentro de la boca de otra persona. La flaquita observada como Silvia era abusada por la boca, su rostro estaba cubierto de saliva, moco y lágrimas provocadas por el reflejo nauseoso. Vio cómo su amante que la había follado antes por el culo, se la metía hasta la garganta a la señora de 50 años, quien era muy guapa, sin ningún pelo en el cuerpo y con bonito cuerpo.

Con desagrado, se paró para irse, en eso escuchó un “Por Dios” de Silvia, quién comenzó a toser imparablemente. Margarita no supo que hacer, por mi parte, y con una sonrisa en mis labios, no me detuve y reanudé la penetración sobre la boca de mi vieja amante. Ambos teníamos ese fetish de que vomitara mientras abusaba de su boca, y ahora la humillación de que alguien la vea casi en esa acción, hizo que Silvia buscara por si sola mi pene. Se la hundía hasta lo más profundo de su garganta, con mi mano, sentía mi verga en su garganta.

Margarita recogió su ropa para largarse de allí. Al pasar media vestida por la puerta, vio los ojazos lindos de Silvia, como la miraban entre mis glúteos, con los huevos en su nariz y su garganta llena de mi semen. Me quede recostado sobre ella, con mi cara sobre su coño mojado, hasta que se tragara la última gota. Margarita no supo que sentir en ese momento, si sentir pena por Silvia, rabia, o gusto de ver a la vieja amante tragarse el semen, con todo el peso de su hombre sobre ella. Sus ojos parecían pedir auxilio, mientras se ahogaba con todo el pene dentro de su boca, que lentamente reducía en tamaño, algo que ella le encantaba sentir. Silvia quería decir algo, se atragantaba al consumir mi hirviente semen. Margarita estaba a punto de gritar por ayuda, de pedir auxilio. Silvia, al tener ya mi pene flácido en su garganta, le sonrió a Marga jugueteando con su lengua mi glande, absorbiendo hasta la última gota de leche.

Escuché la puerta del apartamento cerrarse fuertemente, Margarita, la chica salvaje mexicana, no aguantó más. Desde la sala se escucharon pasos, Margarita no podía irse a su casa sin mí ya que no manejaba. La flaquita, se sentó en el piso de la sala, con la espalda a la pared, el culo roto, lagrimas por sus ojos, confirmando los rumores acerca de mi eran verdad, hasta era peores. Una sonrisa corrió por su boca para luego caer en un llanto por haber sido traicionada de esta manera.

La fui a buscar para darle confort y culminar la sesión de ese día. Claro está que la sesión no era de Margarita sino de Silvia. Cargué a la flaquita como si fuera una novia, susurrándole al oído le conté que a la vieja le gustaba ese tipo de sexo, de humillación, golpes y de esclavitud, pero que nunca le había roto el culo, a pesar de sus súplicas.

Senté a Margarita en la cama, al lado izquierdo de la boca de Silvia y con un beso en sus carnosos labios, saliditos de sus lágrimas le dije que mi esclava me había pedido que le limpie la garganta. Margarita se paró porque su culito le ardía y tapándose la boca con ambas manos del asombro, vio como descargaba toda mi vejiga dentro de la boca de Silvia que sus ojos llenos de placer, se fijaba en el rostro tierno de Marga. La vieja se bebió toda y dije que era el turno de la chica.

Ambas se negaron, Silva rotundamente dijo que No y sacudiendo furiosamente su cabeza. Tire dos cachetazos a la vieja por hablar sin permiso y por su negación. Recibió tres más al tratar de esconder su cabeza a un lado, sus cachetes blancos estaban rojizos y algo hizo un clic en Marga, quien se bajó el calzón para situar su vagina sobre la cabeza de Silvia.

Los ojazos de Silvia estaban llorando mientras se tomaba toda la orina de la chiquita, esta era la humillación más grande que estaba recibiendo de parte mía, pero nunca dijo la palabra secreta parase todo acto. Besaba el cuello de la flaquita mientras descargaba toda su orina. Silvia se bebió todo el líquido bien amarillo de la flaquita y antes de irnos para las duchas, oriné lo que me guardé sobre el rostro de mi primer amante por haberse portado mal. Desnudé otra vez a Margarita y me la llevé en mis brazos para bañarnos dejando a Silvia con el rostro mojado de orín y lágrimas, todavía atada en la cama.

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