Después de la super experiencia de mi mujer en sus primeros pasos en el sexo grupal parecía que se había vuelto adicta a ello, se iba los viernes con sus compañeros de trabajo a los que ya les había dado las nalgas y mínimo convencía a dos para que se la llevaran y se la cogieran, y otros fines de semana (al menos uno cada mes y medio) los sábados se quedaba de ver con sus excompañeros de la universidad para hacer el trío correspondiente, debo decir que a pesar de todo mi esposa siempre llegaba aunque sea al amanecer, ya que no quería que nuestros hijos sospecharan nada, mi labor ayudándole a arreglarse para sus citas, vistiéndola, depilándola, perfumándola era todo un ritual para mí, algunas veces hasta me dejaba lamerle la panochita para que ella fuera completamente caliente y empapada a sus citas, mi trabajo no terminaba ahí.
Ella me exigía que la esperara despierto y sin tocarme para poder hacer mi labor de limpieza y alivio con mi lengua, me dijo que me había vuelto un experto comedor de coños, pero que solo probaría el suyo; además de eso le encantaba que le limpiara el culito, sobre todo cuando se lo maltrataban especialmente, era tan intensa nuestra vida sexual que además de esas escapadas con sus amantes habituales me daba permiso de penetrarla los martes o miércoles, aunque siempre se burlaba diciéndome que era un pendejo pito chico, que no sentía nada, que ya estaba acostumbrada a vergas de verdad y no a mi pitito patético; obviamente ella siempre me aclaró que le encantaba sentirse usada, vejada y maltratada por sus machos y que tenía la necesidad de hacer lo mismo conmigo, que no me lo tomara personal; muchas veces nuestras sesiones terminaban cuando me decía que no sentía nada que me ayudara del juguetito que le había comprado para que sintiera algo de verdad dentro de ella y me daba unas cachetadas.
En esta rutina de sexo y orgías en las que se había metido mi esposa estuvimos por mucho tiempo, en Halloween, la escuela donde da clases organizó una fiesta para los chavos y después los profesores se iban a ir a otra, por lo que mi esposa ni tarda ni perezosa me hizo comprarle un disfraz de putibruja impresionante, medias de red negras y como desgarradas, putivestido morado-negro aterciopelado, además de unas botas altas puntiagudas y de taconazo, todo rematado con el sombrero típico de pico que caracteriza a las brujas, además de eso mi esposa se maquilló muy bien, verdaderamente se veía muy, pero muy sexy, para ella esto era como una travesura, se llevó un abrigo largo y negro que la cubriera para la fiesta del colegio, pero en cuanto ésta terminó, y fueron a casa de su amigo en dónde sería la otra fiesta, mi esposa se despojó del estorboso saco y se quedó con su putidisfraz.
Se quedaron todos anonadados, y mi mujer después de varios tragos encima, francamente me contó que estaba bastante borracha, ni supo con cuantos cogió, que se acordaba como de flashazos, que se la cogieron en el baño, en dos cuartos y en la cochera, y que de regreso de la fiesta estuvo mamando dos vergas en un coche, pero que se divirtió mucho, ya al otro día le contaron que se había tirado a sus tres compañeros normales de la escuela (Marcos, Luis y Ernesto), pero que además le dio las nalgas a dos profes más, sus amantes recurrentes le dijeron que los otros dos eran de su misma área pero que no eran de la escuela, sino de otra y que Luis era quien los había invitado, que al fin sus compañeros ya con el alcohol a tope se animaron a darle una doble penetración, pero mi esposa se puso muy triste porque no lo recordaba; total que mi mujer ya era toda una puta hecha y derecha y yo feliz con eso.
Sin embargo, como 6 meses después del inicio de mis cuernos llegó a nuestro vecindario (justo frente a nuestra casa) un agente de la guardia nacional, pero que antes había sido militar, el tipo era muy muy atractivo, trabajado de gimnasio, grande y marcado, mi esposa de inmediato le echó el ojo, pero la verdad es que no sabía como acercarse, le dije que lo hiciera sin miedo, directamente, pero no sé que le daba a ella que no lo hacía, por lo que fue retrasando su acercamiento por semanas, hasta que un día que yo iba al gimnasio del fraccionamiento, me doy cuenta que nuestro vecino estaba haciendo una rutina de ejercicios frente a mí muy exigente, ambos nos reconocimos y nos saludamos de lejos, ya en los vestidores le hago plática (ahí es donde me entero que era militar y que se llama Enrique, ya que solo conocíamos que era policía por el uniforme) y que lo habían trasladado al cuerpo policiaco con la nueva política de lucha contra el crimen.
Ciertamente su plática era ágil y divertida, le halagué su increíble rutina de ejercicios, él se sintió importante y entre pregunta y pregunta le saqué el horario y los días a los que iba al gym, aunque me dijo que los movían bastante por toda la república y que por eso había decidió al fin comprar una casa, para saber a donde llegar después de sus acuartelamientos; total que con esa información fui directamente a decirle a mi mujer, ya que notaba que le traía muchísimas ganas, ella desde el día siguiente empezó a ir al mismo horario al que iba Enrique, pero dos o tres días después ella me dijo toda decepcionada que el wey ni siquiera la volteaba a ver, que la reconocía porque la saludaba, pero todo quedaba ahí, que cada quien hacía sus ejercicios, le dije que era una buena señal, porque era muy platicador y el hecho de que no le hiciera él la plática a ella hacía notar que o lo ponía nervioso o que no quería problemas en el vecindario.
Ella no muy convencida dijo que ya solo lo intentaría una semana más, yo tratando de ayudarla fui a comprarle ropa deportiva tremendamente sexy, aunque como no sabía si se animaría la compré de una putería gradual, es decir, le compré unos leggins muy apretados pero completos, también unos shorts de licra a medio muslo pero también muy pegados y finalmente unos putishorts que dejaban directamente media nalga al aire, claro que todo eso a juego con tops escotados a juego, todos de colores muy llamativos, rojos y rosas, mi esposa al verlos empezó a reírse y me decía que como se iba a poner eso, le propuse que si le daba pena usar el más revelador primero se llevara el pants, después el short a medio muslo y finalmente el putishort, no se veía muy convencida, pero dijo que algo haría, eso fue un sábado por la tarde, y me di cuenta el lunes de las tremendas ganas que tenía de darle las nalgas al vecino porque se saltó todo lo que le dije y lo supe hasta que llegó del gym (ella se iba mientras yo salía del trabajo e iba por los niños a la guardería, pero casi siempre que llegábamos los niños y yo, mi esposa o ya estaba en casa o no tardaba nada en llegar).
Sin embargo ese día la tuve que esperar aún como una hora y media, me dio tiempo hasta de acostar a los niños, y justo cuando termino de hacerlo, y voy bajando a ver la tele veo que mi esposa viene llegando con una tremenda sonrisa, pero mi sorpresa es mayúscula cuando noto que lo que trae puesto es el putishort, en cuanto llega me dice que me ama muchísimo, que era un genio que conocía perfecto a los hombres, porque ese día se decidió totalmente a insinuarse a Enrique de manera definitiva y que lo más obvio era ir vestida lo más sugerente posible, yo me reí y la interrumpí diciéndole que eso no era sugerente, directamente era ir y ofrecerle las nalgas, a lo que ella se empezó a reír a carcajadas y me dijo que tenía razón porque a pesar de que ella se sentía toda penosa por mostrarse tan atrevida con su ropa, Enrique estaba aún más turbado, que se le cayeron 4 veces las mancuernillas, que se resbaló de la máquina para hacer abdominales, pero que gracias a eso empezaron a reírse juntos, ella le comentó algo así como que venía muy distraído y él ni tardo ni perezoso le contestó que para nada, que en realidad así lo había puesto ella, que nunca había tenido una compañera de ejercicio así de atractiva, a lo que ambos se rieron y siguieron haciendo ejercicio, pero que ya con esa entrada mi esposa empezó a hincarse sin doblar las rodillas con el pretexto de hacer brazo y enseñándole las nalgas al vecino; que en una de esas ella empieza a hacer un ejercicio difícil pero que hacía normalmente, solo que ahora empieza a comportarse torpemente y a quejarse de manera audible.
Por lo que Enrique naturalmente se ofrece a ayudarle, por lo que terminan muy pegados haciendo el ejercicio, en ese momento, ella siente un tremendo bultote en sus muslos y ella de manera hábil se voltea para poner semejante cosota en medio de sus nalgas y empezar a moverse sugerentemente, que en ese momento Enrique perdió el control y le dijo al oído: eso es lo que quieres, verdad zorrita; a lo que mi esposa por toda respuesta para aún mas las nalgas y hace un ligero gemido; entonces el vecino ya descaradamente le aprieta una nalga y le dice que espere, sale de la sala de ejercicios dejando a mi esposa impresionantemente caliente, pero casi de inmediato vuelve, la toma de la mano y se la lleva al cuarto de los entrenadores (traía la llave en la mano), en cuanto entran empiezan a comerse apasionadamente sus bocas, mi mujer me dijo que sabía besar muy bien, que era muy apasionado.
Después de un buen rato besándose, él empieza a tocarla, primero suavemente, pero cada vez más apasionado y salvaje, que no era de muchas palabras, pero era muy hábil, tocándola y sobándola por todas partes, tenía bastante experiencia haciéndola excitar con sus manos, que le tocó y acarició suavemente desde la espalda, los muslos, pero al llegar a sus tetas y nalgas fue mucho más agresivo, apretando y jalando fuerte, a lo que mi esposa con total descaro gemía y se mojaba muchísimo, que él no tuvo que indicarle qué hacer, ella solita se puso de rodillas porque ya tenía muchas ganas de ver, probar y sentir semejante bulto que había sentido.
Enrique se dejó hacer, se quedó de pie en lo que mi esposa se arrodillaba frente a él, le bajaba sus shorts de entrenamiento y empezaba a acariciarle, besarle y al final mamarle la tremenda vergota que tenía, que no era tan grande como la de su excompañero Armando, pero sí más bonita, más venosa y le parecía que más gruesa, el olor a sudor de él era embriagante para ella, sobre todo se concentraba en sus huevos grandes, peludos y morenos, ella estaba encantada, muy excitada y se empeñaba muchísimo en hacerle un buen trabajo, intentaba hacer cosas distintas le besaba la punta, le lamía toda la verga, trataba de mamar lo más posible el tronco y terminaba siempre lamiéndole las bolas mientras lo masturbaba con ambas manos, mi esposa perdió la noción del tiempo, solo supo que ya le dolía la quijada de tanta mamada (aunque ni de juego se iba a quejar) y de repente Enrique la toma del cabello, fuertemente pero sin agresividad y la levanta, la tumba en una colchoneta dentro del cuarto, ni siquiera tuvo que abrirle las piernas.
Mi mujer solita se abrió completamente ofreciendo su sexo a su nuevo amante, a lo que éste sin perder tiempo la toma de los tobillos, se los cruza, los pone encima de su hombro y la clava sin misericordia, hasta el fondo, ella me dijo que nunca fue agresivo, pero sí muy firme, que la metió de una sola estocada hasta los huevos pero no de manera agresiva o desesperada, sino que lo hizo firme pero lentamente y que poco a poco empezó a bombearla, que no había sentido así nunca, que siempre eran o muy desbocados o muy suaves, pero que él era perfecto, la penetraba poco a poco con firmeza, pero sin rudeza, y cada vez, de manera gradual iba aumentando el ritmo de manera casi imperceptible, hasta que ella se vio siendo masacrada por sus penetraciones, que solo sentía su tremenda vergota entrando por su vagina y casi saliendo completamente mientras le caía el sudor del vecino en la cara, aunque para ella era casi un elixir.
No supo cuántas veces la hizo venir de esa manera, pero de repente el tipo le descruza los tobillos, se levanta, se tira en la colchoneta y le ordena que le toca a ella darse de sentones, a lo que mi esposa encantada le pregunta si quiere verle el culo o jugar con sus tetas, él le dice que quiere ver esa cara de zorra mientras ella solita se mata con su palo. En ese momento yo estaba ya haciéndole sexo oral a mi esposa, le pregunté que si había sido tan caballeroso, porque venía toda adolorida, a lo que ella me responde dándome una pequeña bofetada y diciendo, calla putito, aún no acabo de contarte como usaron a tu mujer, así que sigue con tu trabajo de buen cornudo; me contó que en ese momento ella quería que él fuera más agresivo, que ya había sido suficiente de ser tan correcto, por lo que ella es la empieza a darle unas cachetadas mientras lo montaba lo más fuerte que podía, pero Enrique no reaccionaba, aguantaba como todo un campeón.
Entonces mi esposa de plano le dijo, hazme tu perra, quiero ser tu zorra, con una cara de sorpresa el vecino tuvo la sangre fría aún mientras se estaba clavando a mi mujer que si estaba segura; ella en un espasmo de placer le dijo que sí, que lo quería duro, que para hacerlo suave ya tenía al maricón de su marido; en eso, ella se dio cuenta que entendió perfectamente lo que quería, porque de repente y cuando le iba a conectar otra bofetada, él le toma la mano de la muñeca y con su otro brazo le da tremenda cachetada que hace que mi esposa voltee la cara completamente, de repente le dolió pero era lo quería así que terminó gimiendo, a lo que su amante entendió que realmente le gustaba eso a mi esposa, por lo que le dio otras dos bofetadas a mi mujer, pero ella me contó que no se contenía que le daba con todo, entonces la tomó del cabello por la espalda mientras ahora sí levantaba de manera agresiva su pelvis para penetrar aún más a mi mujer mientras ella solita se daba de sentones.
Me contó que no duraron mucho con ese ritmo, entonces sin soltarla del cabello le indicó que se levantara, pero en cuanto lo hizo, le jaló la cabeza hacia abajo, la empinó y sin muchos miramientos ahí mismo se la ensartó por atrás, de una sola estocada, y empezó un mete-saca brutal, donde mi esposa solo gemía y gemía, me dijo que perdió la cuenta de cuántas veces se vino, pero que la primera fue cuando el cabrón puso su pie en la cabeza de mi esposa, como para marcar su dominio, que eso la hizo venirse de inmediato, porque se sintió muy, pero muy sometida sobre todo por alguien tan fuerte; y el cabrón de Enrique también se vino completamente en su conchita desprotegida mientras bufaba como toro.
En cuanto terminó de contarme la tremenda cogida que le dió el vecino, le pregunté si entonces no le dio por el culito, a lo que ella me respondió que no, y que le estaba dando tan bien y tan rico que quiso que hiciera lo que quisiera; también le pregunté si había hecho mucho escándalo, a lo que riendo me dijo que sí, que estaría extrañada si alguna persona que estaba en el gym (que no eran muchos por la hora) no se hubiera enterado de que le estaban dando tremenda cogida, fingí enfado diciéndole que ahora como iba a presentarme al gimnasio, a lo que ella muy divertida me dijo que no me hiciera pendejo, que bien que me gustaba presumir mis cuernos, y que entre más grandes los tuviera mejor, le pregunté “muy ofendido” que cómo decía eso, a lo que ella respondió que siempre la animaba a que fuera muy sexy vestida al trabajo y que le festejaba cada que me contaba las actitudes francamente de zorra que tenía en el trabajo, así que ya se había dado cuenta que no solo me gustaba saber lo cornudo que era, sino que disfrutaba ampliamente de la humillación de que se supiera, sobre todo porque, al menos una vez a la semana yo iba por ella a la escuela sin ningún problema; a lo que terminé riendo con ella y diciéndole que también me encantaría verla, a lo que ella se sonrió y me dijo que en cuanto se pudiera lo haría.
No sabía lo pronto que se me cumpliría esa promesa; por lo pronto Enrique se volvió un asiduo amante de mi esposa, era raro que no regresara muy satisfecha de su rutina en el gym; aunque me contaba que ya se contenían, que solo 2 veces lo habían hecho en el cuarto de los entrenadores, que en cuanto terminaban su rutina se iban a casa de Enrique (frente a la nuestra) a que le diera lo suyo a mi esposa (mínimo eran 3 veces por semana que se acostaba con ella); y a ella se le notaba lo feliz y satisfecha que estaba, y me comentaba que principalmente era porque había entendido que tenía que someterla siempre, y pues estaba más que encantado de hacerlo, obviamente en su segundo acostón le dio por el culo, y ya siempre se lo hacía por ahí; respecto a mis visitas al gym, yo iba normal, pero terminaba con una erección tremenda porque todos los entrenadores y algunos usuarios se me quedaban viendo con cara o de pena o de burla, me encantaba esa sensación de saber que ellos pensaban que yo era un tonto, pero que en realidad estaba aún más enterado que ellos de las puterías de mi mujer, y estaba orgulloso de eso.
Así pasaron más o menos 3 meses, en ese tiempo mi esposa había sido muy clara con Enrique sobre el hecho de que me encantaba ser un cornudo y que sabía prácticamente todo lo que hacían, pero eso en lugar de intimidarlo lo hizo más agresivo, pues se volvió bastante común que mientras estaba con ella me menospreciara haciendo aún más patente su virilidad, además de que le encantaba saludarme y mandarle saludos a mi mujer a lo que yo encantado le decía que con gusto le pasaba sus saludos y se reía burlonamente.
Un viernes, sin que yo supiera nada mi esposa me envió un whats diciéndome que no me preocupara por los niños, que mis suegros pasarían por ellos a la escuela, le comenté que entonces adelantaría unas cosas en el trabajo y ella me dijo que encantada; no me tardé mucho en el trabajo, así que compré unas flores y una botella de vino y fui rumbo a mi casa, definitivamente no esperaba lo que vi, traía el estéreo a casi todo volumen, así que mi sorpresa fue mayúscula cuando al poner la llave en la cerradura de la entrada escuché un claro grito de mi mujer, inmediatamente me excité, pues sabía que estaba a punto de, al fin, cumplir mi máxima fantasía, ver a mi esposa bien ensartada, pero la visión fue brutal, los dos estaban desnudos, salvo por los tenis de mi mujer, mi esposa estaba tumbada boca arriba sobre la mesa del comedor con los ojos cerrados y Enrique le tomaba los tobillos mientras le daba endiabladamente fuerte.
Claudia se retorcía y gemía, se retorcía y gritaba que le diera más, que lo haga más fuerte, el olor a sudor y sexo era bastante fuerte, por lo que deduje que ya tenían un tiempo cogiendo, en cuanto el vecino se da cuenta de que estoy observando se calma un poco y le dice a mi esposa que el pendejo del cornudo acababa de llegar, mi mujer entre jadeos entre abre los ojos, me manda un beso y me dice, sorpresa mi amor, mira como un verdadero macho se coge a tu mujer, a ver si aprendes algo, y ambos amantes ríen y siguen a lo suyo olvidándose de mí, creo que Enrique quería demostrar lo hombre que era, porque casi de inmediato voltea a mi mujer en la misma mesa, le ordena que se abra las nalgas, para que el pendejo de su marido vea por primera vez como un macho de verdad la encula, yo estaba como congelado, no sabía qué hacer.
Mi esposa me voltea a ver, y le dice, mira, el pendejo de mi marido no sabe ni qué hacer al ver a un hombre de verdad tirándose a su esposa y solita se abre las nalgas y me dice, pon atención maricón, al fin vas a ver mi culito comiéndose una verga de verdad, se veía tremendamente sexy de esa manera, completamente ofrecida y sometida, además de que el cuadro era muy impresionante, porque Enrique era muy fuerte, tenía un cuerpo muy trabajado, hasta los abdominales se le marcaban, era muy erótico ver a dos personas tan tremendamente sexys y atractivas teniendo un sexo tan salvaje; estaba en esos pensamientos cuando veo a Enrique tomar su tremendo aparato (nunca había visto uno tan grande, digo, no había visto muchos, pero ahora entendía las burlas de mi esposa, me llevaba fácil 5 cm) y dirigirlo al estrecho agujerito trasero de mi esposa, casi trato de evitarlo pensé que le haría daño, sin embargo, en cuanto empezó a empujar, el culo de mi mujer lo recibió bastante bien, y mi esposa empezó a quejarse débilmente, aunque pronto sus débiles quejidos se convirtieron gemidos y gritos.
No sabía que mi esposa era tan escandalosa, obviamente conmigo no hacía ni ruido, solo cuando le arrancaba orgasmos con mi lengua y jamás gritaba tanto; pero ahora escuchaba claramente los frenéticos gritos de mi mujer mientras Enrique la taladraba con todo en su pequeño culito; era demasiado excitante, para ser sincero terminé en ese momento sin tocarme, lo bueno es que nadie se dio cuenta; y en esos momentos escuché los bufidos brutales del vecino marcando el momento en el que vaciaba sus tremendos huevos dentro de mi mujer, Enrique se sentó en una silla cerca de mi esposa y ella me volteó a ver de manera muy sensual y me dijo, amor mío, tengo lechita muy fresca en el culo, me quedé encandilado con la imagen del culo de mi esposa recién reventado y rebozando de leche, era impresionante, realmente era muy elástico, porque ahora sí se le veía dilatado y por esa misma dilatación el semen de Enrique rebalsaba, se veía tremendamente erótico.
Creo que me quedé congelado mucho tiempo, porque de repente escucho la voz perentoria de mi esposa diciendo, más bien ordenándome, que me apurara a limpiar, que ya estaba cansada, despierto de mi ensoñación, de inmediato me pongo de rodillas y por fin empiezo a limpiar con mi lengua la tremenda cantidad de leche que nuestro vecino le había depositado a mi esposa, sabía increíble, además de que estaba tibia, para nada grumoso, y tenía un sabor a los jugos de mi esposa que era simplemente increíble, mi mujer empezó a gemir y gemir diciendo que había sido muy excitante que el pendejo de su marido viera como se la cogía un macho de verdad, en cuanto termino de limpiarla y ella llega a su orgasmo, va y se sienta en la sala, que se encuentra al lado de la mesa del comedor.
Yo seguía de rodillas con leche de Enrique en mis labios cuando el callado del vecino empieza a hablar, diciendo que fue terriblemente excitante ver como el esposo de su amante, el hombre que debía ser el hombre de la casa, el macho, estaba como un puto becerro lamiendo, tragando y limpiando su leche, y entonces le preguntó a mi esposa que si le prestaba al maricón de su marido para que también le limpiara la verga, a lo que mi esposa antes de que yo pudiera siquiera reaccionar empieza a reírse a carcajadas y le contesta que por supuesto, que seguro yo estaría encantado; de inmediato contesto que no soy gay, que no quiero hacer eso.
Enrique truena la boca decepcionado y mi esposa se pone seria y me empieza a hablar bastante fuerte, me dice, mira maricón, no niegues que te encanta la leche de macho, en estos meses de cornudo has tragado más leche que yo durante toda mi vida, se que no eres gay, que no te excita Enrique, pero sí te excita someterte a él a su tremenda verga y sus hermosos huevos, y además, si no obedecer como el cornudo pendejo que eres entonces no puedes estar aquí, no me verás más teniendo sexo con nadie. Me quedé pensando en todo lo que me dijo mi esposa, empecé a aceptar la situación, cuando el vecino en un alarde de machismo me dijo, venga putito, ven y empieza a limpiarle el rabo que se chingó a tu mujer, yo aún seguía de rodillas, así que solo tuve que moverme un par de metros, la verga no se veía tan enorme ni tan gruesa como la recordaba, aunque era natural porque acababa de descargarse, olía de manera muy fuerte a sudor, a sexo, a semen, a mi esposa, eso era muy provocativo, y aunque ya no me sentía excitado en absoluto empecé con mi labor de limpieza usando mi lengua.
Empecé por la punta (estaba circuncidado), se sentía suave pero firme y a decir verdad, deliciosa, ya más animado empecé a lamerle el tronco y a acariciarle las pelotas, Enrique empezó a gemir y eso me excitó, le dijo a mi esposa que me tenía muy bien entrenado porque comía verga muy bien; entonces me tomó de la nuca y me obligó a que se la chupara, ahí fue cuando empecé a excitarme de nuevo, cuando me dio chance me la saqué de la boca y empecé a lamerle y besarle los huevos, que eran enormes y peludos, y apestaban delicioso a sexo y sudor; en una de esas volteé a ver a mi esposa y para mi sorpresa se estaba tocando mientras observaba atentamente como le hacía sexo oral a su amante, en cuanto me vio, me dijo, ya ves que si te iba a gustar putito, si eres todo un maricón mama verga, y es muy excitante ver a mi esposo comiéndole los huevos a mi amante, después se levantó y empezó a besarse de nuevo con el vecino, pero éste nos detuvo a los dos y nos dijo que mejor tomáramos el vino que había llevado, a lo que estuvimos de acuerdo.
Esa noche fue memorable, Enrique se quedó a dormir, aunque realmente casi no lo hizo, porque se chingó a mi mujer 3 veces más, y cada vez más aguantaba como un camión, era impresionante, después de tomar un poco y pedir de cenar nos fuimos a la habitación y de ahí no salimos hasta el mediodía del día siguiente, y pasada la pena de hacerle sexo oral a su amante, no me tenía que decir, pero cada que acababa dentro de mi esposa, la limpiaba a ella y después a él, y no solo eso, después de descansar un rato me ponía a mamarle la verga de nuevo mientras se besaba y toqueteaba con mi esposa, en la última de las cogidas (a punto de amanecer) mi esposa quiso hacer lo que llamó el 69 cornudo, me puso debajo de ella, naturalmente a mí ni me tocó, pero Enrique la penetraba primero por la panochita y después por el culito, y mientras lo hacía yo les hacía sexo oral a ambos, cuando lamía el clítoris de mi mujer ella se volvía loca, decía que era la mejor sensación del mundo.
Llegó a no sé cuantos orgasmos y hasta un squirt mientras lo hacía, era increíble, aunque claro que no solo la atendía a ella, ya fuera por órdenes del vecino o por iniciativa propia también le lamía y besaba los huevos a Enrique mientras la penetraba, también noté que eso le fascinaba, sobre todo cuando tenía a mi esposa ensartada por el ano, porque le daba más duro en cuanto empezaba a hacerlo, yo estaba extasiado, y calculo que estuvimos en esa posición por casi 2 horas, las mejores 2 horas de mi vida sexual sin dudarlo, naturalmente me vine casi al principio, pero no importó, porque no se me bajó la excitación aunque no volví a terminar.
En cuanto terminamos esa sesión específica, mi esposa y mi vecino se quedaron dormidos abrazados mientras me bajé a prepararles un desayuno, en cuanto despertaron se bañaron y por los gemidos parece que lo hicieron por última vez en la regadera, ahí Enrique no requirió mi boca para nada, bajaron y se sorprendieron al ver el desayuno servido, Enrique comentó que ojalá todos los cornudos fueran como yo; el desayuno fue muy entretenido, platicamos de muchas cosas, nos reímos de como los entrenadores del gym le preguntaban a Enrique si no tenía broncas con el marido de la ricura que se estaba comiendo, pero él muy contenido les decía que creía que yo no sabía nada, a lo que le decían burlonamente que seguramente yo no sabía como iba ella vestida a los entrenamientos, que se notaba que iba pidiendo guerra. Total que como a las dos horas Enrique se fue no sin antes besar a mi esposa en la boca y despedirse de ambos.
Continuará.
Excelente relatos
Los leímos todos en una noche
Muchísimas gracias, solo trato de relatar lo que nos sucede