Me llamo Beyda, soy una mujer casada de 34 años. Físicamente mido 1.68, soy blanca y tengo el cabello largo, lacio y castaño. Me suelen decir que tengo carita de ángel pero mi cuerpo dice todo lo contrario: mis pechos son medianos pero ricos, un abdomen rellenito y, mi gran atractivo físico, tengo un culote. Mi cuerpo no es escultural, pero si tengo una figura cuidada, si bien con el embarazo perdí un poco mi cadera, sigo manteniendo una buena figura y obvio se me ensanchó más el culo.
Siempre he estado culona, tan sólo basta recordar mi época de universidad y como mi culo recibió muy duro durante aquellos años. Bueno, no sólo en la universidad, también recuerdo a uno que otro antiguo compañero de trabajo disfrutaban de mi culo antes de conocer a mi esposo. Llevamos 7 años de matrimonio y tenemos un hijo de 4 años. Me encantaría poder decir que siempre le he sido fiel a mi familia, pero la verdad es que no ha sido así.
Toda mi vida me la pasé teniendo una vida sexual activa con hombres, soy una culona que supo aprovechar rico de su culo para recibir de quien quisiera cuando estaba soltera. Para mi familia tuve que fingir que era una santa y que apenas y tenía ex novio, todo para dejar esa vida de lujuria atrás, pero hay una persona que nunca pude dejar en el pasado.
Como toda mujer lujuriosa, tuve una mejor amiga con la que guardaba mis secretos. La única que conoce todos los amoríos que tuve cuando era universitaria. Se llama Andrea y la conozco desde la preparatoria. Ella y yo siempre hemos sido muy unidas y muchas experiencias las vivimos juntas; como nuestro primer concierto, nuestra primera fiesta, la primera borrachera… y nuestro primer beso.
Pasó cuando estábamos por terminar la preparatoria. A nuestros 18 años nos frustraba nunca haber podido tener una relación seria y pues, entre la frustración y la amistad, terminamos experimentando con nosotras. No pasó de unos cuantos besos lésbicos y unas caricias, y fue algo que supimos dejar de lado cuando en la universidad comenzamos a estar con chicos. Pero muy en el fondo, todavía sentíamos algo por las dos. No fue sino hasta que tuvimos 22 que tuvimos sexo lésbico por primera vez juntas, en una etapa muy oscura donde las dos acabábamos de cortar con nuestros exnovios.
Fuimos novias a escondidas por un tiempo, no queríamos que nadie en la universidad se enterara porque en aquellos días, la comunidad no era tan vista como lo es hoy. Para el resto de nuestros compañeros éramos las mejores amigas sin que ellos supieran que, esas mejores amigas, a escondidas, mantenían una rica relación lésbica.
Andrea compartía prácticamente el mismo físico que yo, si acaso ella estaba un poco más rellenita que yo, pero igual se mantenía en una rica forma. Por obvias razones, su atractivo principal era igualmente su gran culo, el cual yo disfrutaba de mamar deliciosamente en los baños de la universidad antes de clases.
Sólo imaginate ver a tus dos compañeras culonas de universidad, deseando poder estar con ellas, sin imaginarte que minutos atrás una le mamó el culo a la otra en los baños. Siendo sincera, me es imposible imaginar la reacción que tendría mi hijo si se enterara que su mamá mamaba culo de lesbiana en la universidad.
El tiempo pasó y eventualmente terminamos por dejar nuestro noviazgo lésbico de lado ya que ambas siempre quisimos formar una familia y pues el resto de mis historia ya se lo saben: yo me casé y tuve un hijo, mientras que Andrea se mantuvo soltera por no poder encontrar un hombre que le llenara.
Y es que, sin darme cuenta, mientras yo siempre tuve en claro mis preferencias heterosexuales, Andrea se volvió lesbiana.
Nuestra amistad pudo seguir con normalidad aún en mi matrimonio, Andrea siempre fue muy respetuosa con eso, aunque yo sabía que en parte me seguía deseando… porque yo sí lo hacía.
Una noche, mi hijo se encontraba dormido y yo estaba en la sala esperando a mi esposo. Llevaba puesto un vestido informal negro que me llegaba por arriba de las rodillas.
Mi esposo llegó a la casa y lo recibí con un rico beso, el cuál me correspondió con ese rico apretón de culo que siempre me daba. Pero esta vez lo besaba con más pasión, no fue un simple pico, fue un beso completo, con lengua, un beso caliente. Mi marido obviamente no me soltó y siguió besuqueándome mientras metía sus manos debajo del vestido para apretarme el culo. Él sabía lo mucho que me calentaba que lo hiciera, así que su agarrón de cola lo complementaba con unas buenas nalgadas. A esto, yo lo tenía sujeto suavemente de sus mejillas mientras seguía besándolo. Para él, esto era un rico recibimiento de su esposa fuera de la rutina, pero para mí era algo más, era una forma de liberar lo que traía dentro.
Pero, mientras mi lengua se enredaba con la suya y sus manos me apretaban la cola, mi mente no podía dejar de pensar en Andrea y en como hace tan solo unas horas, me estaba besando con ella.
Por la mañana, cuando mi hijo se encontraba en la escuela, Andrea vino a visitarme. Era costumbre que lo hiciera de vez en cuando, nos gustaba reunirnos para salir a desayunar, o platicar en la casa. Nos quedamos en la casa platicando sobre un hombre con el que estaba saliendo y como éste le quedó mal. Ella se encontraba decepcionada y yo sólo la reconfortaba. Después de unas cuantas lágrimas, abrazos y palabras, ella se paró para retirarse. Yo la acompañé hasta la puerta y le di un beso en la mejilla de despedida. Pero ella se me quedó viendo, y pasados unos segundos, se lanzó a besarme.
Yo trataba de poner resistencia, quería separarla de mí pero ella me tomaba con fuera y no me soltaba mientras nuestros labios se acariciaban en un beso un tanto rudo. Ella me tomó con fuerza de la nuca, y al tratar de apartarla yo puse mis manos en sus pechos… apretándolos sin querer y no soltándolos. Una parte de mí quería que se apartara – Andy no, ya estoy casada – Le decía para tratar de apartarla, pero ella no cedía y terminé cediendo yo.
Comencé a corresponderle el beso, empezaba a usar mi lengua para explorar los rincones de su boca. Enredar nuestras lenguas fue maravilloso, me devolvió a esos días de universidad, de juventud. Mis manos bajaron de sus pechos, recorrieron su abdomen, su cadera y finalmente llegaron a su culo, recordándome lo rico que era el culo de una mujer. Ella llevaba faldita en la mañana, por lo que comencé a meter mis manos debajo de ella para manosearle el culo lo más que podía mientras nos dábamos nuestro rico beso de lengua lésbico. La apretaba más y más contra mí para que nuestros pechos se rozaran y apretaran entre ellos, mientras nuestras lenguas se enredaban en nuestras bocas.
Por un momento me volví a sentir joven. No me mal entiendan, el sexo con mi esposo era delicioso, pero se había vuelto monótono hasta cierto punto. Debo de confesar que nunca dejé de pensar en ella, incluso casada, hubo momentos en los que me llegué a dedear pensando en ella, pero lo reprimía como un simple recuerdo. No sabía lo mucho que necesitaba de Andrea, de mi primer amor. De la única mujer que me hace sentir como toda una lesbiana aun estando casada.
Mi marido me seguía besando sin saber lo que pensaba, sus manos pronto subieron a mis pechos y los apretaron rico, mientras me guiaba hacia nuestra habitación, abriendo la puerta de un empujón para después cerrarla sin despegar sus labios de los míos.
Ya en la habitación yo comencé a desvestirlo, mientras él me decía lo deliciosa que me veía con ese vestidito, lo culona que estaba y lo mucho, mucho que me quería romper el culo. Yo me acosté en la cama y él encima mío, podía sentir su rica verga erecta por encima del pantalón rozándose con mi panocha por encima del vestido.
Me estaba comenzando a excitar bastante, mientras él me susurraba – Te voy a romper el culo – al oído al mismo tiempo que me dedeaba la panocha. Él se bajó mientras sus manos recorrían mi cuerpo hasta llegar a mi vagina. Me quitó la ropa interior que llevaba y, abriendo mis piernas con sus manotas de hombre, comenzó a comerme la panocha bien rico.
Al recibir el rico oral de mi marido, no pude dejar de pensar en Andrea. Volví a recordar como estábamos las dos besuqueándonos bien rico en la sala de mi casa, como le dije – Te extrañé mucho – antes de entregarme completamente en un abrazo que se transformó en un rico beso de lengua lésbico mientras ella me apretaba el culo. Nos quitamos nuestras prendas superiores y las aventamos sin mirar a donde. Nos seguimos besuqueando de lengua lésbicamente, ahora sin nada arriba, mientras nuestros pechos se apretaban entre sí de lo pegaditas que estábamos. – Nunca dejaste de ser una lesbiana ¿verdad? – me preguntaba Andrea entre besos. – No amor, nunca dejé de ser lesbiana – Le respondí mientras comenzaba a besarle el cuello. Entre tanto, no podía dejar de soltarle el culo, y ella tampoco el mío. – ¿Te acuerdas de como te comía el culo? – Le susurré al oído, antes de hincarme delante de ella.
La tomé de las caderas y le di media vuelta y ufff. No pude evitar jadear de excitación al tener su rico culote delante de mi cara otra vez y sin pensarlo, comencé a restregar mi cara en su culo. Era tan suave, tan esponjoso, justo como lo recordaba. Pasaba mi cara en círculos por encima de sus nalgas, de lado a lado, arriba a abajo, en ocasiones le soltaba unos besotes, unas pequeñas mordidas. Estaba primero saboreando nuevamente esas nalgotas antes de pasar a lo bueno.
Sin despegarme de su piel, comencé a levantarme, recorriendo sus caderas con mis manos suavemente mientras arrastraba mi cara desde su culo, pasando por la espalda, hasta llegar nuevamente a su cuello, le di un abrazo y acaricié su rico abdomen. Ella todavía mantenía un abdomen delicioso, nunca tuvo hijos, por lo que todavía lo tenía planito y su ombligo mm, tan sexy como siempre.
Mientras le daba besos en el cuello, comencé a deslizar mis manos hacia su panocha, la pasé por debajo de la falda y comencé a dedearla, mi mano izquierda subió hasta sus pechos y comencé a apretárselos. Ella comenzó a gemir de placer – Si Beyda, así – era lo que ella jadeaba mientras la dedeaba rico y sentía como se retorcía de placer.
Estaba volviendo a recordar mi delirante encuentro lésbico, hasta que sentí como mi esposo comenzó a besarme en los labios de nuevo, esta vez con su boca llena de mis fluidos. Acababa de terminar el oral y yo ni cuenta me di. Claro que sentí los gemidos, pero como estaba tan centrada en mi fantasía lésbica, dejé de recordar por un momento donde estaba realmente.
Después de un largo beso de lengua sabor a mis fluidos, mi esposo finalmente me acostó boca abajo en la cama, mientras me levantaba la falda del vestido y me daba unas nalgadas. Yo escuchaba como comenzaba a quitarse el cinturón, a bajarse el pantalón con tanta desesperación, hasta que me tomó de las caderas y me incorporó en 4. – Si mi amor, dámela toda, dámela por el culo – le exigía con tanto placer.
Comencé a sentir como me entraba su rica verga por el culo, era lo que necesitaba para culminar esta noche. Me dejé llevar mientras sentía sus cogidas cada vez más y más fuertes, como en la habitación se empezó a escuchar el sonido de mis nalgas tronando por sus embestidas.
– Ay, pinche culona, pinche culote que tienes mi amor – me decía mi marido jadeando de excitación. – Sí? Te gusta mi culo? – pregunté, sólo para escuchar un – Mmm te ves bien zorrita en 4 maldita culona – como respuesta.
Sus embestidas eran riquísimas, me excitaba mucho escuchar sus jadeos y lo rico que tronaban mis nalgas. Yo le correspondía con un – Sí papi, así – entre gemidos. Hacía mucho que no me daba por el culo tan rico ¿o tal vez era que lo sentía así por recordar a aventura que tuve con mi amante lesbiana?
Recordé como, después de terminar de dedearla, me volví a hincar para estar al nivel de su culo. Le bajé el calzón, con mis manos abrí sus nalgotas y metí mi cara en medio de ellas. Sentía como me apretaban rico. Abrí mi boca y comencé a mamarle el culo. Sólo escuchaba como gemía, yo sabía que a ella nada le excitaba más en este mundo que recibir una buena mamada de culo de su lesbiana.
– Mmm que rico culo – dije, en un momento que me separé de él, sólo para volver a seguir mamándoselo.
– Mmm si? Te gusta el sabor de mi culo amor? – preguntó ella.
– Sí bebé, me encanta tu culo – Respondí, antes de agarrar aire para seguir mamando.
– ¿Más que la verga de tu marido? – preguntó en un tono pícaro.
– Sí mi amor, mamar tu culo es más rico que mamarle la verga a mi marido – respondí bastante excitada sin pensarlo dos veces. No podía creer que de verdad lo dijera, pensaba que era cosa de la excitación del momento, pero no era así. Yo nunca dejé de ser lesbiana, todos estos años de matrimonio lo reprimía, y si bien, me gustaba como me lo hacía mi marido, muy en el fondo, yo sabía que necesitaba de Andrea para poder estar completa.
– Eres toda una lesbiana – Respondió Andrea, antes de soltar un rico gemido que se escuchó muy fuerte.
– Sí… soy lesbiana mi amor.
– ¿Qué diría tu familia? Si descubren que mami es lesbiana.
No supe como responder a eso, o tal vez no quería, simplemente seguía mamándole el rico culo a mi amor.
Ocasionalmente, mi recuerdo se veía interrumpido por las fuertes embestidas de mi marido, quien ocasionalmente bajaba el ritmo, sólo para retomar más fuerza y comenzar a cogerme el culo con más intensidad.
Ahora me encontraba en crisis, estaba disfrutando mucho como mi marido me rompía el culo, pero por otro lado, me calentaba más estar pensando en Andrea ¿Qué pensaría mi esposo? ¿Si descubre que, mientras él le tronaba el culo a su mujer, ella pensaba en su amante lésbica? ¿le molestaría que piense en alguien más? ¿le excitaría que fuera una mujer? Estoy segura que en algún momento llegó a morbosear a Andrea, ningún hombre puede evitar dirigir los ojos a su cuerpo pero ¿estaría dispuesto a aceptar que su esposa tenga un amorío con su mejor amiga? ¿aceptaría que su esposa sea lesbiana?
– Mi amor, que rico culo – Dijo después de nalguearme
– Mi culo es tuyo, papi – Dije sabiendo que era mentira lo que decía. – Sí, sigue así papi, más más, dame más – Comencé a pedirle, mientras recordaba otra vez como le estaba dando un chupadón de culo a Andrea en la mañana.
– Ayyy Beyda, si tu marido supiera que con esa boquita no sólo chupas verga, también mamas culo de lesbiana– Decía Andrea entre gemidos.
Después de haberle dado una buena mamada de culo, me puse de pie para darle un rico beso de lengua lésbico a Andrea. Estaba tan excitada, que nuestro beso fue tan apasionado, había mucha lujuria y deseo en ese beso, también morbo, morbo de saber que era una mujer casada y estaba teniendo sexo lésbico con una mujer a escondidas de mi familia.
Lamentablemente, yo tenía que irme, mi hijo salía de la escuela en una hora y debía salir para recogerlo. Andrea no me quiso acompañar, decía que sería incómodo para ella. Nos vestimos y nos despedimos con un delicioso beso de lengua lésbico en la puerta de mi casa, no sin antes prometernos que terminaríamos lo que comenzamos. Nos prometimos que lo mantendríamos en secreto, que yo le escondería a mi familia… que mamá era lesbiana.
Recordar ese último beso, se sincronizó con la venida de mi esposo. Como era costumbre con él, siempre se venía dentro de mi culo y me lo dejaba todo lechoso.
– Bendita culona rica, nunca me cansaré de romperte el culo – Me dijo antes de acostarse al lado mío para reponer energía.
Yo me acosté, con mi culo recién destrozado por la bestia de mi marido. Me sentía como nunca, era como si me hubiera cogido por primera vez. Quien lo diría, que el lesbianismo reviviría el sexo en mi matrimonio.
Gracias a todos por leerme. Necesitaba desahogar todo esto que tenía dentro. Espero que les haya gustado mi relato y díganme ¿A ustedes les gustaría que su mujer fuera lesbiana? Si la descubren ¿Le propondrían algún trío? ¿O no le dirían nada y les calentaría el morbo de saber que su mujer tiene una amante lésbica? Jejeje me gustaría leer sus puntos de vista y opiniones. ¡Que tengan bonito día!