Los cachondeos con don Pepe siguieron por los dos años que trabajé en la tienda; por eso acabé trabajando cuatro días entresemana y sábado domingo. Cada que podía me tocaba las nalgas o me daba arrimones aun habiendo gente en la tienda, supongo que eso le gustaba o lo calentaba.
A veces me pedía que fuera con escotes o con camisa de botones y que me los abriera, o que fuera de falda y sin calzones y ese tipo de cosas; no siempre le hacía caso, pero a veces lo complacía y se le hacían los ojos de plato jajaja. En los días o en las horas en que sabía que habría poca gente, me llevaba a la parte de atrás de la tienda y me besaba y manoseaba, dejándome medio vestida o me decía que se la mamara; le gustaba mucho eso y acabar en mi boca.
Don Pepe: Está muerto, Susy… y también éste –me dijo señalando hacia su bulto-.
Yo: Don Pepe! –le dije fingiendo sorpresa-.
Don Pepe: Vamos atrás, Susy para que me lo revivas.
Yo: Y si viene alguien?
Don Pepe: Venimos en chinga, no te preocupes. Ándale que tengo días pensando en esa boquita, chamaca. Además ya sabes que te doy un extra, putita.
Yo: Pero no tarde en acabar, don Pepe, pueden venir clientes –fuimos a la parte de atrás de la tienda, él se sentó en el sofá que tenían ahí y yo me hinqué frente a él; yo traía una playera blanca de botones dejando ver el nacimiento de mis tetas, unos jeans stretch y pequeña ropa interior blanca.
Don Pepe: Sácamela, Susy –le abrí el cinturón, luego le desabroché el pantalón, le bajé el cierre y se notaba bastante su dura verga debajo del calzón, lo bajé y saltó enseguida su gorda y morena herramienta, ya babeaba un poquito- qué ganas de que me la mames, putita.
Yo: La tiene rica, don Pepe –se la jalé y enseguida me la llevé a la boca-.
Don Pepe: Saboréala, Susy, saboréala, putita.
Yo: Mmmm… –su verga crecía y se ponía más dura.
Don Pepe: Qué rico la mamas, pinche Susy; te la comes toda, chiquita.
Yo: Mmmmm… le gusta?
Don Pepe: Me encanta, no chingues… la saboreas de poca madre.
Yo: Su esposa lo hace?
Don Pepe: Nunca le gustó mamármela, hace mucho que no lo hace…hay cosas que nunca quiso hacer, pero me late que tú si eres bien puta, Susy; se ve que te encanta la verga, canija; mira nada más la carita que pones cuando la mamas, putita.
Yo: Mmmmm…
Don Pepe: Déjame verte las tetas, ábrete los botones –lo hice, en cuanto lo hice metió la mano debajo de mi blusa para tocarme las tetas, los pezones- estás bien rica, Susy, tetas firmes, no mi vieja ya pinche aguada.
Yo: Mmmm…
Don Pepe: Además eres bien golosa, putita, eres bien cogelona, canija. Ven. Súbete en mi verga. Zorrita.
Yo: Puede venir alguien, don Pepe, cuando cerremos me coge… ahorita acabe en mi boca…
Don Pepe: Quieres mi lechita en tu boquita, Susana? –asentí- quieres que me venga en tu boca, putita? –asentí- y con esa boca besas al pendejo de tu esposo, cabrona? –asentí de nuevo; me agarró la cabeza siguiendo mi movimiento de arriba hacia abajo, tragándome toda su herramienta dura y gorda- eres toda una golfa, Susana y tienes con qué hija de la chingada -sentí cómo palpitaba su verga-.
Yo: Mmmm…
Don Pepe: Trágate todos mis mecos, puta… ahí te van, cabrona –en ese momento se vino a chorros, me llenó la boca de su lechita calientita y espesa, fueron varios chorros deliciosos, yo sé la seguí mamando con su lechita en mi boca, saboreándolo y sintiendo cómo poco a poco perdía lo duro- ay, no mames qué rico, Susy.
Yo: Mmmmm….
Don Pepe: Si sigues así te voy a tener que dar un aumento, chamaca –se la mamaba succionando lo último de sus mecos, como si fuera una manguera; en ese momento llegó un cliente, entonces don Pepe se subió el pantalón y salió a atender, mientras yo me fui al baño a lavarme y arreglarme-.
La tarde pasó muy tranquila con respecto a los cachondeos de don Pepe, pero sí hubo muchos clientes, de hecho vino mi suegra a comprar unas y de repente le dice don Pepe que tal vez tarde un poco al salir, porque teníamos que acomodar unos productos nuevos –obvio era mentira- pero que él me llevaba. Mi suegra agradeció el gesto de amabilidad de don Pepe y le dijo que no había problema que ella llevaría a mi hijo a mi casa y esperaría a que yo llegara. Cuando se acercaba la hora de cerrar don Pepe empezó a darme señales de que algo pasaría una vez que cerráramos; volvió a tocarme las nalgas y darme arrimones.
En efecto en cuanto bajamos la cortina empezó a besarme y manosearme toscamente, sin dejar de hacerlo me llevó a la trastienda, me metió la mano debajo de los jeans, me los desabrochó y empezó a bajármelos, me los quité, se sentó en el sofá y me senté sobre él, empezamos a besarnos, metió sus manos debajo de mi blusa, me la quitó, me quité el brasier y enseguida empezó a comerme las tetas y agarrarme fuerte las nalgas metiéndome el calzón entre mis nalgas como si fuera hilo. Le abrí la camisa y le acaricié su velludo pecho; le quité los pantalones y los calzones y lo volví a montar. Antes de sentarme sobre su verga le pregunté si agarraba un condón y se lo ponía.
Don Pepe: No ni madres, yo no uso esas chingaderas; siempre te voy a coger a pelo, putita.
Yo: Pero échemelos afuera, eh, don Pepe, no me vaya a embarazar –me senté en su pito ya bien duro- ay, no manches qué rica la tiene.
Don Pepe: Se me hace que no te atienden como se debe, Susanita –ponía sus manos gordas y fuertes en mis nalgas y me jalaba hacia a él- por eso andas tan golosa, putita. Me encanta esa cara de golosa, Susy.
Yo: Me gusta cómo coge, don Pepe.
Don Pepe: Te gusta mi verga, putita?
Yo: Está rica.
Don Pepe: Te gusta más que la de tu esposo, puta?
Yo: Sí… además él ya casi no me da, sólo a veces los fines de semana y yo necesito más que eso don Pepe.
Don Pepe: Necesitas más verga, Susy? –asentí- quieres que yo te dé verga seguido, mamita? Eh? Quieres mis mecos, putita? –asentí- a ver dímelo.
Yo: Sí, don Pepe, quiero que me coja, quiero su verga –me comía las tetas.
Don Pepe: Quieres ser mi putita, Susy? –asentí- quiero escucharte, zorrita.
Yo: Sí, quiero ser su putita, don Pepe.
Don Pepe: Otra vez, Susy –sentí cómo “saltaba” su verga cuando lo dije-.
Yo: Quiero ser su putita, don Pepe –así estuvimos unos minutos hasta que me vine bien rico, después me puso bruscamente de perrito sobre el sofá, me quitó los calzones y empezó a cogerme así; me encanta esa posición.
Don Pepe: Tienes unas nalgas deliciosas, chamaca; no sabes cómo se me antoja tu culo cada que te veo, Susy –me pegó en las nalgas con su verga y luego la frotó en la entrada de mi panochta- estás bien pinche mojada, zorrita, qué rico babea tu papaya –me dio una nalgada no muy fuerte- escurres cabrón, Susy.
Yo: Me tiene muy caliente, don Pepe; tenía mucho sin coger rico –en ese momento me la metió- ay, cabrón!
Don Pepe: Te gusta, putita? Te gusta, Susy? Así quieres que te coja, zorrita?
Yo: Ay, sí don Pepe, así me gusta que me la metan.
Don Pepe: Se me antoja tu culito, putita; lo tienes bien cerradito, Susana. Te han dado por el culo, putita?
Yo: No, don Pepe, nunca; duele mucho.
Don Pepe: Yo te voy a enseñar, putita, te voy a romper el culo un día, Susana; vas a ver que te va a gustar, chamaca –me dio otra nalgada-.
Yo: Ay, don Pepe la tiene bien rica; qué rico me coge! Más rico que mi esposo, de veras –la verdad también quería distraerlo del tema de darme por el culo, eso me asustaba- quiero sentir sus mecos en mis nalgas, don Pepe.
Don Pepe: Quieres mis mecos, Susana?
Yo: Sí, don Pepe, échemelos en las nalgas, quiero sentir sus lechazos, sí?
Don Pepe: Quieres sentir mi lechita, putita?
Yo: Ay, sí, por favor –entonces se la sacó, se la jaló unos segundos y entonces me echó sus mecos en mis nalgas, salpicándome hasta la espalda; después me embarró sus mecos con sus manos en mi espalda y mis nalgas-.
Don Pepe: Así vete a casa, Susy, llena de mis mecos –me di la vuelta, me senté en el sofá y se la mamé un poquito para dejársela bien limpia; luego me vestí y Don Pepe me llevó a mi casa en su camioneta. Me besó y me pidió que le diera un beso a su paquete de buenas noches-.