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Fui una prostituta en mi trabajo
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Esta experiencia ocurrió a finales del año pasado. Trabajo en una petrolera y mi función consiste básicamente en recorrer las instalaciones verificando que todo esté en orden. Paso en promedio 7 horas fuera de oficina y 3 horas en oficina haciendo informes. Trabajo en turnos de 14 días con 14 días de descanso. El ambiente es agradable, aunque bastante machista. La mayoría son hombres casados y solo se pasan hablando de prostitutas y burlándose mutuamente de los problemas sexuales de los demás. Obviamente no todos participan en esas conversaciones, digamos que son los más populares, pero gracias esos sabemos quiénes tienen eyaculación precoz, pene grande, pene pequeño, impotencia, etc. Aunque el contexto es de humor, algunos casos se han confirmado. Admito que a veces me he reído mucho con los chismes.

En diciembre un compañero que llamaré Edgar cayó víctima de los chismes y la información decía que él tenía eyaculación precoz. Él lo negaba, pero eso no detenía las burlas ya que esa información la sacaban de las prostitutas del pueblo cercano. En fin, en vísperas del fin de año un grupo de compañeros propuso que el día 30 de diciembre todos trabajáramos vestidos de mujer. Incluso algunos jefes se unieron amenazando con no renovar contrato a los que no se unían a la diversión. Para que se hagan una idea, mis queridos lectores, busquen "viudas Ecuador" en Internet. La planta petrolera se encuentra alejada de la ciudad, por lo que el día 29 un grupo de compañeros salieron a la ciudad a comprar pelucas, faldas, maquillaje, lencería, etc. Todo barato obviamente. Al regreso pasaron por todas las oficinas y simplemente metían la mano en una bolsa y sacaban al azar las prendas.

Revisé lo que me tocó a mí y era una lencería blanca de novia recién casada, tanguita, top, mangas en los antebrazos, un velo y ligas para los muslos. Se me calentó la sangre de excitación, cerré la puerta de mi oficina y pasé al baño a probármela. Me quedó preciosa. Mi cuerpo es delgado y siempre lo tengo depilado y mis nalgas redondas y paraditas. El velo apenas cubría mis nalgas y una parte del rostro. Me apliqué labial y puse sombra en mis ojos. Me puse las botas industriales y el casco. Me vi el espejo y parecía una mujer muy sexy de piernas gruesas. "No puedo salir así, ¿en serio la gente hará esto?", me dije frente al espejo. Salí del baño, miré discretamente por la ventana y noté que mis compañeros usaban la ropa por fuera, no como yo que básicamente me había travestido.

Me estaba regresando al baño y vi en la puerta a mi compañero con la boca abierta. "Qué rico culo hijueputa", me dijo. "Edgar cierra la puerta", le dije. Él se rio y dijo que el jefe estaba llegando a la oficina, así que corrí al baño, me quité las botas, me puse el pantalón por encima de la lencería y me volví a poner las botas. Escuché la voz del jefe que me dijo "Daniel rápido afuera que vamos a elegir a la reina" mientras se reía. No alcancé a hacer nada más y salí. En el patio estaban mis compañeros riéndose, los más graciosos eran los que tenían barba y estaban panzones. Se me acercó un compañero y me dijo "con esa cinturita vas a ganar el reinado". Eso me hizo ruborizar porque me sentí halagada. En fin, todos modelamos de manera graciosa y quedó como reina un compañero muy grande con peluca roja y ropa de mucama francesa. Fue muy gracioso. Antes de regresar a nuestras oficinas el jefe levantó la voz y dijo "todos a trabajar como están, mañana se cambian la ropa".

Yo quería regresar a la oficina para cambiarme la tanguita, me daba miedo que me descubran, pero estaba cerrada así que empecé el recorrido de las instalaciones. Al rato aparece mi compañero, se acerca y desliza su mano por mi espalda y manosea mis nalgas. "Oye, ¿estás borracho?", le dije alejándome de él. Me dijo "que rico sigues con esa lencería". Le dije "es que entendí mal las instrucciones Edgar, no digas nada por favor". Me dijo que no preocupara. Se paró frente a mí y me dijo "realmente pareces una mujer delgada y nalgona, además tus facciones son tiernas y tus labios carnosos. Me sentí en el cielo, eso fue una avalancha de emociones para mí. Me puse nervioso y solo me reí. Iba a seguir mi recorrido, pero me tomó de la mano. "Escúchame", me dijo, "realmente tengo eyaculación precoz y eso no me ha permitido tener una vida amorosa normal, déjame practicar con tu cuerpo, siento que eres mi único amigo aquí". "¿Practicar?", pregunté.

Él respondió "sí, percibo que eres alguien de mente abierta, míralo como un trato, te pago lo que le pagaría a una prostituta, solo déjame ganar confianza en el sexo”. El corazón se me aceleró y no pude disimular la sonrisa. “Veo que te gusta la idea”, me dijo. Yo me empecé a reír y le dije “Edgar me da risa lo que me estás pidiendo, no sé a qué te refieres con usar mi cuerpo, ¿me quieres culear?”. La situación me tenía super caliente, pero me daba vergüenza aceptarlo ya que públicamente soy un joven profesional hetero con un perfil introvertido que le gusta pasar desapercibido. Edgar me dijo “No creo necesitar eso, te explico: cuando empiezo a manosear a una mujer y mi verga la toca me da tanto morbo que se me sale toda la leche, ¿entiendes? Ni siquiera alcanzo a culear, quiero superar esa barrera”. “Ay amigo…”, le dije mientras lo miraba con los brazos cruzados. Me dijo “esto quedará entre los dos, te lo juro”. Cerré los ojos y le confirmé moviendo mi cabeza, él tomó mi mano y dijo “empecemos, espérame detrás del tanque 23 en media hora” y se fue.

Seguí caminando muy lentamente hacia el tanque 23. Tenía una combinación de emociones, por un lado, estaba excitado por encontrar a un hombre discreto que se fijó en mí como si fuese una mujer, pero por otro lado, estaban los nervios de que todo se trate de una broma y al llegar al tanque me sorprendan. Me dije “si pasa eso les diré que ya sabía que era broma, que solo les estaba siguiendo la corriente para reírnos todos”. Pero si es real, mi compañero Edgar es guapo, de mi edad, varonil, alto, siempre pulcro y perfumado. Me imaginé sentada en sus piernas dándole besitos. Sacudí mi cabeza y seguí caminado tratando de no pensar en nada.

Llegué al tanque 23 y él ya estaba ahí. Era una zona poca iluminada y poco frecuentada por otros departamentos de la planta. Me acerqué a él y me entregó 10 dólares en la mano diciéndome “te pago por adelantado para que te motives”. No supe qué hacer y solo me los guardé. Enseguida me pidió quitarme los pantalones y quedar igual a cuando me vio en la oficina. Me quité los pantalones y me volví a poner las botas. Yo estaba muy nervioso mirando a todos lados porque estaba prácticamente desnudo, solo una tanguita que se perdía entre mis nalgas, los ligueros en mis muslos, los guantes y un top transparente a la altura de mis pezones. Edgar se acercó frente a mí y empezó a acariciar mis brazos y cintura.

Me decía muchas cosas con su voz grave que me excitaban, pero me ponían nervioso porque también su voz es alta y temía que alguien nos encuentre así. Me tomó de la cintura con una mano y con la otra acariciaba mi cuello y pechos “que piel tan suave tienes, estás hermosa”. Me giró y puso sus manos en mi cintura, las deslizó hacia arriba y luego hacia debajo de mis caderas hasta los muslos “que sexy, toda una hembra, estás para preñarte”. Me sentí cada vez más excitado y quise decirle algo bonito para ser recíproco, pero apenas empecé me hizo callar con un fuerte “Shhh me gustan calladitas”. Me quedé en silencio. Empezó a manosear mis nalgas y yo no dejaba de temblar. La combinación de morbo y nervios me tenían muy caliente. Luego pasó sus labios por mi cuello y me recorrió a besos la espalda hasta llegar a mis nalgas, les dio unos besitos y bajó más para besarme los muslos y detrás de la rodilla.

Para ese momento yo había perdido el miedo a ser descubiertos y estaba con los ojos cerrados disfrutando el manoseo de ese macho. Se alejó un poco y escuché que se desabrochó el pantalón y se acercó a mí hasta que sentí su verga en medio de mis nalgas. Yo estaba con las manos apoyadas en el tanque con espalda arqueada brindando mis nalgas a un hombre. Corrió la tanga hacia un lado y me dijo “ábrete las nalgas”. Eso me prendió más. Me apoyé en el tanque con mi pecho y me las abrí y dijo “Uuufff que deliciosa, depiladita, que rico ano rosadito”. Se acercó más con su verga en la mano hasta presionar suavemente mi ano. Me pasaba su glande de arriba para abajo como si estuviese pintando mi ano con sus líquidos preseminales. Siguió así algunos segundos hasta dejar muy babosa mi entrada.

Se acercó más, me tomó de la cintura y empezó a puntear. Solo dije “ten cuidado Edgar, despacio”. “Shhh calladita”, me dijo. Siguió punteando suavemente presionando y haciendo que su cabeza entre un poco y se dilate mi ano y luego quitaba la presión lo cual hacía que mi ano se cierre otra vez. El punteo duró poco más de 1 minuto cuando Edgar empezó a gemir “Oh, oh, oh… ¡Ufff Dios! Yo solo sentía como una palpitación y calor en mi agujerito. Se alejó de mí, giré la cabeza y vi tu verga todavía dura goteando semen en el suelo. “Regresemos al trabajo” me dijo y se alejó de la zona.

Más tarde cuando llegué a la oficina lo encontré cantando frente a la computadora. Estaba tan feliz que parecía que se había ganado la lotería. “¿Tobo bien?”, le dije sonriendo con intriga. “Más que bien compañero”, conocí a una chica y rompí mi récord, superé el minuto de sexo, me guiñó el ojo y se empezó a reír. Yo también me empecé a reír y pasé al baño. Me quité la ropa y me vi la cola en el espejo. Estaba toda babosa y chorreada de semen hasta los muslos. Me limpié con papel y me puse la ropa normal. Salí del baño y le dije “Edgar me voy a dormir, ¿me cubres la media hora que me falta? Me hizo “sí” con la cabeza y siguió cantando y trabajando en la computadora.

En la planta cada trabajador tiene su propia habitación, muy pequeña, pero con lo necesario para dormir y asearse. Entré, me bañé y me tiré en la cama. “¡Tuve sexo con alguien de mi trabajo!”, me dije mientras me cubría el rostro con las manos. Empecé a sentir vergüenza una vez se me había pasado la calentura. Repasé lo sucedido y me agradecí de no haber dicho nada comprometedor en mi momento caliente. Suspiré y me quedé dormido. Los días siguientes transcurrieron como si nada hubiese pasado.

Después de 4 días Edgar me dijo en la oficina que repitiéramos la experiencia. Me entregó una bolsa y me dijo “rescaté varias prendas del evento de fin de año, ponte la rosada y veámonos en el mismo lugar”. Cuando él salió de la oficina abrí la bolsa y busqué la rosada. Era un body de malla que solo dejaba descubierto adelante y atrás, recuerdo que lo usó un compañero panzón que se veía muy gracioso. Entré al baño y me lo puse. Me quedó precioso, me sentí muy sexy al ver que lo único visible de mi piel blanca eran las nalgas y unos 5 dedos de muslo. Me puse encima el uniforme de la empresa y esperé la hora.

Esta vez yo llegué primero, me quité todo quedando solo en malla, además me puse una peluca rubia de cabello corto ondulado y maquillé con sombra mis ojos. Llegó Edgar y miró con una cara de pervertido que hizo que me empezara a calentar. Esta vez Edgar sacó una colchoneta inflable y la preparó mientras yo solo miraba. Le dije “Oye si nos acostamos será más complicado correr si alguien se acerca”. Me dijo que nadie vendría que confíe en él. Esta vez me pidió que lo hagamos en posición de misionero. Me acosté, abrí mis piernas y me tapé al frente con mis manos. Me dijo “qué rico así pareces más hembra, estás riquísima, me encantan tus muslos y tu carita”. Solo sonreí mordiendo mis labios.

A continuación, él se quitó toda la ropa y se puso encima de mí. Empezó a besar mi cuello, hombros y pezones por encima de la maya. Sentía su verga tratando de encontrar mi ano, así que abrí más mis piernas y levanté un poco abrazándolo por la cintura con mis muslos. Esta vez yo tomé un poco de mi saliva y la puse en mi ano. Mi amigo respiraba muy fuerte y me miraba con mucho deseo. Presionó en mi ano y sentí que se deslizó haciéndome dar un grito ahogado. “Uy perdón se me deslizó”, me dijo. Solo le susurré “ok, no te muevas deja que se me pase el dolor”. Pasaron como 2 minutos y él empezó a bombear evitando meter más su verga, yo estimo que me había entrado como un tercio.

Pasaron como 10 minutos de bombeo y manoseo y yo estaba muy caliente, me sentía muy mujer en esa situación. Le dije imagina que soy una chica que te gusta, él cerró los ojos y yo lo empecé a besar suavemente en los labios. El beso empezaba a ponerse apasionado cuando sentí las palpitaciones de su verga eyaculando adentro de mí. Nos quedamos así un minuto más y él se levantó. Me dijo “los besos me quitaron toda la concentración y me vine, pero estuvo riquísimo, nunca había durado tanto”. Solo sonreí y estiré mi mano exigiendo mis 10 dólares. Me dijo “verdad, disculpa, fue la emoción”. Me pagó por mis servicios y me pidió que recogiera la colchoneta y se fue.

Esta vez quedé un rato más en la zona, caminé un poco, me sentía muy sexy, disfrutaba mi feminidad y la brisa de la noche. Regresé hacia la colchoneta para desinflarla y vi a alguien de pie frente a mis cosas con las manos en la cadera, era mi jefe. Solo me quedé mirando sin saber qué hacer y me tapé mis partes. “10 dólares escuché que te dio Edgar, ¿qué le hiciste?”, me dijo. Me quedé en silencio varios segundos hasta que él levantó las cejas como exigiendo una respuesta. “Hacerlo en misionero”, dije con la voz apagada. “Muy bien”, dijo. Me entregó 20 dólares y me dijo “quiero mamada y luego te pones en 4”. Otra vez me quedé sin palabras, solo vi como él se desabrochaba el pantalón y sacaba su verga semi erecta.

Me arrodillé en la colchoneta y empecé a darle una mamada. Sentía mucho calor en el rostro por la vergüenza, pero poco a poco me fui calentado y mamando con más confianza. Solo escuchaba sus gemidos y la respiración profunda. “Ya detente que me vas a hacer terminar”, me dijo. Me detuve y me señaló la colchoneta, me imaginé que me quería en 4. Me puse en posición y él se puso atrás. Pasaron varios segundos hasta que sentí que me escupió en el ano y empezó a penetrarme. Mi jefe la tenía más gruesa que Edgar, pero como yo tenía la cola lubricada con el semen de Edgar sentí poco dolor. Me agarró de las caderas y empezó a bombear metiéndola toda en cada estocada. La sensación era demasiado para mí, sentía algo de dolor, pero mucho placer. Se escaparon varios gemidos y mi jefe se detuvo. Miré hacia atrás y recibí una bofetada que me regresó la mirada al suelo. “Compórtate puta, mantente callada”, me dijo en tono enojado. Solo dije “perdón”. Poco a poco volvió a tomar el ritmo de las embestidas haciéndome dar gritos ahogados de placer.

Empezó a gemir y entendí que estaba terminando. Nos quedamos así un rato y de repente se iluminó todo. Solo pensé “no puede ser, alguien más no vio”. Mientras pensaba eso mi jefe fue sacando su verga y sentí el frío de la brisa en mi ano. Se apagó la iluminación y mi jefe me mostró su celular. “Saqué un vídeo con flash para el recuerdo, mira, solo se ve tu culo abierto y mi verga, no se ve que eres tú” me dijo. Solo asentí con la cabeza y vi cómo se arregló y se alejó de la zona como si nada hubiese pasado. Apenas lo perdí de vista, me cambié de ropa y recogí todo. Además, noté en el suelo un condón usado. “Debe ser del jefe”, pensé. Lo recogí también y me fui.

Al día siguiente Edgar me preguntó si podíamos repetir, pero le dije que no porque me dolía la cola. “Eres bien delicada, y eso que no te la metí toda”, me dijo. Sentí la tentación de contarle, pero me resistí ya que en la mañana tenía un mensaje de mi jefe que decía “ni una palabra”. Ya que Edgar seguía insistiendo le propuse practicar con sexo oral. El acuerdo fue 2 mamadas por 15 dólares. Estuvimos así durante el resto del turno, quizás le hice unas 12 mamadas en total y me penetró 4 veces más, siempre usé tanguitas para crear la fantasía de que yo era una mujer.

Para el siguiente turno noté que no me había pedido nada. Pasaron un par de días y se acercó a mí. “Te cuento que me comí a la panadera del pueblo, ahí mismo en su negocio, fue algo loco, pero quiero seguir con ella, te agradezco por tu ayuda porque la hice gemir como 5 minutos”, me dijo. Yo lo felicité, pero en el fondo me sentí mal porque había disfrutado mucho el turno anterior. Quise decirle que cuando quiera podemos hacerlo, pero él se adelantó y me dijo “te suplico que nunca hables de esto con nadie, además lo nuestro se estaba convirtiendo en una relación casi amorosa y nosotros no somos gays”. Solo me reí y le dije que esté tranquilo, que será nuestro secreto.

A mi jefe lo cambiaron a otra ciudad, así que quedé igual que a principios de año. Siento que tuve mucha suerte de probar dos machos en una misma noche. Hasta el día de hoy que escribo este relato (18 de abril de 2024) no he vuelto a tener sexo. Realmente es difícil encontrar gente de confianza como travesti de closet. En fin, subiré unas cuentas experiencias más que he tenido durante mi vida porque lo bailado nadie nos lo quita, ¿sí o no mis colegas travestis de closet?

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