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Tiempo de lectura: 3 minutos

Ya tenía algunas semanas disfrutando de un sexo y una pasión como no había sentido en años, era como volver a mi adolescencia y según palabras de ella, también sentía lo mismo, aquella vez salimos a ciudad de México, fingiendo una salida fraternal con algunas amistades tomé el auto y la recogí a un par de calles de su casa, peligroso y tonto, si claro, excitante por supuesto que si.

Ese día ella llevaba una blusa blanca de tirantes, una minifalda negra, medias oscuras y botines negros que le llegaban a la pantorrilla, cosas que ella tenía muy en claro que encuentro demasiado eróticas. Platicábamos, ella se sentaba y giraba de forma que pareciera presumir sus piernas, acariciaba la mía y de cuando en cuando pasaba su mano por sobre mi miembro riendo ligeramente al notarlo un poco duro.

—respira vaquero —me decía riendo sin dejar de acariciarlo.

Nuestro destino era un acuario muy reconocido de CDMX y posteriormente a comer algo; tras la diversión viendo a los animalitos acuáticos y entre besos y caricias discretas todo el día, mi energía se encontraba al rebozar, la suya también pues me pidió parar en el primer sitio que encontramos, un pequeño motel ligeramente oculto y claramente de paso pues la tarifa era minúscula y las paredes tan delgadas que escuchábamos a una pareja dándolo todo en su habitación, las recamareras de ese sitio deben tener mil cosas por contar.

Ni bien entramos a la habitación ya estábamos envueltos en nuestros brazos, besándonos con pasión y disfrutando las formas del cuerpo del otro, la cargue con cierta facilidad en una barra de concreto, retire su blusa y el sostén para liberar ese par de senos que me volvían loco, sus pezones ya firmes exigían ser repasados por mi lengua, su respiración se agito y liberaba ligeros gemidos que ya conocía muy bien; al mismo tiempo procedí a bajar mi mano a su entrepierna acariciando por sobre las medias y la ropa interior, ella gemía un poco más fuerte y excitada, su respiración se aceleraba.

Yo me saque el miembro y comencé a tocarme mientras hacía mi trabajo oral, retire las capas de tela extra dejando libre una vagina delicadamente rasurada, sorprendido y excitado la admire un par de segundos antes de plantar mi rostro allí chupando, lamiendo e introduciendo mis dedos, sus gemidos eran cada vez mas sonoros, mas enérgicos, mas excitantes, sus piernas temblaban y el área se humedecía mas y más hasta que llegó al clímax.

—dámelo, lo quiero dentro —fue una mezcla entre orden y súplica, por mi parte estaba tan excitado que no tenía que pedirlo dos veces.

Allí sentada en la orilla de la barra comencé a penetrarla, su vagina envolvía mi miembro de forma deliciosa, con mis brazos sujetaba sus piernas para mantenerlas elevadas, aquella posición apretaba un poco más por lo que ella gemía con cierta fuerza que a mí me fascinaba y continúe haciendo un poco más antes de que ella me pidiera cambiar de posición pidiendo una vieja conocida y favorita de ambos, coloco sus manos en la barra levantando hacia mi sus caderas y separando un poco sus piernas, con su mano tomo mi miembro y lo acomodo para que lo empujara dentro de ella, así lo hice, ella se paró en las puntas de sus pies cuando lo hundí hasta el fondo.

—si, sabes que me gusta así

Sujete sus caderas con ambas manos para jalar hacia mi y comencé a meterlo y sacarlo, una y otra y otra vez, sus gemidos ya eran fuertes y sin tapujos, yo la acompañaba ligeramente y al ritmo, el vaivén de nuestros cuerpos no hacia otra cosa más que impulsar la excitación, el sonido ya conocido de la piel aplaudiendo no tardo en hacerse presente, me incline incliné un poco más sujetando sus senos empujando con más velocidad, podía sentir la premonición del clímax, me moví más fuerte y más rápido mientras ella gemía con fuerza.

—si… Así… Ya casi… Ya casi…

Eyaculé, el condón relleno por completo, pero a ella le faltaba un poco, tuve que continuar por el bien de su orgasmo, unos segundos que se me hicieron eternos debido a la sensación que recorría todo mi miembro pero logré mi cometido por muy poco, ella gimió con fuerza, sus piernas se doblaron de la manera instintiva y casi se deja caer en el suelo pero se sentó en la cama a mí lado besándome e intentando calmar su pulso y respiración.

Paso un rato cuando sentí sus manos acariciando mi cuerpo, bajando lentamente a mi miembro, con una risa atrevida comenzó a masajearlo mientras tomaba mi cabeza y la hundía entre sus senos, comencé a chuparlos y a lamer sus pezones, tras unos minutos empecé a masturbarla de igual manera; cuando sintió que ya estaba bien erecto de nuevo procedió a ponerme el condón y por su cuenta a sentarse en el dándome la espalda, hundiendo lentamente mi miembro en su vagina de nuevo ya muy húmeda.

—tu solo disfruta —susurro poniendo mis manos en sus senos.

Comenzó a penetrarse ella sola con mi miembro, movía su cadera de una manera demasiado sensual, por mi cuenta con una mano acariciaba sus senos y con la otra estimulaba su clítoris de la manera en que sabía que ella lo disfrutaba, en esta ocasión era yo quien parecía gemir más fuerte conforme aumentaba la fuerza y velocidad, ella gemía, mis piernas temblaban, sus senos rebotaban, podía sentir como su vagina me estrujaba con fuerza, no paro en ningún momento, simplemente continuo hasta que sentí como llegaba al orgasmo, eyacule de nuevo, ella se giró ligeramente sonriendo pero no se detuvo, de nueva cuenta fueron segundos eternos para mí hasta que paro lentamente.

Se levantó y admiro su obra antes de besarme e ir al baño a darse una ducha, yo la seguí, entre con ella, nos enjabonamos por completo, nos besamos y tras vestirnos procedimos a retirarnos mientras una pareja un poco mas joven que nosotros ingresaba al lugar, nos sonrieron con complicidad y diversión cuando escuchamos los gemidos de una mujer al final del pasillo que evidentemente exageraba su sesión de pasión.

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