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Mi lectora viciosa
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Una noche, hablando por Telegram con una lectora empezamos a fantasear con la posibilidad de escribir sobre ella, sobre sus gustos, fantasías… etc.

No voy a poner su nombre por si acaso deja un comentario, así que a partir de ahora la llamaremos… Jakita por ejemplo.

Jakita, una chica de 35 años, alta, de piel morena, con un cabello negro y media melena unos pechos exuberantes con un lunar que hace que mi imaginación vuele y un cuerpo que imagino increíble, unas piernas gruesas y torneadas, me hacía pensar las fantasías más excitantes.

Durante los primeros momentos no sabía que buscaba ella, si solo me hablaba porque le gustaban algunos de mis relatos o por la idea de que lo haría más excitante que escribiera sobre ella.

Así que comencé a tirar los clásicos anzuelos para ver que tal respondía. Cual sería mi sorpresa cuando al momento me seguía el juego.

La verdad es que me estaba poniendo un poquito caliente y ella me confesó que también.

Cuando accedió, me di cuenta de que definitivamente tenía una oportunidad, así que empecé a escribir como si estuviéramos juntos. Como acerqué su boca a la mía de tal manera que casi rozaban nuestros labios, sin que ella hiciera intento alguno por tratar de guardar las distancias. Entonces comencé a soplar suavemente, despacio, hasta que el roce de nuestros labios la hizo entrar casi en trance y cerrar los ojos, lo cual me dio la señal de que podía hacer algo más.

Inmediatamente comencé a sacar mi lengua y a lamerle los labios, enseguida ella trató de alejarse con un intento de muy poca resistencia, por lo que me fue fácil sujetarle la cabeza para seguir en lo mío. Más tarde ni siquiera tuve necesidad de sujetarla, ya que ella sola me había tomado por el cuello para acercarme más; sin embargo, yo sólo seguía lamiéndole los labios suavemente, hasta que noté que definitivamente deseaba que la besara.

No pude evitar pensar, que Jakita solo era una lectora, pero ese mismo pensamiento fue lo que me puso muchísimo más excitado. Pensar en lo que era prohibido, ya que no suele fantasear así con lectoras, y todas las veces que yo había imaginado ese momento, me ponía a mil, así que la besé apasionadamente, sumergiendo mi lengua hasta lo más profundo de su garganta, bebiendo su saliva, y ella haciendo lo mismo conmigo. Abrí los ojos en ese momento, y por la cara que ella tenía se notaba que lo estaba disfrutando.

Comencé a acariciar esas magníficas piernas que me ponía tan caliente; fui subiendo mi mano bajo ese pequeño vestido que traía puesto hasta casi tocar su sexo; en ese momento ella detuvo mi mano y yo pensé: “ni modo, hasta aquí me dejó llegar”, pero ella me dijo al oído, con una voz entrecortada por su agitada respiración:

-“para, aquí no…”, por lo que inmediatamente nos dirigimos a un motel, donde al llegar nos bajamos del coche casi comiéndonos a besos, mordiéndonos los labios de una manera y con una pasión con la que nunca, por lo menos yo, lo había hecho.

Entrando a la habitación, nos tiramos a la cama donde una vez que le quité el vestido y la camiseta, empecé a hurgar entre sus piernas nuevamente, sin que nada me detuviera esta vez. Sus gemidos me anunciaban que ella también estaba hirviendo, así que metí dos dedos entre su tanga para sentir su vagina, la cual estaba completamente húmeda y rodeada de un vello negro finamente recortado. Para ese momento ella ya había bajado el cierre de mi pantalón y tenía mi miembro entre sus manos, pero aún por encima de mi bóxer.

En todo ese momento jamás dejamos de besarnos, ella me chupaba la lengua de una manera que sentía que me la iba a arrancar, me dolía pero al mismo tiempo me ponía muy caliente, y también casi me ahogaba con la suya. Comencé a introducir mi dedo en su sexo y a menearlo despacio, muy despacio, y conforme vi que ella se retorcía de placer comencé a hacerlo fuertemente. De un brusco tirón, ella separó nuestras bocas y dirigió la suya hacia mi miembro, el cual estaba incontenible bajo mi bóxer; comenzó a morderlo por encima de la ropa, y cuando lo sacó de plano se lo metió todo en la boca, gimiendo de placer, y yo también, casi gritando durante casi diez minutos.

Ya no aguantaba las ganas de penetrarla, así que la retiré para ponerla boca arriba en la cama y metérsela por completo. Comencé a jugar con la punta de mi pene en los labios de su sexo, que estaban humedecimos; se la metí poco a poco, y ella comenzó a gritar, a retorcerse como si le diesen ataques epilépticos, de hecho tuve que abrazarla para que se estuviera quieta, y besarla para que sus gritos no se oyeran en todo el motel. Jakita meneaba su cintura para que la penetración fuera más completa, y comenzó a morderme el cuello y el pecho, a rasguñar mi espalda, y me pidió que la dejara ponerse encima.

Ella comenzó a montarme de una manera casi desesperante por la lentitud. Cada sacudida que daba lentamente, casi sacaba por completo mi miembro de su vagina y lo volvía a meter con la misma lentitud. Estuve a punto de correrme, pero aguanté para que disfrutara un poco más. En ese momento ella me puso en una posición tal que ella estaba sentada encima de mí, con sus pechos, con esos pezones oscuros y duros contra mi cara, y comenzó a moverse de una manera frenética, lo que me hizo pensar que había alcanzado su orgasmo.

En ese momento me percaté de que nuestra imagen se reflejaba en el espejo enfrente de la cama, me alegré de no haber apagado la luz, porque veía su inmenso culo moviéndose, mi miembro entrando y saliendo, su media melena meneándose a ese ritmo alocado, y encima de todo sus gemidos y gritos, así que no me contuve más y me vine por completo dentro de ella, inundando sus más íntimos rincones con mi semen. Después de eso caímos rendidos y nos besamos suavemente.

Seguimos un poco más hablando por Telegram y lo tuvimos que dejar, su marido estaba a punto de llegar y mi esposa dormía a mi lado.

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