Capítulo 1: Buenos días
Un nuevo día arrancaba y el sonido del despertador así lo indicó. Era precisamente el tercero amaneciendo juntas Stefy y Marce, la universitaria de 23 y la milf cuarentona, las vecinas más codiciadas del edificio.
Stefy como en el abrir de ojos del día anterior lo hizo con la mejor de las ganas y con energías positivas a pleno, en cambio Marcela no quería saber nada y el típico "5 minutos más y ya me levanto" era un infaltable de todas sus mañanas.
Stefy estaba feliz de despertar en la cama de su vecina y verla dormida a su lado la incentivaba a portarse mal. Estaba como loca con cada milímetro del cuerpo de la milf y amaba recorrerla desde el dedo gordo del pie hasta el último pelo de su cabeza, y a propósito de esto sin querer descubrió una zona súper erógena en los pies de la rubia madura, y con la habilidad de su boca y su lengua se propuso explotarle sin mediar palabras esa fuente natural de placer.
En sus frecuentes exploraciones algún incipiente lunar o una perdida cicatriz le descubría, fue subiendo y al notarla con las tetas al descubierto se prendió de ellas cual lactante buscando su alimento, con la diferencia que "la nena" lo hacía de puro goce.
–Stefy otra vez?… Basta… tengo mucho sueño– le dijo con la voz entrecortada y sus ojos apenas abriéndose.
Cabe recordar que ya venían de una noche de "batalla", y por culpa de eso se durmieron muy tarde.
Para ese entonces la nena de tanto manoseo, lengüetazo y succiones le paró ambos pezones, y como una cosa lleva a la otra las ganas de masturbarse que tenia la madura eran enormes, ya estaba excitada por tan buena manera de ser despertada.
Ella sola se bajó la tanga y como por inercia se abrió de piernas, Stefy siempre dominante se le sentó arriba y acariciaba esos lindos pechos de mediano tamaño y de buenas formas debido a los implantes que se hizo poner cuando dejó de amamantar a su hija Francesca hace algunos años atrás.
Pero Stefy hoy tenía ganas de sumergirse en la parte posterior de Marcela, esa zona de su cuerpo que era un anzuelo para los hombres, su imán de atracción y la manzana de la tentacion.
Comenzó a acariciarle esas nalgas y como de las dos era la dominante sumado a que la blonda no mostraba resistencia la hizo darse vuelta.
Y Marce obediente así lo hizo, buscó sus anteojos en la mesa de luz y se los puso, sumisa se dejaba explorar por esa joven vecina que le revolucionaba la vida.
Ya estando culo para arriba la "pendejita atrevida" como la llamaba ella le estrujó las nalgas comprobando la firmeza de esas carnes.
–Mi vida no podés tener un culo así de perfecto, es una cosa hermosa sabés?
–Marce me volvés loca!
–Me gustás demasiado mi amor!!– le dijo enajenada y acto seguido la empezó a nalguear y motivada por ese sonido tan peculiar se lo fué haciendo cada vez más fuerte, tanto que le dejó ambos cachetes colorados y Marce mordía la almohada al recibir esas constantes palmadas en sus glúteos.
Seguido a ésto le pidió que se levante un poco y la rubia entre risas le concedía todos sus deseos, apoyó los codos en el colchón y como en una pose de yoga le dejó el culo expuesto a su disposición.
De repente una lengua voraz se introdujo en su agujero menor y Marcela la recibió a puro gemido. Stefy estaba en su mejor momento, lo hacía todo bien, sabía devorarle la concha, le comía las tetas, le daba mucho placer al jugar con sus pies y ahora se especializó en chuparle el culo también. Era completa.
Las dos querían seguir y Marce se hacía tremenda paja mientras Stefy como poseída por el espíritu de la lujuria intercalaba lengüetazos, mucha saliva y le introducía un par de dedos en el orto.
–Bueno basta ya! Me vas a hacer acabar nenita degenerada!!. Sos muy perversa conmigo.
–Dónde aprendiste a hacer todo eso?– le preguntó simulando curiosidad pero lo cierto es que estaba admirada por las habilidades amatorias de su huésped y entre risas la dejó seguir.
Marcela, la rubia entrada en las cuatro décadas estaba extasiada por semejante lamida de culo que estaba recibiendo. Ni una ni otra se podían despegar, era algo placentero para ambas.
Y cuando Stefy se aburrió de estar sumergida en medio de esas carnes redondas como dos balones de fútbol pero tan suaves como tela de terciopelo que tenía Marce como parte posterior retomaron la acción.
La rubia se dió vuelta, quedó boca arriba otra vez y entrelazaron sus lenguas con mucha pasión, la más joven se posicionó sobre ella y con un lento "concha con concha" abiertas de piernas y rozando sus sexos se masturbaron una a otra, ese movimiento de fricción era sumamente placentero para ambas.
Para Marce ese juego entre mujeres era algo novedoso y Stefy más experimentada llevaba todas las de ganar, aunque la rubia le encontró el sentido y se fue moviendo más fuerte dándole placer a la pendeja y los niveles de excitación de ésta marcaron la aguja de su odómetro sexual en color rojo. No se pudo contener y gimió por un intenso orgasmo. Marcela la hizo acabar a su compañera de cama, por fin en el comienzo de su tercer día juntas lo logró.
Quedaron un rato más acostadas, Stefy flotaba en aire tras ese coito y a Marce por su parte la vida le estaba devolviendo todo ese amor y ternura que ella le daba a su marido después de tener sexo.
Con haberla hecho acabar a Stefy se ganó definitivamente el corazón de "la nena" que moría de amor ahora más que nunca, es decir tal cual cuando Nacho su marido se la cogía a ella y la dejaba más enamorada.
Y como todos los días se les hizo tarde, se ducharon a las apuradas y al salir del baño Marce se puso un pantalón de vestir elastizado de color negro que le exageraba escandalosamente el tamaño del culo de tan ceñido que le quedaba. Además de su guardapolvo blanco, se hizo una cola de caballo en el pelo y se pintó los labios con un color rosa sutil, usó algo de maquillaje en el rostro y rimmel en las pestañas. Desayunaron a las apuradas y partieron.
Después de dejar a sus hijos varones en el colegio la acercó a Stefy hasta la universidad. Estando adentro del auto la joven la volvió a avanzar, por lo que Marcela le puso un freno ya que era insaciable y no se sabía controlar y estando en la vía pública debían mantener los modales.
–Dentro de cuatro paredes hacemos todo lo que quieras pero aquí en la calle por favor mantengamos la cordura por el amor de Dios te lo pido si?–
Stefy la entendió, bajó la mirada y luego de una pausa le dijo así:
–El día en que vuelva tu marido me muero, cómo vamos a hacer para vernos?
–Falta mucho para eso, mientras tanto mejor no lo pienses y disfrutá el momento.
–Esta noche lo hacemos si?
–Hacer que corazón ?
–El amor Marce, lo único que quiero es hacerte el amor.
–Bueno basta!!! No todo es sexo en la vida pendejita atrevida. Ahora entrá a la universidad y si te portás bien a la noche arrancamos con las clases con el pene enorme de juguete que te compré.
Y Stefy exultante le dijo un Sí muy enérgico, y al menor descuido le comió la boca de un súper beso, tanto que le empañó los anteojos. Marcela estaba muy a gusto con la compañía de la chica, todos esos arranques espontáneos y fogosos de la joven para con ella ya se estaban haciendo carne en su ser.
Eso sí, caló profundo lo que le dijo Stefy, y volvió al mundo real pensando que sería de ella el día en que regrese a casa su marido ya que Nacho era el centro de su universo, su amor, su locura, pero Stefy le despertaba miles de sensaciones y buenos sentimientos también. La confusión se apoderó de ella, quería estar con su marido y a su vez seguir sus aventuras con esa joven mujer.
Capítulo 2: Nadie es perfecto
Llegada al hospital se encontró con miles de problemas y pacientes con turno que la esperaban. Atendió a uno, dos, tres y así sucesivamente. Terminó exhausta y después de tomar un café llegó la hora de visitar algunos internados que tenía a su cargo.
Y andando por los pasillos escuchó un –Shhhh rubia!!!– y le sonó conocida esa voz. Era Gustavo, el hombre que conoció en aquel local de comidas rápidas y que con mucho atrevimiento le pudo sacar su número de celular.
–La puta madre, lo único que me faltaba, el pesado éste!!!– Pensó y se contuvo de decirlo.
El sujeto se levantó y vino hacia ella.
–No sabía que trabajabas aquí rubia que bueno encontrarte.
–Que tal como estás?– le respondió de forma escueta, estaba con el peor de los ánimos y no tenía tiempo para perderlo con ese remedo de seductor.
–Aqui esperando ser atendido, tengo turno con el doctor Etchevez porque siento molestias estomacales, aparentemente es la vesícula.
–Ahh okey, que bueno verte– le dijo, le deseó suerte y siguió su camino.
Y con carpeta de pacientes en mano pensando en su recorrido a seguir a los pocos metros alguien le habló de atrás.
–Por que estás tan indiferente?, nunca más me escribiste rubia.
Se detuvo y con un –Mirá querido estoy trabajando y tengo una vida privada, una familia que atender y me escasea el tiempo por si no lo sabías!!!– le respondió con la peor de las ondas. Le salió esa taurina brava de lo más profundo.
… Y al hombre del pantalón chupín y la barba moldeada milimétricamente le dolieron esas palabras y tuvo que recalcular su estrategia.
–Okey okey recapitulemos… Hola, me llamo Gustavo y nos conocimos en el shopping te acordás de mí?
–Si estúpido ya se quién sos– (te mandé una foto de mi concha recién acabada incluso, pensó ésto último y se contuvo de decírselo porque sería por demás vulgar).
–Uy viene de agresión la cosa.
–Gustavo no tengo tiempo, así que andá al grano por favor.
La rubia dió vuelta el reloj de arena y el tiempo empezó a correr.
–Me volvés loco rubia, quiero conocerte.
–Conocerte o cogerte?– le respondió ella entrada al juego con una risa perversa, ya para simplificar trámites y evitar cursilerías.
–Cogerte, te cogería aquí mismo sos hermosa.
–Pasa que aquí no se va a poder, es un hospital público y hay gente por todos lados, en cuanto a conocerme mmm…no sé, no te convengo, estoy casada y tengo tres hijos, además vos estás a la espera de ser atendido y si bajas la guardia te van a llamar y no vas a estar ahí en la sala y por nada del mundo quiero que pierdas tu turno por mi culpa.
–Asi que chau Gustavo, fué un gusto charlar contigo.
Y se fue convencida de que se deshizo de ese sujeto.
Se alejó, caminó unos metros ya lo tenía detrás nuevamente.
–Vos de nuevo?, creo q te dejé las cosas claras y si seguís acosándome voy a pedir auxilio!!
–Marcela te quiero coger, rubia mirá cómo me la ponés, y la agarró de la mano para conducirla a un abandonado pasillo y allí le hizo sentir su erección.
–Desubicado que hacés!!– le dijo y para ese entonces Gustavo ya la arrinconó contra una pared, y para suerte del cuarentón y no tanto para la milf no pasaba nadie por ese pasillo lateral del hospital.
–Tenes 30 segundos para convencerme, le dijo ella ya tentada y de modo desafiante.
Gustavo la tomó de la cintura y arrinconada como la tenía la hizo montarse sobre él, acto seguido le desprendió el guardapolvo, levantó su remerita y al encontrarla sin corpiño le comió las tetas de un modo furtivo y le endureció los pezones al segundo.
Marce estaba como ida, qué iba a pensar que alguien se la quería coger allí en su lugar de trabajo, y Gustavo aprovechaba esos escasos segundos restantes y mientras le chupaba las tetas y con la mano izquierda la sostenía rodeándole la espalda, con la derecha le empezó a bajar el cierre de ese comprimidísimo pantalón negro.
Tenía todas las de ganar y ya la sentía entregada. Le coló una mano por debajo de la bombachita buscando su vagina y al llegar a ese sagrado lugar la sintió algo húmeda.
–Ayy Gus me encanta!!– le dijo con su mejor vocecita juguetona mientras éste ya le adentró un par de dedos.
Estaba ávida de un encuentro íntimo con alguien del sexo opuesto.
Y "Gus" se la iba a coger ahí mismo, contra la pared, cuando por un movimiento involuntario echó su carpeta al piso, y el ruido del broche de aluminio al golpear contra el mosaico le hizo volver al mundo real.
–Degenerado… Qué hacés estás loco!!
Se bajó la remera, se subió el cierre del pantalón y al darse vuelta sin flexionar las rodillas para levantar su carpeta de trabajo Gustavo le dió una sonora palmada en el culo.
–Uyyy no podes tener semejante orto!!!… Rubia sos perfecta!
–Si querés te adopto a vos, a tu marido y a tus hijos después pero ahora solo quiero hacerte el amor.
–Ah viste? Dijiste las palabras claves. "Quiero hacerte el amor", es muchísimo mejor que el "Te quiero coger" cuasi cavernícola que odio.
Sabés qué? Te felicito, acabas de descubrir mi contraseña. No era tan difícil viste? así que veré qué puedo hacer por vos.
–Veni, seguime– le dijo acomodándose su vestimenta y anteojos.
Se le adelantó unos metros y caminando muy sensual y ya excitada paraba la cola y la meneaba provocándolo aún más, se hacía desear, esa era su especialidad.
En un anexo del nosocomio se dirigió a Beatriz, una de las recepcionistas de dicho sector que estaba en su escritorio.
–Hola Bety, tengo un paciente con problemas de vesícula, tenés algún consultorio vacío para que lo revise "rapidito"? Pasa que en el mío ahora está atendiendo la doctora Pérez Lindo.
–Hola doctora Rodríguez, quiere usar el vacunatorio? Es el único disponible.
Y si, ella iba a ser "vacunada" por Gustavo ese hombre metrosexual de cuarenta años, de aspecto por demás cuidado y con un perfume que la cautivaba.
Fue como un juego de palabras y se le despertó la líbido por lo que se venía en ese consultorio algo "especial".
Tomó las llaves, le pidió que le indique dónde quedaba y Beatriz le dijo pasillo último consultorio mano izquierda frente al laboratorio.
Y allí fueron.
Gustavo con distancia prudencial y ella por delante algo nerviosa pero motivada por lo que iba a suceder.
Entraron, ella llaveó la puerta y se encontró con un lugar chico, una luz blanca de tubo fluorescente en el techo, una mesa y una silla y una camilla alta, igual para lo que venían a hacer era más que suficiente.
–Apurate que tengo poco tiempo– sentenció la rubia.
Intentó besarla pero Marce en ese momento no pretendía un noviecito, ella quería una verga dura que se la coja y bien cogida.
–Como era eso de que yo tenía semejante orto? A ver explicámelo…
Gus entendió el mensaje, la tomó de la cintura y dándola vuelta le hizo apoyar sus manos sobre la camilla. Ella aportó lo suyo inclinándose hacía adelante y separó sus piernas. En pocas palabras estaba lista.
Gustavo posó sus manos en ese culo y la manoseó con deseo, ella se soltó el pelo, se quitó la remerita liviana y quedó tetas al aire. Se desprendió el pantalón, se lo fué bajando y quedó con una tanga colaless negra con lunares blancos incrustada en las profundidades de esa zanja que separaba sus redondas y perfectas nalgas.
Y todavía quedaban partes coloradas en esos cachetes de las constantes palmadas que le propició la jovencita universitaria horas atrás en su cama…
–Ay mami te estuvieron azotando las nalgas, sos tremenda ehh.
–Y acaso vos sos detective ahora? Que te importa lo que hago o dejo de hacer?
Marce tenía una actitud de dómina.
–Dale que esperás?– lo apuró ya que Gustavo por los nervios o porque la situación lo superaba no estaba en sus planes llegar tan lejos. La tenía a la rubia casi desnuda ofreciéndole el culo en primer plano y lista para ser penetrada. Todo ese cuerpo era un viaje de ida, un deseo, un oasis en medio del desierto.
Y como no reaccionaba Marcela se bajó la tanga, y descendiendo por sus piernas al llegar al final se le enganchó por los tobillos. Fue en ese entonces que Gustavo atinó a sacársela, ella levantó un pie y después el otro para después volver a quedarse solo con sus zapatos de alta plataforma puestos. Estaba totalmente desnuda, como Dios la trajo al mundo.
La tomó en su mano para después guardársela en el bolsillo del pantalón, ese botín era una prueba palpable de que estuvo con semejante mujer
Y desnudo por completo y arrodillado en ese frío piso frío le metió la cara en ese "semejante orto", así como el lo había definido.
Marcela largó un suspiro al sentir esa lengua posarse por primera vez en su rosado esfínter, era exactamente lo que esa mujer buscaba y ya gemía complacida. Y Gus, como ella empezó a llamarlo, le recorría cada terminación nerviosa milimétricamente y le exploraba ano y vulva con mucha habilidad.
–Si querés que sea tuyo te lo tenés que ganar– le dijo con una voz cachonda en referencia a su culo. Lo miró por sobre su hombro y Gustavo tenía la cara perdida en medio de sus nalgas.
Con su mano derecha lo tomó de la cabeza haciéndole más presión, al parecer ella lo estaba disfrutando y mucho y lo quería más en profundidad aun, ya que Gustavo le adoraba el orto con sumo entusiasmo y se lo hacía muy bien.
La rubia imaginaba lo buen amante que sería, si así le comía el culo entonces cuando se la haga entrar la haría acabar al minuto, se masturbó fuertemente y ya estaba súper lubricada mientras ese hombre le hurgaba el ojete.
–Cogeme por favor no puedo más–, alcanzó a decirle con voz casi desvanecida, se abrió más ya con medio cuerpo tendido sobre la camilla y le dejó ambos agujeros expuestos a su merced.
Ahora… un pequeño problema surgió: Gustavo no lograba una erección plena.
Y el hecho de dársela de ganador le jugó en contra.
Cuando le sacó la tanga previamente enredada en los tobillos de Marcela se llevó esa diminuta prenda a su cara, la aspiró profundamente y se enloqueció al sentir los olores más íntimos de esa terrible rubia. Se aceleró su respiración y masturbándose acabó.
Fue algo sumamente precoz e impensado, y por más que cumplió el sueño de degustarle culo y concha desde abajo arrodillado y por un largo rato a esa mujer ya no logró erectarlo al 100 por ciento.
Y eso fue como desperdiciar el gol del triunfo en el minuto 90. Si la tenía entregadísima, ella hervía de ganas y hasta se la iba a coger sin usar preservativo, qué más podía pedir?
–Dale que esperás?– le dijo ansiosa.
Y el como esperando un milagro con ese apenas treinta por ciento de erección trató de endurecersela un poco más a pura paja, no tuvo mucho éxito y se la arrimó en la concha con lo poco que tenía.
Le dió dos embestidas y a la tercera ella no sentía nada. La milf lo detuvo y frunciendo la frente le dió una mirada determinante.
–Y ahora que pasó?
–Mmm nada rubia… No sé que me pasa pero te juro que es la primera vez que me sucede.
Marcela furiosa se puso una mano en la cintura y mirándolo ya con bronca estaba enfadada como nunca.
–Sabes qué? No me hables ni me busques nunca más en tu vida, estúpido!!.
–Ahh y otra cosa… devolveme la tanga que te la guardaste en el bolsillo… pajero!!
Y al levantar sus ropas del suelo se encontró con rastros de semen salpicados en el piso.
–Y por último te ponés a limpiar ya mismo todo ese enchastre que dejaste!
Y era un mar de leche, toda derramada en el suelo.
Ella lo supervisaba ofuscada mientras terminaba de vestirse y recogerse el pelo.
Él por su parte limpió todo como pudo, y cuando terminó salió primero y ella cerró con llave el consultorio después. Se la devolvió a Beatriz que no entendía tanto enojo en la doctora, aceleró sus pasos y alcanzando a su frustrado casi amante le dijo –No me molestes más imbécil pito flojo!
Y se fue por delante hecha un demonio.
Nunca nadie la había dejado así con ganas.
Capítulo 3: Hora de jugar
Marcela se retiró del hospital sin despedirse de nadie, se la notaba sumamente molesta y nada le gustaba.
Decidió no ir a trabajar a la clínica esa tarde, avisó a su secretaria y le dió la tarde libre. Lo único que anhelaba era llegar a su casa y ponerse una bolsa de hielo en la cabeza, la jaqueca la estaba doblegando producto de ese pésimo momento que pasó con Gustavo.
Con sus hijos varones en el colegio, ya que hacían doble jornada y la más pequeña en la salita de cinco solo quedaba Monica, la señora de los quehaceres domésticos en el departamento.
Y como necesitaba paz y soledad le dijo a Mónica que se podía retirar pues ella se encargaría de buscar a sus hijos de sus escuelas al terminar la jornada.
Quedando sola en casa puso su serie favorita que seguía en Netflix, logró un poco de armonía y en eso sonó el celular, era Nacho, su marido.
–Hola mi amor quiero que vuelvas ya!! Te extraño demasiado– así arrancó su conversación.
Nacho la notó extraña, angustiada al borde del llanto y fue tranquilizándola con palabras lindas que ella necesitaba oir, del otro lado de la línea su marido le prometió que pronto regresaría y le dijo que la compensaría y le haría el amor por todos los días que no estuvieron juntos. Y eso era lo que la rubia más quería, que Nacho le haga el amor noche y día, tenía la necesidad de sentirlo adentro.
Se despidieron y logró estar mejor, eso sí, quedó un tanto excitada, cerró los ojos y se masturbó un instante, solo Nacho le despertaba esa Marce hot que había en su interior.
Y estando ya súper mojada, hizo una pausa, pensó en Stefy y por ende se acordó de esa prótesis peneana que compró y la tenía sin usar guardada en una caja de los tantos zapatos que ella tenía.
Desesperada fué en su búsqueda y sacó ese consolador de aquella caja de cartón bien oculta, se tiró a la cama y lo miraba con curiosidad y a su vez con entusiasmo.
Puso la base sobre el colchón y simuló hacerle una paja. Recordaba cada palabra que habló con su amor instantes previos e imaginándolo acostado en el lado izquierdo de su cama se hizo la idea de que lo tenía ahí mismo.
Continuó con esa paja frenética al falo de plástico y tentada fue alternando esa masturbación con unos besos en el glande y su lengua recorría de a poco esa cabeza mientras con la mano sentía las partes salientes de ese intimidante tronco que simulaban ser venas.
Era tan real que se entusiasmó. Si bien era como estar chupándosela al hombre invisible ese pedazo era casi un 90% real y lo tenía ahí a su lado para disfrutarlo con los cinco sentidos.
Le hizo un oral con más énfasis y prácticamente ya le llegaba a la campanilla de la garganta mientras que con la otra mano se pajeaba entregada a la autosatisfacción.
–Ahi voy amor– le dijo al enorme consolador tal vez haciéndose la idea de que era la de su marido y sosteniéndolo de la base y en cuclillas con los pies apoyados en el colchón se fue sentando sobre él con sumo cuidado y de a poco le fué entrando.
Al primer contacto lanzó un suspiro, era eso lo que buscaba, que alguien le invada la concha.
–Ayy Diosss!!!– alcanzó a decir y sinceramente ya no le importó más nada, estaba sola en su habitación y si algún vecino o incluso la propia Adriana escuchase sus gemidos y venga a golpear su puerta hasta tal vez la invitaría a pasar y a compartir esa cosa tan placentera que a diferencia de cualquier hombre iba a estar dura y disponible para cuando ella tenga ganas y en cualquier momento siempre.
Se movió más entregada y lo gozaba y de a poco una incipiente cremita blanca comenzó a descender por ese miembro ficticio que le invadía la concha y la transportaba a otra dimensión.
Cambió de postura y ahora acostada con la cabeza apoyada sobre el almohadón se abrió de piernas y sosteniéndolo de la base que eran dos prominentes testículos se lo fué metiendo otra vez.
–Mmm me encanta!!!– dijo alzando la voz.
Y en esa postura y ayudada ya por la abundante crema que le brotaba le entró con suma facilidad.
Se lo metía con fuerza y con movimientos más rápidos, sentía un placer único y lo mejor es que el juego iba a seguir hasta que ella lo decida, ese consolador era superior a cualquier hombre ya que no le pedía nada, no hablaba y tampoco perdía la erección como "alguien" que en el hospital horas antes se la daba de ganador y no pudo con ella.
Estando en lo mejor sonó la alarma en su celular, ella la había puesto por si se dormía. La hora de buscar a su nena del jardín ya se acercaba.
Y otra vez se enfureció, apagó la alarma y al sacarse esa cosa enorme de su interior la notó cubierta por sus flujos en su totalidad, tanto que hasta ella misma se sorprendió.
No sé si por la calentura que tenía o por producto de su estado de gravidez pero la rubia era un mar de flujos. Lo cierto es que a este embarazo lo iba a disfrutar al máximo, si bien no manifestó náuseas ni nada por el estilo ya de antemano sabía que su apetito sexual se iba a incrementar en esos nueve meses por venir.
Por ser el cuarto y tal vez ya su último hijo en traer al mundo y estando en la plenitud de sus años añoraba disfrutar de esa panza que aún no se notaba. Se iban a venir fotitos desnuda, lo iba a sobre exigir sexualmente hablando a su marido y se propuso ser la más sexy de las embarazadas.
Acto seguido quiso sentirlo un ratito más y en la misma postura se lo metió otra vez hasta que luego de tan enérgicos movimientos simulando estar con el más incansable de los amantes por fin logró ese tan anhelado orgasmo y lo coronó con un placentero gemido.
Se sintió destruída pero a su vez empoderada tras esa acabada única. El consolador pasó la prueba con un 10. Definitivamente fue una excelente compra.
Quedó tan complacida tirada en la cama que hasta perdió noción del tiempo. Pasó un rato y de pronto miró la hora en su teléfono móvil y de un salto salió de la cama y se dió una ducha.
Junto a ella lavó el elemento que tanto placer le propició y al salir lo volvió a guardar celosamente dentro de esa caja de zapatos ocultándolo para que nadie sepa de su existencia.
Estaba feliz, se volvió a poner la remerita que usó a la mañana, abajo un denim clásico puesto a presión y en los pies unas sandalias planas que le hacían ver sus pies como si no tuviese nada puesto.
La buscó a su hija del jardín y fue la mami más deseada por los padres que allí esperaban a sus hijos al igual que ella, pues no dejaban de mirarla de arriba a abajo ya que debajo de la remera otra vez no usó corpiño y por la brisa fresca del atardecer se le pusieron los pezones duritos, aparte de eso verla de atrás dejaba atónito a más de uno, era un "monumento al culo" esa mujer.
Y así como no se puso corpiño decidió no usar bombacha, y con el condimento extra de ese touch de mujer fatal que le daban los lentes de sol que traía puestos estaba hecha una diosa total.
Marce estaba plena, feliz y con una sonrisa en su rostro. Autosatisfacerse le cambió el ánimo y de regreso a su casa no veía la hora de que oscurezca y en el silencio de la noche volver a acostarse con Stefy, su vecina universitaria y jugar con ese pene de grandes dimensiones que allí la esperaba erecto y siempre listo para ella.
Le encontró el gusto a sus días de soltera en ausencia de su marido, y estando sin él sus días también podían ser divertidos.