En el fulgor de su cama
Sus piernas me envuelven.
Absorta, colorada, mágica doliente;
Llena de flores en su boca
crea el lenguaje de la carne fresca.
De la idea a la palabra,
De la palabra los hechos;
El encuentro mortal de los cuerpos,
proceso del juego cómplice de la unidad.
Hace florecer una llama de incienso
Y colinas húmedas.
Tú! Mujer melancólica,
Que desatas los demonios
Que haces caer los ángeles;
Diosa que crea turbulentos los ríos de sangre;
Con tus temblores
Solo esperas la muchedumbre
De flechas en el volcán solitario.
Lluvia de besos,
Ternura de las manos,
Humedece las rosas
Con el rocío del manantial secreto de tus piernas.
Todo lo consigues tú, todo lo consigues,
Eres la culpable de este juego cómplice.
En el fulgor de tu cama
Tus piernas me envuelven.
Ebrio de miel
Y de pensamientos oceánicos
Guardas dentro tí el tesoro del verbo.
Descansa en torno a tu rostro la noche temerosa,
Y un ave azul se posa sobre tus ojos.
Tiembla, tiembla la tierra,
Destruye las piedras,
Abre los mares tibios
Y crea otra vez ese salvaje mundo
Del que estoy dispuesto a recorrer.