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Gangbang para una virgen
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Desde que perdí mi virginidad a los 19 años, el sexo ha sido parte importante de mi vida. Quizá sería por la forma en que fue mi primera vez, pero me marcó de forma definitiva.

Estaba en la universidad, venía de una familia de clase media promedio. La mayoría de mis amigas, si no es que todas, ya habían tenido su primera experiencia y hablaban abiertamente de ello.

Maneras, formas, veces y con cuantos; algunas platicaban de sus experiencias con otras mujeres. En cierta reunión, dos de ellas comenzaron a acariciarse y excitarse enfrente de todas nosotras. Una de ellas hizo terminar a la otra con sexo oral y masturbándola; yo estaba muy húmeda y excitada.

El día que perdí mi virginidad fue en una partido de soccer. Yo era parte de las porristas. Nuestro equipo ganó el partido y fuimos a festejar a casa de uno de ellos. Sus padres no estaban y podíamos celebrar.

Le dije a mi padre que me quedaría en casa de una de mis amigas para que no se preocupara. La cerveza corría a raudales. Empezó a anochecer y algunos compañeros se fueron a sus casas, ya sólo quedaron cinco del equipo. Yo me sentía achispada y ellos propusieron jugar póquer de prendas; yo tuve mucha suerte y todos quedaron desnudos y yo en lencería. Las miradas de todos ellos me ponían muy nerviosa. Cuando perdí mi bra, supe que iba a perder otra cosa.

Nunca había visto un falo en persona y menos en erección; pero, al verme casi desnuda, todos se empezaron a parar. Uno de los muchachos sugirió hacer algo más, me dijo que merecían un premio por haber ganado el partido; le pregunté que le gustaría y me pidió masturbarlo; le contesté que no sabía cómo porque era virgen; me dijo que viera cómo lo hacían los otros y se lo hiciera a él; los demás se agarraban sus galos y los movían despacio; traté de imitar el movimiento con mi mano en su verga, él suspiró de placer; me pidió que la metiera en mi boca, yo lo hice, rodeé con mis labios su tronco, me tomó la cara y me comenzó a coger la boca; me dijo que no metiera los dientes; me cogía la boca sin meterla hasta el fondo, solo usaba mis labios para darse placer.

Me pusieron a gatas, me quitaron mi panty, estaba yo muy mojada; uno de ellos se apresuró a chuparme; otros chupaban mis senos; el que me hacía sexo oral, me provocó mi primer orgasmo con un hombre.

Al verme temblar, uno de ellos se acostó en el piso, los demás me pusieron sobre él y yo misma comencé a enterrarme ese tubo de carne caliente; sentí un pequeño desgarre, pero no me importó; era delicioso tener ese falo adentro. Me empecé a mover, me excitaba ver sus ojos en blanco, gozando de mí. Otro se acercó por detrás, me untó algo resbaladizo e intentó comerme por detrás.

Al estar ambos adentro, mi cabeza daba vueltas; otro más se metió en mi boca y también me comenzó a coger.

Yo seguía chorreando y gozando; él que estaba abajo dijo que se estaba viniendo; solo sentí aún más húmedo, no sabía lo que se sentía el semen dentro de mí. El otro no tardó en venirse también dentro de mí; cuando se salió una combinación de crema, semen y excremento cubría su verga.

Me acostaron en el suelo y uno más se metió en mí; otro me cogía la boca. Lo que me excitaba más era verlos acabar; la cara de un hombre cuando está eyaculando es muy excitante, casi me hacía venirme ver esa expresión en su rostro.

El que me cogía la boca terminó, llenándome la garganta con su semilla. Se quitó y pude ver la cara del que estaba dentro de mí y el momento de su orgasmo. Sus ojos en blanco, su respiración agitada, las venas saltadas por la emoción del placer, la eyaculación, las palpitaciones del falo al inyectar, me excitan, me hacen humedecerme y querer llegar al orgasmo.

En cuanto terminaba uno, inmediatamente otro entraba en mí; a pesar de que estaba yo dilatada, podía sentir la diferencia de gruesos, largos; olores, sabores; uno de ellos, después de terminar dentro de mí, me metió su verga en la boca para limpiarla, esa combinación de sabores de semen con mi jugo era embriagante.

Perdí la cuenta de cuántas veces me tomaron, cuantas veces me vine, por donde me cogieron, el semen que tragué y aún quería más.

Nos quedamos dormidos y cuando alguno despertaba, solo me limpiaba un poco, entraba en mí y terminaba.

En la mañana, todos tomaron turno una vez más antes de meterme a bañar.

Al sentir el agua cayendo sobre mí, recordaba la experiencia de haber perdido mi virginidad con tantos hombres al mismo tiempo y me excitaba el olor que manaba de mí, a sexo salvaje y hembra satisfecha.

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