Otra vez en la ruta, camino a un nuevo encuentro, anhelando que sea tan lindo o mejor que el primero que nos encontramos con nuestros cuerpos. Quiso el destino que el punto de encuentro sea coincidente del primero.
Esta vez fui quien tuvo que esperar, Anna no podía “escapar” de su almuerzo familiar; “encima se sirvieron postre de nuevo” decía el texto de su mensaje. En cuestiones de minutos nuevamente subía a mi auto para irnos al mismo alojamiento que había sido testigo de nuestros cuerpos disfrutándose mutuamente.
Al llegar nos fundimos en un abrazo, uno de esos que tantos nos deseábamos a diario por mensajes. Entramos, nos acomodamos y al descalzarnos se paró sobre mis pies dándome la espalda, pero viéndonos a través del enorme espejo en la pared, la abrace y mientras besaba su cuello su respiración se aceleraba. Se voltio y al cruzar nuestras miradas volvimos a fundirnos en un nuevo abrazo que llevo a besarnos intensamente. Al tenernos más confianza no dudo en tirarme sobre la cama y quedar sobre mí, nos besábamos frenéticamente y rápido comencé a retirar sus prendas, quería y deseaba tocar su piel, acariciarla y con el aroma de su cuerpo calmar mi ansiedad. Fue como un ansiolítico que me trajo al presente para disfrutar del momento y tener todos mis sentidos puestos ahí.
Saqué su remera, seguí por su brazzier quedando sus pechos frente a mi boca, no me pude contener, comencé a lamerlos y a morder sus pezones como tanto le gusta y disfruta. Sus gemidos eran señal que debía seguir, al unísono retiraba su calza y casi al mismísimo tiempo su less, la timidez de aquella primera vez se había vuelto confianza y esa confianza disfrute, toda su piel a merced de mí, como tomando revancha de mi avance me despojo de mis prendas y al cabo de segundos estábamos desnudos rozándonos la piel.
Todas esas fantasías que intercambiamos por mensajes de lo que nos íbamos a hacer uno al otro no son fáciles de cumplir cuando el deseo está a flor de piel y nos disfrutamos al 100. Esta vez debía ser yo quien comenzara, pero tomó el control de la situación y no me costó mucho entregarme a disfrutar.
Compartimos la curiosidad por probar cosas nuevas para uno u otro y nuestro acuerdo es la aceptación del otro sin lastimarnos. Encontrándome recostado en la cama coloco una almohada bajo mi cabeza, comenzó a besarme los labios, luego bajo recorriendo todo mi cuerpo con sus labios. Mi cara de bobo disfrutando el momento y el placer que me causan sus besos no hacen más que suspire deseando que sea eterno ese momento. Al llegar a mi pelvis interrumpe sus besos y se acerca a buscar un caramelo que había dejado sobre la cómoda, “yegua” exclame, tenía preparado el caramelo halls que había fantaseado. Ya con el caramelo en la boca tomo mi mano he hizo que sostuviera su cabello como aquella primera vez, su cara tiene un aire de picardía, intuyo que es porque está por cumplir algo que fantaseaba hacerme.
Siguió besándome suavemente mi pelvis, mi glande se encontraba deseoso de que sus labios llegasen a él y la liberación de mis líquidos seminales demostraban el interés. El recorrido de sus labios siguió por mis testículos, le dedico un tiempo a ellos y beso uno a uno sin que ambos se sintiesen celosos del otro, mi disfrute era enorme. Siguió por el tronco de mi pene suavemente hasta llegar a mi glande. Al entrar a su boca la sensación fue distinta pero no menos placentera que la primera vez, se debía al caramelo de su boca, una sensación de frescura, pero a su vez muy caliente por el placer que estábamos viviendo.
Mi respiración se aceleraba con cada lamida, su lengua jugaba en la base y mi éxtasis era insaciable, le dije al oído que me encantaba como chupaba mi pene y lo repetí varias veces mientras lo hacía. Me encuentro narrando el momento y piel vuelve a erizarse como ese momento (que bien lo hace y cuanto lo disfruto) podía ver en su cara como disfrutaba también de ese momento. Se interrumpió la felatio y fue para untar sus dedos en vaselina, esta vez quería estimular mi ano diferente a la primera vez y al mismo tiempo seguir chupando mi pene.
En el momento que la euforia se apoderaba de Anna la guiaba y calmaba sus movimientos para que sea más placentero, intentábamos nuevamente con el fin de mejorar todo aquello que íbamos experimentando con el fin de darnos placer. Mi piel se erizaba y todo mi ser disfrutaba de todo lo que me daba, a medida que iba disfrutando se acrecentaban mis ganas de eyacular, le advertí por si no quería seguir y correrse para no hacerlo dentro de su boca, por más que me lo haya pedido. “La quiero probar” fue su respuesta, “quiero conocer que se siente y que sabor tiene” agrego, y fue en ese momento que me vine dentro de su dulce boca, sus labios acompañaron el momento y siguieron chupando mientras eyaculaba, “esta vez fue poca cantidad, esperaba tomarme más de tu lechita” bromeaba, creo que la vergüenza hizo que me contenga por las dudas fuese desagradable para ella. “No fue desagradable”, dijo mientras limpiaba sus labios, “algo salado” nomas, sumo al comentario. Le agradecí su atrevimiento para mi disfrute, nos besamos y abrazamos sin decirnos nada, pero sintiendo todo.
La volteé en mis brazos y la recosté sobre la almohada, comencé a besar su cuerpo recorriendo cada centímetro con mis labios a la vez que acariciaba su cuerpo. Sus labios, y no precisamente de su boca, atraían mis dedos; el pacer de tocar su vagina húmeda, muy húmeda, hacia que mi corazón latiese más fuerte.
Entre besos y beso llegue a su vulva con mi boca. Disfruto de sobremanera el sexo oral y hacen que mi euforia vaya en contra de su goce, me paso de rosca y ella disfruta de la suavidad, de la lentitud intensa, aun no aprendo y no puedo ver en su cara un disfrute pleno. Decido cambiar mi estrategia para que disfrute el momento de su entrega, quiero buscar y encontrar su punto G. Explorando con la yema de mis dedos, noto todo húmedo y suave al tacto, una sensación inigualable. Comienzo a introducir mi dedo mayor y a buscar en el interior. Sus gemidos se intensifican, su placer aumenta, me siento entusiasmado y sigo por ese camino. A la vez muerdo sus pezones y su placer aumenta, sus gemidos se convierten en pequeños gritos. “Voy bien”, digo para mis adentro. Intento sumar mi dedo índice y sin resistencia se une al mayor, ambos acarician el interior de su vagina, uno mis labios a la fiesta de su vagina y mis dedos, disfruto de hacerlo y aun más de ver que ella lo disfruta, toma mi pelo con sus manos y aprieta mi cabeza sobre su pelvis para que siga lamiendo y en un lapso de tiempo se viene, su cuerpo se extrémese, su respiración se torna más agitada, veo su cara exhausta pero feliz, con una mirada tierna me agradece el momento vivido.
Nos recostamos a la par para una pausa y tomar aire. Volteo y quedo boca abajo, empieza a morder mis glúteos, “no me vayas a marcar yegua” le digo, “un poquito, total a tu esposa no la vez por unos días más y se te borran” me dice. Cedi a su pedido, lo hizo dos o tres veces. Comenzó a acariciar mi espalda con sus pezones, me rozaba con fuerza y disfrutaba a cada movimiento; en un lapso de tiempo comenzó masajear mi espalda con sus manos hasta que casi quedarme dormido, volvió a morder mi glúteo para que me despertase. Me dio vuelta y comenzamos a acariciarnos nuevamente, tomo mi pene entre sus manos y dándole amor suavemente se erecto muy rápidamente. Busco un profiláctico y pidió que le enseñe como colocarlo, nuevamente volvió a derretirme con ese pedido. Una vez en su lugar coloqué otra almohada en mi espalda para poder quedar más erguido y le pedí que cabalgue sobre mí. Sus caderas empezaron a menear y acompañé sus movimientos como pude; mis manos la tomaron de sus nalgas para seguir el ritmo. El placer aumentaba y el disfrute de ambos también, ambos comenzamos a gemir y a cansarnos, invertimos y se recostó sobre la cama, seguí penetrándola a un ritmo más vertiginoso, al colocar sus pies sobre mis hombros su goce creció, lo noté en sus gemidos, continuamos así hasta que ambos llegamos al orgasmo nuevamente.
Nuestros cuerpos ardían y sudaban. No fundimos en otro abrazo como agradeciéndonos lo bien que nos hacemos cuando compartimos tiempos como estos.
Nos duchamos, nos besamos, nos entregamos al amor y el momento compartido se volvía único una vez más. Ahora, era el tiempo que ponía fin a nuestro encuentro y nos avisaba que teníamos que volver nuevamente a nuestras vidas cotidianas.
Descendió en el mismo lugar donde había subido a mi auto. Nos despedimos con un fuerte abrazo y un intenso beso deseándonos buen viaje de regreso y anhelando pronto encontrarnos nuevamente.