Hola, antes que nada, decir que uso esta categoría ya que mi idea es que dure muchos capítulos. Estoy intentando probar cosas nuevas y usar diferentes estilos de escritura, cualquier sugerencia es bienvenida en mi correo. Poco más que decir, espero que os guste.
Knock knock knock
Ya estaba otra vez Rubén llamando a la puerta de enfrente.
–Tío, eres muy pesado.
–No soy pesado, solo soy una persona que está intentando concentrarse en su casa, pero sus vecinas no dejan de hacer ruido. Solo pido que bajéis la tele un poco.
–Mira, has venido hace media hora, nos has pedido lo mismo, la hemos bajado y ahora estás de nuevo aquí.
–No creo que la hayas bajado.
–Déjame en paz anda. – Una mano se interpuso en el umbral de la puerta, para que no se pueda cerrar. – ¿Se puede saber qué haces?
–No quiero volver a venir.
–Te voy a decir una cosa, recuerda que antes que tus vecinas, somos tus caseras, así que, si no quieres que en menos de una hora estés de patitas en la calle, te recomiendo que no me toques más el coño.
La puerta se cerró en las narices de Rubén, que maldecía frente a la madera. Dichoso el día que decidió mudarse del centro de la ciudad a un barrio más pequeño, solo para alejarse de los ruidos frecuentes de los coches y las personas. Lo que no iba a saber es que al mudarse a un sitio tranquilo, iba a encontrarse con que sus caseras vivían enfrente y no es que fuesen muy silenciosas.
Rubén dio media vuelta para entrar en su casa y cerrar la puerta con un portazo, no soportaba los ruidos, principalmente porque él era una persona tranquila, reservada. A sus 28 años llevaba fuera de casa diez años, ya se había acostumbrado a su forma de vida, hasta que en un momento de crisis, su empresa decidió prescindir de él y despedirle. Decidió cambiarse de ciudad y empezar de cero, saliendo de su zona de confort.
Físicamente era una persona promedio: 1,80 m, pelo corto, moreno, con los ojos marrones. Iba al gimnasio, no para ponerse como un armario, sino para mantenerse en forma. Por ello, tenía músculos, pero no estaban definidos ni tonificados.
Antes tenía la casa para ir a dormir únicamente, pero desde que fue despedido, pasaba más tiempo del que le gustaría entre esas paredes.
Se tiró en el sofá a ver una serie de Netflix, mientras escuchaba perfectamente lo que veían sus vecinas. Dos gemelas insoportables de 27 años que tenían dinero por ser hijas de papá y creídas a más no poder. Por lo que Rubén sabía, siempre han estado juntas y decidieron montar su negocio en este barrio, obviamente financiado por su padre, una pequeña tienda de zapatos. Compraron dos pisos, uno enfrente del otro, uno para cada una, pero al tiempo empezaron a alquilar uno de ellos para así llevarse un dinero extra.
Knock knock knock
¿Quién llama ahora? Pensó Rubén mientras se dirigía a la puerta. Abrió y se encontró a una chica justo enfrente. Más bajita que él, pelo moreno liso sobre los hombros, con unos ojos color café, labios finos y una nariz respingona. Iba con una camiseta ajustada y sin sujetador a juzgar por la marca de sus pezones. Una de las vecinas.
Fue a abrir la boca para preguntar qué quería cuando recibió un bofetón que le cruzó la cara.
–Ni se te ocurra volver a quejarte del ruido, ¿me entiendes?
–Pero a ti qué te pasa.
–Si no te gusta, te vas. Pero tanto Marta como yo estamos cansadas de tus quejas.
No dijo nada más y se fue dirección a su casa, dejándole plantado con la mano en la mejilla. Era el colmo, pero quién se creían para poder pegar a la gente y salir indemne. La mente de Rubén iba muy rápido, si antes su prioridad era encontrar trabajo, ahora era vengarse de esas dos arpías.
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Debido a su trabajo, tenía bastantes conocimientos sobre redes informáticas, dispositivos, aplicaciones… todo. Estudió ingeniería informática por ser una carrera que tenía salidas, para luego acabar así. En su trabajo se dedicaba a arreglar todos los problemas informáticos además de la ciberseguridad. En ningún momento se le pasó por la cabeza utilizar sus conocimientos de “hacker” para su propio beneficio fuera de la empresa. Pero eso fue cuando tenía trabajo, un sueldo estable y unos caseros majos, tranquilos y agradables.
No se volvió a encontrar en varios días a ninguna de las dos. Empezó a controlar sus horarios y saber a qué hora se iban a trabajar, al gimnasio o quedaban con las amigas. Parejas no tenían, o al menos no se los llevaban a casa. Al tener la tienda entre las dos, se turnaban entre mañana y tarde. Entonces, cuando una estaba en casa, la otra estaba en la tienda.
La ventaja de ser su inquilino es que ya poseía los números de teléfono y correos de las dos. Escogió el número de Marta y con un móvil distinto al suyo, le mandó un SMS y un correo electrónico típico de que su cuenta del banco iba a ser bloqueada, con el fin de que pinchase en el enlace de abajo y así tener todo acceso a su teléfono móvil. Es una forma muy fácil para los hackers de conseguir tus datos y lo que quieran.
A la noche fue a comprobar si Marta había pinchado en el enlace con la sorpresa de que sí. Ahora tenía total acceso a ese dispositivo, sin que ella se enterase, podía controlar los mensajes, las fotos, notas, correo, cámara…
Revisando sus fotos encontró varias en las que aparecía ella desnuda o en posiciones muy sugerentes. Estuvo varios minutos admirando esas fotos, y con más de una se masturbó hasta correrse. Como imaginaba, no tenían un cuerpo de escándalo, pero sabían cómo sacar el lado seductor. Tenían unas tetas un poco pequeñas para su gusto, pero con unos pezones duros junto con un culo respingón.
A los días ya tenía bastante información sobre Marta, desde fotos y mensajes hasta contactos con los que podría interactuar, pero nada de eso era demasiado fuerte como para darle una lección. Lo que le sorprendió a Rubén era ver que tenía una tendencia sumisa en las relaciones y algunos mensajes que mantenía con sus novios. – ¿A quién no le gusta tener a una persona sumisa a tu disposición? – Pensaba cada vez que veía una foto de ella desnuda.
Se conocía de memoria su habitación, en cuanto tuvo acceso al móvil, activó la cámara y almacenó todas las grabaciones en un servidor privado que se creó. Pero a pesar de tener bastante información e imágenes, no conseguía nada que de verdad hiciese que su casera se amedrentase. Sabía que le tenían las dos un amor incondicional a su padre y que era recíproco, así que podría ir por ahí.
Fue a la semana cuando consiguió algo por donde tirar. Era por la tarde, unos minutos antes de que Marta cerrase la tienda. En el momento entraron tres personas, dos chicos y una chica, se pusieron a hablar mientras que los visitantes pasaban detrás del mostrador, lo que le hizo pensar a Rubén que se conocían.
–¿No era mañana? – Dijo Marta.
–Sí, pero hemos decidido venir hoy. No creo que por un día la cosa cambie.
–Bueno, aún no tengo todo. Pero no os preocupéis, mañana lo tengo.
–Ya, pero hemos venido hoy, y lo queremos ahora.
–Pero el trato era hasta mañana, por favor. Mañana lo tendré todo.
–Acuérdate de que con nosotros no se juega, como mañana no lo tengas te juro que te romperé ese culo virgen que llevas.
Lo malo en ese momento es que Rubén sólo podía escuchar, ya que el móvil de Marta se encontraba en su bolsillo.
–Bueno, bueno, tampoco nos precipitemos. Hoy hemos venido principalmente para ver cómo ibas y si lo tenías todo. Por cierto, que tacones más chulos. – Dijo la chica.
–Llévatelos, son tuyos. – Dijo Marta.
–Ayy, gracias, qué considerada por tu parte, pero esto no baja la deuda. En fin, nos vamos, mañana volveremos y procura tenerlo todo. Estos me los puedo llevar también, ¿no?
–Eh sí, sí.
–Perfecto, hasta mañana.
Sonó la puerta de la tienda lo que le dio a pensar a Rubén de que ya se habían ido. No sabía dónde estaba metida su vecina, pero tenía claro que usaría eso para acabar con ella y hacerla suya. Sus objetivos cambiaron en cuanto vio las fotos, antes solo quería darle una lección, pero después tener total acceso a su vida, quería hacerla suya, follarla, poseerla, humillarla…
*******************
No esperó ni un día y en cuanto supo que estaba en casa, se dirigió a su puerta. Ya tenía todo preparado, solo faltaba el plato estrella, Marta. Esta vez abrió su hermana Noelia, la que le soltó el bofetón.
–¿Qué quieres?
–Está tu hermana, ¿no? Tengo que hablar con ella.
–¿Con mi hermana?
–Sí.
Ante el grito de “¡¡Martaa está aquí el pesado!!”, Noelia se fue y al segundo vino su hermana. Si no llega a ser porque Marta usa gafas y Noelia no, no se les distinguiría. En cuanto ella vio a Rubén puso cara de asco.
–¿Me acompañas un momento a casa? El grifo de la ducha gotea.
–Pues te lo vas a arreglar tu solito. – Decía mientras entraba en casa.
–Eres mi casera, se supone que cualquier desperfecto. Pero bueno, ahora que estamos solos, lo que quiero es que me la chupes.
En cuanto escuchó eso, Marta se dio la vuelta y arremetió contra Rubén, dándole un bofetón que le dejó la mano marcada. Se quedó mirándola y lo volvió a repetir, por lo que recibió otro tortazo en la otra mejilla.
–¿Pero tu eres tonto o qué te pasa?
–Para nada soy tonto. Dime una cosa, ¿qué es lo que tienes que entregar mañana?
La cara de Marta tuvo que ser un poema por la carcajada que soltó Rubén. Estaba blanca, pálida, como si le hubiesen dicho que se acababa de morir su padre.
–¿Cómo sabes eso?
–Contéstame.
–¡Cómo sabes eso!
–Será mejor que no grites, no querrás que tu hermana se entere de que tienes cuentas pendientes con alguien, además de que dejas que roben en la tienda contigo delante.
–Como se lo digas, te echo de casa.
–No se lo voy a decir porque antes prefiero daros una lección. Aparte, no me vas a echar de casa en ningún caso, ya que no quieres que tu hermana y tu padre se enteren de que tienes que pagar una deuda, además de ver todas las fotos y conversaciones subidas de tono que tienes con la gente, a lo mejor a tu hermana le da igual, pero no sé yo como va a reaccionar tu padre.
–No, no, a mi padre no. – Fue hablar de su padre y cambiar toda la actitud altanera que tenía.
–Entonces dime en qué estás metida.
–Hace tiempo estaba metida en el mundo de las drogas, ahí conoces a gente mala y acabé debiendo a gente dinero y hasta que no se lo devuelva no me van a dejar en paz.
–Y te follan el culo.
–Eso es algo que siempre dicen y nunca hacen, pero claro, la fecha límite es mañana así que no sé que pasará, porque no tengo ahora mismo 1000 euros para darles.
–Vale, ahora arrodíllate y chúpamela.
–Que no voy a hacer eso. – Volvió la actitud arrogante de siempre.
–Vale, pues vete, pero entonces no vas a conseguir el dinero.
–¿Tú estarías dispuesto a dármelo?
–Tenerlos, los tengo, y a ver si te los doy, la deuda la tendrás conmigo después. No te preocupes que a mí no me tienes que devolver dinero, solo hacer lo que yo diga.
–Vale, dame el dinero.
–No, no, bonita, primero me obedeces.
Otro bofetón le cayó a Rubén en la cara. – No me llames bonita. – Dijo Marta muy segura de sí misma. Sin tiempo a reaccionar, él le agarró los hombros y empujó hacia el suelo, haciéndola arrodillar.
–Como me vuelvas a pegar no vas a recibir una mierda, te follarán el culo mañana y además me encargaré de entregar personalmente estas fotos a tu padre. – Encendió la tele y en ella aparecían todas las fotos de Marta desnuda, mostrando una por una.
–Como has conseguido eso.
–Ya te enterarás, ahora desnúdate antes de chupármela.
Con una mirada de odio profundo llevó sus manos al borde de la camiseta para quitársela. No llevaba sujetador, así que mostró sus tetas. Ahora en persona se veían un poco más grandes que en las fotos.
–Todo. – Dijo al ver que no seguía. Marta se levantó y llevo sus manos al pantalón, de un tirón hacia abajo, cayó hasta los tobillos, dejando unas bragas lisas de color negro. Apartó el pantalón con los pies y dudó un instante antes de bajar sus bragas, pero un bofetón de Rubén le hizo reaccionar. Igual que el pantalón, las bragas cayeron al suelo mostrando un coño totalmente depilado. – Date la vuelta.
La mirada de odio no se iba de la cara de Marta, pero obedecía. Se dio la vuelta para que Rubén pudiese ver su culo. Sin pedírselo se inclinó un poco hacia delante y abrió las piernas para que tuviese una perfecta visión sobre su entrepierna.
–Muy bien, ahora vamos al baño que lo de la ducha no era mentira.
Fue a recoger la ropa pero un azote se lo impidió, entendió que debía ir desnuda y delante de él, para que pudiese contemplar sus nalgas.
–A ver, qué le pasa. – Dijo Marta como si nada.
–Pues que gotea, ya te lo he dicho, llama al seguro o me lo cambias, lo que tú quieras. Asómate.
Se asomó a la ducha y en cuanto se agachó un poco, sintió una mano en su coño. No quería admitirlo pero estaba cachonda, y el coño no engañaba.
–Vaya, vaya. Parece que el grifo no es lo único que gotea.
–Por favor, vamos a acabar con esto de una vez y nos olvidamos.
–No no, de esto te va a costar salir un tiempo bonita. – En cuanto escuchó la palabra, le entró una furia que la hizo ponerse roja, pero se contuvo de pegarle.
–Cuánto tiempo. – Dijo.
–No lo sé, pero bastante. Dóblate por la cintura y enséñame el culo.
–No.
Rubén no dijo nada, mantenía una mano en el coño de Marta, acariciándolo. Con la otra, de un movimiento rápido azotó sus tetas, provocando que soltase un gritito. Lo que él percibió es que con cada golpe, su coño chorreaba más.
–Sé que me odias, y me vas a odiar más por esto. Pero yo también sé que eres una zorra que le gusta este trato, aunque quieras matar a la persona que te trata así. Así que si no quieres que no tiremos toda la noche y que te duela todo el cuerpo, enséñame el culo.
–Has acertado en lo de que te odio, ten cuidado por las noches, no querrás que te mate mientras duermes. – Dijo mientras obedecía, se dobló por la cintura y con las manos en sus nalgas, las separó hasta enseñar su ano. Un agujero muy pequeño que parecía que nunca había sido follado.
Un dedo se dirigió ahí, en el momento que lo tocó. Marta se apartó de un salto.
–Por favor, soy virgen del culo, dejo que me folles el coño, pero el culo no.
–Ya te enterarás de que haré lo que me da la gana, pero bueno, por ser hoy te lo voy a dejar pasar, decidir no decides, te voy a educar para que seas una sumisa de verdad. ¿Nunca nadie te ha dado por culo?
–Nunca me he dejado, no me gusta y cuando lo he intentado me dolía. Por eso, cualquier cosa menos el culo.
–De rodillas ahora mismo perra.
–No soy una perra. – Dijo con la mirada de odio típica en ella. Desafiante y desnuda como estaba, acabó posando las rodillas en el frío suelo del baño.
–Bueno eso ya lo veremos. Ahora chúpamela, de esto depende que te deje el dinero o no.
–Con cada palabra que dices, te odio más. Eres un pervertido y abusador.
Después de esas palabras, agarró mi polla y se la metió en la boca. La introdujo entera, hasta posar sus labios en mis huevos, para sacarla acompañada de un hilo de babas. Comenzó a besarla, acariciarla, se la volvió a tragar y la lamió entera como si fuese una piruleta.
Al minuto, Rubén ya estaba con los ojos en blanco, esa perra le estaba haciendo una de las mejores mamadas que ha recibido en su vida. Agarró su pelo y comenzó a controlar él el ritmo mientras escuchaba algunos gemidos de Marta. Como pudo, se las apañó para dirigir una mano a su entrepierna, estaba completamente mojada, chorreando. Marta decía unas cosas, pero luego su cuerpo demostraba otras, efectivamente se ponía muy cachonda con este trato.
–Uff, uff. Aguanta, no la saques que me corro.
No dejó tiempo a nada y una carga de semen, acabó en la garganta de Marta. Estaba a punto de quedarse sin respiración, completamente roja y los ojos llorosos. En cuanto Rubén sacó su polla limpia de cualquier rastro de semen que hubiese, vio que ella estaba tumbada en el suelo, tocándose y gimiendo a punto de correrse.
–No, no, no, aquí me corro yo, tú de momento no. – Dijo Rubén agarrando su pelo y levantándola.
–Pero, yo no he acabado.
–Me da igual, ahora vete. Y como te toques en tu casa verás. Que me entero de todo.
–¿Y el dinero?
–Mañana te lo doy, antes de que vayas a la tienda, vienes a casa y te lo ganas de nuevo.
–Eres un gilipollas, te odio.
Salió del baño dirección al salón a coger su ropa, excepto las bragas que ya no estaban. –Las bragas se quedan aquí de recuerdo. –Dijo Rubén con ellas en la mano. En ningún momento hubo una queja por parte de ella, solo se puso la camiseta y pantalón y se dirigió a la puerta.
–Antes de que te vayas, estate atenta al móvil porque cuando te escriba tendrás que contestarme. Harás lo que yo diga aunque no esté delante, y creo que te ha quedado claro que sabré cuando mientes o no.
–Vale.
–Y ni se te ocurra volver a pegarme. Mañana quiero que estés aquí dos horas antes de que entres a trabajar.
–Vale, ¿algo más?
–Sí, baja la tele.
Al escuchar esto último, Marta con un bufido se dio media vuelta y abandonó la casa bajo las risas de Rubén.
Continuará…
Como siempre digo, espero que os haya gustado, ya sabéis que cualquier cosa que queráis comentar, podéis escribirme al correo [email protected].