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Entrampado (01): Contacto
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Había sido una gran metedura de pata. Lo que había comenzado como un juego había terminado convirtiéndose en una broma de mal gusto.

Todo comenzó como algo inofensivo. Martin se instaló una aplicación de mensajería instantánea mediante la cual podía chatear de manera anónima con otros usuarios de cualquier lugar del mundo. Estaba tremendamente orgulloso de Natalia, su mujer, y en cierto momento comenzó a sentir la necesidad de mostrar a otros su belleza, para vanidosamente alimentar su propio orgullo. Pero obviamente, al ser emociones de carácter sexual, no podía mostrársela a cualquiera. No quería que nadie que les conociera pudiera llegar a saber de su vicio secreto. Así que se descargó la aplicación en su móvil, se hizo llamar “Marido Orgulloso” y así fue entablando conversaciones con unos y con otros, siempre de un alto contenido erótico.

Por otro lado, desde otro lugar del mismo país, un pervertido que se hacía llamar “Semental”, también se había descargado la misma aplicación. Desde la intimidad de su hogar, comenzó a chatear de forma anónima con hombres a los que les excitaba hablar con otros hombres sobre sus parejas, y en ocasiones hasta se atrevían a compartir alguna foto. La verdad es que rara vez conseguía de ellos más que dos o tres fotos sugerentes de una mujer, a la que normalmente no se le veía el rostro, y de la que tras unas horas de conversación subida de tono con el hombre que vivía con ella, nunca volvería a saber más. Ni de ella ni de su amante.

Y fue así cómo Martin llegó a ser uno de esos contactos. En un chat grupal en el que algunos hombres mostraban fotos sugerentes de mujeres que afirmaban que eran sus parejas, Semental observó cómo Martin acababa de subir una sugerente foto de Natalia. Semental no lo sabía, pero era la primera vez que Martin hacía algo así. Ni siquiera era una foto desnuda, como muchos otros mostraban a sus parejas, sino que simplemente era una foto de Natalia con un vestido cortito de verano, en la que a Martin le gustaba cómo se la veía. Eso sí, para evitar que alguien pudiera reconocer a Natalia, Martin había distorsionado la cara de su mujer. Pero incluso con tan solo eso, Martin ya estaba muy nervioso y totalmente excitado, sabiendo que hombres extraños contemplarían a Natalia con ojos lascivos.

Para mayor precaución, Martin se había metido en un chat en inglés, donde los hombres que interactuaban eran en su mayoría de los EEUU. Por supuesto, nunca daría su localización auténtica, ni compartiría ningún tipo de dato personal. Semental, por su parte, afirmaba en ese chat ser un joven americano que se excitaba viendo cómo otros hombres mayores que él compartían a sus mujeres. Pero realmente, ni era joven ni era extranjero, era simplemente la estrategia que se había marcado para intentar engañar a algún ingenuo y conseguir invadir la intimidad de un hogar extraño. Y la foto que Martin compartió le llamó poderosamente la atención.

No era una foto obscena, ni mucho menos, pero Natalia, aun sin poder ver su cara, era una mujer atractiva. Semental tuvo la sensación de que era una inocente ama de casa y le entraron ganas de ver más. Sabía que era la mujer de otro, sabía que a él no le pertenecía, y eso le excitaba enormemente. Así que abrió una conversación privada con el tal “Marido Orgulloso”, el pseudónimo que Martin había elegido a efectos de mantener su privacidad.

Por parte de Martin, la verdad era que tras ver las reacciones y los halagos de otros hombres a la foto de su esposa, se había quedado con ganas de mostrarles más. Y cuando Semental le abrió un privado, estaba justo en esa tesitura de si debería compartir más o si por el contrario era más prudente retirarse a tiempo del juego. Así que con esas dudas aun en la cabeza, respondió al mensaje del tal Semental, pero por el momento decidió que no compartiría más fotos.

Aun así, Semental decidió continuar con la conversación y limitándose a lo que tenía, comenzó a hablarle de lo que él veía en esa foto. De la forma del cuerpo de esa mujer, de sus delicadas piernas, de cómo esos muslos se ocultaban bajo su vestidito y de cómo le encantaría levantarle la falda para verle sus braguitas.

Al cabo de dos largas horas de conversación, Semental se estaba ganando la confianza del marido. La verdad es que Semental habría preferido estar hablando con una mujer, pero las mujeres eran más difíciles de encontrar y mucho más difíciles aún de convencer de que enviaran fotografías íntimas. Los maridos, por la experiencia previa que ya tenía, eran más fáciles de manejar. Aunque casi siempre terminaban desapareciendo y se perdía el contacto. Sin embargo, aunque aún no lo sabía, iba a conseguir de este hombre mucho más de lo que se podría haber imaginado.

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