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Maestra en mini (partes 1 y 2)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Es día de super y voy con mi marido a hacer las compras al almacén cercano a casa, ambos somos profesores en una escuela de educación para adultos que no saben leer o escribir, gente entre los 20 años en adelante.

-¿Le lavo la camioneta patrón? Dice uno de los lava coches del super, al cual se le borra la sonrisa al verme, es ¡Luciano! Un ex alumno de mi esposo con quien en alguna ocasión tuve alguna salida ya que aún no me casaba, obviamente mi marido no está enterado, nuestras miradas chocan por unos instantes, trato de recordar por qué acepté salir con un tipo como el, de casi 60 años, no gracias, dice mi marido mirándonos tratando de averiguar lo que sucede.

Una rara sensación de emoción, nerviosismo o ¿alegría? Me invaden y estoy segura que le ocurre lo mismo ya que de reojo lo observo siguiéndome con la mirada a pesar de que a su lado esta su esposa mirándome desconfiadamente, no se, de vez en vez paso por los pasillos e inconscientemente volteo hacia el estacionamiento tratando de encontrarlo a través del grueso vidrio de los ventanales sin éxito.

Absorta en mi tarea de ama de casa de repente intuyo su mirada y se que es el porque es ese tipo de mirada que deseas sentir inconscientemente, que te hace estremecer, una especie de punzada me recorre toda la columna vertebral, poniendo mis cinco sentidos en alerta, giro sobre mí para buscarlo entre la multitud que nos separa, minutos o quizás tan sólo unos segundos que se me hacen eternos hasta que por fin lo encuentro, nos sostenemos la mirada por unos instantes, mi marido me observa y lo observa, nos miramos fijamente, ve a los probadores, interrumpe mi esposo sacándome de concentración lo miro dirigirse a Luciano, le dice algo mientras yo me dirijo al probador que está fuera del área de cajas

Mi marido me alcanza poniéndome e la mano un negligé negro con bra, liguero y tanga de encaje negros igual, cuando termines me marcas, me dice guiñándome el ojo, no se que decir, ¿terminar? ¿de que?, Aparece Luciano mi marido le pide a la encargada que lo acompañe dejando libre la entrada, entiendo el mensaje e ingreso al último probador dejando deliberadamente entreabierto, Luciano me alcanza, le sonrío, ingresa lentamente con el corazón latiéndole a tope así como el mío, mira mis tetas que ya están duras, me tomo un segundo para mirar el neglige que mi marido me ofreció, negro, brillante, demasiado provocativo, precioso, levanto la mirada, lo miro a él, después al vestido, de nuevo a él, otra vez al vestido, lo dejo a un lado y me quito la ropa para probármelo así delante de el, dejándole ver mis hermosas tetas, un ligero temblor asoma en su boca, se le hace agua de solo verlas, presiono mis pezones para que se ericen a través del gran espejo de cuerpo completo del probador miro su entrepierna y esa gran carpa que se le forma de bajo del pants dando un brinquito de emoción ¡me gusta su reacción!

La última vez dejamos algo pendiente, le comento pasándome el neglige con lentitud sobre mis hombros, el roce de la tela me estremece, termino de colocarme el liguero y la tanga después me veo ante el espejo, es perfecto, cualquiera diría que está dibujado sobre mi piel.

Se acerca sus manos amasan mis tetas y yo jadeo mientras noto su erección clavada en mis nalgas.

¿Y qué dirá tu marido si nos viera así? Me dice, mientras atrapa mi pelo con las dos manos y lo sube creando una especie de recogido, sus dedos intencionados suben con suavidad por mi cuello, coloca su cabeza encima de mi hombro desde atrás de tal forma que vemos estupendamente su cara y la mía juntas en el espejo, no sé, ¿le preguntamos? Le digo mientras posa sus labios sobre mi cuello dejando en él un húmedo beso que me estremece, nuestros ojos chocan en silencio a través del espejo de nuevo, le envío una sonrisa lasciva, mi amante me da la vuelta, deshace el nudo del listón que sujeta la fina prenda y se pone a comerme las tetas.

Gimo al sentir su boca húmeda rebosante de erotismo, mama mis pezones con habilidad, los muerde, jala de ellos para succionarlos y lamerlos descaradamente, siempre desee probar tus tetas, masculla arremetiendo contra ellas, acaricio su pelo entre cano con mis manos, dándole vía libre a mis pezones, me voltea hacia el espejo de nuevo para que podamos vernos bien, me empuja suavemente sobre el espejo, separa mis piernas con suavidad, sus manos suben el negligé hasta mi cintura, me gusta, me siento tan sexy, tan estimulada, me quita la diminuta prenda comienza a besarme con deleite la columna, me deja así recargada en el espejo mientras observo como se saca su tremenda verga, por fin la observo en plenitud, grande, prieta, retadora, me quita la tanga, la echa a un lado, para posicionarse a la entrada de mi vagina y frotarla en mi humedad aferrado a mis caderas, jadea como un perro, el alma casi se me sale al desviar mis ojos a la puerta y ver a mi marido observándonos, quieto, impávido, intento hacerme a un lado justo cuando Luciano entra en mí, gimo con fuerza, pero trato de desprenderme, mi esposo me hace señas de que no haga nada, sonríe dispuesto a disfrutar el espectáculo, haciéndome una señal de que no hagamos ruido.

¿La quieres dentro? Comenta Luciano tanteando la entrada de mi vagina con su cosota con una lentitud pasmosa.

Por favor, Hazloo, cogeemmee, lo estoy deseando desde hace mucho

Me premia con una sonrisa, me separa los cachetes y me penetra de golpe arrancándome un resuello Ahh, no llego a visualizar la longitud y el grosor de su cosota, la siento atiborrar mi útero, martillando mi interior, una vez y otra y otra, dentro, fuera, dentro, fuera.

Mmm, mujo extasiada, Aaah, aah, ssíii, mi amor, sssi, ricura, ah, su mano se pone a acariciarme el clítoris expuesto, mientras me taladra, a tirar de mis labios menores y a esparcir mi flujo mientras me coge, nuestros ojos se encuentran en el espejo, mírame murmura con una sonrisa en la cara.

Sus manos ascienden a mis tetas sin dejar sus embestidas, suaves, constantes, placenteras, me pellizca los pezones, los retuerce con violencia, Aah gimo abandonada. Mientras me penetra con ahínco.

Muerde el lóbulo izquierdo de mi oreja al ver la mueca de excitación que le muestro ante aquel espejo.

Así mi vida, así, que grande la tienes, mmmm, ufff, qué rico, qué vergota me quejo fuera de mí mientras observo a mi marido masturbarse por encima del pantalón, mi amante me hace señas de que me ponga de rodillas frente a el, obedezco mientras se masturba apuntando a mis tetas, una gigantesca oleada de semen cae sobre ellas, un poco salpica en la comisura de mi labio, saco la lengua y lo lamo para no quedarme con la duda del sabor del semen fresco

Luciano gime excitado, mi marido explota viéndonos, se retuerce agarrándose del marco de la puerta con una mano mientras la otra aprieta violentamente su miembro, Luciano me pasa su vergota aún firme por mis pechos para nutrirlos con su lechita tibiecita, estoy tan excitada que quiero que me monte de nuevo.

Lucio, ¿estás ahí? Dice una voz femenina desde fuera.

Mi amante me hace la señal de silencio mientras empuja su verga contra mis labios para que se la limpie, la chupo de inmediato, succiono alimentándome de un último golpe de placer, me tiene así unos segundos, hasta que su verga se pone flácida en mi boca, después me separa y se la guarda en el interior del pants, se inclina y besa mis labios impregnados con su sabor mientras mi marido sale sigilosamente, Luciano me da un último beso saliendo dejándome ahí de rodillas para ir en busca de su mujer, mi movil suena, es un mensaje de mi marido avisándome que ya puedo salir sin problemas, me visto apresuradamente y salgo sonriendo, para terminar de hacer gustosa las compras.

Parte 2:

Mi historia no es muy diferente a las que se cuentan en este tipo de sitios, mujer, profesora en una escuela de educación para adultos, 28 años, bella e interesante, blanca, 1.57 m de estatura, rubia natural, ojos bonitos de color azul cielo, una bella sonrisa que cubre mis dientes aperlados, poseedora de un cuerpo bien cuidado, de pechos grandes pero no enormes, una cintura bien conservada plana y reducida, un trasero redondito y bien formado y unas piernas muy bien torneadas, en fin, la envidia de las mujeres y el sueño de todo hombre, casada con el director de la escuela dos años mas grande que yo, la mayoría de la gente, incluida mi familia, me preguntaba porque me había caso con el, aunque guapo y de buenas formas y familia es apocado, sumiso, algo cobarde e inestable y ahora descubro que perverso o enfermo, pues permitió que su esposita cogiera delante de el con otro hombre en un probador de centro comercial.

Después de este hecho, no cruzamos palabra al respecto, seguimos inmersos en nuestras vidas, quizá pensando que el decir algo sería contraproducente, en fin, es viernes y para colmo nuestro auto se descompuso, sin más, caminamos hacia la parada del camión que pasa por el plantel, al llegar, los alumnos en su mayoría viejos nos ceden el paso hacia el interior del camión que ya viene casi lleno de gente de otros barrios, como puedo me abro paso casi a la mitad, logrando aferrarme al maneral de un asiento ya que o alcanzo el tubo del techo.

De un momento a otro me encuentro completamente rodeada de gente, todos apretados, mirándonos unos a otros tratando de no caerse en medio de los saltos que da el camión por los baches o topes de la carretera, en medio de tanto apretujón y movimiento siento la presencia de alguien exactamente detrás de mi, no de la forma habitual como cuando alguien se coloca con respeto detrás de otra persona sino repagándose con más confianza haciéndome sentir incomoda, doy un paso hacia adelante haciendo de hinojos una mueca de molestia sin embargo éste a su vez dio también un paso hacia adelante haciéndome ver que no me dejaría en paz, fue cuando pasando unos minutos siento claramente como coloca sus manos en mis caderas.

Por un momento pienso que es mi esposo, pero no, el se encuentra del otro lado platicando con uno de los maestros compañeros del plantel, de inmediato retiro con autoridad mi cuerpo y le digo a mi esposo al oído que alguien me estaba tocando, pero como siempre, solo sonríe el muy pendejo y sigue en su plática, pasado unos minutos, de nuevo siento esa presencia ajena detrás de mi posando su mano en mi trasero perfecto firme y paradito acariciándolo lentamente por encima de mi minifalda azul de mezclilla strech pegadita a mis curvas, combinada con mis botas negras altas a medio muslo mi blusita negra de tirantitos con bra integrado y una chamarra cortita de mezclilla, volteo de reojo y veo que se trata del mismo tipo, viejo, gordo, feo, maloliente, un poco mas alto que yo y con una gorra del América para acabarla de chingar.

Pero bueno, el muy cabrón miraba hacia el frente como si no pasara nada, con su manota posada en mi cadera sobándome de un lado a otro, la situación no me gusta para nada, no se si sentir miedo o vergüenza, volteo a ver a mi marido quien sigue sonriente absorto en su plática así que en lugar de reclamarle al viejo hago mi cuerpo hacia atrás acoplándome a su cuerpo, por un momento se quita desconcertado, la expectativa es angustiante, de una buena vez se anima o me deja en paz, no tarda mucho, se acerca de tal forma que puedo olfatear su feo aroma a perfume barato ya que su cara quedaba exactamente por encima de mi cabeza, sigue tocándome las nalgas, aprovechando lo repleto del camión lo siento apoderarse de mi colita abarcándola por completo con sus gruesas y calientes manos como si nada estuviera pasando sigo tomada con una mano del maneral del camión y en la otra mis libretas y libro de clase, sintiendo como este tipo afortunado amasa y aprieta mis nalgas una y otra vez.

En un movimiento ágil retira sus manos para dar paso a su grueso paquete restregándolo contra mí, es evidente que el tipo esta excitado y erecto, aferro mis libretas contra mi pecho entrecerrando los ojos decidida a saber hasta dónde llegarían los alcances de este atrevido señor, coloca su paquete en la curva que se forma entre mi cintura y la cadera, es increíble sentirlo, comparado con el de mi marido es más largo y gordo, por mucho, se coloca exactamente a la mitad de mis nalgas de inmediato siento emanar ese rico calorcito que tienen los penes correspondo levantando mis caderas parándome sobre la puta de mis botas pero el movimiento de la gente hace casi imposible nuestro acoplamiento.

Pensando en que nos puedan descubrir, discretamente le tomo el pito con la mano muy fuertemente por encima del pantalón y empiezo a restregárselo contra mi cuerpo, subiéndolo de mi cadera hacia mi cintura y viceversa amasándolo, pelándolo, masturbándolo violentamente aprovechado el movimiento del camión ya que hay un tramo de terracería y baches por donde vamos pasando, el viejo de repente explota en mi manita, es tal la cantidad de semen que empieza a salirse por la tela del pantalón y se embarra en mi mano y mi faldita, la mirada de mi marido me saca de mis pensamientos, me limpio el semen en mi chamarra y continuo el viaje a casa mientras el viejo se abre paso hacia el fondo del camión.

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