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Mar Sensual: Otro que abusa de mi en la oficina
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Cierto día en mi trabajo me quedé más tarde a terminar mis labores. Se habían acumulado las cosas y tenía que acabarlas. Hace días a la oficina llegó un colega, más joven que yo, de 26 años, podría ser mi hijo. Ernesto, así se llamaba, era muy trabajador y atento, desde que me conoció mostró cercanía hacia mí. Durante los primeros dos meses todo era normal, servicial y algunas veces coincidimos para ir a comer. Su plática era amena y entretenida, teníamos gusto por la lectura y otras cosas más. Noté que a partir de esos momentos se interesó más en mí, se mostraba más atento y ocasionalmente actuaba un poco más de la cuenta.

Era discreto y respetaba el espacio, pero cuando estábamos solos era más abierto. Yo no le di importancia a ello y mi actuar era normal. Un día que estaba sacando copias, observé su reflejo a través de la puerta de vidrio y vi cómo me miraba mis caderas, yo seguía sacando copias y no se movía de ahí. Ese día llevaba falda algo corta, medias de liguero y tacones. Me incliné para desatorar unas hojas y vi como él también se inclinaba, supongo para ver debajo de mi falda, pero lo que me sorprendió fue ver que también se agarraba su bulto por encima del pantalón al estar observándome. Eso me dio mucho coraje, pero a la vez me excitó, me calentó el hecho de saber que le llamaba la atención a pesar de mi edad.

Permanecí unos momentos más inclinada para calentarlo. De repente volteo y lo descubro con la mano en la masa, rápidamente la quita de ahí y se voltea. Paso cerca de él y lo saludo:

– Hola ¿Cómo estás?

– Bien, todo bien, esperando para sacar copias, con las hojas ocultaba esa parte de su cuerpo.

– Con toda la intención le pedí me las mostrara y pude observar su palo parado, se le veía a través del pantalón y además se le veía una mancha de humedad en él. ¿Son muchas las que vas a sacar?

– Algunas, me contestó nervioso.

– Estaba excitada y coqueta le pregunté ¿Quieres que te ayude?

– No, no, yo puedo solo, me respondió.

– Ok, nos vemos después. Me di media vuelta y contoneándome provocadoramente me alejé de ahí.

A partir de ese momento decidí jugar con la situación para ver hasta donde llegaba. Hay compañeras más jóvenes y atractivas que yo como para que se fije en una mujer madura, pero en fin, decidí seguirle la corriente cuidando las formas. Cuando iba a mi oficina, se quedaba más tiempo platicándome cosas de su vida, de su novia, de sus aficiones, del trabajo. Yo sólo lo escuchaba y ocasionalmente le preguntaba al respecto. Se sentaba al lado mío y de reojo me daba cuenta que con su mirada repasaba mi cuerpo, sobre todo cuando llevaba falda y cruzaba las piernas. Este atrevimiento contrastaba con su actitud hacia mi cuando platicábamos. No pasaba los límites y sus comentarios no eran insinuantes, hasta ese momento. De hecho, era yo quién en ocasiones en la conversación hacía expresiones pícaras o de doble sentido y él sólo se reía o sonrojaba.

Un día que salimos a comer, me preguntó que como iba en mi vida marital, sorprendida lo cuestioné diciéndole:

– ¿Y por qué la pregunta?

– Sólo es tema de conversación.

– Sonreí y le conté la relación que llevo con mi marido, que tengo dos hijos grandes de la edad de él, que somos maduros, que tenemos problemas como cualquiera, que nos gustar divertirnos y que existe mucha confianza como pareja.

– Oye, ¿te puedo hacer una pregunta indiscreta?

– A ver dímela.

– Tu esposo no se pone celoso por vestir como te vistes.

– Le dije ¿por qué?, los celos son inseguridad, pero además soy una mujer madura y yo soy la que tomo las decisiones en lo que ha mis gustos corresponde.

– ¿Y te da permiso de salir a divertirte con tus amigos?

– Hahaha… no es que me de permiso, si decido salir lo hago con responsabilidad. Frecuentemente salgo a fiestas y llego tarde sin mayor problema, le dije sugerentemente.

Terminamos y regresamos a nuestras labores. Esa tarde fue a la oficina a preguntarme algunas cosas sobre las que tenía duda. Se puso detrás de mí, cerca de mi espalda y sentí como se acercaba más de la cuenta. No hice mayor caso y continué explicándole. En cierto momento se acerca más y me toca mi hombro por unos instantes con su bulto. Lo sentí duro. Dos veces más lo hizo y sin más explicación se fue. Me dejó caliente, se ve que tiene un miembro grande. Perversamente pensé en ir a su lugar de trabajo para hacer lo mismo, pero dije “no”, tenía que guardar las formas. No sé qué pensaba él, pero creo que se dio confianza y ocasionalmente repetía esos arrimones a mi espalda y hombros. Yo lo dejaba hacer. Un día noté más duro que de costumbre su miembro, estaba caliente y su respiración, aunque disimulada, se oía entrecortada. Yo creo que estaba muy excitado.

El viernes teníamos que entregar un reporte, por lo que había mucho trabajo y él tenía dudas sobre ciertos procesos. Fue a mi oficina y al estar explicándole sentí en tres ocasiones "distraídamente" cómo apoyó su bulto en mi hombro, tocándolo. Eso me calentaba y excitaba. Ese día, llevaba falda y medias de silicón. Yo creo que se dio cuenta y se emocionó, se insinuaba más. Bajo el pretexto de desconocer algunas cosas se acercaba y me rozaba “discretamente”. Yo hacía como si nada pasaba. En un momento que estaba cerca de mí, rozándome, las medias asomaban por debajo de la falda. Distraída dejé que me las viera, provocando que se echara un taco de ojo.

Así, finalmente terminamos de trabajar, aunque un poco tarde y nos despedimos todos. Fui al tocador antes de salir y cuando regresé ya no estaba nadie más que él, en mi lugar. Observé que traía alguna cajas cargando y otras sobre mi escritorio, me dijo si le ayudaba a llevarlas al archivo, el cual se ubica en un extremo de las oficinas, pasando el almacén y la papelería, sitio que generalmente se encuentra solo y más ese día a esa hora. Dudé, pero le dije que sí. Al llegar ahí le pregunté que en donde ponía esas cosas y me señaló un archivero ubicado al fondo, fui y las dejé, pero en eso sentí que me abrazaba pegándose todo en mi por atrás. Sorprendida, le reclamé que qué le pasaba y me dijo que nada, que estaba muy caliente, que le gustaba y que le excitaba como mujer; me dijo que quería estar conmigo a solas. Molesta, le dije que estaba loco y que me soltara, que nos podían ver o que alguien podría darse cuenta. Me dijo que puso seguro a la puerta y que nadie entraría, que ya era tarde y se habían ido todos. Me soltó y al volverme me volvió a abrazar y me besó en la boca, me quise zafar, pero no pude. Me pegó su miembro más y se empezó a sobar en mi pierna.

– Por favor Mar, permíteme estar contigo, te me haces muy atractiva y me excitas mucho. Con todo respeto, quiero estar a solas contigo.

– Estás loco, me confundes, tú que crees quien soy, nos pueden ver y que van a decir de mí, todos saben que soy una mujer casada y que tengo hijos. Me puedes comprometer.

– Nadie se va enterar, voy a ser discreto, por favor quiero estar contigo.

– No, por favor suéltame, no te confundas; además, tienes novia ¿no?, qué tal si se entera y esto lo puedes hacer con ella.

– Si, pero perdón te me antojas mucho Mar, me excitas, tu madurez me excita.

– Mientras me decía eso, no dejaba de abrazarme y de sobarse en mi pierna, mi falda se había subido y se veían mis medias de liguero. Sentía su palo completamente erecto y duro. Me volvió a besar, quise resistirme, pero no me soltó. Me vas a comprometer, aquí no, por favor, exclamé sin mucha autoridad. Me cerró la boca dándome besos muy cachondos. Su atrevimiento me calentó, me estaba excitando, no quería estar ahí, pero me calentó su actitud. El sentir su palo sobre mi pierna y lo ansioso de cómo se restregaba hizo que me humedeciera, mis instintos me traicionaban, sus besos y su lengua derrumbaban mis últimas barreras de pudor. Quise separarlo, pero me agarró de las nalgas y me pegó más a su cuerpo para agasajarme. Su palo, completamente caliente exigía ser liberado, se sobaba con mucho deseo ahora en mi vagina. No quería, pero me estaba dejando usar, la situación me excitó y finalmente dejé que cumpliera su deseo, terminé por abrazarlo por el cuello. Me dejé fajar y correspondí a su calentura, movía mi cadera para sobarme en él e instintivamente empecé a gemir de placer, lo besé con mucho deseo.

– Qué rica estas Mar, eres muy sexy y me calientas. Siente como lo tengo de duro. ¿Lo sientes?

– Sin inhibiciones, entre gemidos, le respondí: Si, está muy duro, lo siento muy rico, lo tienes muy rico.

– Pues disfrútalo, es para ti, déjame disfrutarte con él, siéntelo todo.

– Ayyy si, lo voy a disfrutar rico, hazme sentir rico, déjame disfrutarlo todo.

– Seee, es todo tuyo, aprovéchate de él, hazlo como quieras Mar.

– Ahhh, que rico se siente, lo tienes muy rico, lo tienes muy rico aahhh…

– ¿Lo quieres sentir, lo quieres sentir?

– Seee… todo, todo ahhh.

Se separó de mí, se bajó el cierre de su pantalón y se sacó el palo, grande, duro, húmedo, caliente. Lo tomó con sus manos, lo masturbó unos segundos y me lo ofreció.

– Mira Mar, aquí está para ti, es todo tuyo. Hazle lo que quieras. ¿Te gusta lo que vez?

– Mmmm, se ve muy rico, ¡qué cosa tan grande tienes! Duro y caliente, se lo empecé a acariciar con las manos, jalándoselo suavemente y jugando con su glande.

– Ahhhh, que rico me lo acaricias, disfrútalo, es todo para ti, hazle lo que quieras.

– Lo tienes muy caliente, qué rico.

Sin que me lo pidiera, me incliné y se lo empecé a mamar, le lamí su cabeza húmeda y babosa. Trataba de meterla toda, pero no podía. Se la succionaba y le mordía su cabeza. Desesperado comenzó a moverse con fuerza en mi boca, provocando que me atragantara. Él gemía al sentir como apretaba su verga con mi boca.

– Qué rico lo mamás Mar, que rica esta tu boca, sabes cómo chuparla rico, me gusta como lo haces, me gusta cómo te la comes.

– Mmmm, qué rica la tienes, caliente y babosa, disfruta mi boca en tu palo, glup, glup, rico palo no me cabe me ahogas, mmmm, no me la metas toda, aahhh… ¿Tu novia no te la mama, no te la chupa?

– Si, pero no le gusta tanto, le da asco, no lo disfruta como tú, aahhh.

Por cinco minutos se la estuve chupando, hasta que me paré, lo besé. Me volteó para darle la espalda, me inclinó y mis nalgas se ofrecían para recibir esa verga. Colocó su miembro a la entrada de mi vagina, empujó un poco y entró su cabeza húmeda, la sentí muy caliente. En eso reaccioné para pedirle que se pusiera un condón.

– Ponte un condón por favor.

– No traigo, me dijo contrariado, pero no te preocupes me salgo antes de echártelos.

– ¿Y qué tal si te gana la emoción y me los echas? estas muy caliente.

– No te preocupes, mira cómo me tienes

– Sentí en mi vagina su palo totalmente duro y caliente. Dudé, pero le dije: está bien, pero te sales antes de venirte.

– Si así lo haré…

– Entonces métemela ya, méteme tu palo, lo quiero sentir adentro, todo adentro. Métemela ya, aahhh, toda aayyy.

– Te la voy a meter toda, hasta el fondo,

– Levantándome la falda y abriendo mis bragas abiertas acomodó su verga en mi panocha y de un sólo golpe me la metió toda. Seee, toda, rica; aayyy que rico la metiste, que rica está, aahhgg, que rica la tienes hummm, dame duro con tu palo, así

– Tómala toda, siente mi palo caliente, muévete rico Mar para que lo disfrutes todo.

– Seee, te las muevo rico, cómete mis nalgas rico, dámelo todo, fuerte, métala hasta el fondo, así, así muévete, así métemela, así, aayyy que rico siento tu palo, tu verga aahhgg, qué rica verga tienes aahhh…

– Que ricas nalgas tienes, que rico las paras, así muévelas, aahhh que ricas nalgas.

Esa palabra lo calentó y aceleró sus movimientos. Recargada en un archivero resistía los embates de su verga en mi panocha, me daba duro y su respiración delataba que terminaría pronto. Le volví a pedir que si se iba a venir que por favor se saliera antes, pero fue demasiado tarde, mientras le decía esto me tomo de los cabellos y de mi cadera para metérmela hasta el fondo y se vació todo, me echo una gran cantidad de mocos calientes en mi vagina, parecía que no lo había hecho en mucho tiempo. Siguió bombeando con mucha desesperación, hasta que dejó su última gota de semen en mi interior. Me abrazó y desde atrás me besó en la mejilla. Recuperó el aliento, se separó y arreglándose las ropas me agradeció el momento. Me prometió que iba a ser discreto con lo sucedido y que no me preocupara por ello. Limpiándome el semen que escurría por mis piernas, manchando mis medias y mis bragas, le dije que por favor no comentara nada para no comprometerme.

Terminamos de acomodar nuestras ropas y salimos del archivo y en efecto ya no había nadie en el área. Tomamos el ascensor y estando en la calle nos despedimos, tomando cada quien su camino. Excitada aún, caminaba tratando de calmarme, me hubiera gustado estar más tiempo con él en ese momento, pero no se pudo. Pasaron los días y extrañamente no tuve mayor contacto con él, aunque después todo volvió a la “normalidad”. Les comento que tuve otra aventura muy excitante con él, que contaré más adelante.

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