En una visita a mi psicólogo, quien me atiende desde la trágica partida de mi novia en un accidente que tuvimos viajando en un bus que lamentablemente volcó, provocando el deceso de varias personas, entre ellas mi pareja por ese entonces.
Para ubicarnos más en situación, desde hace un tiempo, mis hermanos enviaron a mi casa a mis sobrinos para que pudieran cuidarme y hacerme de contención. Fue a pedido del psiquiatra, quien me había medicado y por un tiempo quería tenerme controlado para que no haga macanas con la medicación en cuestión, debido a que la indicada me tenía muy atontado y por las noches me hacía dormir muy profundamente.
Diego: el más vago de la familia, pero híper responsable, se encargaba de las compras y acompañarme como un lazarillo a cuanto lugar se me ocurriese ir, él estaba siempre de día, no así mi sobrina, Leonela que con sus veintidós juveniles años venía a media tarde para ayudarme con el aseo de la casa y la comida, quedándose a dormir.
En una de las sesiones con el psicólogo…
– Licenciado, vengo bastante bien últimamente, estoy en la elaboración de las armas que me dio para salir adelante.
– Muy bien, me parece perfecto, pero me dijiste por teléfono que necesitabas hablar de algo que te preocupa.
– Si, en realidad no es nada malo, por el contrario, pero es algo recurrente, hace un tiempo vengo teniendo sueños eróticos, algunas veces secos, otros húmedos.
– No es malo eso…
– Pero es que no puedo ver quien es, solo veo una mujer a la que no le distingo el rostro, esta “fuertísima” su cuerpo es escultural, se acerca me hace un oral y luego se incorpora sobre mí para cabalgar a mi miembro totalmente duro, hay veces que despierto hasta con dolor en él.
– En realidad esos sueños no tienen una connotación literal, no sientas culpa por ello, es más te diría que es hasta algo sano.
– Es que parece todo tan real…
– Otro clásico, el cual en este caso suele asociarse con el deseo de fortalecer los lazos familiares. No te olvides que tu familia te está apoyando y viviste tanto tiempo lejos de ellos.
– Si es tal cual usted lo dice, lo raro es que con la medicación duermo profundamente.
– Pero tranquilo, voy a llamar al psiquiatra a ver si la medicación influye en esos sueños.
– Gracias licenciado, le agradezco, no es que me molesten, al contrario pero como son muy a menudo me preocupe.
– No deberías de preocuparte, nos vemos la semana próxima.
Llegue a casa mucho más tranquilo, me recosté y quede dormido mirando la foto de mi novia fallecida que se encontraba en la mesa de noche.
Al levantarme, ya mi sobrino se había retirado y me esperaba Leonela con un sabroso mate para merendar.
– Hola tío hermoso, como te fue con el loquero.
– Bien Leo, a dios gracias me aclaro algunas dudas y calculo que pronto voy a estar ya listo y como antes.
– Que lastima…
– ¿Qué? ¿no querés que me mejore?
– Más vale que sí, pero cuando estés bien me voy a tener que ir a casa.
– No es necesario irte, si querés quedarte y tus padres te lo permiten, podes quedarte por tiempo indeterminado, esta es tu casa (se le noto la alegría en su rostro)
Arrojándose a mis brazos me lleno de besos repitiendo muchísimas veces Gracias. En alguno de esos besos se le escapo alguno sobre mi boca.
Pasaban los días con total normalidad hasta esa tarde, donde todo fue el inicio de un brusco cambio en mi vida, para bien. Recibo la llamada de mi psiquiatra informándome la forma de ir bajando la medicación progresivamente, cosa que al término de la semana ya estuviera sin un gramo de droga (licita) en mi organismo, ahí mismo comencé con lo recomendado.
Iban pasando los días y ya me sentía mejor, mi cuerpo respondía espectacular, hasta que paso esa semana y estuve al cien por cien, me sentía maravilloso.
Los sueños sexuales que tenía no habían desaparecido, pero ya comenzaba a visualizar un poco más el misterioso rostro, aunque sin definición, no podía saber quién era.
Esa noche decidí que al día siguiente contaría a mis sobrinos que estaba libre de medicación, así podían disponer de sus vidas libremente, aunque soy joven, calculo que no les gustaría seguir cuidándome, que equivocado estaba.
Al terminar de cenar Leo me dice que vaya a dormir, ella se encargaría de todo, dicho esto me dirigí a mi dormitorio y acostándome, no pasaron demasiados minutos en que me quede dormido.
Calculo aproximadamente serian una y treinta de la madrugada cuando un pequeño ruido me despertó, ahora sin medicación estaba más vigil, veo una silueta femenina que se recortaba debajo del marco de la puerta, pero no estaba soñado, era Leo, por ahí quería ver si estaba durmiendo, ¿esa sería su rutina antes de acostarse?, me miraba, estaba bien y se iría a descansar ella, se acercó muy sigilosamente y algo que me llamo la atención y lo observe con mis ojos entre abiertos, es que estaba en ropa interior, unos pechos impresionantemente perfectos, un culo precioso y una delantera totalmente depilada se veía por la diminuta tanga que traía.
– Tío, tío, ¿dormís?
Me dijo entre susurros y moviéndome hacia ambos lados, como asegurándose que estaba bien dormido, no conteste quería ver que hacía y de repente mi mente se aclaró, la figura que veía en mis sueños era ella.
Arrodillándose al lado de la cama puso boca abajo la foto de mi difunta pareja, me bajo un poco el calzoncillo y sin mediar obstáculo comenzó con una chupada espectacular, mi miembro se fue irguiendo de a poco hasta que lleno su boca, con su mano lo tomo cual micrófono masturbándome y permitiendo que toda la piel del prepucio se retraiga, dejando que el glande quede expuesto y a su merced. Con la tibia lengua lo rodeaba, jugaba con el agujero de la uretra y recorría toda la extensión hasta los testículos, lo metía en la tibia boca y lo sacaba como haciendo el amor. Hizo algo que nunca había experimentado y me gusto, saco el miembro de la boca, metió su dedo índice en ella y humedeciéndolo bien lo introdujo en mi ano, trate de no hacer ningún movimiento que me delatara.
Cuando el miembro salía de su boca el dedo entraba hasta el fondo y cuando el pene entraba el dedo salía, cuanto gusto me estaba dando mi pequeña sobrina, con tan solo veintiún años era una maestra del sexo oral, pero ahí no termina todo, dejando la tarea que llevaba a cabo, se sacó la tanga e incorporándose arriba mío, tomo el pene con su pequeña mano, lo ubico en la entrada vaginal y sentándose casi de golpe sobre él, entro toda su extensión, en esa cálida y húmeda vagina juvenil, abrió su boca reprimiendo el gemido de su orgasmo, sus piernas se tensaron y deteniéndose, busco aire para continuar, el pene se tensó más, ella sabía lo que venía, por eso creo que apuro su cabalgata, todo lo hacía con una suavidad inusitada.
Llegando a la parte más intensa de mi excitación, ya quería liberar esa presión que sentía en mi cuerpo, mi corazón se aceleró y trate de controlar la agitación que empezaba también a ser más agitada, hasta que las contracciones espasmódicas de mi miembro hicieron detonar la expulsión del semen con gran vehemencia, impactando contra el cuello del útero. Esta vez en su (perdí la cuenta de la cantidad) orgasmo, dejó escapar varios suspiros y gemidos, casi imperceptibles. Se agacho hacia mi rostro besando mis labios.
Tan suavemente como había subido sobre mi cuerpo se deslizo hacia el piso de la habitación para arrodillarse en él, y con una dulzura impresionante comenzó a lamer todo resto de semen que había quedado en mi cuerpo. Salió del cuarto para regresar casi de inmediato con algo de tela para terminar de limpiar todo rastro de lo sucedido, puso en su posición original la foto de mi mesa de luz y sigilosamente como llego, se retiró.
Tarde mucho tiempo en volver conciliar el sueño, en mi cabeza rondaba los “sueños” eróticos que había experimentado por tanto tiempo, habían sido reales, y con mi hermosa sobrina, si bien me sentía mal por defraudar a mi hermano, no me sentía culpable.
El día posterior todo transcurrió con total normalidad, como si nada hubiera ocurrido, eso me indicaba que mi sobrina no se había dado cuenta que me encontraba despierto, o si, y lo había naturalizado. Estaba en la duda de blanquear la quita de medicación o seguir disfrutando de los beneficios que me daba la farmacología.
Pasado un mes y habiendo hecho uso del sexo a pleno, el cargo de consciencia me gano, por lo que decidí hablar con mi sobrina, obvio sin contarle que había abusado de mi condición.
El siguiente día cuando se retiró mi sobrino y vino mi Afrodita, comenzó el ritual vespertino, preparamos unos mates y nos sentamos a disfrutar la merienda.
– Leo, te comento que me comunique con el Psiquiatra y me dijo para ir bajando la medicación, así que más o menos en una semana ya estarían en libertad de acción.
– Sabía muy bien que en algún momento te ibas a quebrar (lo dijo riendo estridentemente)
– ¿Cómo que me iba a quebrar? ¿por qué?
– Ya sabía, desde el mismo día que te retiraron la medicación, me llamo el Médico para que te vigile y me lo comento.
– ¿entonces?
– Si tío, no te hagas problema, yo sabía que te hacías el dormido, pero el placer que te da lo arriesgado es fenomenal, con vos no corro riesgo de nada, me siento segura, te amo, siempre me gustaste y siempre te amé.
– Pero no podemos, somos familia…
– Todas estas noches no dijiste lo mismo, a parte ¿quién tiene que enterarse? Nadie, somos solo vos, yo hable con mis padres y saben todo, obvio lo del sexo no, les pedí permiso para quedarme con vos, me dijeron que si estaba cómoda no había problema
– Ha bueno, chica resolutiva habías resultado.
Se acercó y nuestras lenguas se encontraron en un gran beso cargado de amor.
Hasta la noche siguió todo como habitualmente sucedía. Al momento de ir a dormir, Leo se despidió y fue a su cama.
Al rato se abre la puerta como tantas otras veces había sucedido y entra ella, con su sensual ropa interior, lo que cambio esta vez es que encendió la luz y disparo.
– A partir de hoy nos vamos a ver cara a cara, sexo a sexo, basta de oscuridad, tanto en la habitación como en nuestra relación.
Dejándome sin palabras y en un baile sensual se sacó todo lo que la cubría y mirando mi bóxer tan penetrantemente, parecía una orden para que me los sacara, no hizo falta más para que cayeran a un lado de la cama, subió a ella y mientras tanto esperaba que comenzara como hacia siempre.
– No tío, no, a partir de ahora te toca a vos ponerme a gozar, yo he probado tantas veces tu delicioso semen que ahora quiero darte a vos de lo mío.
Le indique que se recostara, lo hizo con las piernas bien abiertas, me arroje sobre ella suavemente sin penetrarla, lamí su cuello y lóbulos auriculares para ir bajando muy despacio sobre su pecho, la lengua deseosa y mi libido en aumento recorrió toda la circunferencia de sus blancos pechos mientras la escuchaba gemir, me detuve a succionar sus pezones duros, seguí bajando hasta su ombligo, se retorcía del placer, fue ahí donde decidí hacerla sufrir un poco más, me pase por alto su sexo y seguí con sus duros muslos, ella intentaba abrir más las piernas como recordatorio que me había pasado del destino.
Mi lengua jugaba en la cara interna de sus muslos casi llegando a su vagina pero sin tocarla, un pequeño grito escapo de su boca.
– Por favor no me hagas sufrir más, quiero disfrutar cada centímetro de tu lengua sobre mi concha.
Haciendo caso omiso a su pedido, puse mis manos en sus glúteos y eleve su firme culo, la tibia lengua jugaba en ese espacio pequeño entre la vagina y su agujero anal, ahí tuvo su primer orgasmo.
Sintiendo el sabor agridulce de su interior que caía por gravead hasta mi lengua, comencé con la tarea que ella esperaba, l lengua iba de lado a lado por sus labios, llegaba al clítoris y volvía a bajar, incorporando hora el esfínter anal, lo rodeaba y seguía nuevamente el camino anterior hasta el clítoris hirviente que haciendo una leve succión lo lleve al interior de mi boca, se arqueo presionando mi cabeza, casi al instante su cuerpo se tensó el ritmo de otro orgasmo destilando más líquido que llegaba hasta mi boca, seguí pasando la lengua desde el orificio hasta el clítoris, de regreso al esfínter Leo levanto la cadera y perdí mi lengua dentro de esa vagina palpitante, en donde sentí otro de sus orgasmos.
Subo a su frágil cuerpo, sin encontrar resistencia mi miembro se pierde en el interior de esa apretada, cálida y húmeda vagina, no fue necesario mucho tiempo de entrar y salir de ella que descargue toda mi simiente en su interior. Leo sintió la descarga.
– Que rico que acabaste tío, pero por favor no pares, no pares, (continuo repitiendo)
Sentí las contracciones vaginales en mi pene y su gemido seguido de un pequeño grito en mi oído, se relajó en la cama, saliendo de su interior me recosté a su lado, nos pusimos frente a frente abrazándonos y con muchos besos de por medio.
Esa noche hicimos el amor una vez más con una dulzura que nunca había experimentado.
Hoy hace casi un año que vivimos juntos, la mayoría de las noches dormimos juntos, salvo cundo ella quiere dormir en el cuarto que habitaba ella. Esas noches, más menos a la una y treinta de la madrugada, siento que se abre la puerta, una silueta se acerca, me dice tío, tío, ¿dormís? Y yo me hago el dormido.