Hola chicos, mi nombre es Candela, soy una mujer de 42 años, quiero contarles que logré follar con mi joven vecino. En la fecha que me decidí a escribir este relato erótico, estaba pasando por un proceso de separación, mi marido y yo teníamos muchos problemas de pareja. Les pido que no me juzguen por mi accionar, para empezar, debo de reconocer que soy muy coqueta a la hora de vestir, me agrada mucho llamar la atención en los sitios a donde voy, visto con vaqueros apretados, faldas cortas y zapatos de tacones, blusas con escote que siempre dejan ver mis medianos pechos, pantalones cortos en verano y ropa muy pegada a mi cuerpo. Debo de confesar que es uno de mis pasatiempos favoritos, me gusta ser el centro de atención, aunque sea, en la cafetería de la esquina de mi piso.
Hasta este momento no le había sido infiel a mi marido, siempre había mantenido una conducta intachable sobre mi persona, sé que muchas de mis amigas me mantenían a raya de sus maridos, pero la verdad es que ninguno de ellos me excitaba como para una aventura sexual. La mayoría de ellos, gorditos, calvos o fumando todo el tiempo. Sé también que mi elegancia a la hora de vestir, me volvía algo desafiante para muchos caballeros, alguien que tratase de acercarse por motivos de querer ligar conmigo, lo llevaba claro, le mostraba el anillo sagrado y daban media vuelta. Pero yo disfrutaba de estos intentos, me levantaban los ánimos, estos intentos hacían crecer mi ego y me alentaban a seguir desarrollando nuevas maneras de vestir. Era lo único que me hacía disfrutar en este sentido.
En mis mejores épocas, yo me corría a mares, me venía hasta tres veces, disfrutaba mucho del sexo, me encantaba cuando mi marido me llenaba el coño con su polla gorda y erecta. Probamos el sexo anal y fue una de las cosas que más disfrutamos, vivimos una fase diferente, leímos mucho sobre este tema, vimos muchos videos, buscamos en internet, hablamos sobre si hacerlo o no. Me preparaba incluso para que mi marido me follase por detrás, me compré una maquinilla de esas para limpiar mi zona anal. Cuando mi marido me follaba el culo, era otra sensación, no he de negar que al principio, costo un poco que su dura verga entrase por esta parte de mi cuerpo, pero las caricias, las cremas y dilatando mejor mi esfínter, ayudaron mucho a que disfrutásemos mejor de esta práctica sexual. Siempre que me follaba el culo, me excitaba mucho, creo que el solo saber que me penetraría por el ano, ya me ponía súper cachonda. Tenía más ganas de que me cogiera, el hacia todo lo posible para seguirme el ritmo, pero me complacía, me encantaba comerle la polla antes de que se corra, me tragaba toda su leche, eso lo disfrutábamos mucho.
Mi vida sexual, paso a un sitio alejado de la realidad a la que estaba acostumbrada. Las relaciones sexuales con mi marido, eran cada vez más alejadas, los orgasmos ya no los disfrutaba como antes, el tiempo amigos pasa y, va calmando las cosas. Esta espiral de locas emociones, salvajes y llenas de mucha actividad sexual, duraron casi 1 año. Las noches de sexo eran cada vez menos, mis orgasmos ya no los disfrutaba como antes, sus repentinas eyaculaciones me dejaban casi siempre insatisfecha, sus eyaculaciones ya no tenían esa abundancia, a la que estaba acostumbrada a recibir en mi boca. Ya no quería follarme el culo como lo hacía antes, llegaba muy cansado a casa y casi siempre sin apetito sexual, y raro. Las cosas habían cambiado, estaba claro, pero siempre debe haber un cambio a mejor, bueno en su caso sí que lo fue, una chica de 25 años. Ese fue el cambio para el cabron de mi marido.
Esta situación me dejó muy mal parada, ya que asumí que tanta lealtad y comprensión no me había beneficiado en mucho, bueno es cierto que mantener una conciencia tranquila por las noches es maravilloso. Eso es algo que agradezco día a día, pero dejando de lado todo lo demás ¿Que pasará conmigo a partir de ahora? ¿Encontraré otro hombre igual? ¿Volveré a sentirme deseada por algún hombre? Mi depresión fue tal, que ya no quise volver a vestirme de forma espectacular, los reproches a mí misma, la pena, la decepción, la tristeza y todas estas tonterías se arremolinaban en mi cabeza, pensé en pedir explicaciones, pero mi orgullo me lo impedía. Asumiría este fracaso y saldría adelante ¿Pero cómo? Cual sería mi primer paso para salir de este enorme agujero, en el que me había sumergido su traición.
No voy a negarlo, busqué ayuda psicológica para salir de esta situación. La encontré y me ayudó muchísimo, dejé atrás este episodio y salí de la miseria en la que me estaba hundiendo. Recobré la cordura y mis ganas por remontar, me propuse muchas metas, que aunque no era un año nuevo, porque estábamos a mitad de año, pero borré todo lo malo que había pasado y empecé de cero. Recobré mis antiguas costumbres, no hay nada que reconforte más, que ir de compras y probártelo todo. Aunque ahora con unos kilos de más, pero nada que no podamos corregir, dejar las harinas y la comida chatarra bastarían para terminar con estos michelines. Estaba decidida a resurgir, a mejorar, a salir adelante por mí misma.
Mi primera misión en lo sexual, era volver a follar, pero follar como aquellos tiempos, volver a correrme de la manera que lo hacía antes, correrme a mares. Ahora que sabía que ya no habría marcha atrás, me apetecía mucho dejar que los hombres, me demuestren sus más atrevidas intenciones. Un mes y nada, algo no funcionaba, que mal la pasé, nada interesante, ninguno me llenaba de expectativas, todos buscaban una sola cosa, acostarse conmigo, pero sin hacer mayor esfuerzo. Se pensaban que con una copa, ya me tendrían de rodillas, haciéndoles una mamada. No, las cosas no funcionan así, será acaso que estaba tan cerrada en la fidelidad, en una relación sana, que acaso me costaba abrirme un poco a la aventura y dejarme llevar por los acontecimientos. Pero es que tampoco quería convertirme en un depósito, donde descarguen sus ganas y sentirme usada. Quería experiencias nuevas, sí, pero que costo debía de pagar por eso.
Dejé que mis ansias se calmasen un poco, averigüe mucho en internet, me inscribí a páginas para buscar parejas, quede en varias ocasiones para tener citas a ciegas, pero no había morbo, yo buscaba algo diferente, mis expectativas estaban por encima de una charla agradable, o una copa de vino rosado. Mi cuerpo pedía libertad para hacer cosas diferentes, probarme a mí misma que podría enloquecer a quien yo quisiera, creo que los tiros van por ahí. Esta loca búsqueda por algo diferente, hizo que me interesase en un chaval de mi bloque. 1.75 metros de altura, deportista, súper amable, simpático, pero lo más importante, 22 años de edad. Era perfecto para mí, para mis ganas, para complacer mis deseos sexuales, quería follar con mi joven vecino. Estaba claro que yo le gustaba, siempre me acompañaba a subir las bolsas de la compra, siempre atento, casi siempre esperando que yo saliese de mi piso, para acompañarme por cualquier excusa hasta la estación de metro.
Ya que lo tenía a mano, más aun saber que a mí, me ponía algo cachondilla cuando lo veía en pantalones de hacer deporte, sobre todo si le quedaban apretados. Esto provocaba que yo misma me mordiese los labios, que bien se veía en estos pantalones. Me gustaba ver ese paquete que se marcaba en su entrepierna, me ponía cachonda, se me hacía agua la boca. Empezamos a frecuentarnos más seguido en la calle, en los rellanos del edificio, en la pastelería, será por algún motivo que nuestra amistad tomó un rumbo diferente, nuestras miradas jugaban, nuestros cuerpos se rozaban con mucha confianza. Me gustaba tontear con este chico, mi espíritu sexual tomaba fuerzas. Fantaseaba con desnudarlo, llevarlo a mi cama, mis ganas por follar a mi joven vecino, crecían a diario. Siempre le dejaba una invitación para que subiese a mi piso, pero su timidez le frenaba. Tampoco quería forzarlo a nada que no quisiese, pero para eso estaba yo, creo que tomaré la iniciativa, ¡que morbo!
Una noche de fin de semana, sobre las 10pm ocurrió aquella visita, llegó por invitación mía. El, quería saber algo de inglés, le comenté que yo sabía inglés a nivel profesional, me contó que estaba algo atascado en este curso, y que si podría ayudarle un poco. Mis intenciones estaban claras con este chico, solo esperar que el las entendiese y que se animara a seguirme el rollo. Para esta ocasión me había vestido un poco sexy la verdad, no era la típica vecina, o la profesora de gafitas, bueno ya saben mi manera de vestir. Llevaba una bata de seda con estampados de flores rojas y negras, esta batilla la estaba estrenando, ya que siempre había usado colores enteros. Dentro de ella, mi cuerpo llevaba unas medias con liguero de color negro, una braguita muy pequeñita de color negra y un sujetador a juego. La bata me quedaba muy justa, lo suficiente como para que cada vez que me agachase, se vieran los elásticos de fino encaje de las medias y parte de las ligas que subían hasta mi liguero.
Aquella tarde antes de que llegara este chaval, no sé por qué, pero me había masturbado en mi habitación. Imaginé como podría follar a mi joven vecino y en esa loca obsesión por como haría las cosas, intenté bajar un poco la ansiedad que sentía por él. Estando en mi cama, me froté suavemente el coño por encima de mis bragas, unas caricias suaves. Pero todo mi cuerpo se excitó cuando uno de mis dedos, intencionalmente entro en mi vagina. La humedad que tenía por dentro, el fuerte olor que desprendía mi vagina, las convulsiones que me causaron aquel inocente dedo, llevaron a más cosas. Me acaricié el coño un buen rato, me quité las bragas completamente húmedas, mi excitación hizo que las oliese, que saboree mis propios fluidos vaginales, el olor era tan fuerte y penetrante que me parecía irreconocible. Este agradable olor salía de dentro de mí, eran mis aromas, lo disfruté, creo que me corrí dos veces.
Mi cuerpo jadeante por el placer que me había dado, mis sábanas algo húmedas por los líquidos que salían de mi coño. Estas sensaciones las tenía olvidadas, pero ya me sentía satisfecha, me sentía relajada, este pequeño frotamiento en mi coño, me dio la seguridad para salir en busca de más cosas. La verdad es que hasta ahora no me había tocado de esta manera, no se me había ocurrido intentar esta manera tan tranquila de quitarme las ganas por follar. Sé que tampoco es la mejor manera de satisfacción, porque son cosas diferentes, sensaciones diferentes, pero para salir del paso y más aun no tener reproches por hacer algo que no esté bien, ayudaba en algo. Me sentía mejor, estaba relajada, tenía lucidez para pensar mejor las cosas y sentirme más segura, bueno eso pensé yo.
Como decía líneas arriba, mi joven vecino había llegado, en cierta forma me sentía aliviada sexualmente, ahora tenía la duda de cómo convencerlo de mis intenciones. Creo que me había descrito anteriormente con la ropa que llevaba puesta. Me sentía muy puta aquella noche, pero también con ganas de no sentirme rechazada por este joven. La noche empezó con un cuaderno de inglés, intentando entender el verbo to be, creo yo lo más básico. Había detalles a los que no había prestado atención, por estar inmerso en otras cosas, pero nada más. Ahora mi atención estaba en este joven, ya que estábamos en la sala, sentados en el mismo sofá, mirando hacia la ventana que da a la calle. Realicé un cruce de piernas algo inesperado, yo quería que toda su atención estuviera en mí, se empalme viéndome en estas medias sexys, que la verdad, me quedaban de maravilla.
Sus preguntas sobre el tema empezaron, yo cada vez entendía menos de lo que me decía, solo me fijaba en aquel paquete que se le marcaba entre las piernas. Ese enorme bulto que se apreciaba, más aun si yo me pegaba a su cuerpo, puedo asegurar que estaba excitado y la estrechez del pantalón deportivo le incomodaba mucho. Por mi parte me paraba a cada momento, para que él pudiese acomodarse el paquete. Pero siempre, mi atenta mirada en lo que hacía, en cómo se acomodaba aquel bulto, como lograba mantener su miembro en esos pantaloncillos tan apretados. Mis idas y vueltas a la cocina, por una y otra cosa estaban haciendo su trabajo, ya que en cada parada, me acomodaba el vestido de seda, y es que por la manera de sentarme, se me subía siempre. Me pidió permiso para ir al baño, sabía que lo tenía pillado por mí, yo sabía que los pequeños actos de excitación, estaban surgiendo efecto.
En el baño, había algo mío, la braguita que me había quitado momentos antes, yo la había dejado a propósito sobre la tapa del wáter. Sería imposible que no la viese, pero más aún, que no se atreviera a hurgar en ella. Estaba claro, que yo sabía la forma en que la había dejado, la doblé en tres partes, quería saber, si había picado en la trampa. Minutos después, de salir del baño, entré yo, ahora sabía que la había visto. Parecerá raro, pero me excitó imaginar que la había olido, que a lo mejor, había saboreado mis fluidos. Me turbó la mente, saber que podría habérsela metido entre sus pantalones y habérsela frotado en su verga erecta. Me encendió mucho esta loca idea, que me froté un poco más el coño, con esta braga sucia, imaginando que su pene, había pasado por esta prenda.
La noche estaba avanzando, y las ganas por sentirlo dentro de mí, aumentaban. Al volver al salón, lo vi tapándose con un cojín, el libro encima y él, algo acalorado. Me sorprendí mucho, pero seguro que sería una reacción, a la excitación que ya tenía en su cuerpo. Le pregunté si deseaba beber algo, me respondió tímidamente con un sí. ¡Pues venga!, vamos a la cocina, que no quiero ensuciar el salón, esto fue algo cruel de mi parte, lo sé, pero necesitaba ver ese paquete en movimiento. Yo salí por delante de él, eso sí, mis caderas las moví de manera sensual, incluso me agaché, para recoger pelusas del suelo, que más daban esas cosas. Quería verlo empalmado al llegar a la cocina, mirarlo y disfrutar de este momento.
Sus pasos no demoraron y me siguió, ya en la cocina, todo fue más sencillo. Estábamos los dos, frente a frente, yo pegada a la cocina y él recostado en la nevera, intentando ocultar su erección. Ya no habrían más tonteos, creo que iríamos a por todas. El vaso con agua estaba en mis manos, le pedí que se acercara para que lo tomase, caminó como pudo, una mano mía alejó el vaso y lo dejé en la encimera. Ya lo tenía a mi lado, mi cuerpo temblaba, mi garganta casi reseca por sentir su presencia, su altura me intimidó en aquel momento. Escalofríos recorrían mi delgado cuerpo. Sus palabras hicieron reaccionar mi distraída mente, yo solo esperaba una cosa. Se acercó muy cerca a mis labios y me susurró que si podría besarme. Esto me dejó sin aliento, no le respondí, mis labios besaron los suyos. Mis brazos intentaron rodear aquella enorme espalda, sus brazos apretujaron mi cuerpo. Creí que me doblaría o que me quebraría la espalda con sus fuertes brazos.
Los besos y caricias prosiguieron varios minutos, ninguno se atrevía a ir un poco más allá de eso. Mis manos lo guiaron hacia el sofá, donde minutos antes habíamos estado intentando resolver una tarea sin llegar a nada. Lo tumbé en el sofá, me levanté la bata de seda y me subí sobre sus piernas, abrí aquella prenda dejando al descubierto mis partes más íntimas, cubiertas aun con la lencería que me había puesto antes. Sus labios se sumergieron entre mis pechos, sus manos recorrían mis caderas, mis piernas, mi espalda, no teníamos prisa en nada. Sus manos recorrían mis caderas por debajo de aquella prenda de seda, sus dedos jugaban en el portaligas que llevaba en mi cintura, sus dedos acariciaban las tiras de mis bragas, las ligas que sujetaban mis medias. Este tipo de lencería le fascinaba, siempre las acariciaba y volvía a cada momento a estas prendas.
Quitarme el sujetador y liberar mis pechos, era una señal de mis ganas por follar con mi joven vecino en este momento. Las ganas en mi interior me empujaban a querer ser penetrada por este joven. Sus dedos rozando mi húmedo coño, que otra vez se había inundado de fluidos vaginales, sus dedos cada vez más cerca de mi húmeda vagina, hacían explotar emociones tan vibrantes en mi interior, que solo me hacían gemir, arañar el sofá y sentirme deseada. Mi húmedo coño, rozando por encima de sus pantalones, intentando sentir su gran paquete, que ahora lo podía sentir palpitando entre mis piernas. Todo esto era tan placentero, tan jodidamente sexual, que solo era cuestión de tiempo para estar desnudos y follar como dos locos.
Su pantalón, en algún momento de esta acalorada pasión de besos y caricias, terminó en el suelo, sus calzoncillos también, por fin, tenía ante mi asombrada mirada, su verga. Esta, era más grande que todas, las que hasta ahora me había llevado a la boca, no sabía por dónde empezar, la quería tener en mi boca, pero el solo mirarla me asustaba un poco. El temor al atragantamiento, esto no fue más que una simple pausa, la tomé con ambas manos y aun así no lograba cubrirla. Intenté meter toda su verga en mi boca, pero solo podía cubrir la cabeza de tremenda vergota, mi entusiasmo por devorar esta cosa me animaba a seguir intentándolo. Sus manos guiaban mi cabeza y arcada tras arcada, logré introducir de a pocos esta verga en mi boca.
Mi boca no dejaba de salivar, sus manos guiando mi cabeza, mis pechos rebotando contra mi cuerpo, esto era realmente delicioso. Después de tiempo, sentir una verga en mi boca, pero lo más sorprendente era que no me la podía comer entera, como solía hacerlo. Esta vez sí que me llevó algo de tiempo adaptarme a esta nueva verga. Este chaval, ya quería follarme el coño, y sus ganas se notaban, ya que me insistía para que dejara de mamarle la verga y empecemos a follar. Le pedí un poco más de tiempo, esto no era todos los días y a mí me estaba poniendo muy cachonda, yo creo que mi boca se sentía poseída por mamar aquella vergota. Sus manos levantaron mi cuerpo, me tiró en el sofá, me corrió la braga y empezó a lamerme el coño.
La braguita nada podía cubrir, era un diminuto triángulo que estaba de adorno. Su lengua se introducía tan delicioso en mi coño, que solo los espasmos y gemidos resonaban en toda la habitación, su lengua jugando en todo mi coño, sus manos acariciando mis pechos. Los líquidos de mi dilatado coño eran un manantial abundante de sabores, él lo disfrutaba ya que solo escuchaba el sorbeteo de su boca jugando en mi coño. Esto era más de lo que podía resistir, si seguía así me correría otra vez, se lo hice saber para que decidiera, si me follaba ahora o quería que me corriese en su cara. Se levantó de un gran salto, me levantó las piernas y me quita las bragas, los ligueros seguían puestos, lo que hacía más sexy esta penetración.
De un solo empujón se metió dentro de mí, un fuerte dolor me estrelló los ojos al punto de soltar alguna lágrima, se lo hice saber, para que tuviese cuidado. Retiró su verga y ahora poco a poco fue metiéndomela toda, mis ojos se abrían y cerraban, mi cuerpo tembloroso en cada penetrada que me regalaba, mis gemidos pausados. Mis manos sobre su vientre para evitar algún posible empujón sin previo aviso, quería disfrutar de todo su miembro en mi interior y poco a poco se fue metiendo dentro de mi coño. Aun así logramos acomodarnos, mi coño empapado por tanto placer, su verga dentro, follando despacio y poco a poco subiendo el ritmo, esto me ponía los pelos de punta, la follada que me estaban dando y lo bien que lo disfrutaba. Esto estaba sucediendo en plena sala, yo piernas arriba y el dentro de mí.
Sus constantes penetradas me enloquecían, me sentía más húmeda, hacía que mis deseos, porque estuviera dentro de mí no acabaran. Las ganas, por volver a correrme me asechaban cada vez más, sus penetradas, los gestos en su carita, su vientre plano y fibroso me ponían muy cachonda. Debía de resistir un poco más, aunque con tanto placer era difícil, un fuerte chorro de líquido, salió de mi coño sin previo aviso. Esta, era una de esas pocas veces que me corría de esta manera, un chorro más y mi cuerpo convulsionando, su cara de sorpresa, ante tanto líquido que salía y golpeaba contra su vientre. La sorpresa fue también para mí, ya que como lo digo, era la primera vez que me corría a chorros de esta manera.
Mis manos intentando contener estos líquidos, pero todo era en vano. Unos fuertes gritos de placer estremecieron este salón, un inmenso orgasmo atrapó mi cuerpo y dejó al descubierto mi deseo por follar con mi joven vecino. Yo jadeando, intentando recobrar la cordura, mis manos acariciando su verga, su mirada centrada en cada movimiento de mi cuerpo. Guíe su verga erecta hacia mi coño, esto volvía a ponerme cachonda. ¿Acaso, habían más ganas dentro de mí? ¿Acaso me volvería a correr? Volví a tener su verga dentro de mi coño, empezamos nuevamente un juego erótico de penetración, pero este sofá estaba muy mojado. Lo llevé a mi habitación, mis piernas temblorosas por tanta actividad, lograron pasar aquella puerta que casi no se abría.
Me coloqué a cuatro patitas y dejé que me follara desde atrás, me tomó de las nalgas, pero ahora, sabiendo que debía de follarme despacio. Introducía parte de su verga, la sacaba y la golpeaba contra mi clítoris, sabía dónde lo tenía. Suavemente calculaba cada golpe, para que fuese despacio, jugaba en esa zona, me enloquecía. Metía su verga y este juego me ponía cachonda, no metía toda su verga, pero lo poco que me introducía, lo sacaba y jugaba con mi clítoris. Las palmadas sobre mis nalgas eran limpias, sin prisas pero bien calculadas. Su verga se fue metiendo de a pocos dentro de mi vagina, hasta que ya no salió más. La dejó dentro de mí, el dolor-placer me parecía interminable. Me moví más fuerte, más rápido, tomé posición de su verga, yo estaba húmeda y chorreando otra vez. Dejé y aproveché este vaivén que teníamos para hacer que se corriese. Creo que aguantó lo más que pudo, ya que sin previo aviso se corrió dentro de mí.
Después de este polvazo, que nos dimos en mi habitación, debo confesar, que lo volvimos a hacer en más de una oportunidad, nos volvimos amantes sexuales. Disfrutamos de nuestros cuerpos, nuestros sexos, nuestras ganas por follar eran diarias. Dejamos nuestros fluidos en algunos sitios inadecuados, que ahora que los recuerdo, hemos tenido suerte que no nos pillasen por estar tan excitados y no medir las consecuencias.