En la casa habían dicho que iban a verse con sus amigos de la Universidad, pero esa era la excusa para salir a un hotel agradable y pasar tiempo juntos. El marido le pedía que, durante sus encuentros sexuales, le contara de sus experiencias pasadas, mientras más detalles le diera le resultaba mejor: cómo se besaban, cómo se fajaban, qué fue lo que pensó o qué sintió. Ella le contaba partes, algunos detalles, pero contar todo le daba pena, temía que el juego se saliera de control y que las cosas llegaran a donde ya no hubiera un punto de retorno. Ella generalmente accedía cuando lo veía excitado, pero era según sintiera las cosas. “Eres raro” le había dicho ella. Los demás no podrían comprenderlo, pero las cosas eran así.
Algunas situaciones que contaba le eran divertidas, como el novio que no sabía besar y la llenaba de saliva que se escurría de la boca para caer en el piso; el que se súper excitó y ya quería encuerarse; la vez que estuvo con el guapo al que se no le pudo parar por lo borracho que estaba, eso aunque ella le frotó su pito.
Para ella el contar sus experiencias le hacía sentirse libre de secretos y la llevaban a hacer más revelaciones, también porque le gustaba contar cosas sexosas, pero principalmente era para ver cómo se excitaba su marido y sentir cómo el líquido preseminal la mojaba, así como disfrutar el aumento del tamaño y grosor del pene. El marido se convertía en un bestia excitada, con una erección poderosa, lleno de ganas y ella en una mujer que disfrutaba liberarse al confesar, para luego verse sometida y cogida en esas circunstancias.
Había una cuestión particular, en casi todos los fajes le tocaban las chichis, el trasero, pero no la vagina. El hoyito y su pubis se frotaban con el pito de alguien, después al llegar a casa, en la comodidad y seguridad de su cama, ella se tocaba y tenía orgasmos muy intensos y ricos. Fajar era como coger, pero con ropa. Esos encuentros la excitaban, la llenaban de experiencias, pero no eran peligrosas, sino divertidas, emocionantes. Eran un juego con mucha excitación.
En algunas ocasiones le platicó a su marido que se fajó con otros cuando empezaron de novios, pero no hubo reclamos del marido, por el contrario, él le pedía más detalles de esas historias. Ella accedía para verlo excitarse, ver cómo los celos lo convertían en un macho y el sexo se daba con rudeza, insultos y pasión.
En una ocasión ella le relató que al inicio, cuando se hicieron novios, se besó y fajó con otro, con un vecino que le gustaba: “No había nadie en casa de su mamá. Primero nos besamos, luego se sentó en una silla y me coloqué sobre él, me movía y apretaba muy fuerte mi trasero mientras chupaba mis pezones, estaba todo mojado en su pantalón y hasta me hizo un chupetón que escondí con el maquillaje para que no te dieras cuenta; su pene se sentía grande y caliente, cuando lo sentí sobre el pantalón me dieron ganas de que me cogiera, me lo pidió, pero yo sólo quería fajar. En un momento me sujetó los brazos por detrás de la espalda, era un hombre fuerte, me sometió y me pegó en el rostro una bofetada, jalo mi cabello mientras me chupaba y mordisqueaba los pezones, quería meterlo pero le dije que la siguiente vez que estuviéramos juntos. La cachetada me sacó un poco de onda y me puso a la defensiva, aunque me calentó el que me jalara el cabello, dijo que lo haría despacio para que no me doliera, pero tuvo que aceptar que ese día no pasaría nada. Al llegar a mi casa toqué mi botoncito con el dedo medio mientras pensaba en su rostro, decía su nombre y me imaginaba su pito grande y en cómo me sometió, me llamó después para que nos acostáramos, pero no quise”. Él le pedía más detalles presa de la excitación: “¿Por qué no quisiste coger con él?” Ella le respondió: “Sólo quería ver su cara de excitación mientras me frotaba mi hoyito con su pito, sentir su aliento en mi cuello, su lengua suave en mis pezones, sus manos grandes y fuertes apretándome las nalgas, el jalón de cabello y sentir su barba acariciando mis senos. Me rogó después que fuera a su casa, que me quería coger, pero no quise y me tocaba mientras oía sus mensajes sobre cómo me lo haría”.
En la segunda ocasión la esposa le relató que se trató de un compañero de uni que le gustaba mucho. “Esa ocasión te dije que luego te alcanzaba en la reunión y me quedé con él en uno de los salones de la universidad que estaban desocupados. Nos besamos con muchas ganas, fueron besos suaves y ricos, poco a poco, las cosas se pusieron más intensas. Me besó el cuello y me abrazó, pero yo quería más y me baje el top. El abrió los ojos sorprendido. Le puse mis chichis en sus manos y luego se las pase a mi trasero para que me acariciara la colita. Le toque y frote su pito por encima de la ropa y él se sobresaltó, me gustó que me besara el vientre y la cintura. Terminamos todos llenos de gis porque estábamos recargados sobre el pizarrón.
Lo que me gustó fue ponerlo caliente, excitarlo, ver su carita de niño bueno y rico llena de ganas, sentir como me restregaba su pito en mi vientre. Me ponía de puntitas para bajarme, frotarme sobre su pene y sentir rico. Él quería que se lo chupara, se bajó el cierre, luego el pantalón y me lo enseño, lo tenía blanco, largo, delgado y con su cabecita rosa, nunca había visto uno blanco, se lo agarre y lo acomode sobre el hoyito y las licras, se le puso colorada la cabecita de su pito con los arrimones, me gustó la sensación, luego me lo metí en la boca, sabía un poco dulce. Él se retorció de placer, me gustó su reacción y me lo metí fuerte en la boca, apreté la boca y los labios, lo jale por las caderas, esta vez lo chupe con ganas y se lo jalé con energía. Al día siguiente me dolía el pubis de tanto frotamiento, también me habló varias veces, quería cogerme antes de irse a estudiar a otro país, pero eso de ‘pisa y corre’ o de ‘entrada por salida’ no me convenció.
Hasta me escribió una vez que estaba contigo y traté de no ponerme nerviosa porque él sólo me quería coger y ya, nada de relación. Me gustaba escribirle y provocarlo un poco”. Él le preguntó: “¿Por qué no hiciste que eyaculara?” Ella le respondió: “No quería que se manchara mi top y mi ropa, había que ir a la fiesta con tus amigos y sus novias. Me dio miedo llegar oliendo a semen y que me olieran las persinadas de tus amigas, además de que lo que me gusta es calentarlos, desesperarlos, sentir sus ganas de meterlo, de cogerme, el sentir su pito hinchado y su torpeza mientras la punta de pito se frota en mi hoyito”.
El tercero fue un compañero de trabajo. “Era un chaka vulgar, ventajoso y muy perro, pero me gustaba”. Las palabras que sus amigas le decían eran: “si no es para casarse con él, sólo para divertirse”. Las canciones que ponía el compañero chaka en la oficina la calentaban porque eran muy vulgares: “te pongo en cuatro y te lo mamo”. Era de los que abrazaba a las compañeras, las cargaba y ahí les daba arrimones. En una fiesta se dieron las cosas. Una de mis compañeras ligó y se fue dejándome sola. Él se ofreció a llevarme en su auto y me hice la tomada. En el estacionamiento me abrazo por la espalda, me beso el cuello, se restregó entre mis nalgas. Entramos al asiento trasero, me beso las chichis mientras tocaba mi hoyito con la mano. Fue de los pocos a los que se los permití. Se sacó el pito, lo tenía largo, quería penetrarme de a perrito y sentí como lo intentaba, subió mi falda, pero agarré mis calzones y no se lo permití, sentí sus acometidas en el ano que cerré y no me pudo penetrar, le decía que parara, me dio miedo, pero me gusto su desesperación, me jalaba de la cadera con ganas, ‘enchuecaba’ su boca de lo excitado. Me decía que estaba muy rica, que hacía que se le parara muy duro y que lo dejara meterlo. Me senté para que no me penetrara, se la empezó a jalar, sin avisarme eyaculo, me los echo entre las chichis, fue muy rápido, quería que lo tocara, me agarro la mano para estimularlo y hacer que se le parara, pero no quise, estaba lleno de semen y yo quería limpiarme, lo hice con algunas toallitas húmedas que traía, no quise más para que se quedará con las ganas de cogerme”.
Cada que la esposa contaba alguna cosa del pasado el marido lamía su vagina, tocaba y chupaba sus pezones, le restregaba el clítoris con la punta del pene. Ella pedía que la penetrara, incluso se doblaba para que se le abrieran las nalgas, pero el marido se detenía y no la penetraba para que ella continuará con alguna nueva historia.
Él quería escucharla: “Lo que te voy a contar fue cuando salí de la prepa, hicimos una fiesta en casa de mi primo con sus amigos y mis amigas. En la fiesta bailamos, tomamos y al final escogimos para fajar porque no cogíamos. A mí me tocó compartir un cuarto con dos camas. En una de ellas estaba una de mis amigas, que estaba bien chichona. Ella ligó con mi primo. Yo estaba con mi novio de allá. Él era un muchacho decente, cristiano. Una vez quise que me besara mis chichis, pero no quiso, pero a mi me gustaba provocarlo, calentarlo y excitarlo. Apagamos la luz, aunque se alcanzaba a ver. Nos quitamos la ropa y nos quedamos en calzones. Me subí sobre mi novio y me restregué sobre su pito. Mi amiga también estaba sobre mi primo y podía ver como le agarraba sus chichis, se las chupaba y eso me calentó, así como escuchar sus gemidos. Sentía toda húmeda mi colita y el pito de mi novio. Con las frotadas se le empezó a bajar el calzón, pero a mi no. Podía ver a mi amiga y mi primo fajar mientras sentía el pito en mi hoyito y eso me calentó mucho. Mi novio empezó a decir bajito: ‘para, para’ después lo dijo más fuerte. Al final lo gritaba mientras sus amigos que estaban en la sala le decían entre risas, que parecía que lo estaban matando. Con los gritos mi primo volteó a verme mientras chupaba las chichotas, siempre me tuvo ganas, se ponía celoso cuando me veía con otros. Yo empecé a frotar más fuerte y verlo. Él no me quitaba la mirada. Mi novio se vino y me dejó toda embarrada de semen. Mi primo me veía con celos, pero también con deseo. Al final nos reímos mucho, después mi novio me dijo que era la primera vez que estaba así con una mujer”.
El marido rodea a su pene con el puño, evita que ella se lo meta de un golpe, mientras dice excitada: “¡Ya cógeme, ya métemelo!”, pero él le pide que se lo frote. Ella se sube y recorre con su vagina el pene, cómo está muy húmeda se frotan y su clítoris hinchado siente el placer de la fricción. El marido le aprieta las nalgas y le chupa los pezones mientras ella de manera frenética se frota hasta venirse con temblores en el vientre y gemidos de placer.