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Voyeur y fetichismo
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Hubo una época en mi vida en la que no sabía que me excitaba más. Si ver a una mujer desnuda, o solo verla en calzones. Creo que por mi fetiche por la ropa interior, seguramente me gustaba más lo segundo.

Lamentablemente en mi época no era común la tecnología que ayuda a ver e incluso grabar tantas cosas. Así que me tuve que conformar a intentar mirar haciendo uso del famoso espejo, y no puedo negar el gusto y emoción que sentía cuando tenía la suerte de admirar por una fracción de segundo un par de nalgas redondas, enfundadas en alguna delicada prenda que las embelleciera más. Claro que uno va por más, y fue ahí donde comencé a tener la osadía de querer espiar en situaciones más íntimas como son cuando la chica va al baño.

Claro que esto era mucho más arriesgado al poder ser descubierto por la chica en cuestión, o por alguien aledaño.

Aun así recuerdo una ocasión en que al asomarme por la parte baja de un baño de mujeres en una tienda, pude ver a una señora bajándose sus pantimedias y calzones para sentarse. Ella no me vio, pero su hijo me vio directo a la cara. No pasó nada, pero fue algo no solo sorprendente sino hasta jocoso.

Pocas veces tuve la osadía, pero sí recuerdo otra ocasión en que mirando por la terraza de mi apartamento, vi acostada completamente desnuda a mi vecina, con su pelambre apuntando hacia mi, mientras su esposo caminaba a la ventana para cerrar las cortinas.

En otra ocasión, en ese mismo departamento, y con esos mismos vecinos, me tocó encontrar la entrada a su departamento entre abierta. Como esos departamentos eran estudios, desde la puerta de entrada uno podía ver el departamento entero hasta su terraza, pasando por el comedor y la cama como si fuera un cuarto de hotel. Y en esas, se me ocurre empujar la puerta pensando que no había nadie, y cual va siendo mi sorpresa que ahí estaban mi vecino y su esposa, teniendo sexo.

Aprovechando la penumbra, me quedé quieto observando, y me encantó lo que vi. Pues estaba ella montada sobre el marido, ella delgada, como de 170, piel blanca, cabello largo a la cintura, y brincando furiosamente sobre la verga de mi vecino. El en momentos estiraba sus manos para magrear los pechos medianos de su esposa, o para tomarla de la cintura y empujarle su verga con más fuerza. Fueron unos minutos, porque imagino que notaron mi presencia, ya que ella de pronto se quedó muy quieta como sorprendida. Yo no me quise quedar a ver que pasaba y salí de inmediato. Recuerdo que yo usaba barba en ese tiempo, y hasta me la quité de los nervios de que me fueran a relacionar con el evento.

Varias veces, en mi trabajo, compañeras me llevaban papeles, o me visitaban en la oficina para ver algún dato. Un buen día descubrí que un CD-Rom era el espejo perfecto para ver debajo de las faldas.

Fue así como descubrí que la esposa de mi patrón usaba tangas con colores fosforescentes, los cuales resaltaban mucho pues ella era delgada y muy morena de piel. Sin embargo esa misma delgadez permitía que visto desde abajo, tuviera una panorámica de su entrepierna incluida su vulva y su culo completo. Y es que ella invariablemente siempre usaba minifaldas voladas.

La secretaria del contralor, era una mujer rubia de un cuerpo mediano, con unas piernas de campeonato, y un trasero redondo y esponjoso. Vistas desde abajo se veían sus piernas super torneadas y apetitosas. Usaba bikinis normales, pero muchos de sus calzones estaban llenos de hoyos, lo cual me daba risa.

La de recursos humanos, era curiosa. Cuando tenía novio, siempre usaba tanguitas de todos tipos. Cuando no tenía novio, se ponía pantimedias con faja.

Y por último, no faltaba la chica acomedida que se subía la tanga por arriba de la cadera de su pantalón, dando todo un espectáculo de su ropa interior del día.

A propósito de esta tendencia durante un tiempo, de mostrar las famosas colas de ballena, recuerdo una compañera contadora, morena ella, con carita de Barbie, alta como de un metro ochenta, poco pecho, pero unas caderas y nalgas fenomenales, la chica era super tímida. Pero le encantaba vestir sexy, y ir al gimnasio. En una pequeña fiesta en mi casa, cuando estaba casado con mi segunda esposa, recuerdo estar sentado junto a ella en la barra de un pequeño bar que tenía.

Al momento que ella se estiró, se le subió la tanga por encima de la cadera de sus jeans super entallados. La vista fue maravillosa, pero no tanto como la sensación que tuve cuando ella por instinto pasó su mano hacia atrás en un intento infructuoso de no mostrar su tanga de encaje. En ese momento y mientras volvía a sentarse bien, volteó y me vio mirando su tanga embelesado. Yo solo sonreí, y ella apenada solo emitió un pequeño quejido como de uy! Se me vio la tanga. No dijimos nada más, pero fue muy cachonda la situación.

Situación igual me pasó con Bertha, la cual en un cumpleaños al querer tomar pastel servido en una mesa, se estiró mostrando la colita de ballena, de su tanga negra. A Bertha en una fiesta, me toco tener cerca de mi, recuerdo traía un mini vestido rojo, y en algún momento nos tomamos de la cintura, donde yo aproveché a sentir su cadera y su tanga de hilo, pasando mis dedos una y otra vez, disfrutando de la sensación.

Muchas amigas mías y de mi esposa me mostraron sin querer sus sexys tangas, como Vero, que vestía recatada, pero usaba solo tangas de hilo, y no se cuidaba cuando abría sus piernas. A ella me tocó revisar su bote de ropa sucia, y todas sus tangas tenían el puente lleno de flujo. Olga, una hermosa rusa, me tenía mucha confianza y me dio llaves de su casa. Ella usaba tanguitas de Victoria secrets, y le encantaba tener dildos en su baño. Pero mi mejor premio fue una vez que descubrí un álbum con fotos de ella en lencería y bikinis, pues había sido modelo.

Como podrán leer, la vida de un voyeur, con fetiche por la ropa interior se puede resumir en pequeños flshasos, que sin importar el número siempre resultan muy emocionantes y satisfactorios. Muchas veces se lleva uno sorpresas, como descubrir que la santurrona y recatada usa tanguitas y ligueros, o que la más buenota y sensual solo usa chones de abuelita.

En cualquier caso es emocionante tener prueba de la intimidad de una dama, y en ocasiones esto abre la puerta para saber como seducirla.

En otro relato les contaré sobre el uso de tecnología y el voyeur. Saludos.

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