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Le fui infiel a mi novia mientras estaba internado
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Me llamo Adrián, tengo actualmente 28 años y hace 4 años que estoy en pareja con Mónica, una hermosa chica de 26 años.

Nos conocimos durante unas vacaciones familiares en San Clemente, costa argentina, y enseguida pegamos onda.

Ella era bastante tímida respecto de su cuerpo, no le gustaba la playa y siempre iba vestida con ropa poco reveladora.

La voy a describir un poco, Mónica mide 1,63, tiene el cabello oscuro revuelto con bucles y la piel trigueña con rasgos delicados. Es delgada, sus pechos son de tamaño promedio y tiene una cadera con un culo respingón y firme, como una manzanita como se suele decir en mi país.

Al principio no note lo celosa que podía ser, fulminando con la mirada reprochadora a todas las mujeres que se vestían con bikinis de dos piezas y mas si estas eran micro bikinis.

En ese momento solo tenía ojos para ella, salíamos a tomar helado, caminar por la peatonal o jugábamos al tejo en la playa.

Nos pasamos los números al terminar las vacaciones, ambos éramos de la ciudad de Buenos Aires, yo de Caballito y ella de Ramos Mejía.

Después del primer año de ser novios, comenzaron los celos a tomar fuerza, quizás porque ella era muy insegura con su cuerpo. Cada mujer que se cruzaba en nuestro camino era una posible zorra roba novios, y eso de a poco fue haciendo que la relación se fuera desgastando.

Yo estaba cursando la universidad y todo el tiempo recibía mensajes de Mónica, diciéndome que no olvide que está lleno de mujeres fáciles a las que les gusta abrirse de piernas al primer muchacho lindo que ven.

A pesar de todo yo la amaba y lo sigo haciendo, aunque eso me fue enfermando y en consecuencia a la edad de 27 años termine internado ya que empecé a alimentarme poco y mal porque todo el tiempo estaba nervioso de que me dejara por algún celo estúpido.

Fue ahí cuando conocí a Andrea, una enfermera de 33 años que hacía guardia a la noche durante los 15 días que estuve internado en un hospital de Capital.

Era delgada, de facciones delicadas y cabellera pelirroja lisa que le llegaba hasta la cola, y unos pechos grandes que hacía notar con su uniforme escotado. Lo primero que note fue que no llevaba brasier, haciendo que sus rosados pezones se trasparentaran en su camisa blanca.

Era ultra femenina, siempre bien arreglada y maquillada, usaba un pintalabios rojo carmesí que resaltaba sus labios carnosos.

Cada vez que se acercaba a cambiarme el suero, podía sentir el aroma del acondicionador de su pelo, su perfume y la forma sensual como caminaba.

Andrea era amable, siempre quería levantarme el ánimo, diciéndome que un chico tan joven debería alimentarse mejor y ser más alegre.

Por las noches poco o casi nada pasaba después de medianoche, así que Andrea se armaba el mate, y venía a charlar conmigo un rato, antes de que el deber la volviera a llamar.

Y antes de darme cuenta comencé a contarle mis problemas de pareja y volvernos mas cercanos.

Fue en la 8va noche cuando Andrea me conto que ella también tuvo un novio enfermo de los celos y que eso era algo que a la larga terminaba por romper la relación.

Pasaron varias noches hasta que Andrea me dijo que hacía mucho no se sentía tan cómoda hablando con un chico.

Ella me confeso que entendía los celos de mi novia ya que en palabras de ella yo era un joven muy amable y lindo, y que podría tener a cualquier mujer que quisiera.

Me reí diciendo que solo lo decía por compromiso y porque le caía bien.

Andrea me contemplo por un instante, vacilante, antes de proseguir.

Comenzó a recorrer mi brazo derecho con su delicada mano, acariciándolo con sus suaves dedos. Me dijo que tenía brazos fuertes y que eso les encantaba a las mujeres.

Y con estas manos, hizo una pequeña pausa mordiendo levemente su labio inferior de un modo super sexy, se me ocurren varias ideas, todas indecentes.

Estaba tan molesto, tanto esfuerzo por ser el mejor novio y aun así Mónica no dejaba de hostigarme y hacerme sentir miserable.

Estaba muy caliente, tenía la verga como un roble, sin contar conque desde la internación que no me masturbaba.

Note como sus pezones iban creciendo debajo de la tela del uniforme, mientras su respiración se volvía más pesada.

Le dije como pude que no tendría que serle infiel a mi novia, por mas que muchas veces lo pensara.

Ella no tiene porque enterarse fueron sus palabras, tomó mi mano, previamente había bajado un poco su pantalón, y la condujo a su zona intima, llevaba una tanga negra con encajes.

Estamos juntos en esto, tu secreto es mi secreto, quiero que sientas lo mojada que estoy, hacia rato que no estaba así por ningún hombre.

Mi corazón se aceleró al sentir el contacto con la tela de su tanga, casi como si fuera la primera vez que lo hacía, y los ojos de Andre se deleitaron cuando corrí la fina tela que separaban mis dedos de su sexo.

Mis dedos no tardaron en penetrarla, su interior estaba cálido y completamente mojado. Comencé a jugar con mis dedos mientras ella se retorcía de placer y acariciaba sus pechos.

Así, seguí así, colame los dedos que me encanta, me decía entre gemidos ahogados, aprovecha que la guardia hoy está casi vacía y no nos va a molestar nadie.

Cuando los saques estaban empapados de flujo, quería saborearlo, sentir como era el sabor de otra mujer que no fuera mi novia. Ese morbo era completamente nuevo para mí, casi como si descubriera un nuevo fetiche oculto hasta ese momento.

Andrea tomo mi mano dubitativa y la introdujo amablemente en mi boca.

Por esta noche soy toda tuya y estoy feliz de complacerte en lo que me pidas. Solo tenés que armarte de valor para decirme tus deseos.

Ahí murió mi último intento de fidelidad.

La tomé por el cuello y conduje su cabeza hasta mi pantalón, ni siquiera yo sabía que tenía un lado tan salvaje. Sin embargo, lejos de asustarse Andrea comenzó a oler y besar mi miembro por encima del pantalón, algo me decía que era de esas mujeres a las que les gustaba ser sometidas.

Baje mi pantalón y mi verga salió como un resorte, golpeando de lleno la boca de Andrea, quien soltó un leve grito de excitación.

Sus ojos depravados comían mi pene con la mirada, esperando la orden de su amo para poder saborearlo.

Te dije que mi novio era muy celoso, y en parte es porque soy una cerdita pervertida adicta al sexo, y decía que era la mejor petera que conocía. Por eso era temeroso a que me vaya con otro que me diera más placer.

Considérate afortunado, no le hago un pete a cualquiera, a diferencia de lo que creía el estúpido de mi ex.

En pocos segundos mi verga se perdió en su boca, eran una garganta profunda en toda regla. Un pulso eléctrico recorrió todo mi tronco nervioso.

En un instante el placer se apodero de mi cuerpo mientras podía escuchar los gorgoteos de una garganta siendo violada incansablemente por un pene de 18 cm de largo y 6 de grosor.

Su lengua bailaba dentro de mi boca, estimulando mi glande de maneras asombrosas, debía concentrarme solo para evitar correrme.

La sacaba llena de baba solo para volver a tragarla, mientras sus ojos color café me poseían, casi como si pudiera ver dentro de mi alma.

Mi novia no se animaba a verme mientras me la chupaba, sin embargo, Andrea lo hacía sin pudor alguno.

Luego de un rato, que se sintió una eternidad de placer, sentí como iba a liberar todo mi estrés acumulado por días.

Quise apartarla por vergüenza, después de decirle, pero Andrea estaba dispuesta a que acabé en su boca, otra cosa que nunca había tenido el placer de hacer, y era uno de mis deseos.

Ver a una mujer arrodillada mientras chorros de semen caían en su boca y cara.

Dámela toda, quiero tu lechita calentita en mi boca, quiero saborearla toda como no lo hace la frígida de tu novia.

Esas palabras fueron el detonante, el semen comenzó a brotar a borbotones, nunca había eyaculado tanto en la vida. Los chorros de semen pronto cubrieron la boca y la cara de Andrea y ella lo disfrutaba como si de crema batida se tratara.

Tomo el excedente de su cara y lo llevo a su boca para tragarlo, era lo mas excitante que me estaba pasando.

Andrea viendo que mi verga aún no se bajaba, se acercó a la ventana para ver que no viniera nadie por el pasillo y se quitó la tanga y el pantalón.

Llevo ambas manos a sus nalgas y se las abrió mostrándome su ano y su vagina.

Que me decís, ¿vamos a dejarlo acá o llevarlo hasta el final?

Continuará.

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