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La hermana de mi mejor amigo creció (100% real)
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Esta historia empieza en el colegio, yo tenía 16 años y me preparaba para graduarme, mi mejor amigo se llamaba Raúl, tenía mi edad y su hermana tenía 4 años menor que nosotros, era la típica niña de colegio, obviamente en ese momento no me atraía, además como muchos ya lo saben, la diferencia de edad es más evidente cuando estamos en el colegio, para mí ella solo era una niña chiquita un poco enamoradiza. Mi amigo me contaba que a ella le gustaban algunos de nuestros compañeros de salón pero nunca me mencionó a mí.

Pasaron un par de años y un día fui a buscar a Raúl a la casa de sus papá, cuando golpeé, me abrió Carolina, su hermana; llevaba un tiempo sin verla, pero noté que ya no se veía tan niña como hace unos años, aunque aún tenía esa inocencia de colegiala; la saludé con un beso en la mejilla; me dijo que Raúl no estaba y no sabía si se iba a demorar, pero me invitó a esperarlo. Hablamos de todo un poco, le conté que estaba a punto de entrar a la universidad y ella me contó cómo iban sus últimos años de colegio. Le dije que se veía muy linda (ella es morena, delgada, de pelo liso, negro y largo hasta la cintura, con cara tierna, ojos negros y labios delgados) se sonrojo un poco y me dijo que yo también estaba lindo, (para los que han leído mis anteriores confesiones, saben que soy atlético, en esa época era más delgado, soy de tez blanco, tengo ojos color miel). Intercambiamos números celulares y luego de un rato llegó Raúl.

Después de ese momento empezamos a hablar esporádicamente, simplemente nos saludamos y nos contábamos cómo nos estaba yendo, las conversaciones no pasaban de algo amistoso ya que la diferencia de edad aún me parecía importante.

Con el tiempo dejé de hablarme con Raúl, pero seguía en contacto con Carolina aunque solo una o dos veces al año.

Entré a la universidad y tuve una novia con la que duré casi 5 años, por lo cual no le prestaba mucha atención a Caro.

El tiempo siguió pasando y para cuando cumplí 25 años, terminé la relación que tenía por culpa de una chica de la que ya hablé en mi primera confesión, estuve un tiempo solo y en ese momento volvió a aparecer Caro, esta vez ella tenía novio, pero notaba que quería hablar más conmigo así que la invité a salir, habían pasado muchos años desde la última vez que nos habíamos visto, le dije que nos encontráramos en un parque, podíamos caminar un poco y comer algo.

El día de la cita no recuerdo muy bien qué tenía puesto yo, pero sí recuerdo cómo estaba vestida Caro. Al verla me sorprendí, ya no era la niña que yo recordaba, era casi igual de alta que yo, diría que medía 1,70 cm, mantenía su cabello largo y negro, su cara ya era la de una chica madura, no se maquillaba mucho pero sí lo suficiente para verse aún más hermosa, tenía un labial rojo y un delineador en los ojos, noté que sus pechos eran grandes, se mantenía delgada y su cola aunque no era de gran tamaño iba muy bien con la contextura de su cuerpo.

– Diego, ¡estás muy lindo! – Me saludo Caro con efusividad.

– Tú también estás hermosa, hace mucho no nos veíamos, has crecido demasiado – Le respondí aún con voz de sorpresa al ver la mujer en la que se había convertido.

Esta era la primera vez que salíamos desde que nos habíamos conocido, noté que tenía una actitud un poco lanzada (Para los que no entienden este término, es cuando una coquetea mucho), comenzó a decirme que estaba muy feliz de verme; que yo siempre le había gustado (claramente, Raúl nunca me había dicho que yo le gustaba a Caro), seguimos hablando durante el día y ella me contaba que no era feliz con su novio, que estaba aburrida y que quería dejarlo, también me sorprendió que me hablara un poco de su vida sexual, parece que se había vuelto más abierta con ese tema, me hablaba de algunas experiencias que había tenido, de sus novios, que en realidad no habían sido muchos, ella en ese momento tenía 21 años. Yo le conté un poco sobre la relación que acababa de terminar.

– Duraste muchísimo con esa nena, nunca te dije pero siempre me has encantado – Con cada conversación que teníamos Caro encontraba la forma de decirme que yo le gustaba, que le parecía lindo y otras cosas. Yo siempre he sido un poco tímido así que no le seguía tanto la cuerda, aunque en mi interior quería acostarme con ella en ese momento. Al final de ese día nos dimos un beso y planeamos otras salidas.

La siguiente vez que nos vimos ella me contó que había terminado con el novio, me lo dijo como esperando que yo diera el siguiente paso, sin embargo, aún no me sentía seguro de insinuarle algo sexual (muchos pensarán que soy un tonto y tal vez no estén equivocados jaja pero les recuerdo que era un poco tímido).

A medida que pasaban las conversaciones y las insinuaciones de Caro, yo empecé a acercarme a ella, la tomaba de la mano, la abrazaba. Decidimos entrar a un bar que quedaba en un segundo piso, eran las 3 o 4 de la tarde y en el lugar solo había una pareja, nos sentamos en unos sillones muy cómodos y pedimos un par de cervezas. Seguimos tomando y hablando de todo un poco, el par de cervezas solo lograron despertar aún más mi deseo por ella, me quedaba mirándola a la boca cuando hablaba y ella hacía los mismo.

En un punto y con el alcohol ya haciendo su efecto, me lancé a besarla, ella giro un poco su cabeza y recibió mi beso, claramente era algo que esperaba hace mucho, con su mano derecha empezó a acariciar mi pelo mientras recibía mi beso, primero nuestros labios se tocaron, ella tenía un brillo saborizado que le daba un gusto más excitante a ese beso, poco a poco fui abriendo la boca para que nuestras lenguas se cruzaran, parecía que todo sucedía en cámara lenta, el beso tenía algo de romántico y también un poco de pasión, yo la tenía de la cintura, podía sentir su figura delgada y los pequeños movimientos de su cuerpo reaccionando a lo que estábamos haciendo. Luego de unos minutos de besarnos sin parar nos alejamos para seguir tomando.

– Qué beso tan rico – Me dijo Caro con cierto felicidad.

-Tú también besas muy rico. De lo que me estaba perdiendo – Le dije con ganas de seguir besándola.

– Podemos recuperar el tiempo perdido – Me dijo con un tono pícaro. Me encantaba su forma de ser relajada y un poco lanzada.

Seguimos hablando y besándonos hasta que oscureció, en un momento llegamos a un tema que dio pie a lo que pasaría después; empezamos a hablar sobre los amigos con derechos (no sé si en todos los países los conocen así, pero acá en Colombia, los amigos con derecho son esos que tienen sexo sin ningún compromiso) Ella me contaba que nunca había tenido un amigo con derecho y le dije que yo tampoco.

– Oye, te imaginas, debe ser muy rico, ¿tu serías mi amigo con derechos? – Me preguntó de forma relajada, casi con inocencia.

-Claro, tú eres hermosa, además creo que los dos somos muy relajados, estoy seguro que podemos tener una relación así –

Ella reaccionó con emoción, como una niña pequeña que va a recibir algo que quiere, casi pude recordarla como la había conocido en el colegio.

Esa noche terminó solo con besos, pero desde ese momento empezamos a organizar el que sería nuestro primer encuentro sexual. Pasaron los días y ella me preguntaba cosas sin timidez, me preguntó cuál era el tamaño de mi pene, qué poses me gustaban, me contó cuál era su condón favorito, me dijo lo que le gustaba hacer en la cama y muchas cosas más. En esa época yo aún vivía con mis papás, así que aproveché un fin de semana donde iba a estar solo para invitarla y tener nuestro encuentro íntimo. Preparé una noche un poco romántica, compré velas, aceite para masajes, una playlist con música sensual y organicé mi habitación como solo un hombre la organiza cuando va a tener sexo.

Cuando por fin llegó el día, nos encontramos en una estación de bus que quedaba a unas cuadras de mi casa, se veía hermosa, tenía su cabello negro liso suelto con unas cuantas ondas en las puntas, llevaba una blusa de tiras negra ajustada a su cuerpo con un escote pequeño que resaltaba su figura delgada, sobre la blusa tenía una chaqueta de cuerina roja, llevaba un jean negro ajustado y unas botas negras. Yo también me arreglé para la situación, me puse una camisa blanca, unos jeans negros un poco ajustados y unas zapatillas de tela blancas, utilicé mi mejor perfume y me arregle la barba, trato siempre de mantenerla corta estilo candado.

Cuando me acerqué a ella le di un beso en la boca y la tomé de la mano, pude notar que estaba un poco tímida, parecía que lo que iba a suceder la estaba intimidando, a diferencia mía, yo me sentía emocionado por tenerla esa noche conmigo. Ya eran las 2 de la tarde así que la invité a comer a un restaurante cercano y seguimos hablando un poco. Su timidez frente a la situación me generaba ternura, desde que volvimos a hablar, parecía siempre ser lanzada y desinhibida con todo lo relacionado al sexo, pero ese día, parecía la niña pequeña que había conocido en el colegio, se dejaba guiar por mi y yo sentía que tenía el control de la situación, eso solo me hacía desearla más.

Se hizo de noche, eran casi las 6 de la tarde y decidí que ya era hora de llevarla a mi casa, cuando llegamos, ella entro al baño y yo aproveché esos minutos para preparar el ambiente en mi habitación; prendí unas velas, puse un humificador con un aroma dulce, apagué las luces y dejé una música sensual sonando.

Cuando entró, pude notar su cara de sorpresa, la luz de las velas resaltaba aún más su figura. La tomé de la mano y la besé junto a la puerta, empecé a sentir cómo se excitaba cada vez más mientras nos besábamos, yo tenía mis manos en sus caderas y ella tenía las suyas alrededor de mi cuello, con cada segundo que pasaba, ella me apretaba más hacia su cuerpo. Empezó a bajar una de sus manos por mi pecho hasta llegar a mi entrepierna, mi pene ya estaba muy duro así que ella empezó a masajearlo por encima de jean, yo la seguía besando y pude sentir cómo ella intentó desabrochar mi cinturón así que yo tomé su mano para detenerla un momento.

– Todavía te tengo una sorpresa más, así que tienes que esperar – Le dije mirándola a los ojos.

– Ah ¿si? – me respondió con un tono juguetón – ¿qué otra sorpresa me tienes?

– Te voy a hacer un masaje, pero tienes que hacerme caso, ¿te parece? – Ella me respondió asintiendo con la cabeza como si estuviera en el colegio.

La llevé a la cama y empecé a desvestirla poco a poco, primero le quité la chaqueta, luego la blusa negra y al final las botas y el jean, ella se quedó sentada en la cama, en ropa interior, tenía una brasier negro y unos cacheteros del mismo color, parecía que la situación volvía a ponerla un poco nerviosa, y la entiendo, ya que en ese momento yo tenía mi ropa puesta y ella estaba casi desnuda, pero todo era parte del juego.

Le puse una venda en los ojos y le pedí que se acostara boca abajo en la cama, dejándome su espalda y sus nalgas listas para acariciarlas. Empecé a poner un poco de aceite y a deslizar lentamente mis manos, podía sentir su piel suave, ella permanecía quieta, desabroché su brasier para poder recorrer mejor su cuerpo, mis manos subían y bajaban mientras el aroma frutal del aceite se mezclaba con el aroma de la habitación. Podía ver como con cada movimiento que hacían mis manos, Caro empezaba a morder su labio, de vez en cuando se escapaban algunos ruidos casi como gemidos. Bajé cada vez más, primero pasando por su cintura y luego recorriendo sus nalgas, le daba algunos besos a medida que mis manos recorrían su cuerpo. Seguí bajando hasta llegar a sus piernas, eran hermosas y con la luz de las velas se veían mucho más sensuales.

Le pedí que girará para continuar el masaje, ella quedó boca arriba y por fin pude apreciar sus hermosos pechos, eran grandes, acordes a su figura delgada, hasta ese momento nunca había tenía unos pechos de ese tamaño, tenía unos pezones pequeños pero hermosos y algo que no había notado antes, unos piercings que la hacían ver aún más sensual. Dejé que unos chorros de aceite cayeran en su pecho y luego continué con el masaje, me moría por tocar esos senos, así que con mi mano esparcí el aceite. Primero mis manos rodearon sus senos sin tocar sus pezones que ya estaban duros; hacía círculos al rededor, luego empecé a acercarme más, hasta tocar sus pezones, eran increíbles, los tocaba con delicadeza, los ponía entre mis dedos y los apretaba con suavidad. Ella se movía cada vez que yo hacía eso, intentaba tocar mi pene, pero yo tomaba su mano y la volvía a poner al lado de su cuerpo, todavía no era el momento de ella.

Empecé a bajar por su abdomen, aplicaba pequeños chorros de aceite para continuar con el masaje, llegué a su pelvis y le quité su ropa interior hasta dejarla completamente desnuda.

-No es justo, ya estoy desnuda y tú no te has quitado nada- Me recriminó Caro ante la situación.

Decidí quitarle la venda de los ojos y empezar a quitarme la camisa, ella me miraba sin moverse. Me paré junto a la cama y me quité las zapatillas y el jean quedando solo con mis bóxer blancos que trataban de contener mi erección.

– ¿Así te parece más justo? – Le pregunté y sin esperar su respuesta continué con lo que estaba haciendo.

Seguí recorriendo sus piernas con mis manos pero esta vez me devolví a su sexo, primero la toqué al rededor, cada vez era más difícil que ella pudiera controlar sus movimientos. Mis dedos se acercaban cada vez más hasta que empecé a tocar su clítoris, lo masajeaba con cuidado, los movimientos de su cuerpo me guiaban, veía el placer de su cara, algunas veces me miraba, otras veces solo cerraba los ojos y apretaba sus manos, mis dedos se movían cada vez más rápido, empecé a acercar mi boca hasta que mi lengua se sumó al masaje y empezó a deslizarse por su clítoris, podía sentir su sabor, era delicioso, ella abrió sus piernas para recibir mis besos, cambié la estrategia y esta vez mis dedos se encargaron de entrar en su sexo mientras mi legua seguía arriba.

Sus gemidos me daban placer, ella tomaba mi cabeza y sus manos acariciaban mi cabello. Empecé a aumentar el ritmo de mi lengua y mis dedos, esto hacía que ella también aumentara sus movimientos y sus gemidos, hasta que gritó y pude sentir como un orgasmo recorría su cuerpo. Empujó mi cabeza con sus manos y apretó sus piernas como intentando contener algo que iba a salir de su cuerpo, se giró un poco y mantuvo sus ojos cerrados por unos segundos.

– Dios, eso fue muy delicioso. Ahora es mi turno – Dijo mientras se levantaba de la cama, me besaba y me empujaba con la mano para que yo me acostara boca arriba como ella estaba.

Utilizando el aceite que yo tenía empezó a pasar sus manos por mi pecho, bajó lentamente y me quitó los boxers, pasó sus manos por mis muslos y luego empezó a acercarse a mi pene que estaba completamente duro. Yo miraba como la silueta de su cuerpo brillaba por el aceite y la luz de las velas, su mirada estaba concentrada en mi pene, mordiéndose el labio mientras pasaba sus manos alrededor.

Rodeó con su mano derecha la base de mi pene y lo levantó suavemente, puso su otra mano para cubrirlo y empezó a girarlas, para masajearlo, lo hacía suavemente, pero podía sentir como el aceite ayudaba a que su movimiento fluyera con delicadeza, apretaba sus manos con fuerza pero de forma deliciosa, logrando que yo sintiera cada movimiento. Cambió los movimientos circulares por un movimiento de arriba hacia abajo, subiendo un poco más la velocidad.

– Dios, hasta tu pene es hermoso – Me dijo con una sonrisa sin dejar de mirar mi miembro erecto.

Ella estaba sobre la cama, arrodillada entre mis piernas, empezó a moverse un poco hacía atrás y se inclinó para acercar su boca a mi pene, su cabello cayó sobre mi abdomen así que lo movió hacía un lado para que yo no me perdiera del espectáculo que me iba a dar. Empezó pasando su lengua en mis bolas, sin usar sus manos, subió desde mis bolas hasta el tronco de mi pene sin tocar la cabeza, hizo el mismo recorrido varias veces, algunas veces con su lengua y otras veces simplemente rosando sus labios mientras levantaba su mirada para seducirme con sus ojos. Volvió a tomar mi pene con su mano para ponerlo frente a su boca, pasó su lengua por la cabeza de mi pene y luego empezó a golpearlo contra su lengua, abrió un poco más sus labios para introducirlo a la humedad de su boca.

Movía su cabeza de arriba a abajo con suavidad, lo hacía una y otra vez sosteniendo mi pene con su mano para mantenerlo apuntando a su boca, luego de unos minutos lo sacaba de su boca para pasar su lengua por todos lados, desde arriba hasta abajo, esta vez con más rapidez, como si fuera una paleta, mantenía los ojos cerrados en el proceso, pero podía notar que le gustaba lo que estaba haciendo. No puedo negar que se me escapaban algunos gemidos con lo que ella hacía.

– Te gusta chuparlo ¿cierto? – Le decía con morbosidad, entre gemidos de placer.

Caro sacó el pene de su boca para responderme

– Mucho, te lo quería chupar hace mucho, me muero porque me lo metas

– Te lo tienes que ganar, te tienes que portar muy bien – Le dije mirándola a los ojos mientras ella me masturbaba.

Volvió a metérselo a la boca y continuó succionándolo, esta vez un poco más rápido, parecía que quería ganarse la penetración que le había ofrecido. Pasaron un par de minutos mientras ella seguía subiendo y bajando con su boca en mi pene, podía notar que cada vez estaba más húmedo, su saliva se escurría en el tronco de mi pene por las comisuras de sus labios, lo sacó un momento para respirar y descansar pero continuó masturbándome, pasando su otra manos por la cabeza de mi pene.

– Es muy grande, que rico – Me dijo Caro, no sé si por excitarme o porque realmente lo pensaba, no considero que mi pene sea grande, pero sí puedo decir que es de un buen tamaño.

Escupió un poco mi pene antes de meterlo de nuevo a su boca, continuó con ese movimiento de arriba abajo que me fascinaba, empecé a sostener su cabello con mis manos para que no interrumpiera lo que estaba viendo y también para guiar su cabeza al ritmo que quería. Como una colegiala juiciosa, dejaba que yo manejara el ritmo de su mamada, aumentando la velocidad mientras yo empujaba con cuidado mi cadera para que mi pene entrara un poco más profundo. Un par de movimientos de arcada me hacían bajar el ritmo, aunque hubiera deseado meterle cada centímetro de mi pene en su boca, no sabía si ella tenía esas habilidades.

– Me ahogas – Me dijo, para advertirme que no era tan fácil para ella hacer lo que yo quería.

Lo volvió a sacar de su boca para respirar, y aprovechaba para golpear su lengua con mi pene, también golpeaba sus mejillas mientras me miraba; no sé si era la luz, pero cuando hacía eso mi pene se veía enorme al lado de su cara.

– Dios mío, tu boca es increíble, ¿cómo aprendiste a hacer eso? – Le dije como un alago a sus habilidades orales. Ella no respondió, pero continuó chupándome las bolas.

– Métemelo por favor – Me pidió ella, pero yo le pedí que lo chupara un poco más. Me encanta el sexo oral y ella estaba haciendo un trabajo increíble, podía calcular que habían pasado casi 15 minutos desde que ella empezó y yo podía pasar horas disfrutando lo que me estaba haciendo.

Me senté y la separé de mi pene para besarla un poco, su boca estaba caliente con un sabor a sexo, podía ver algunas gotas de sudor que validaban el esmero con el que ella estaba chupando mi pene. Me puse un condón texturizado, (El que ella me había dicho que le gustaba) la tomé de la cintura y la ubiqué sobre mi pelvis, con la mano guie mi pene a su vagina y ella se sentó poco a poco, disfrutando la primera penetración, con cada centímetro que entraba, ella soltaba un pequeño gemido, cuando por fin entró todo, Caro empezó a dar pequeños brincos, sus pechos se movían al ritmo de sus caderas y yo aprovechaba para tocarlos y sentirlos.

Rápidamente sus movimientos fueron aumentando de velocidad, subía, bajaba y hacia movimientos circulares para que su clítoris rosara mi piel. Bajé mis manos a sus caderas y empecé a mover mi cintura para que mi pene la penetrara más profundo, nos movíamos en perfecta sincronía. Caro se inclinó hacia atrás sin dejar de brincar, y empezó a tocar sus pechos, sus gemidos aumentaban poco a poco, al mismo tiempo que ella aumentaba la velocidad de sus arremetidas, apretaba sus pezones y de vez en cuando pasaba sus manos por mi pecho, como si disfrutara mi cuerpo.

Me levanté para quedar frente a ella sin sacar mi pene y hundí mi cabeza en sus pechos, disfrutaba su aroma, tener unos senos de ese tamaño por primera vez me encantaba, era una fantasía, los apretaba, besaba y lamía, ella apretaba con sus manos mi cabeza para que yo no dejara de jugar con esas montañas.

– Házmelo de perrito – Me pidió ella luego de unos minutos en la misma pose. Me bajé de la cama y ella se ubicó de tal forma que su culo apuntaba a mi pene, metí mis dedos a mi boca y los humedecí para luego tocar su sexo. Tomé mi pene con la mano y lo dirigí para empezar a penetrarla con movimientos lentos, sosteniendo su cintura. A medida que pasaban los segundos ella empezaba a inclinarse cada vez más.

– Así, así, que rico se siente, no pareces – Me decía ella con su cara sobre el colchón.

Con mi mano derecha empecé a buscar uno de sus pechos sin parar de penetrarla, mi mano izquierda seguía en su cintura, tuve que inclinarme un poco para lograr cogerlo, lo apretaba con fuerza, me excitaba sentir sus grandes pechos y mi pene penetrándola, ella paso una de sus manos entre sus piernas hasta empezar a tocar mis bolas, las acariciaba mientras yo la penetraba, todo era perfecto, la música, sus gemidos y sus pechos rebotando al ritmo de mis embestidas. Cada vez estaba más mojada, empecé a aumentar un poco el ritmo, puse una de mis piernas sobre la cama para penetrarla un poco más rápido. Empecé a mover mi cadera en forma circular, me incliné para tomar su cuello con mi mano y la levante para que su espalda y mi pecho se tocaran, podía sentir el aroma de su cabello, la besé en la boca y luego en el cuello sin dejar de darle placer, estaba sudando como loco y podía ver que ella también, continuamos así por varios minutos.

– Te lo quería meter así desde el colegio, no sabes cuánto deseaba tu cuerpo – Le dije. Recordarla en el colegio también me excitaba.

Saque mi pene y le pedí que se acostara boca arriba en la cama, de nuevo podía ver sus grandes senos que me hipnotizaban, puse sus piernas en mi pecho para penetrarla profundamente. Primero metía solo la cabeza de mi pene 3 o 4 veces y luego metía todo mi pene en su interior, cada vez que hacía esto podía ver como su rostro se transformaba de placer, se lo hice así durante un buen rato y luego abrí sus piernas para dejarlas alrededor de mi cintura, tome sus pechos con mis manos y los empecé a besar, pasando mi lengua por sus pezones, succionándolos y mordiéndolos con delicadeza. La penetré un poco más rápido, ella gemía y ponía sus manos sobre las mías evitando que yo soltara sus pechos.

Quería volver a sentir su boca en mi pene así que me subí a la cama, le pedí que se hiciera de lado. Mi pene quedó frente a su cara y lo acerqué, ella inmediatamente empezó a chuparlo, me moví suavemente para penetrar su boca, ella complementaba mis movimientos con su mano, empecé a tocar su clítoris mientras chupaba mi pene, los gemidos que hacía mientras lo succionaba eran un deleite para mí. Por momentos ella se sacaba mi pene y podía ver como su cara se volvía a transformar de placer.

– No puedo chupártelo si me tocas, me excitas mucho – Sonreí y empecé a tocar sus pechos.

Ella continuó chupándolo, cada vez más rápido, movía su cabeza adelante y atrás, con desespero, como si me quisiera hacer venir, yo disfrutaba viéndola. Sacaba mi pene de su boca y golpeaba su lengua con él, comenzó a pasar su lengua por todas partes, primero el tronco de mi pene, luego mis bolas que también las succionaba con sus labios, me encantaba ver esa pasión con la que lo chupaba. Me empujó para que me acostara boca arriba en la cama, se acomodó frente a mi pene, lo tomó con sus manos; el cabello le caía sobre los hombros, me miró a los ojos con una sonrisa sensual mientras me masturbaba.

Bajó rápidamente su cabeza y lo metió en su boca, subía y bajaba su cabeza acompañando ese movimiento con su mano, podía sentir su excitación mientras lo hacía, disfrutaba chupármelo, me empecé a perder en el placer, escuchaba pequeños gemidos, también su mano pasado por mi pene con la humedad de su saliva, escuchaba cada vez que mi pene salía de su boca, como lo succionaba, veía como su saliva espesa volvía a salir por su boca. Cada vez lo hacía con más velocidad, yo empezaba a entrar en un trance sexual, ya no escuchaba la música, no la veía a ella, solo podía sentir lo que hacía con mi pene, empecé a apretar las cobijas con mis manos, ella aceleraba su movimiento, cada vez hacía más ruidos durante su mamada, sentía como si todo mi cuerpo se adormeciera.

– Me voy a venir – Le dije con la respiración agitada.

– Quiero que te vengas ya, por favor, dámelo todo – Me dijo sin dejar de masturbarme.

– ¿Me puedo venir en tu boca? – Le pregunte, excitado. A lo que ella asintió con la cabeza.

Me apoyé en mis codos para levantar mi pecho y poder ver lo que ella hacía, me moría por ver cómo se tragaba mi semen. Lo masajeaba en forma circular, lo succionaba con fuerza, lo sacaba de su boca un par de segundos y luego volvía a chupar.

Empecé a sentir como mi pene se prepara para darle todo mi semen, ya no podía contener todo lo que tenía, mi pene empezó a temblar y con él dentro de su boca eyaculé con fuerza, ella bajó un poco el ritmo, con cada movimiento de sus manos, mi pene dispara un nuevo chorro, ella intentó contenerlo en su boca sin éxito. El semen empezó a escurrir y pude ver un chorro blanco y espeso que se escapaba por sus labios. Se levantó, puso una mano en su boca y pude notar como se tragaba lo que le había quedado, sus labios brillaban por su saliva y mi semen, se paso la mano derecha para limpiarse la boca mientras con su otra mano seguía masturbándome.

Creo que ya el relato es muy largo, así que lo dejaré aquí, en una próxima confesión les contaré cómo terminó esa noche con ella.

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