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Córdoba, montañas, cascadas y sexo (madre e hijo)
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Era un viaje programado hace rato, mamá quería ir a las montañas, yo estaba en la duda, mar o sierras, buscamos un punto en común, a los dos nos gustaba el senderismo y la escalada, decidimos por montaña para poder compartir tiempo, cosa que nuestras obligaciones no nos permitían mucho.

Combinamos nuestro descanso anual, aprontamos el auto con nuestras cosas y partimos con rumbo a Córdoba, una de las maravillas naturales que tiene mi Argentina querida, aire seco, con un treinta a cuarenta por ciento de humedad, temperatura agradable, digamos lugar paradisiaco.

El cuerpo esculpido por el deporte, se acomodó en el asiento de la derecha, por lo visto me tocaba conducir, por lo pronto los primeros kilómetros de los ochocientos y pico que nos distaban de valle hermoso, lugar de destino.

Ya pasada Capital Federal tomamos la panamericana y mi compañera preparó unos mates para ver si acortábamos el camino entre mate y charla, charla que nunca había tenido con mi madre, la separación de papa.

Comenzó así.

– Manu, parece broma, pero nunca me preguntaste por la separación.

– No mama, sé que fracaso el matrimonio, pero no el por qué.

– ¿Querés que te cuente?

– Si no te vas a poner mal, soy todo oído.

– Para nada, todo empieza porque nosotras, las mujeres, no podemos comparar.

– ¿Cómo es eso?

– Si, los hombres pueden ver si tenemos buenas tetas o buen culo, pues está a la vista, a nosotras solo nos queda tentar a la suerte y yo no la tuve, porque encima de pito corto es precoz tu padre. Para males de males, nunca aprendió a ponerla como corresponde, digamos que aparte de su mal humor fui víctima de una insatisfacción sexual muy importante, me sobran los dedos de una mano para contar las veces que he tenido un orgasmo, por eso decidí la separación y el celibato.

– Quiere decir…

– Si Manu, que desde el momento del divorcio nunca he estado con un hombre.

– Pero como mama, una mujer tan bella como vos, con el físico que llevas y la dulzura que destilas, nunca hayas tenido una pareja o novio, llámalo como gustes, si hasta yo pienso que si no fueras mi madre te correría hasta debajo de la cama para no dejarte escapar, no te enojes pero estas fuertísima.

– Seguro lo decís porque sos mi hijo.

– No ma, te lo digo desde el punto de vista de hombre no de hijo.

Pasamos varios kilómetros casi sin hablar, solo comentarios aislados para reírnos de todo.

Me pidió que pare así iba al baño y cambiábamos el asiento para que no maneje tanto, cosa que accedí de inmediato, deteniéndome en un área de servicios a unos kilómetros más adelante, me detuve, ambos bajamos del vehículo, ella fue caminado despacio hacia el baño y yo me apoye en el capot del auto a fumar un cigarrillo y observar ese cuerpo enfundado en una calzas deportivas negras y verde fluo que marcaba su hermoso y redondeado culo, separando sus glúteos por la presión ejercida de la tela contra él, se movía de izquierda a derecha en una forma tan sensual que me excite, no lo podía creer, me estaba excitando con mi madre. Pasándome lo mismo cuando regresaba al ver esos redondeados senos contenidos en un top color negro y por lo que observaba, no traía corpiño, pues se notaban sus pezones, clavando mi mirada en ellos.

Se acercó a mi muy sensualmente tomando mi cara con ambas manos, puso la boca de labios carnosos como si fuera a pronunciar la letra u soplando muy suavemente mis ojos.

– ¿Y eso por qué mama?

– Por qué me pareció que se te habían metido dos tetas en los ojos. (riendo a carcajadas)

Me puse colorado sin decir nada y retomamos el viaje.

Luego de varias horas de viaje se comenzaron a divisar las montañas, que al paso de los kilómetros se hacían cada vez más grandes e imponentes.

Una vez llegados a la cabaña que había alquilado mi mama, en un paraje bellísimo que hacía honor a su nombre, Valle Hermoso. Descargamos el auto, nos acomodamos eligiendo cama para después ducharnos y salir a cenar.

Mis ojos no daban crédito de lo que estaba viendo, mi madre, sin ningún tipo de pudor salía del cuarto de baño en ropa interior, en los años que tengo recuerdo, nunca la había visto así. Se acercó y con dos dedos empujo mi barbilla cerrando mi boca, una media sonrisa se dibujaba en la suya.

Durante la cena, mi cabeza daba vueltas a lo que había visto mientras hablábamos de las actividades que realizaríamos al día siguiente.

Llegamos a la cabaña para descansar, nuevamente se repite la historia, mi madre queda en ropa interior, un corpiño que apenas le cubría sus voluminosos pechos y un tanga que se perdía entre sus glúteos con un pequeño triangulo frontal que tapaba sus labios vaginales cuidadosamente depilados. Hice lo propio, me desvestí quedando yo también en ropa interior y cosa que no podía ocultar, era la erección que tenía, intentando que se notara lo menos posible me zambullí entre las sábanas, no tarde mucho en dormirme, pero llegando ese sopor previo a dormir, me pareció ver a mi madre, acostada de lado, observándome.

Al día siguiente cuando nos levantamos, todo seguía su cauce normal, desayunamos tranquilos, sin poder evitar que en mi cabeza rondaran las imágenes ofrecidas por mi bella madre.

– Bueno Manu, ¿estás preparado para la aventura?

– Si ma, ¿A dónde vamos hoy?

– Dos cosas, primero, decime Andrea, mama me hace más vieja jaja, segundo, vamos a un lugar que es una reserva natural llamada vaquerías, que tiene después de unas escaladas dos hermosas cascadas donde podemos tomar unos mates con el relajante ruido ofrecido por la naturaleza.

– Fantástico Andrea, me parece buen plan para comenzar.

– Una vez allí pretendo disfrutar el momento que hace años estoy esperando.

– Bien, acá estoy yo para acompañarte y ayudarte en lo que quieras hacer.

– Eso espero mi amor.

Llegamos a la reserva, hablando con los Guarda parques nos recomendaron regresar antes que anochezca, nos desearon que disfrutemos y emprendimos el camino, entre la visita de ambas cascadas tendríamos unas dos horas y media sin contar el tiempo que nos quedemos a disfrutar el paisaje y “descansar”.

Luego de un rato arribamos a la primera cascada, la cascada de los helechos, pequeña pero vistosa, su caudal de agua bajaba por un camino de piedras para desaparecer en la espesura del follaje, hicimos un alto para descansar y así retomar el recorrido.

Luego de descansar desandamos unos cuantos metros para tomar la bifurcación que nos llevaría a la cascada del ángel. Tomamos otro sendero de piedras que en treinta minutos nos hizo llegar a la caída de agua, quedamos impresionados con la magnificencia del lugar, una hoya producida por la cascada de unos diez metros por otros tantos, entre las paredes formadas por la ladera de las montañas que nos rodeaban, agua profunda y cristalina, fría por naturaleza.

Andrea sin dudarlo se sacó toda la ropa, tal cual la trajo Dios al mundo se arrojó al espejo de agua para nadar unos metros, se giró y mirándome me dijo.

– Y manu ¿Qué esperas? Sacate todo y veni.

Tímidamente me desvestí quedando solo en calzoncillos, con mucha vergüenza, aunque la soledad era absoluta se encontraba quien me había dado la vida… Nadando suavemente como perrito se acercó lentamente al sitio donde yo estaba dejando fuera del agua su culo blanco y redondo, salió hacia mí estiro sus brazos y comenzó a bajar la prenda que me quedaba, mi pene largo gordo y duro salto como un resorte, observando con su único ojo la inmensidad del paisaje y a mi madre, el más bello cuerpo que yo jamás haya visto. Tomándome de la mano me llevo hacia el agua.

Ya un poco más tranquilo y en total silencio ambos nadamos un poco, hasta que fuimos a un rincón donde había una piedra y pudimos hacer pie, con el agua al cuello solo veíamos nuestras cabezas, el esmeralda de mis ojos se clavaron en la profundidad del azul que poseían los suyos, nuestras bocas se acercaron a la vez que Andrea recorría mi cuerpo con sus agiles dedos, la abrace besándola apasionadamente, nuestros cuerpos se pegaron haciendo notar en su abdomen la dureza de mi miembro, despego su boca de la mía para exhalar un suspiro y nuevamente nuestras lenguas continuaron su danza ritual. Bajo su mano derecha hacia mi verga deseosa de sexo rodeando el contorno con ella haciendo movimiento de atrás hacia adelante, sorpresivamente la soltó, alzo sus piernas rodeando mis caderas para que nuestros sexos se unieran, mi pene comenzó a perderse en la profundidad de su sexo ardiente y sediento de acción, sus gritos y gemidos retumbaban entre las paredes rocosas que eran testigos mudos de lo que estaba ocurriendo, entre una madre carente de sexo por mucho tiempo y un joven hijo con las hormonas a full.

El frenesí del vaivén, glorioso baile sensual creaba pequeñas olas que se devolvían acariciando nuestros cuerpos, no habrá pasado mucho tiempo que ambos llegamos a un orgasmo bestial, expresado con jadeos y gritos dignos de una película porno. Quedamos abrazados por un corto lapso de tiempo, cuando mi miembro perdió flacidez y fue retirándose del interior fuimos saliendo para una roca que oficio de asiento, así totalmente desnudos nos dispusimos al sol para secarnos y tomar unos mates, caricias y mudos besos, del tema ni se habló.

Al lugar arribo una pareja, que al vernos, su primera reacción fue sorpresa, luego se miraron se quitaron la ropa y mientras nos vestimos para irnos ellos se pusieron a nadar desnudos tal cual lo habíamos hecho nosotros.

Susurrando al oído me dijo…

– Vamos, dejemos disfrutar la naturaleza, aparte me quede con ganas de recuperar mi tiempo perdido.

– Si Andrea vamos.

Desandamos el camino hasta la cabaña hablando de cosas banales, ni se mencionó lo ocurrido, como si hubiera sido de toda la vida.

Llegamos a nuestro destino e ingresamos tal cual se ve en una película, abrazados y besándonos apasionadamente, en el recorrido hasta la cama fuimos dejando el reguero de ropa por el piso. Cuando legamos, se detuvo en seco.

– Me voy a bañar y regreso, ahora quiero todo, todo lo que me perdí durante tanto tiempo.

– Dale Andrea te espero deseoso.

Mientras escuchaba caer el agua de la ducha, junte las dos camas individuales para hacer una sola, nuestro lecho nupcial por varios días más.

Me fui hasta el baño y me introduje a la ducha con ella, ya estaba por salir, me enjabono muy bien haciendo tiempo en mi miembro duro como una tabla, al enjuagarme se arrodillo frente a mi abrió su boca e introdujo el pene en ella, dándome un placer indescriptible, la mejor mamada que jamás recibí desde que tengo sexo, su hábil lengua recorría toda la extensión y se detenía en el glande para regresar por el tronco hasta los testículos. Parándose de golpe dijo.

– Es solo una muestra, vamos a la cama Manu quiero disfrutar a full lo que la naturaleza le negó a tu padre y la habilidad que hasta ahora me demostraste para hacerme disfrutar.

– Gracias Andrea, espero hacerte gozar según tu expectativa.

Luego de secarnos fuimos hacia ese lugar que deseábamos ambos, la cama.

Como si lo hubiéramos pactado de antemano cada uno fue con su lengua al sexo del otro, la mía recorrió la geografía vaginal de Andrea de norte a sur, sus jugosos labios destilaban sus sabrosos jugos que degustaba con placer, aún estaba incrédulo ante lo que estaba pasando. Yo, teniendo sexo con mi madre y lo estaba disfrutando.

En ese momento de mayor goce, dedicado a dar ese placer que se le había negado, siento sus piernas tensarse y apretar mi cabeza entre ellas, para casi instantáneamente, luego de ese gemido tan particular que ya había oído en la cascada, mi boca se llenara de su liquido agridulce que salía a borbotones de esa suave vagina, cosa que excito como nunca lo había sentido e hizo que mi naturaleza reaccionara depositando todo mi semen en su boca entre gemidos apagados, tragaba cada gota degustando el viscoso líquido, que probaba por primera vez.

Sin darnos tiempo a recuperarnos se puso arrodillada sobre sus cuatro miembros ofreciendo generosamente su sexo, el que seguí hurgando con mi curiosa lengua que se tentó y no dejo pasar por alto el esfínter anal, que latía a cada pasada.

– Por favor ya métela, la deseo adentro.

– Si quiero poseerte, hacerte el amor.

– ¡¡¡Ya!!! No aguanto más quiero tu verga dentro de mí y quiero que me digas cosas sucias, trátame como la perra que estoy descubriendo que soy.

Tal cual me lo pidió, introduje sin impedimento mi miembro usando palabras soeces que la excitaban, haciendo mover aún más sus caderas acompañando mis movimientos, por momentos giraba su cabeza de largos rizos dorados mirándome a los ojos con una cara de lujuria total. En una de esas miradas con sus ojos color cielo le aplique un par de nalgadas, su boca se abrió, los ojos se pusieron casi en blanco teniendo un orgasmo espectacular.

– Si hijo de mil putas, dame más fuerte, me convertiste en una perra, cógeme duro con esa enorme poronga lléname, hoy quiero mas mucho más, quiero que me hagas descubrir todo lo que me perdí, soy tu madre y te lo ordeno, haceme todo lo que creas tengo que aprender.

– Pero mama…

– Ningún pero, soy toda tuya y vos sos todo mío, vas a hacer todo lo que yo quiera.

Me hizo acostar de espaldas y puso su entrepierna en mi rostro para que le vuelva a chupar su sexo, que chorreaba mi cara y boca con sus jugos e inclusive mi semen, que por primera vez en mi vida estaba probando, cosa que la combinación no me disgusto. Luego de unos breves minutos tuvo una descarga de líquido que casi me ahoga, como estaba gimiendo y gritando ni se enteró.

Me pidió disculpas pensando que se había orinado, le explique y ambos reímos.

Caímos rendidos, hablamos mucho de lo sucedido, dejándome en claro que a partir de hoy sería su esclavo sexual, lo haría cuando, donde y como ella quisiera y que hoy quería probar como era hacer sexo anal, la pude convencer que lo hagamos en otro momento, para poder tener una buena experiencia, cosa que acepto de buen modo pues entendió que no quería que fuera una cosa a la ligera y debía surgir no programar.

Los nueve días restantes fueron a puro sexo, inclusive en el viaje de regreso, me hizo detener para tener sexo a la luz de la luna en la vera del camino.

Ya cerca de casa me dijo…

– Manu, hijo, hoy es el día donde comienza una nueva etapa para nosotros, hoy es el primer día del resto de nuestras vidas.

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