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Encuentro con Toño, mi compañero de la secundaria
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Recién practicaba el travestismo, incitado entre otras cosas por mi jefe, para quien llevo meses vistiéndome. Sin embargo, pocas veces salgo vestida con él a lugares públicos. Esa noche decidimos tomarnos unas copas en un modesto bar de la col. Roma, frecuentado mayormente por gente de edad avanzada. Al salir, mientras esperaba a que mi jefe trajera el carro, nos vimos; Toño, acompañado de su esposa, reconoció mi rostro pronto. Vi su expresión de sorpresa y una ligera sonrisa que de inmediato ahogó en su plática con su mujer. Me quedé pensando si me habría reconocido o sólo le gusté de nena, pero la respuesta a esas dudas llegó a la mañana siguiente, con un mensaje privado y una solicitud de amistad de Face.

Toño me había reconocido la noche anterior y, al parecer, me buscó en la popular red social. Como seguimos teniendo conocidos en común, me imagino que no le fue difícil hallarme. Junto a su solicitud, el inbox: “Hola, no sé si me recuerdes. Soy Toño, de la secu”. Respondí amablemente a su mensaje y acepté su solicitud. Nos pusimos al día, nos preguntamos por el trabajo y la familia antes de que se atreviera a escribir:

-¿Te puedo preguntar algo?

-Sí, ¿qué pasa?

-Espero que no me lo tomes a mal. ¿Eres travesti? Es que anoche, te juro, vi a una travesti que se parecía mucho a ti.

“Jajaja, ¿dónde la viste?” le pregunté confirmando que me había reconocido. Estaba nervioso, no sabía qué diría de mí ahora que sabía de mi travestismo.

-Sí, era yo

-Déjame decirte que te veías hermosa. Sí pensé que eras mujer. De haber ido solo hasta te hubiera dicho un piropo.

-Jajaja, ¿ah, sí?, ¿qué me hubieras dicho?

-No sé, algo muy guarro, jajaja.

Seguimos platicando por inbox de otras cosas hasta que se acercaba la hora de cerrar sesión y salir. Al despedirme, me escribió “oye, pásame tu celular, ¿no?, a ver si nos vemos esta semana para tomarnos algo y platicar más a gusto”. Para medir sus intenciones, le respondí bromeando “¿para qué quieres mi número, si yo me acuerdo que en la secu decías que a ti no te gustaban los putos? jajaja”. Su respuesta me dejó impactado:

-No en público, pero en privado es otra cosa.

-Ya no te entendí, ¿entonces quieres verme en público o en privado?

-En privado… ¿qué tal hoy?, en un hotel cerca de mi trabajo. Dime a dónde paso por ti.

-¿De verdad?, pero no creo que quieras verme hoy, no traje ropa de nena.

-Qué mal. Pues tú dime qué día te puedo ver vestida y ese día paso por ti.

Nos despedimos. Mi nena interior estaba excitadísima por la idea, pero quería ver si no era una broma, una ocurrencia o juego suyo porque, como lo recuerdo de secundaria, Toño siempre le jugaba al macho, e incluso haber visto a su esposa aquella noche me hacía desconfiar de su interés por mí.

Pero como si supiera lo que pensaba, Toño me siguió escribiendo en la semana; me seguía pidiendo vernos, me pedía fotos, me preguntaba por mis experiencias sexuales. Yo le respondía brevemente y lo más que le conté fue de mi relación con mi jefe, sin muchos detalles.

-Si hubiera ido solo, la noche que te vi te hubiera propuesto ir a coger, sin saber que eras tú.

-¿Y si luego me reconocías?

-De todos modos te hubiera llevado a coger. Hasta con más ganas, porque habría más confianza.

-Pero esa noche iba a coger con mi jefe.

-De todas formas, te hubiera intentado convencer de que lo hiciéramos pendejo una vez. No creo que le importe que le seas infiel tantito. Y menos a su edad, jajaja.

Finalmente accedí a verlo. Pasó por mí como lo acordamos. Llevaba en mi mochila una falda de tablones azul marino (adecuada para la ocasión de ver a un ex compañero de secundaria), unas medias canela, tanga y brassier negros, una blusa blanca de tirantes y unas botas altas de zipper negras. Desde luego, algo de maquillaje (que ya he aprendido a usar, más o menos, gracias a mi jefe) y una peluca de cabello negro, lacio y largo.

En el carro íbamos platicando de aquellos tiempos de secundaria, como dos camaradas que se reencuentran luego de todos estos años; la plática fue muy amena, aunque viéndolo en retrospectiva, muy contrastante con la intención real de aquella cita.

Sentirme con Toño como el amigo varón de la secundaria, me causó mucho nerviosismo cuando por fin llegamos al cuarto de hotel. Me sacudí los nervios lo más que pude y como adolescente avergonzado corrí sin decir nada al baño. Ahí me tomé mi tiempo para vestirme. Me veía una y otra vez y siempre encontraba algo que mejorar de mi apariencia… o mejor dicho, ningún esfuerzo era suficiente para verme menos como un muchacho. Luego de la cuarta vez que Toño tocó para mostrar su impaciencia la puerta del baño, me decidí a salir así, viérame como me viera.

“Te ves muy guapa” me dijo mientras me tomaba de la cintura y me conducía a la orilla de la cama, donde nos sentamos. Toño me ofreció una cerveza que había pedido mientras esperaba a que saliera. A mí me pareció buena idea beberla para quitarme un poco los nervios. Supongo que Toño me vio algo avergonzada, puesto que empezó a hablar del pasado, como cuando íbamos en el carro. Mientras volvíamos a platicar de nuestros años en secundaria, Toño frotaba mis rodillas de manera relajante. Entonces empezó:

-¿Ya desde la secu te gustaba ser nena?

-Ya me atraía ese ambiente, pero no me vestía aún.

-¿Tuviste algún encuentro con alguien en esos días?, ¿tenías novio o algo así?

-¿Te acuerdas del maestro de inglés?

-¡¿Cón él?!

Ambos nos reímos. Y luego él siguió:

-Y cuando nos “torteábamos” o nos arrimábamos la verga, ¿a ti te gustaba?

-Sí… La verdad es que lo disfrutaba mucho.

-¿Y había una que gozaras más?, ¿la de Luis, la de Carlos?

-No me vas a creer, pero la que más me gustaba era la tuya.

Entonces Toño se levantó de la orilla de la cama y se quitó el cinturón.

-Ya sabía. Si desde entonces ya había notado cómo me repegabas las nalgas cuando te daba tus arrimones.

-Y tú bien que me la arrimabas, la tuya era la que más me gustaba porque se ponía bien dura pronto. En ese entonces soñaba con que tú quisieras metérmela.

Mientras le decía eso, ya sin pena bajé su pantalón y su trusa. Tomé su pene y comencé a masturbarlo mientras le daba besos a sus huevos. Los besos se convirtieron en lamidas y de los huevos, mi lengua se desplazó por toda la longitud de esa verga hasta su glande.

-Ay, putita, ya me hacía falta esto. A mi esposa no le gusta mamarla.

-Pero a mí me encanta. Qué pendeja es tu esposa que, teniendo una verga tan rica para chupar, no lo hace. Pero no te preocupes, cuando quieras una chupada, nomás dime.

Luego de mamársela sabroso, Toño quiso recostarse, con su verga bien erecta, mientras yo me ensartaba:

-Pinche viejito cabrón de tu jefe, ya te tiene bien entrenada. A la primera te entró.

-Sí, ya me dejó bien abierta.

-Pero de todas maneras aprietas bien rico, mamacita.

-¿Aprieto más que tu esposa?

-Mucho más. Y también te mueves más rico que ella.

-¿Quién coge más rico, papi: tu vieja o tu puta, que soy yo?

-Tú. Para eso te busqué, para tenerte de mi puta, para usarte cada vez que quiera coger rico.

-Úsame, Toño, usa mi culo que siempre ha sido tuyo. No me lo pidas, sólo tienes que tomarlo, como cuando me la arrimabas en la escuela así de sorpresa.

Lo desmonté, sólo para acomodarme en cuatro al filo de la cama. Él, de pie, acercó su verga a mi culo y lo volvió a abrir, fácilmente. Bombeaba duro mientras me decía “así, putita… Pinche marica nalgas fáciles, a ver qué le dices a tu jefe ahora que ya te hizo suya otro hombre”. Yo recibía esas furiosas embestidas de placer y le decía “así, papacito, así Toñito, así hazme tu puta… ¿Así de rico coges cuando estás con tu esposa?”, “No, ella no me calienta como tú. Además tú me la pones bien dura desde la secundaria”.

Toño terminó dentro de mí. Sacó su verga erecta todavía, se quitó el condón y se acostó. Yo me acosté a su lado, dándole la espalda. En eso me surgió una duda; volteé a verlo y le pregunté “¿no me vas a besar?”, y me respondió “no, eso se me hace muy de putos”, mientras puso su mano en mis nalgas y me metió su dedo medio en mi culo recién cogido, cosa que me hizo gemir de placer.

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